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El Wagner español de los sesenta: la historia de los mercenarios al servicio de Mobutu en el Congo Belga
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'patos salvajes' españoles en áfrica

El Wagner español de los sesenta: la historia de los mercenarios al servicio de Mobutu en el Congo Belga

En los sesenta, un grupo de mercenarios españoles combatió en las guerras internas del Congo Belga. Acabaron al servicio del dictador Mobutu, pero fueron arrojados a los cocodrilos cuando dejaron de ser útiles

Foto: Mobutu Sese Seko, fotografiado en 1970. (Getty/Hulton Archive)
Mobutu Sese Seko, fotografiado en 1970. (Getty/Hulton Archive)

"Situación de emergencia. Ahorrad combustible, alimentos y munición. Estad tranquilos, pero listos para cualquier contingencia". Orte, un radiotelegrafista mallorquín voluntario en el Congo, difunde el apresurado mensaje del mayor Martínez de Velasco, jefe de los mercenarios españoles en la zona de Dinguila. Es el 23 de julio de 1966 y los españoles a sueldo del Gobierno del Congo se ven envueltos en un fuego cruzado en la enésima crisis que sacude al país desde la independencia de Bélgica seis años antes. Un periodo plagado de revueltas, guerras, golpes de Estado y caos donde camparon por África los patos salvajes y los perros de la guerra, según la pluma de Frederick Forsythe. Su presencia fue especialmente significativa en lo que fuera el Congo Belga, un polvorín por ser el país más rico de la región y un territorio con dos millones y medio de kilómetros cuadrados, cinco veces España.

Volvamos a Dinguila, en la zona asignada a los mercenarios españoles. Allí, el mayor Martínez de Velasco se monta en el Mamy, un viejísimo Rolls Royce que conduce Pepe, "antiguo taxista madrileño de retorcidos bigotes", junto a un puñado de soldados africanos y el capellán Casanueva. Los acompaña el enviado especial del diario Pueblo, Vicente Talón, quien ya había cubierto las oleadas de violencia del 61 y del 64 para El Correo Vasco, antes de la llegada de los mercenarios españoles, y quien lo relata así en Diario de la guerra en el Congo (1976): "Por primera vez desde que estaba en el Congo, una pistola automática pendía de mi cinto y mis manos sujetaban un fusil ametrallador Fal. Tomé ambas armas porque una vez más oreaba la posibilidad de convertirme en asado de negro”.

Los españoles salían a toda prisa de Dinguila hacia Niangara, otra de las posiciones españolas, después de que el mayor Martínez de Velasco no hubiera podido salir con el DC-3 en el que viajaban también el capitán Redondo, un médico valenciano y el ayudante Satrústegui, "un joven guipuzcoano de familia muy conocida", con destino a Stanleyville, porque se había producido una insurrección allí. Lo más inquietante era, sin embargo, que los patos salvajes españoles estaban allí pagados por el Gobierno congoleño para sofocar la revuelta Simba —los partidarios congoleños del expresidente asesinado Patrice Lumumba—, pero iban a ser atacados por los rebeldes katangueños. No se podían fiar en absoluto de sus teóricos compañeros del Ejército Nacional Congoleño, comandado por el general Mobutu, quien había dado un golpe de Estado y contratado a los españoles. Es decir, que estaban atrapados entre tres fuegos. Nada saldría bien.

Pero ¿quiénes eran esos españoles y qué hacían en el Congo? No eran exactamente un grupo como Wagner, aunque compartan similitudes. Eran un puñado de españoles del 2 Choc, es decir, una fuerza de choque compuesta por unos 90 europeos y unos 400 auxiliares locales. Al frente, el mayor Carlos Martínez Velasco con los tenientes Manuel Martínez Polavieja, Antonio Casanueva y Jordana; así como el veterano capitán Alfonso Beijón Condés —de los pocos españoles que había antes del 64—.

Foto: Soldados españoles tras el desembarco de Sidi Ifni (Cassowary Colorizations-CC)
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Su aventura había comenzado cuando el coronel Botete, agregado militar del Congo en España —bajo las órdenes del entonces primer ministro congoleño Moisés Tshombé—, se pone a reclutar a exmiembros de las Fuerzas Armadas españolas en Madrid en teoría con el respaldo del general José Díaz de Villegas, a la sazón director general de Plazas y Provincias Africanas (y jefe de Estado Mayor de la División Azul con mando desde 1943 hasta su disolución definitiva). Como no logró que fuera el Ejército español quien aportara directamente efectivos, optó por efectuar una recluta al uso clásico: esto es, soldados a sueldo mediante cauces extraoficiales, según relata Belloso en España, comparsa del imperalismo estadounidense en el Congo Belga.

Reclutando 'patos salvajes'

La situación del Congo era la siguiente: en los comienzos de la independencia Moises Tshombé se reveló contra el presidente Patrice Lumumba, segregando la rica región de Katanga. Poco antes, cuando se declara la independencia de Bélgica en 1960, el general belga Jannssen había declarado: "La independencia está bien para los civiles. Para los militares no hay más que la disciplina. Antes del 30 de junio teníais oficiales blancos y también los tendréis después del 30 de junio: para vosotros nada ha cambiado", escribe Charles Zorgbibe en Historia de las relaciones internacionales.

A partir de ese momento, todo se desmadró. Los soldados invadieron el campo de Leopold y pidieron la africanización de todos los cuadros, se hicieron con la armería y pronto cundió el caos. Los palacios gubernamentales fueron invadidos, Lumumba —que acabaría en la esfera de la URSS llevando la Guerra Fría a África— intentó poner calma, pero fue amenazado y tuvo que huir. El motín se extendió y los europeos salieron como pudieron a toda prisa y en completo desorden.

Foto: Vista aérea del aeropuerto de Kabul. (EFE)

La crisis del Congo acababa de empezar y poco después se agudizó con la entrada en escena de uno de los personajes principales de toda esta trama: Moisés Tshombé anticomunista y líder de la región de Katanga, donde se concentraban todas las riquezas minerales del país (y el mismo que acabaría refugiado en Madrid con la complicidad del régimen de Franco cuando la rebelión fue aplastada por la misma ONU). Volvería de nuevo al Congo, en 1964, como primer ministro del país. Y aquí es donde entran en juego los mercenarios españoles.

En su primer exilio en Madrid después de haber sido expulsado por fuerzas de la ONU, que pusieron fin a la independencia de Katanga, el régimen franquista le dio un trato especial, con guardaespaldas de la policía nacional, y le permitió codearse con la alta sociedad. La campaña de apoyo, parcialmente orquestada por Madrid, fue beneficiosa para Tshombé, hasta el punto de que pudo regresar al Congo, relata Pablo del Hierro en Madrid, metrópolis (neo) fascista. Al igual que ya había hecho antes, Tshombé se rodeó de mercenarios europeos; belgas, franceses, ingleses y, en menor medida, españoles. Era la época dorada de estos patos salvajes, recreados de forma amable y romántica la película homónima de 1978 protagonizada por Roger Moore, Richard Harris y Richard Burton.

Foto: Combatientes del grupo mercenario privado Wagner, de pie sobre un tanque frente a un circo local cerca de la sede del Distrito Militar Sur en la ciudad de Rostov. (Reuters/Stringer)

"Si me atengo a los acuerdos militares bilaterales exclusivamente, el Congo se encuentra condenado a la anarquía total en poco tiempo. Es por esto que tomo la decisión de contratar voluntarios extranjeros", explicó el propio presidente del Congo en esa época.

Tres enemigos, ningún aliado

Incluso con los mercenarios europeos, la anarquía sería total, como comprobaron los españoles de Martínez de Velasco, hostigados desde todas partes. La realidad era bien era bien distinta de la de las películas, como recordaría Vicente Talón al relatar la operación Espantada. “Me contaron de cierto enviado especial de un diario de Bruselas a quién le colocaron, entre bromas y veras, una pistola en la mano y un prisionero delante. Como el hombre no se decidía a abrir fuego, un mercenario puso su dedo sobre el suyo y apretó. Estallaron grandes risas".

No es la única, ni desde luego la más brutal, de las atrocidades mercenarias que relata Talón, "un teniente me contaba lo difícil que era afinar el tiro de ejecución a veces".

—En una ocasión, el tipo se movió y le arranqué una oreja. Aquello me puso frenético. Le daba patadas y le decía: "Como te vuelvas a mover, te mato". No se movió, y así y todo la bala le entró mal. El tipo cayó al suelo, pero mayaba que era un gusto. Le vacié todo el cargador para que se callara de una vez.

Soldados de fortuna que se hallaban con un contrato de seis meses firmado por el propio Tshombé y que constaba de una veintena de artículos, todos referentes a cuestiones económicas. Pero Tshombé fue depuesto y, de la noche a la mañana, se multiplicaron los frentes. La revuelta simba, que teóricamente venían a controlar; la revuelta katangueña por la caída de Tshombé, y después al propio Mobutu, quien acabada de dar un golpe de Estado. Tres enemigos distintos, ningún aliado.

Foto: David Beriain (izq.) y Roberto Fraile, asesinados en Burkina Faso mientras grababan un documental sobre caza furtiva. (EFE)

Cuando los hombres de Martín de Velasco, llegan por fin a Niangara en el Mammy, se encuentran con el sargento Feijoo —un antiguo cabo primera de la Legión Española— y al cabo Contreras, un mecánico de aviación madrileño y paracaidista aficionado, que les cuenta que la situación con los katangueños empeora. En ese momento, cuenta Talón, se escucharon unos gritos que venían de la habitación del teniente Jordana, un excombatiente de la Guerra Civil y el "abuelo" del grupo de soldados.

— ¡Mi teniente!, ¡mi teniente! Radio Nacional de España dice que el Gobierno congoleño ha dado la orden de encarcelar a todos los mercenarios. Acabamos de escucharlo. Dice que los de Stanleyville, con el teniente coronel Denard a la cabeza, y los que estaban en Leopoldville ya se hallan entre rejas.

Operación espantada

El general Mobutu había decidido acabar con la experiencia de los mercenarios europeos, lo que dará lugar a la operación Espantada. La misión era poner a salvo a la colonia extranjera (misioneros, médicos, técnicos) atrapada en la zona de conflicto para luego salir del polvorín del Congo. Aunque el 1 Choc de Denard ha sido desarmado, se dan garantías a los españoles de que no ocurrirá lo mismo con ellos (algo poco creíble en ese contexto). Es más, los propios soldados africanos del Choc español empiezan a dejar de ser fiar. Con todo, el 2 Choc queda al mtargen de la animadversión de Mobutu y sigue con operaciones tras las crisis de la operación Espantada, como la toma de Bondo a los rebeldes simbas, en la que moriría el teniente Galán que acabó literalmente devorado después caer a lanzazos durante una patrulla.

Foto: Yevgeny Prigozhin, líder de Wagner, el 5 de mayo. (Reuters)

"Cuando las tropas del 2 Choc regresan minutos después, el cadáver de Galán ha desaparecido. Lo encontrarán más tarde, ya medio devorado, y los restos tan poco reconocibles que al capellán Casanueva le será difícil darle la Extremaunción". Es una de las muestras de la brutalidad de una guerra en la que, según Vicente Talón, los españoles mercenarios "eran los menos mercenarios de todos, con su uniforme los saludos reglamentarios del ejército, además de que lo saqueos y las requisas estaban prohibidos".

Pero llegó el momento en que comenzaron a ser prescindibles. En 1967 con muchos de los mercenarios desmovilizados y Mobutu asentado en el poder, el dictador la tomó contra los españoles después de un intento de golpe de estado en el que no tenían nada que ver. Martínez de Velasco, el capitán Redondo y el excapitán Abeijón fueron detenidos y llevados a un campo en Kololo, donde nada más llegar, sus custodios les arrancaron los dientes con unos alicates. Según la prensa belga, los soldados fueron maltratados y torturados antes de ser fusilados y arrojados a los cocodrilos. Moises Tshombé después de ser depuesto por Mobutu se exilió de nuevo en España en 1966 pero en un viaje en avión en 1967 fue desviado a Argelia —sin que España le reclamara— donde fue encarcelado hasta su muerte en 1969.

"Situación de emergencia. Ahorrad combustible, alimentos y munición. Estad tranquilos, pero listos para cualquier contingencia". Orte, un radiotelegrafista mallorquín voluntario en el Congo, difunde el apresurado mensaje del mayor Martínez de Velasco, jefe de los mercenarios españoles en la zona de Dinguila. Es el 23 de julio de 1966 y los españoles a sueldo del Gobierno del Congo se ven envueltos en un fuego cruzado en la enésima crisis que sacude al país desde la independencia de Bélgica seis años antes. Un periodo plagado de revueltas, guerras, golpes de Estado y caos donde camparon por África los patos salvajes y los perros de la guerra, según la pluma de Frederick Forsythe. Su presencia fue especialmente significativa en lo que fuera el Congo Belga, un polvorín por ser el país más rico de la región y un territorio con dos millones y medio de kilómetros cuadrados, cinco veces España.

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