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César G. Antón, periodista: "A Iglesias y Rivera también les gustaría viajar al pasado, pero no lo reconocerán"
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Entrevista

César G. Antón, periodista: "A Iglesias y Rivera también les gustaría viajar al pasado, pero no lo reconocerán"

El director de Informativos de La Sexta y creador de varios programas publica la novela de ciencia ficción con muchas pinceladas nostálgicas '83 segundos', en la que regresa al Madrid de 2000 y 1985

Foto: César G. Antón, director de Informativos de La Sexta. (Atresmedia)
César G. Antón, director de Informativos de La Sexta. (Atresmedia)

Delante de un café en una concurrida terraza de Lavapiés y a primera hora de la mañana, el periodista César G. Antón (Madrid, 1976) cuenta que fue un poco fastidio que le nombraran jefe tan pronto. Con 29 años le pusieron al frente de los informativos de La Sexta. Era 2006 y la cadena echaba a andar en un país que poco o casi nada tiene que ver (políticamente) con el de hoy. Mucho menos en los medios de comunicación. El fastidio fue, en parte, porque le quitó mucho tiempo para escribir, una actividad que siempre le había gustado. A su rescate vino, de alguna forma, la pandemia, el encierro. “Fue algo terapéutico. Me permitió meter el motor de arranque y acabó saliendo un libro”, afirma.

Lo que salió fue 83 segundos (Minotauro), una novela de ciencia ficción —aunque, sobre todo, muy nostálgica— en la que un chaval normal descubre, mientras ve un Madrid vs. Barça, que puede viajar al pasado y quizá cambiar algunas cosas. Su trayecto es de 2005 a 2000 (y a 1985), lo que convierte la novela en una nítida fotografía de aquella época para todos los que vivieran entonces en Madrid. Lo que también descubre es que eso de viajar al pasado no suele ser una buena idea, aunque, como señala el periodista en esta entrevista, haya políticos que confiesen a la almohada que algo del pasado posiblemente sí hubieran cambiado.

placeholder '83 segundos', de César G. Antón.
'83 segundos', de César G. Antón.

PREGUNTA. ¿Por qué una novela sobre viajes en el tiempo?

RESPUESTA. Eso es una perversión personal. Cuando eres un niño, que es realmente cuando eres una persona sensata, cuando tienes conciencia, básicamente quieres volar, ser superrápido, invisible o viajar en el tiempo. Mi perversión era viajar en el tiempo. Y esa perversión la he ido sofisticando. Siempre he sido un enfermo de la ciencia ficción y creo que me he leído todos los libros sobre viajes en el tiempo. Y de hecho el libro intenta ser muy fiel a los paradigmas del género. El propio protagonista va coleccionando libros de saltos en el tiempo. El libro tiene un poco algo de cierre de círculo: después de haberlos leído todos, ahora presento el mío ante la sociedad.

P. Pero lo que señalas en la novela es que viajar en el tiempo no sale muy bien. Cambiar el pasado, lo que una dijo o no dijo, no resulta fácil.

R. A mí lo primero que me apetecía era contar la historia de un tipo absolutamente normal, ningún héroe, y que lo primero que haga sea lo que haríamos todos y nunca sale, y que no es ni matar a Hitler ni salvar al mundo del 11-S… sino ir a la quiniela a forrarse y ver si recupera a la exnovia que le dejó. De hecho, lo que me dice mucha gente que lo ha leído es que iban pensando qué harían ellos y el libro les iba contestando. Eso sobre todo es la primera parte del libro.

P. Sí, y lo que te comentaba: no sale bien. Ni cambias tu futuro íntimo ni el de la sociedad.

R. Uno de los fundamentos de las novelas de viajes en el tiempo es que todo viaje tiene que tener un precio. En esta novela, el precio es que tienes que repetir lo vivido. Es decir, puedes viajar hacia atrás, pero no hacia adelante. El libro no pretende tener moraleja sino entretener, pero en ese ejercicio sí que ves que esto de volver al pasado no es como nos lo imaginamos, porque ni es como pensábamos que era ni es tan fácil cambiarlo. Más que una novela de ciencia ficción es una novela nostálgica, pero después de rebozarse en nostalgia desde 1985 hasta 2000, luego lo que te dice la novela es que no te flipes y que si las cosas pasaron, pasaron por algo.

"La nostalgia ahora va a toda velocidad. En este mundo va todo tan rápido que también va rápida la nostalgia. Nostalgia ahora es 15 años atrás"

P. Efectivamente, en la novela aparece muy distinguible el Madrid de los dos mil. ¿Cómo era ese Madrid y en qué ha cambiado para ti?

R. Al querer viajar hacia atrás, me planteé que quería ir a un sitio donde no existiera La Sexta para que nadie buscara ningún paralelismo. Y quería ir a un sitio feliz para nuestra generación. Para mí era importante ir al año 2000 porque es antes del 11-S, de Lehman Brothers, y donde había esa inocencia de principios de siglo en la que todavía caminábamos sin mirar el móvil cada dos por tres y solo jugábamos al Snake en el Nokia. Había todavía ese punto de inocencia de nuestros veintitantos y de ilusión. Una inocencia que después perdimos todos de golpe y se fue a la mierda. Y luego viajar al 85, a esa edad en la que eres medio niño, medio adolescente en el barrio en el 85, que es un tiempo con España ilusionada, la Transición… Eran dos momentos felices. Pero luego te das cuenta de que 20 años es muchísimo tiempo. La nostalgia ahora va a toda velocidad. En este mundo va todo tan rápido que también va rápida la nostalgia. Para ejercer el motor de la nostalgia antes eran 50 años y ahora ya con 15 te vale. Este es un tema que nosotros en la tele vemos mucho con las audiencias.

P. Pasa en todos los medios: la nostalgia triunfa como contenido.

R. A la gente le gusta visitar ese antiguo sitio en el que estuvo y que además es un sitio imposible de acceder.

P. E idealizado.

R. En la novela hay ese punto de no fliparse con el pasado y centrarnos en el futuro. Hay una frase de [Eduardo] Madina que dice, "la generación de nuestros padres tenía miedo al pasado y la nuestra al futuro".

P. Parece que el éxito de la nostalgia tiene algo que ver con ese miedo al futuro.

R. Eso es. Si viajas al pasado por nostalgia, crees que puedes cambiarlo y no es tan fácil. Céntrate mejor en el futuro, que es importante.

P. Antes decías que te nombraron jefe muy joven. ¿Volverías tú a algún punto del pasado a cambiarlo, aunque solo fuera como fantasía?

R. Hay un momento de la novela en la que el tío dice que siempre ha pensado que hace tres años era idiota. Y a mí me ha pasado siempre un poco eso. Siempre he pensado que podía haber tomado mejores decisiones. Pero yo, que me voy haciendo más mayor, voy estando más calmado. Ahora ya no pensaría tanto en viajar hacia atrás… O por lo menos tendría seguro que puedo volver.

placeholder César G. Antón, director de Informativos de La Sexta.
César G. Antón, director de Informativos de La Sexta.

P. Trabajas día a día con la información política. Has visto subir y bajar y hasta desaparecer a algún político. Parece evidente que alguno de ellos hubiera querido regresar a algún momento en que quizá se equivocó… Estoy pensando en Albert Rivera y Pablo Iglesias.

R. Es que fíjate todo lo que ha pasado… Imagínate si Albert Rivera pudiera viajar al pasado y decidir aceptar la oferta de Pedro Sánchez y ser vicepresidente. O si Pablo Iglesias pudiera tomar la decisión de no comprar la casa de Galapagar o de no enfadarse con Íñigo y mantener su amistad con él. O si Pedro Sánchez pudiera viajar hacia aquel Comité General del PSOE en el que le echaron. Al final, la vida es muy compleja y damos explicaciones muy sofisticadas, pero muchas veces hay pequeñas decisiones que lo cambian todo. Y en esos políticos que citas hay momentos clave que jamás reconocerán en una entrevista, no reconocerán ningún error, pero si les entrevistara la almohada seguramente sí viajarían al pasado. Todos tenemos un punto de inflexión, una chica o un chico con el que nos equivocamos, un trabajo con el que no debimos… Un jefe al que nos gustaría haber mandado a la mierda…

P. Sí, lo que ocurre es que las decisiones de los políticos nos afectan a los demás.

R. Cuando estás cerca del mundo de la política, empresa y poder, te das cuenta de que todo es más cutre de lo que parece y mucho más simple. Lo que hacemos muchas veces los periodistas es sofisticarlo, pero en el fondo todo se basa en decisiones personales, en temas de si te cae bien o no alguien, en química. Si la gente supiera de verdad por qué se deciden las cosas a veces, alucinaría.

"Cuando estás cerca del mundo de la política, empresa y poder, te das cuenta de que todo es más cutre de lo que parece y mucho más simple"

P. ¿Cómo se gestiona esta velocidad en la televisión?

R. Nosotros tenemos una ventaja y es que tenemos una encuesta maravillosa que es la del mando a distancia. Ahí nadie miente. Y desde hace mucho tiempo venimos analizando cómo la gente se comporta en su casa. Y si sabes interpretarlo, ves qué es lo que a la gente le interesa y le apasiona, qué le hace cambiar… Por eso, las teles hemos sabido pulsar mejor por dónde va la sociedad. Ahora los periódicos que viven en el clickbait están en un proceso de aprender a entender cómo funciona la audiencia, ya que no solo tienes que fijarte en el dato a corto plazo sino saber entenderlo a medio plazo. Y esto es algo que las teles hemos aprendido hace mucho tiempo. Si solo piensas en el corto plazo, acabas haciendo el gilipollas y el público te acaba rechazando. Puedes engañar al público un día o dos, pero al tercero piensa: "Estos solo me cuentan idioteces". Un análisis sofisticado de la audiencia te ayuda mucho a entender tu público. Por eso cuando fue el 15-M o lo que pasó en el 17 en Cataluña teníamos muy claro que teníamos que estar a saco allí, y eso a algunos periódicos les costaba más entenderlo. Yo todo eso lo he utilizado en el libro, que es muy audiovisual. Y he buscado elementos que sé que interesan.

P. ¿Y cómo se gestiona que a la información no se la coma la tiranía de la audiencia?

R. La clave de la película es que lo que tienes que hacer tiene que ser apasionante, entretenido e interesante. Pero tiene que ser importante. Esa mezcla es fundamental. Si juegas a impactar constantemente con impulsos puedes sorprender al espectador durante uno o dos días, al tercer día tiene la sensación de que le estás dando fogonazos y que no está entendiendo nada. Si eres capaz de explicarle cosas siendo entretenido… Nuestro ejemplo es Antonio [Ferreras], que te puede estar contando que se seca la pintura de la pared y lo hace con pasión. Hay gente que eso lo critica y que dice que es una espectacularización de la información. Muy bien, pues lee a Proust. Hay grandes opciones. Nosotros hacemos información para la gente y trabajamos para la gente, y tenemos que tener la humildad de saber que no estamos trabajando para nosotros ni para satisfacer nuestro ego de periodistas superculturetas, sino para personas que queremos que entiendan cosas y que les aporten y les den criterio.

"Si solo piensas en [la audiencia] a corto plazo acabas haciendo el gilipollas y el público te acaba rechazando. Engañas al público un día o dos y ya"

P. Por cierto, ¿van más bregados los políticos ahora a la tele que en 2015?

R. Van muy entrenados. De lo que vimos en 2015 cuando era todo mucho más inocente y empezamos a montar Sexta Noche… Ahí hubo gente que lo supo utilizar muy bien, desde un Revilla a un Borja Sémper o un Pablo Iglesias o Albert Rivera… Gente que supo usar muy bien la tele cuando había políticos que no querían venir… Ahora yo creo que ya todo es más complicado, porque esa inocencia de esos años ya es más difícil de encontrar, pero, bueno, seguimos buscando.

Delante de un café en una concurrida terraza de Lavapiés y a primera hora de la mañana, el periodista César G. Antón (Madrid, 1976) cuenta que fue un poco fastidio que le nombraran jefe tan pronto. Con 29 años le pusieron al frente de los informativos de La Sexta. Era 2006 y la cadena echaba a andar en un país que poco o casi nada tiene que ver (políticamente) con el de hoy. Mucho menos en los medios de comunicación. El fastidio fue, en parte, porque le quitó mucho tiempo para escribir, una actividad que siempre le había gustado. A su rescate vino, de alguna forma, la pandemia, el encierro. “Fue algo terapéutico. Me permitió meter el motor de arranque y acabó saliendo un libro”, afirma.

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