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La máquina del fango: esta montaña de basura es el periódico del siglo
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Auge y caída de 'The Sun'

La máquina del fango: esta montaña de basura es el periódico del siglo

El tabloide de Murdoch deja de ser el más leído de Inglaterra por primera vez en 40 años. La increíble historia del rotativo que cambió el periodismo con golpes bajos y escándalos sexuales

Foto: Rupert Murdoch leyendo 'The Sun'. (EFE)
Rupert Murdoch leyendo 'The Sun'. (EFE)
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Cocodrilo Dundee suelto por Londres con ganas de tirar el dinero. ¿Carne de timo? En 1969, un australiano de 38 años compró un periódico inglés en decadencia. El fulano fue recibido en Fleet Street —enclave de la prensa londinense hasta los ochenta— con alquitrán y plumas, con mofa y befa clasista. Se decía que era un "adinerado granjero de ovejas" que compraba un periódico inglés por capricho.

Pero el 'granjero' —llamado Rupert Murdoch— no venía de cazar cocodrilos en la Australia profunda, sino de gestionar periódicos (heredados) desde que tenía veinte años, así que mientras Fleet Street se entretenía llamándole paleto, Murdoch fue cambiando para siempre el periodismo británico. ¿Cómo? Metiéndole un chute de agresividad. Ocho años después de la compra, 'The Sun' ya era el periódico más leído del país, el rey del sensacionalismo, una máquina de hacer dinero. Y Murdoch fue convirtiéndose en el magnate dominante de la comunicación mundial —Fox News, Sky, 'The Wall Street Journal', 'The Times', 'The Sun'—. ¡Caramba con el paleto australiano!

¿Cómo se decidía en 'The Sun' si se publicaba un material dudoso y explosivo? "Si sonaba bien, probablemente era correcto, y por lo tanto, debíamos publicarlo"

¿Cómo arrancar un artículo sobre la historia del 'Sun'? ¿Con lo de Elton John o con lo del hámster? El tabloide británico ha publicado tantos dislates en el último medio siglo, que no es sencillo elegir uno que los resuma a todos. Además, hay otro problema: 'The Sun' puede parecernos grotesco, pero haríamos mal en minusvalorar sus cifras de ventas y su instinto para adelantarse a su tiempo, aunque ahora viva de su leyenda. Por primera vez en 42 años, el periódico más vendido de Inglaterra ya no es 'The Sun', sino otro aguerrido tabloide conservador, el 'Daily Mail', con 980.000 ejemplares diarios; cifra sideral en el contexto español —diez veces más que 'El País'—, pero tibia en el inglés: en los años ochenta, 'The Sun' vendía más de cuatro millones de ejemplares diarios.

¿Cómo se convirtió 'The Sun' en uno de los periódicos más rompedores del siglo XX? Respuesta corta pero incompleta: a base de golpes bajos. Hay algo inquietante con 'The Sun': el contraste entre los estropicios perpetrados y su capacidad para anticipar el futuro. Publica disparates, destruye reputaciones y, dentro de los abusos de poder de la prensa, es el matón de patio de colegio que siempre está de guardia. Pero aunque todo eso sea cierto, no es suficiente para explicar el secreto de su éxito. 'The Sun' es un periódico tóxico, pero también profético. 'The Sun' puede ser una montaña de basura, pero es una montaña de basura vanguardista. Bienvenidos a la sofocante historia de 'The Sun'.

Los terribles perros mudos de Elton John

Uno no puede considerarse inglés de pura cepa si no se ha hinchado a té, no se ha peleado en un pub y no ha sido acusado por 'The Sun' de algún turbio escándalo sexual. La obsesión noventera con las celebrities generó cambios sociales importantes, pero mucho antes que eso, 'The Sun' ya pagaba por publicar barbaridades sobre el famoseo. Su gusto por el escándalo sexual 'achicharrafamosos' tocó techo —y fondo— con Elton John en 1987.

Un joven prostituto reveló en portada que Elton John reclutaba chaperos para orgías de cuatro días. 'The Sun' tenía entonces una obsesión —¿macartiana?— con sacar a gais del armario, pero aunque la bisexualidad de Elton John no era un secreto, el periódico lo presentó como una mezcla de abusón y sádico... contra el criterio del abogado del periódico, que advirtió que el testimonio del prostituto —que también era toxicómano— tenía tantos agujeros que olía a tormento legal.

Publicado el artículo, Mike Jagger recomendó a Elton John ignorarlo para no hinchar el globo —uno de los pocos métodos a mano cuando 'The Sun' se lanzaba a la yugular— pero el cantante decidió combatir. Como la presión mediática sobre la fuente de la exclusiva era alta, y ante el temor de que cambiara su versión, 'The Sun' enclaustró al prostituto, a su mujer y a su bebé durante un mes en un cinco estrellas marbellí, el Meliá Don Pepe —hasta entonces le habían pagado 2.000 libras por la rajada y 250 libras a la semana de paguita mientras durara el quilombo—. Para que Elton renunciara a ir a los tribunales, el tabloide optó por la intimidación pura y dura, y pagó a otro chapero —que también era timador profesional— para recolectar más testimonios sexuales hirientes sobre el artista. Una escalada bien chunga.

placeholder Manifestación contra Murdoch en Londres durante el escándalo de los pinchazos telefónicos. (EFE)
Manifestación contra Murdoch en Londres durante el escándalo de los pinchazos telefónicos. (EFE)

La campaña de acoso y derribo duró varios meses, pero era una huida hacia adelante, porque algo no fue bien desde el principio: al contrario de otros seriales escandalosos, el de Elton John nunca se leyó bien, en parte porque empezaba a ser la figura de consenso para todos los públicos que es ahora, es decir, que era bastante querido; en parte también porque, en el fragor de la batalla, 'The Sun' convirtió sus páginas en una escabrosa guía —involuntaria— de porno gay —para el pasmo de su lector medio—. Entonces ocurrió el desastre...

Cuando el periódico ya estaba atizando a Elton con todo lo que tenía a mano, la cobertura descarriló del todo, tras publicar una información asombrosamente absurda: Elton John había enmudecido a los Rottweilers de su mansión con una perversa operación, un extraño ritual quizá propio de un maniaco. Los escalofriantes chuchos mudos del divo gay. Chismorreo que 'The Sun' (¡ay!) se olvidó de comprobar antes de publicar y fue desmentido por la vía rápida: los chuchos de Elton ladraban perfectamente y, además, eran Pastores alemanes, no Rotweillers. El patinazo abrió un boquete en la defensa legal del periódico. Para colmo, el chapero de la exclusiva reculó y dijo al 'Daily Mirror' que su testimonio era falso: "Me lo inventé por dinero". 'The Sun' acabó pagando un millón de libras al cantante tras un acuerdo judicial récord. En una entrevista posterior en la revista 'Q', Elton John calificó de "mantis religiosa" a Murdoch.

Mentira, la verdad

¿Fue el periódico de Murdoch pionero de la 'fake news'? No exactamente. Sería más preciso decir que había un enorme margen de maniobra periodística. ¿Cómo se decidía si se publicaba o no un material dudoso y explosivo? Según confesó en privado el director del tabloide en los años ochenta, Kelvin MacKenzie, "si el tema sonaba bien, probablemente era correcto y, por lo tanto, debíamos publicarlo". Un poco como cuando le exigimos a una película no que cuente verdades, sino que sea verosímil. En efecto, cuando te basta con que una noticia sea sexy o plausible, juegas con mucha ventaja periodística. Otra de las normas no escritas de MacKenzie era: lo importante no es tanto que la noticia sea verdadera, como que no te pillen, según el libro ‘Stick It Up Your Punter!' del que ahora hablaremos.

Un joven reportero farandulero de 'The Sun' se hizo popular en la oficina porque, cuando le pedían propuestas de temas, recurría a veces a la coletilla final "y además es verdad" —como si el resto de sus artículos no lo fueran—.

Pero cuando se dice que 'The Sun' fabrica sus propias noticias, no solo tiene que ver con la sinceridad de sus informaciones, sino con que genera realidad en función de sus obsesiones. En los años setenta, el alcalde tory de Yorkshire decidió retirar 'The Sun' de la biblioteca por sus fotos sexuales. El rotativo montó una tremenda escandalera y le dio máxima prioridad: el columnista estrella del periódico, John Akass, que estaba en Berlín a punto de entrevistar a Rudolf Hess, fue enviado de urgencia a Yorkshire a atizar a los "bobos burgueses" que boicoteaban 'The Sun' con su esnobismo y su moralina.

Saltar de Rudolf Hess a un tema folclórico, sonaba a pasar de la Champions a la Intertoto, pero centrarse en atizar a las autoridades locales tenía más sentido del que parecía, pues reflejaba uno de los puntos fuertes del periódico: su furor 'antiestablishment', su capacidad para escandalizar a las gentes sencillas con escándalos —sexuales o no— de las élites, ya fueran políticos, famosos, jueces o empresarios. Agitar los bajos instintos de la plebe bajo una fachada antisistema. El desparpajo con el que 'The Sun' combinaba el discurso antiélites con el apoyo cerril a Thatcher era, en efecto, puro populismo trumpiano.

Apolítico, de derechas, como mi padre

Antes de que Murdoch se los llevara por delante en los ochenta, los poderosos sindicatos de impresores fueron de los pocos capaces de ganar un pulso a 'The Sun'. Cuando no les gustaba algo del periódico, podían llegar a detener la impresión, y el director del rotativo tenía que negociar a pie de imprenta. Los sindicalistas llegaron a tumbar una portada que nazificaba la imagen del líder minero Arthur Scargill, al que los tabloides conservadores hostigaron sin cuartel durante la huelga contra Margaret Thatcher. Titular purgado: "Mine Führer", el "Führer minero", juego de palabras con el saludo hitleriano 'Mein Führer'. En efecto, al margen de las preferencias políticas de cada cual, superar los titulares del 'Sun' no es sencillo. Auténticos maestros.

"El problema principal fueron las campañas de difamación contra cualquiera que criticara al periódico, a Murdoch o al Gobierno de Thatcher"

Que la relación entre 'The Sun' y Thatcher fue tórrida está fuera de discusión. Ya no es que publicara decenas de editoriales jaleando a la Dama de Hierro, ya no es que atacara por tierra, mar y aire a los críticos del thatcherismo, es que el primer director del 'Sun' de Murdoch le escribía los discursos a Thatcher en sus ratos libres. Qué 'The Sun' es un periódico conservador, tampoco está en duda: sus némesis periodísticas siempre han sido 'The Guardian' y el 'Daily Mirror', el tabloide 'laborista', antiguo rey de la prensa popular. El 'Mirror' y el 'Sun' llevan medio siglo tirándose los trastos a la cabeza.

Pero que 'The Sun' sea de derechas solo explica una parte de la ecuación Murdoch. Primero, porque el negocio principal de los tabloides no es vender ideología, sino periódicos. Segundo, porque 'The Sun' empezó siendo 'progre' —antes de Murdoch estaba vinculado a los sindicatos—. A principios de los setenta, 'The Sun' atacó duramente a una joven ministra de Educación llamada Margaret Thatcher, que dejó de dar leche gratis a los escolares ingleses —el tabloide regaló una taza con la cara de Thatcher y el eslogan "la ladrona de leche"—. Tercero, se dice que cuando uno no es ni de izquierdas, ni de derechas, es de derechas; pero en el caso de Murdoch, lo crucial quizá no sea su conservadurismo, sino su astucia política. En efecto, sus negocios son en cierto modo apolíticos: cuando concluyó que le iría mejor con Tony Blair que con John Mayor, Murdoch no tuvo problema en traicionar a los tories. 'The Sun' —quizá traumatizado aún por la rebelión interna que acabó con Margaret Thatcher— tenía mal 'feeling' con el 'traidor' John Mayor. No obstante, Tony Blair ayudó a que el cambio de chaqueta del tabloide fuera lo menos traumático posible: al poco de llegar al Gobierno, burló la ley antimonopolio que impedía a Murdoch —dueño de cuatro de los grandes periódicos del país— gestionar también la mayor tele por cable, Sky, en una operación millonaria que afianzó su desembarco empresarial en EEUU.

La entrevista

El Reino Unido está dividido en clases, y entre el lector de tabloides y el de prensa 'seria' hay un abismo, pero no siempre fue así, o al menos no tan así. Durante la posguerra, prensa "popular" no era sinónimo de prensa "sensacionalista". Algo de responsabilidad tuvo Murdoch en este cambio cultural . "'The Sun' desangró por dinero la tradición del periodismo popular. Nos llevó a una situación en la que los periódicos elitistas ya no se leen en los pubs o en los bingos y hay prensa popular que es simplemente basura", contó a 'The Guardian' en 2004 el periodista Chris Horrie, autor de 'Tabloid Nation'.

Chris Horrie también es el autor —junto a Peter Chippindale— de una extraordinaria historia de 'The Sun' llamada 'Stick It Up Your Punter!'. Horrie, en definitiva, es el gran especialista en las tribulaciones del tabloide de Murdoch. Hablamos con él.

PREGUNTA. ¿Cómo llegó 'The Sun' a vender tantos periódicos? ¿Cuál fue el secreto de su éxito inicial?

RESPUESTA. Hay muchas razones para el éxito de ventas de 'The Sun' en la década de los setenta. El 'Daily Mirror' era entonces el gran periódico de circulación masiva y había inventado el formato 'tabloide', pero era complaciente y tenía exceso de personal. Sus jefes de sección eran ya mayores —de la generación de la guerra— y no comprendían la nueva cultura popular de los 'baby boomers' —por ejemplo, el rock y todo lo estadounidense—.

Murdoch llegó e hizo una copia exacta del 'Daily Mirror' —'The Sun'—, lo vendió a mitad de precio y lo publicitó a fondo en televisión. Aun siendo una copia exacta, 'The Sun' potenció los contenidos típicos del 'Mirror' más propensos a atraer a la generación joven, especialmente el sexo. En el 'Mirror' no podías ver un topless, en el 'Sun', sí: su página tres, con sus fotos de porno blando, estableció el tono. En los setenta, si trabajabas en una fábrica, tu padre leía el 'Mirror' y tú el 'Sun'. Por otro lado, ningún periódico hizo demasiados esfuerzos en atraer a las mujeres hasta la década de los noventa.

En definitiva, Murdoch entendió la cultura de la televisión, mucho más importante para los 'baby boomers' que para sus padres, pues hasta los cincuenta no hubo televisión en el Reino Unido. Así que 'The Sun' se adaptó a la tele —al escribir constantemente sobre las estrellas de las telenovelas—, y el 'Mirror' no, porque todavía se dirigía a una generación que no había crecido con la televisión. En el Reino Unido, la televisión ha estado siempre bastante regulada —las cadenas generalistas y la BBC todavía lo están en parte—. Las generalistas —las únicas disponibles hasta la llegada de la tele por cable— tenían entonces tres cosas prohibidas: la pornografía, el sesgo político y el fútbol en directo… y Murdoch se aseguró de que 'The Sun' pusiera el foco precisamente ahí, en el tipo de entretenimiento que no se podía encontrar en la televisión. El sesgo político tenía más que ver al principio con la crueldad de sus viñetas, que a menudo eran muy divertidas. No se podía obtener este tipo de cosas en televisión.

P. La popularidad del periódico tocó techo en los ochenta, quizá también sus abusos de poder. ¿Qué pasó esos años?

R. El problema principal fueron las campañas de difamación contra cualquiera que criticara al periódico, a Murdoch o al Gobierno de Thatcher: el denominado "enemigo interior" [término usado por Thatcher para describir a los huelguistas mineros y otros rivales políticos]. Otros problemas fueron el racismo, el sexismo y la homofobia; como por ejemplo, publicar que los hombres heterosexuales no podían contraer el SIDA.

P. Kelvin MacKenzie fue el director del periódico en esos años dorados. ¿Cuál era su relación con la verdad?

R. McKenzie era un propagandista altamente cualificado —pero mucho— que rara vez contaba una completa mentira, o al menos se aseguraba de que no se pudiesen verificar las mentiras. Más que mentir directamente, utilizaba estrategias como las citas selectivas, el humor cruel o la intimidación para producir un efecto sesgado.

P. ¿Cuál fue la principal contribución de Murdoch al periódico?

R. Murdoch inventó 'The Sun', mientras que McKenzie era el 'representante de Murdoch en la tierra'. A Murdoch le encanta 'The Sun', y en la década de los ochenta, después de la huelga de Wapping [que los sindicatos de impresores perdieron contra los periódicos británicos del magnate australiano] fue, de largo, la parte más rentable de su imperio: 'The Sun' produjo el capital social necesario para lanzar Sky y obtener un monopolio virtual de la televisión de pago en el Reino Unido. Beneficios que luego invirtió en EEUU, que era su objetivo desde el principio; el Reino Unido y 'The Sun' fueron simplemente un trampolín.

P. ¿Tenían los políticos británicos miedo a Murdoch y a 'The Sun'?

R. Los dos principales partidos del Reino Unido han tenido —y siguen teniendo— un miedo intenso a Murdoch. Desde 1974, ningún político británico ha ganado unas elecciones con la oposición de 'The Sun', que saltó de los laboristas a los tory [Margaret Thatcher], de los tory a los laboristas [Tony Blair], y volvió a los tory otra vez [Boris Jonhson]. Su poder radica en que los políticos creen que si 'The Sun' se pone negativo, puede destruirte.


Es importante entender que se trata de un poder negativo, es decir, nadie cree que Murdoch pueda hacerte ganar unas elecciones si no eres popular, pero sí puede destruirte con una campaña de difamación. Es un efecto particularmente fuerte en el Reino Unido, y vuelvo una vez más a la televisión: la publicidad negativa no está permitida en la tele británica (muy diferente a la estadounidense), por lo que el único lugar donde tienes anuncios ofensivos contra tu rival... es la portada de 'The Sun'. Además, el patrón de los lectores de 'The Sun' tiene un impacto adicional debido al sistema electoral británico, donde solo 30 escaños —de 600— se mueven de un partido a otro. Por razones complejas de la sociedad británica, en las 30 circunscripciones en disputa, 'The Sun' vendía cinco veces más que el resto de periódicos. Es decir, que ‘The Sun’ era la herramienta más útil para crear dudas a los votantes indecisos.

P. ¿Hay vínculos periodísticos entre Fox News y el 'Sun' ochentero?

R. Soy menos experto en Fox News que en 'The Sun', pero Murdoch mueve a sus ejecutivos alrededor del mundo entre Australia, Londres y Nueva York. Por ejemplo, McKenzie fue enviado a Nueva York para editar el tabloide de Murdoch allí. Fox funciona de la misma manera 'negativa': con campañas de difamación contra los políticos "enemigos", como por ejemplo, airear las teorías sobre el falso nacimiento de Obama [esta conspiración, atizada por Trump cuando aún no era candidato presidencial, insinuaba que Obama no había nacido en EEUU y era un musulmán encubierto]. Todo para obtener un efecto "último hombre en pie" sobre la política: la persona que no ha sido destruida por Fox ganaría las elecciones por defecto, como quizá sucedió con Trump. Será interesante ver si Fox se pone negativa con Trump en algún momento, porque daría a Murdoch un poder tremendo sobre Trump.

La izquierda lunática

Se nos llena la boca diciendo que las guerras culturales y los choques izquierda/derecha sobre diversidad, identidades y corrección política son el rasgo definitorio de nuestra era, pero 'The Sun' lleva ahí desde finales de los setenta. Cargando contra lo que bautizó como la "izquierda lunática", con decenas de artículos —más o menos fabricados— sobre cómo las feministas, los negros y los homosexuales estaban secuestrando el laborismo. ¿Cómo informaba 'The Sun' de esta infiltración? Generalmente sacando de contexto algún acto de la izquierda alternativa. En plan los titiriteros 'etarras' de Carmena, pero centrado en el auge de las minorías. 'The Sun' bromeaba sobre una futura "prohibición de la heterosexualidad" en los distritos laboristas en Londres y montaba campañas contra el lenguaje inclusivo del "feminismo radical". Hace cuarenta años.

En efecto, si basta un taller de educación sexual para que Vox agite el veto parental, y basta con una bolsa de Conguitos para calentar Twitter una semana. También basta con leer un ejemplar antiguo de 'The Sun' para entender que esos debates ya funcionaban entonces como arma arrojadiza y, que cuando decimos que los ataques de la corrección política a la libertad de expresión no tienen precedentes, estamos repitiendo exactamente el argumentario de 'The Sun'... en 1980. La batalla cultural de Brunete permanente. Otra vez 'The Sun' como vanguardia.

Malvinas, el musical

La Guerra de las Malvinas no solo fue un punto de inflexión en la carrera política de Thatcher, que pasó de presidenta impopular a Dama de Hierro arrolladora, sino también un hito en la capacidad de 'The Sun' para marcar el paso patriótico al país.

Como un adolescente que no puede esperar la llegada del sábado noche, 'The Sun' se moría de ganas de que llegara la guerra, que cubrió como si se tratara del Mundial de Fútbol, en modo "a por ellos, oe", véase la terrible portada —"¡GOTCHA!"— celebrando el hundimiento del crucero argentino Belgrano —323 muertos—. Menos entusiasmado con la guerra estaba el corresponsal de 'The Sun' en las Malvinas, al que la dirección presionaba para que intensificara su ardor bélico y al que le subieron de tono varias crónicas, o cuando "invasión inminente" pasa a ser de pronto "invasión en marcha".

Pero la larga mano del director McKenzie no era el único motivo para la paranoia del corresponsal, como cuenta Horrie en el libro. Las crónicas se enviaban desde territorio hostil y, posiblemente, eran monitorizadas por el enemigo. Dado que la Junta Militar argentina tenía fama de liquidar disidentes, el plumilla de 'The Sun' casi muere de un infarto cuando un oficial argentino pidió hablar con él. Contra todo pronóstico, no fue para tirarle desde un avión, sino casi para felicitarle: la inteligencia militar argentina no tenía problemas con él, sino con sus superiores, por hinchar sus crónicas en Londres. 'The Sun', un mito a ambos lados del océano.

Ese titular del que usted me habla

Ahora que la prensa digital se ha llenado de magos adanistas del 'clickbait', no está de más recordar que 'The Sun' lleva haciendo 'clickbait' desde 1969. Titulares gancho que no cuentan necesariamente la verdad, pero son irresistibles.

Sí, el titular siempre ha sido la parte más importante de una noticia; y sí, lo es cada vez más. Pero quizá nadie haya hecho nunca un uso tan brillante, cínico y sinvergüenza de un titular de portada como los directores del 'Sun', mitos del juego de palabras provocador, ingenioso y marrullero. Los titulares de 'The Sun' son "obras maestras de la aliteración ingeniosa", según Horrie. O el titular como chispa que enciende la pradera —neuronal de los lectores— y hace vender miles de periódicos. Las noticias, en definitiva, se construyen desde el titular —y el que está libre de pecado, que tire la primera piedra sobre 'The Sun'—.

La pura verdad

Más que un director de periódico, Kelvin MacKenzie parecía el matón de una fraternidad universitaria etílica, aunque no solo lo sufrían las víctimas de sus portadas, sino también los suyos. Hay varios roles de directores de periódico. Está el director exprimidor, que no baja nunca la presión, entra de madrugada a 'arreglar' los textos y mete estremecedores alaridos en medio de la redacción. Ahora multipliquen esto por 200 y se harán una idea del método MacKenzie, totalmente enfrascado en el papel de director enloquecido que disfrutaba insultando groseramente a sus periodistas. Murdoch, huelga decir, estaba encantado con él; al menos hasta que MacKenzie se pasó de frenada con los enfoques y la broma empezó a salir por un pico...

Sobre el papel era uno de los titulares de portada más sobrios y solemnes de la era MacKenzie: "The Truth" —La verdad—. El problema es que no era la verdad, sino una intoxicación en el peor momento: con ambiente caldeado y un montón de muertos encima de la mesa. Hablamos de la Tragedia de Hillsborough, un 15 de abril de 1989, durante un partido del Liverpool, cuando 96 aficionados murieron aplastados en las vallas del estadio. Aunque fue sobre todo una negligencia del dispositivo policial, 'The Sun' se descolgó acusando a los hinchas del Liverpool de provocar el caos, vandalizar los cadáveres y robar a los muertos apilados en la grada. Fue una filtración policial chusca para desviar la atención, pero 'The Sun' la compró con tanto fervor que generó una rebelión popular en Liverpool, con quema callejera de ejemplares y boicot de los quiosqueros.

La desafortunada portada le hizo perder medio millón de lectores en el norte de Inglaterra —para siempre— y 19 millones de libras al año entre anunciantes fugados y venta al quiosco. Además de un odio eterno al 'Sun' en Liverpool.

Unos pinchacitos de nada

Lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir. Durante medio siglo de trayecto salvaje, 'The Sun' se ha visto obligado a pedir disculpas públicas varias veces, siempre tras haberla liado parda y enfrentado a comisiones parlamentarias decididas a blindar la privacidad para frenar los abusos de la prensa. En todas esas ocasiones, 'The Sun' prometió portarse bien y haber dejado atrás los peores excesos, como el yonqui que ha tenido 29 recaídas y anuncia triunfal que está limpio —¿Limpio? Lo que estás es pedo otra vez, sinvergüenza—. Aunque es cierto es que su gamberrismo ochentero es insuperable —entre otras cosas por su pérdida de influencia— no lo es menos que el periódico va siempre de recaída en recaída hasta la recaída final.

De hecho, el mayor escándalo de la historia de los tabloides de Murdoch no llegó hasta 2011 y acabó con el cierre del gemelo dominical del 'Sun', el 'News of the World' —los diarios ingleses se publican de lunes a sábado; las ediciones dominicales las hacen redacciones diferentes de las mismas empresas—. Con la ayuda de detectives, los periodistas de Murdoch, en especial los del 'News of the World', pincharon miles de teléfonos para conseguir exclusivas —miles, sí—. De celebrities a trabajadores de la Casa Real, pasando por víctimas de los atentados de 7-J y hasta una niña desparecida, lo que generó enorme indignación en el país. El entonces primer ministro, David Cameron, calificó el asunto de "repugnante", y tuvo que purgar a su jefe de prensa, Andy Coulson, exdirector del 'News of the World' salpicado por las escuchas. El escándalo no logró frenar la siguiente fase de concentración mediática de Murdoch.

Mi amigo el hámster

Para rematar... lo del hámster. 1986. Quizá sea la portada más célebre de la historia de 'The Sun', pero no es sencillo explicar por qué, igual que no es fácil traducirle a un guiri la genialidad de un chiste de Chiquito de la Calzada. Sencillamente es un mito folclórico. Dentro, titular ochentero de 'The Sun': "Freddie Starr se comió a mi hámster". ¿Qué? Freddie Star era un comediante asalvajado al que una exnovia acusó de agarrar a su hámster, envolverle en rebanadas de Bimbo y comérselo. El típico 'gag' en el que abres mucho la boca... y se te acaba yendo de las manos.

El agente de Starr era Max Clifford, viejo zorro de la farándula, especialista en montajes y en aprovechar el oleaje polémico a favor de sus clientes. Clifford convenció al cómico para aparecer en 'The Sun' al día siguiente haciendo una pantomima con otro hámster. Uno de los reporteros del 'Sun' compró un hámster y se reunió con Clifford en un helipuerto para viajar hasta la mansión del caricato. Seguros de atestar un segundo golpe mortal a una competencia desesperada por entrevistar a Starr.

Moraleja. 1) Cuando uno tiene un bombazo informativo —o algo—, no repara en gastos, y si hay que fletar un helicóptero y 'operar' a un hámster a corazón abierto, se hace. Faltaría más. Servicio público. 2) El arte de 'The Sun' no era tanto encontrar noticias como generarlas —algo parecido a lo que hace ahora 'Sálvame' con sus múltiples subtramas internas—.

Pero volvamos a unas horas antes de la resurrección del hámster. Cuando el director MacKenzie decidió abrir el periódico a todo trapo con la merendola de hámster, la redacción se quedó perpleja: todos lo veían bien como chufla en páginas interiores, pero en la portada...

Murdoch llamó entonces a MacKenzie para preguntarle por el periódico del día siguiente, y se produjo una conversación surrealista reproducida en el libro de Horrie:

"'¿Qué llevamos mañana en la portada?', preguntó Murdoch. 'Bueno, jefe', respondió MacKenzie con aprensión, 'es una historia bastante divertida, esto, es sobre un comediante, con un buen titular, ejem, 'Freddie Starr se comió mi hámster'. Hubo un largo silencio al otro lado del teléfono. El silencio era una técnica clásica de intimidación de Murdoch que MacKenzie conocía bien. Diseñada para quebrar los nervios del subordinado al otro lado del teléfono... Pero MacKenzie se había convertido en un maestro del contraataque silencioso, lo que era una broma recurrente en la redacción: cada día se gastaban cientos de libras en llamadas transatlánticas silenciosas entre MacKenzie y Murdoch, callados a la espera de que el otro se quebrara en algún momento. Esta vez fue Murdoch quien rompió el silencio: '¿Entonces, no hay noticias del día, Kelvin?'. Muy aliviado, MacKenzie reanudó con entusiasmo la conversación. 'No, jefe, no mucho, como ves…'. Pero entonces Murdoch le remató: '¿Estás seguro de que esta es la historia más importante que ha pasado hoy en Gran Bretaña?'… MacKenzie recurrió a la súplica. 'Honestamente, jefe, es una gran historia. Te va a encantar'. Murdoch se limitó a gruñir y a cortar la llamada. Pero MacKenzie demostró estar en lo correcto, cuando Murdoch leyó lo del hámster, se dio cuenta de lo ingeniosamente irresistible que era y lo disfrutó tanto como el resto del periódico".

En efecto, esta gente vive en una dimensión periodística paralela, habla otro idioma, ve cosas que los demás no vemos. Y uno ya no sabe si denunciarlos a la policía, dejar la profesión, tomar nota o quitarse el sombrero.

Cocodrilo Dundee suelto por Londres con ganas de tirar el dinero. ¿Carne de timo? En 1969, un australiano de 38 años compró un periódico inglés en decadencia. El fulano fue recibido en Fleet Street —enclave de la prensa londinense hasta los ochenta— con alquitrán y plumas, con mofa y befa clasista. Se decía que era un "adinerado granjero de ovejas" que compraba un periódico inglés por capricho.

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