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'Misión imposible: sentencia mortal - parte 1': Tom Cruise, dispuesto a inmolarse para entretenernos
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'Misión imposible: sentencia mortal - parte 1': Tom Cruise, dispuesto a inmolarse para entretenernos

Este miércoles se estrena la sexta entrega de la saga 'Misión imposible', en la que Tom Cruise sigue peleando contra la gravedad

Foto: Tom Cruise vuelve a repetir en 'Misión Imposible', su saga más longeva. (Paramount)
Tom Cruise vuelve a repetir en 'Misión Imposible', su saga más longeva. (Paramount)

Tom Cruise es la estrella de Hollywood viva más acojonante que existe. De los pocos que todavía guardan cierto misterio y leyendas urbanas. ¿Comerá placenta? Es estrella incluso en un momento en el que todo el mundo es estrella; es decir, cuando nadie lo es en realidad. Salvo él. Tom Cruise es el alfa y omega del cine de salas, un actor que te regala un personaje cariacontecido y dramático como en Nacido un cuatro de julio (1990), por la que consiguió una de las cuatro nominaciones al Oscar, como te salta desde un risco afilado de una cordillera noruega haciendo el pinopuente en una moto en cualquiera de las películas de acción palomitera que ha protagonizado.

Vale que, en los últimos 15 años, su cine se ha ceñido exclusivamente al blockbuster revientataquillas. Tom Cruise es, además, su propio productor: como sus personajes, él tiene el control. Tom Cruise conquista plano a plano esa trascendencia que lo colocará en el olimpo de los absolutos: en el mismo que Bogart, que Stewart, quienes a su manera también fueron estrellas de acción, cuando la acción no era sinónimo de pirotecnia. Los tiempos han cambiado, y, si antes Fred Astaire estaba condenado al baile, ahora a los semidioses se les exige musculatura inflamada y dotes de conducción. Nadie en su estatus y con una mentalidad terrenal se arriesgaría a partirse el cráneo en caída libre como lo hace Tom Cruise una y otra y otra vez, como avivando una pulsión de muerte y, al mismo tiempo, jugando con la idea de irse al otro barrio a lo grande, como hacían los James Dean y los Steve McQueen, salvo que en cámara y para hacer disfrutar al público. Tom Cruise, el gran sacrificio, Jesucristo dando la vida para nuestro entretenimiento.

Tom Cruise lleva interpretando al Ethan Hunt de Misión imposible (1996) casi 30 años. Cuando se estrenó la primera entrega, dirigida por Brian de Palma, cineasta atípico y antisistema, Tom Cruise había soplado solo 34 velas. En este mundo dicotómico en el que vivimos —¿eres de Kas naranja o Kas limón, de Bartoli o de Coppi, de Angelina o de Jennifer?—, Cruise se dio cuenta antes que Brad Pitt, su principal competidor, de que al cine de acción se le podía dar un tratamiento más autoral y contar con grandes directores para darle una pátina de respeto al taquillazo dinamitero de los años 80. Siete entregas de la saga después, Misión imposible es referencia absoluta de esta idea de cine populachero con ínfulas de definir los grandes miedos de la época, bien sea un virus, un conflicto nuclear o la destrucción del orden mundial, así en general. Si James Bond ha tenido rostros y nombres múltiples, en el caso de Ethan Hunt y Cruise la identificación es total, Cruise es Hunt y Hunt es Cruise, también porque Cruise se comporta como tal, dispuesto a la inmolación por salvarnos del tedio.

Pero lo que empezó en manos de De Palma, cineasta innegablemente autoral, y siguió con John Woo y J.J. Abrahams, crecidos en la intersección con las superproducciones industriales, ha ido cayendo en manos de directores algo más impersonales, como Brad Bird (Los increíbles, Tomorrowland) y Christopher McQuarrie (Jack Reacher y las últimas tres Misiones imposibles). Y, en esta entrega, se echa de menos una voz, un estilo, algo que saque a la película de una puesta en escena puramente narrativa en la que todo se parece a lo ya visto. No hay una propuesta a la altura de la ambición y la entrega de Cruise.

placeholder Tom Cruise y Hayley Atwell en la última entrega de 'Misión imposible'. (Paramount)
Tom Cruise y Hayley Atwell en la última entrega de 'Misión imposible'. (Paramount)

En Misión imposible: sentencia mortal - parte 1, que se estrena este miércoles, Tom Cruise sigue colgándose de sitios, pero pelea contra un enemigo mucho más escurridizo, en una vuelta de tuerca bastante original y relacionada con nuestro tiempo. El virus del que tiene que rescatar al mundo el agente Hunt tiene menos que ver con las armas biológicas y más con las psicológicas; el guion plantea, como un acertijo edípico, un enemigo que puede estar en todos los sitios y a la vez en ninguno, que puede hacer que todo lo que creemos verdad no lo sea, y al revés. En este caso, el guion coescrito por Bruce Geller, Erik Jendresen y Christopher McQuarrie apunta a uno de los grandes problemas a resolver en el siglo XXI: la diferencia entre lo real y lo ficticio, entre la verdad y la mentira. O la posverdad. Los bulos como el arma más peligrosa y sigilosa de todas las historias de espías.

Un hallazgo muy astuto en una saga en la que el protagonista trabaja para el FMI —Fuerzas de Misiones Imposibles, no confundir con el Fondo Monetario Internacional—, una organización en la que, precisamente, sus agentes actúan como fantasmas: existen y no existen al mismo tiempo y deben ser invisibles. Esta séptima entrega comienza bajo los hielos del mar Ártico, dentro de un submarino ruso, en una competición entre potencias por el desarrollo de la tecnología más avanzada. Lo que no saben ni unos ni otros, de momento, es que existe todavía una inteligencia artificial más sofisticada. Cuando lo descubren, todos los agentes de inteligencia y todos los villanos posibles comenzarán una cruzada para encontrar al dueño. Entre medias, la búsqueda de un amuleto formado por dos partes de una misteriosa llave que, al unirse, nadie tiene muy claro qué abre. Y muchas carreras al borde del infarto alrededor del mundo.

placeholder Rebecca Ferguson vuelve a ser Ilsa Faust. (Paramount)
Rebecca Ferguson vuelve a ser Ilsa Faust. (Paramount)

Hay una convención en los taquillazos de acción estadounidenses que es el de la destrucción del patrimonio histórico europeo. Lo explota Michael Bay y lo explotan James Wan y Cary Fukunaga y últimamente cualquier director: es como si Hollywood quisiese representar en imágenes la idea de "jódete, Viejo Continente, la hegemonía cultural somos nosotros y venimos a haceros desaparecer". Aquí ese patrimonio es el casco antiguo de Roma y el Orient Express, si bien es verdad que dentro de una tendencia gigantomáquica en la que siempre se apuesta por el más y el más grande, se agradece que una de las persecuciones más memorables de la película tenga lugar dentro de un Fiat 500 antiguo y diminuto, lo que da lugar a muchos momentos cómicos. No solo de Simon Pegg vive el humor.

Al más que sí se encomienda McQuarrie en Misión imposible: sentencia mortal - parte 1 es al número de villanos que tratan de impedir que Ethan Hunt consiga unir las dos piezas de la llave que todo el planeta persigue. Como gremlins recién mojados, los malos de la película se reproducen y no queda muy claro quién trabaja para quién y quién es amigo o enemigo del de más allá. Tampoco es que a la película le importe. También se le multiplica a Hunt la compañía femenina: por un lado, Isla Faust (Rebecca Ferguson), la deuteragonista de dos entregas anteriores, y por otro Grace (Hayley Atwell), una supuesta carterista que acaba embrollada en una trama internacional en la que se juega el fin del mundo. Eso sí, las tensiones sexuales hay que buscarlas en otra película.

placeholder La persecución en un Fiat 500 es uno de los grandes hallazgos de la película. (Paramount)
La persecución en un Fiat 500 es uno de los grandes hallazgos de la película. (Paramount)

Como su título indica, esta es la parte primera de un díptico dentro de la saga, por lo que los responsables han aprovechado para dejar el final abierto, en una moda heredada de las series de televisión que se está empezando a implantar en las superproducciones y que provocan una cierta frustración, la de la historia a medio contar. Sobre todo, después de tantos viajes, tantos giros, tantos personajes. Eso sí, ahí sigue Tom Cruise dándonos esa seguridad de que él seguirá ahí cuando el mundo acabe de desmoronarse.

Tom Cruise es la estrella de Hollywood viva más acojonante que existe. De los pocos que todavía guardan cierto misterio y leyendas urbanas. ¿Comerá placenta? Es estrella incluso en un momento en el que todo el mundo es estrella; es decir, cuando nadie lo es en realidad. Salvo él. Tom Cruise es el alfa y omega del cine de salas, un actor que te regala un personaje cariacontecido y dramático como en Nacido un cuatro de julio (1990), por la que consiguió una de las cuatro nominaciones al Oscar, como te salta desde un risco afilado de una cordillera noruega haciendo el pinopuente en una moto en cualquiera de las películas de acción palomitera que ha protagonizado.

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