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Apocalipsis etílico contra la madurez
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estreno de 'bienvenidos al fin del mundo'

Apocalipsis etílico contra la madurez

Una sátira británica que juega en la misma liga que la Nueva Comedia Americana

Foto: Fotograma del filme
Fotograma del filme

"Queremos ser libres/Queremos ser libres para hacer lo que queremos hacer/Y nos queremos emborrachar/Y nos lo queremos pasar bien" (We wanna be free/We wanna be free to do what we wanna do/And we wanna get loaded/And we wanna have a good time...), proclamaba Peter Fonda en Los ángeles del infierno (1966), la película de Roger Corman sobre jóvenes moteros, emblema de la rebeldía juvenil y contracultural de los sesenta e inspiración directa para Easy Rider (Dennis Hopper, 1969). Manifiesto juvenil el de Fonda que también sampleó Primal Scream en uno de sus primeros y mayores éxitos Loaded (1990), en una muy ajustada visión de lo que iban a significar los noventa: la identificación total entre rebeldía postadolescente y hedonismo. O quizá no sea tan sencillo...

Tras un prólogo situado en la última década del siglo XX, Bienvenidos al fin del mundo arranca al compás del tema de Primal Scream (y las palabras de Fonda) para presentarnos a su principal protagonista: Gary King (Simon Pegg), un hombre al borde los cuarenta que vive pendiente de sus días de gloria del pasado.

King es el retrato perfecto del adulto estancando en su tierna juventud que se muestra incapaz de madurar. Vive tan anclado en los inicios de los noventa como el casete con música de The Soup Dragons que todavía suena en su viejo coche. Incluso viste con indumentaria gótica, camiseta gastada de The Sisters of Mercy incluida. En su obsesión por recobrar la juventud perdida, Gary, quien todavía concibe una noche de borrachera como una gesta digna del rey Arturo y sus caballeros, imagina un encuentro épico: reunir a su antigua cuadrilla y recorrer los doce pubs del pueblo donde crecieron, tomándose una pinta en cada una de ellos. Una aventura alcohólica que intentaron emprender cuando todavía eran jóvenes pero quedó truncada por circunstancias diversas.

Bienvenidos al fin del mundo cierra la trilogía que Edgar Wright inició con Zombies Party (2004) y continúo con Arma fatal (2007) para completar un trío de gloriosas comedias que entroncan con toda una tradición del humor británico al tiempo que exploran los caminos de la hibridación de géneros y el reciclaje de referentes de la cultura popular.

El filme cierra una trilogía de gloriosas comedias británicas

Wright cuenta de nuevo con sus cómplices habituales, la pareja de actores Simon Pegg y Nick Frost, el primero también presente en los créditos del guion. Como Arma fatal, Bienvenidos al fin del mundo también se sitúa en su mayor parte en una comunidad típicamente inglesa, un pueblecito en apariencia tranquilo y digno de postal costumbrista que acaba descubriendo su lado oscuro, lo que desencadena una serie de situaciones propias de la comedia de acción. Pero el filme remite sobre todo a Zombies Party en su capacidad por arrastrar una comedia sobre la crisis de madurez de un personaje masculino al inesperado terreno del cine fantástico. Todo ello sin apenas salir de un escenario tan típicamente británico como es el pub.

Mucho más seguro de sí mismo y con un mayor despliegue de medios, Wright amplia en Bienvenidos al fin del mundo todas las virtudes y hallazgos apuntados en Zombies Party al tiempo que desafía en un pulso de comicidad a la Nueva Comedia Americana mirando directamente a los ojos de títulos como Resacón en Las Vegas.

Una de las muchas aciertos del filme consiste en no abandonar en ningún momento ni su núcleo dramático, la crisis de madurez de un grupo de antiguos amigos, ni su vocación cómica. Ni tan siquiera cuando ya se ha lanzado por caminos propios del fantástico e incluso de la ciencia-ficción.

Metáfora distópica

A la par, la película también se ajusta a una de las reglas de este género: en su apropiación del motivo de La invasión de los ladrones de cuerpos funciona perfectamente como una lectura en parte distópica de nuestros días: la uniformización de espacios antes tocados por el calor y color local (proceso que un personaje bautiza atinadamente como "starbucksización"); la utilización por parte de los "abducidos" de una neolengua muy propia del neoliberalismo económico y de su expresión pseudoespiritual, la autoayuda; los cambios forzados que se llevan a cabo en nombre del progreso y la eliminación de esas imperfecciones, inmadurez incluida... Imperfecciones que el personaje principal acaba reivindicando como esencia de la naturaleza humana, la individualidad y del libre albedrío. Sí, ese queremos ser libres para hacer lo que queremos hacer....

Este cuerno de la abundancia del goce cinematográfico que es Bienvenidos al fin del mundo también se muestra generoso, como no podía ser de otra manera, en su despliegue de temas musicales. La banda sonora reúne a (casi) todos los grupos que marcaron la música británica de los noventa, de Happy Mondays a Blur, pasando por The Charlatans, Suede, Pulp, Teenage Fanclub, The Stone Roses...

Por su parte, Simon Pegg y Nick Frost aparecen acompañados por algunos de los mejores intérpretes británicos de su generación: Martin Freeman (mucho más que el Hobbit), Paddy Considine (habitual de cierto cine británico de inicios del nuevo siglo) y Eddie Marsan, uno de los secundarios más reivindicables de la ficción contemporánea, completan el quinteto de mosqueteros (chiste recurrente del filme). En papeles más breves también aparecen Pierce Brosnan, David Bradley (un habitual en sagas como Harry Potter o Juego de tronos), Rosemund Pike (la protagonista junto a Keira Knightley de la fantástica adaptación de Orgullo y prejuicio de Joe Wright), y Michael Smiley y Steve Oram, rostros conocidos para los seguidores de Ben Wheatley, otro cineasta británico brillante en lo que a la fusión de géneros se refiere. Alicientes no faltan para apuntarse a este apocalipsis etílico.

Bienvenidos al fin del mundo
Director: Edgar Wright
Reparto:Simon Pegg, Nick Frost, Paddy Considine, Martin Freeman
Género: Comedia fantástica
Nacionalidad: Reino Unido
Duración: 109 minutos

"Queremos ser libres/Queremos ser libres para hacer lo que queremos hacer/Y nos queremos emborrachar/Y nos lo queremos pasar bien" (We wanna be free/We wanna be free to do what we wanna do/And we wanna get loaded/And we wanna have a good time...), proclamaba Peter Fonda en Los ángeles del infierno (1966), la película de Roger Corman sobre jóvenes moteros, emblema de la rebeldía juvenil y contracultural de los sesenta e inspiración directa para Easy Rider (Dennis Hopper, 1969). Manifiesto juvenil el de Fonda que también sampleó Primal Scream en uno de sus primeros y mayores éxitos Loaded (1990), en una muy ajustada visión de lo que iban a significar los noventa: la identificación total entre rebeldía postadolescente y hedonismo. O quizá no sea tan sencillo...

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