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¡A mí la Legión!: veteranos españoles que viven al borde de la indigencia
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¡A mí la Legión!: veteranos españoles que viven al borde de la indigencia

Muchos de los antiguos legionarios deambulan en la indigencia y sin recursos por las ciudades, algunos con problemas mentales y adicciones, al no poder adaptarse a la vida civil

Foto: Un veterano de la Legión que pasa las noches en un banco. (Claudia Borasteros)
Un veterano de la Legión que pasa las noches en un banco. (Claudia Borasteros)

Entre los nudillos de la mano derecha lleva tatuada la palabra 'love', amor en inglés. Sin embargo, en la mano izquierda no aparece su correspondiente 'hate', odio, sino un 'Mari' inacabado "porque el tipo era un chapuzas y ni sabía tatuar ni nada". Son las manos del cabo Lores, legionario y veterano de la guerra del Sáhara en el Tercio Alejandro Farnesio, que acaba de salir de sellar el paro de la oficina del madrileño barrio de La Concepción. Cobra la renta mínima de inserción, algo más de 400 euros, y aunque ahora vive "en un piso de esos de protección en Canillas", estuvo un tiempo sin tener un techo encima. Vive con su mujer, minusválida, y su hijo, parado. El cabo Lores es uno "de los miles de antiguos militares que viven en la pobreza", según cálculos del coronel legionario Juan Díaz, fundador del Hogar del Legionario en Málaga, en el que atiende a excompañeros que viven en la indigencia.

"Me faltan al respeto en los comedores sociales y yo tengo muy malas pulgas", resume el exlegionario Miguel mientras blande una garrota

"No hay ningún tipo de protección, los que se han quedado en situaciones extremas, y son muchos, no tienen ninguna ayuda, ni física ni psicológica", describe Guillermo Rocafort, profesor de Economía de la Carlos III y referencia del universo legionario. "No hay estatuto del veterano como en Estados Unidos, lo que da lugar a todos esos casos, porque muchas veces se trata de gente a la que le cuesta adaptarse a la vida civil", prosigue este hombre, uno de los cabecillas de la reivindicación de la figura del teniente coronel José Millán Astray, fundador de la Legión en 1920.

placeholder El cabo Lores, en el Sáhara.
El cabo Lores, en el Sáhara.

Miguel, de 61 años, es uno de esos tipos a los que les cuesta adaptarse a la vida civil. Incluso después de llevar un lustro viviendo en la calle, le cuesta hasta adaptarse a los comedores sociales. "Me faltan al respeto y yo tengo muy malas pulgas", resume mientras blande una garrota. Hace poco decidió quitarse el cinturón y la insignia en el gorro legionario: "Me llamaban facha y yo no soy eso, ¡qué sabrán de mi!, aunque el caudillo hizo cosas buenas y malas". Entró en la Legión porque no tenía estudios ni trabajo y andaba "con la gandula, y cuando eres joven y estás con la gandula es peligroso". No sabe leer ni escribir, pero lo que sí se sabe es el himno legionario, que canta cada vez que tiene ocasión.

Miguel, que solo conserva un diente, planea marcharse a Málaga, pero no para pedir cobijo en el piso del coronel Díaz, donde conviven ocho legionarios. No le cogerían. "No tenemos profesionales para tratar casos de problemas psicológicos o adicciones". Así que Miguel no podría postularse como candidato porque aunque no bebe demasiado, de repente elige un día y no para de consumir latas de cerveza hasta caer redondo: "Me gusta beber, pero solo de vez en cuando". Por eso, y porque no renunciaría a su garrota ni al cuchillo que guarda en su mochila. En el piso que comparten ocho legionarios en Málaga no están permitidas las armas: "Son hombres de temperamento y sería peligroso", zanja Díaz.

El cabo Lores confirma lo del temperamento, aunque se declara "pacífico". Se dedicó durante muchos años a la seguridad privada, pero ya no le cogen por la edad (tiene 62 años): "Me echaban porque reclamaba mis derechos y eso no les gusta", esgrime. Ingresó en la Legión con apenas 17 años porque se lo sugirió su padre. Vivían en el madrileño barrio de Simancas, en San Blas, y el futuro de Lores no pintaba muy bien en la vecindad, según explica sin entrar en detalles y con una sonrisa pícara, aunque sin dientes.

placeholder El cabo Lores muestra sus documentos como legionario. (D. B.)
El cabo Lores muestra sus documentos como legionario. (D. B.)

Ahora, junto a otros excompañeros, como el cabo Francisco Prados Maimón, pretende convencer al Ministerio de Defensa de que les den empleo como apoyo de la Guardia Civil en los pasos fronterizos de Ceuta y Melilla. "Ahí se ponen unos pocos legionarios y no entra ni Dios. No hacen falta tantas vallas. Es muy buena idea, porque así nos dan trabajo y podemos ser útiles al Estado", expone el exmilitar, que revela que la semana próxima se concentrarán frente al ministerio para pedir "una entrevista con alguien que mande". Para ello, comenta, necesitan una sede (piden un cuartel vacío de la Legión para "realizar un llamamiento a todos los legionarios desamparados") y algunas formalidades, pero él tiene muchos ánimos "y ganas de moverme y hacer cosas, no de resignarme". El proyecto se ha bautizado como Quinto Tercio Reservista y pretende dar "trabajo y cobijo, siendo muy económico".

El cabo Prados, que estuvo dos años en el Tercio Duque de Alba sirviendo en Ceuta, también cobra la renta mínima. "Lo que queremos hacer es ayudar a todos los compañeros en apuros", precisa Prados. "Oímos a muchos compañeros decir 'no tengo para comer, no tengo hogar', y es un sinvivir estar en esta situación después de los años en el tercio", reflexiona Prados.

Ya han pasado cosas peligrosas con exlegionarios que andan por ahí sin cuidados. Son gente que ha pasado por situaciones bastante extremas

Miguel, al igual que algunos otros exlegionarios, no lleva muy bien el trato con los extranjeros. Por eso, dice, no le gusta pernoctar en los albergues sociales. "Yo no tengo nada en contra de ellos, pero si vienen aquí, que sean educados", argumenta. "Me tratan mal, se ríen de mí", revela para justificar su poca querencia por los inmigrantes, con los que tiene que compartir los servicios sociales y tiene problemas porque, y esto lo dice varias veces en distintos contextos: "No me gusta que me busquen las cosquillas". Algunos de estos antiguos militares reciben ayuda de Hogar Social Madrid, la organización de carácter neonazi que se dio a conocer por proporcionar alimentos única y exclusivamente a españoles e intentar replicar el modelo de los griegos Amanecer Dorado en España.

"Ya han pasado cosas peligrosas con veteranos legionarios que andan por ahí sin cuidados", revela Rocafort. "Son gente que ha pasado por situaciones bastante extremas y debe luego tener algún plan de seguimiento en su incorporación a la vida civil", prosigue el profesor, que insiste: "Necesitan una aproximación específica y no hay nada para ellos". Desde Socorro Legionario, se les intenta ayudar con préstamos sin intereses, por ejemplo, o se les paga el gas o la luz si se la cortan. "Pero no se regala nada", subraya. Esta organización, según apunta Rocafort, también hace las veces "de lo que es la PAH, pero para legionarios". Lo cierto es que el grueso de los legionarios que viven en la calle no pide explícitamente limosna, sino que acepta alimentos y otros favores sin pedir dinero directamente. Miguel, de hecho, paga los cafés que consume en los bares de la zona donde está el banco en el que pasa las noches. El mismo proceder que Sebastián Baute, apodado 'el Legionario', que falleció en las calles de Santa Cruz de Tenerife tras pasar ocho años 'sin techo'.

placeholder El bar El Rincón de la Legión. (C. B.)
El bar El Rincón de la Legión. (C. B.)

Muchos de estos hombres fueron expulsados de la carrera militar cuando se creó el ejército profesional. No cumplían los requisitos. Se acabó ese refugio de aluvión en el que nadie pedía explicaciones. "Era gente sin estudios, pero bregada para la vida militar", explica el coronel Díaz, que ahora regenta un bufete de abogados. Además de su falta de formación académica, muchos de ellos provenían de ambientes marginales porque la creación del cuerpo se hizo a imitación de la Legión extranjera francesa, en la que no se pedía ninguna explicación de sus circunstancias o antecedentes a sus voluntarios: "Españoles o extranjeros, el único requisito era estar sanos y fuertes", explica hoy mismo la página de la Legión. "El abuso de drogas y alcohol no era raro antes", concede Díaz.

El bar El Rincón de la Legión ha salido a veces en las noticias. Generalmente, para señalar lo exótico de su ubicación en Vallecas, vecindario de reconocida tendencia izquierdista y cuna del asociacionismo obrero. Pero resulta que no está en Vallecas, sino al otro lado del puente, en el barrio de Adelfas. Los responsables de este establecimiento también han aparecido en ocasiones en los medios para contar que el local había sido atacado por encapuchados. Por eso, ahora, apenas hay banderas ni parafernalia militar. Solo el rótulo principal. Su actual propietario dice que ya no vienen tantos legionarios como antes, pero que sí, que de vez en cuando llega alguno con necesidad, "pidiendo un bocadillo o algo de comer". También que en las charlas que tienen de vez en cuando los legionarios que allí se reunen para reencontrarse con sus 'camaradas' sale a relucir esa realidad, que son muchos los que están al borde (o directamente) de la indigencia.

Entre los nudillos de la mano derecha lleva tatuada la palabra 'love', amor en inglés. Sin embargo, en la mano izquierda no aparece su correspondiente 'hate', odio, sino un 'Mari' inacabado "porque el tipo era un chapuzas y ni sabía tatuar ni nada". Son las manos del cabo Lores, legionario y veterano de la guerra del Sáhara en el Tercio Alejandro Farnesio, que acaba de salir de sellar el paro de la oficina del madrileño barrio de La Concepción. Cobra la renta mínima de inserción, algo más de 400 euros, y aunque ahora vive "en un piso de esos de protección en Canillas", estuvo un tiempo sin tener un techo encima. Vive con su mujer, minusválida, y su hijo, parado. El cabo Lores es uno "de los miles de antiguos militares que viven en la pobreza", según cálculos del coronel legionario Juan Díaz, fundador del Hogar del Legionario en Málaga, en el que atiende a excompañeros que viven en la indigencia.

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