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Ese feminismo que quita votos
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Mala fama

Ese feminismo que quita votos

Fueron años que algún día recordaremos con estupefacción

Foto: Manifestación en 2018 en Valladolid en protesta por la puesta en libertad bajo fianza de los cinco miembros de la Manada. EFE / R. García
Manifestación en 2018 en Valladolid en protesta por la puesta en libertad bajo fianza de los cinco miembros de la Manada. EFE / R. García

Habíamos nacido el mismo día del mismo año y estudiado la misma carrera, y coincidido en dos o tres cursos, y hasta tomado algunos cafés cordiales allá en los años 90, y una mañana de octubre de 2018 ella estaba en la tele y yo viendo la tele, Telecinco. Y dijo Marta: “Celebrar el día del hombre es como celebrar el día del terrorista”. Mi hija, de dos años de edad, ya andaba sola por la casa. Me preocupaba bastante que se cayera o que jugara con enchufes, así que lo único que podía hacer mientras perseguía sus pasos era tener de fondo debates políticos en televisión. Ya en 2018, que en la tele una mujer llamara terroristas a todos los hombres resultaba normal. Ni siquiera lo tenías en cuenta.

Habíamos llegado a este punto con cierta rapidez, en un proceso cuyo comienzo quizá se remonte a 2015. El caso de la Manada ocupó 2016, 2017 y 2018, siendo, para el tema que nos ocupa, una suerte de contundente legitimación. El MeToo arrancó en 2017, con Harvey Weinstein como icono del agresor sexual siempre impune. En 2020, la pandemia cambió la conversación, aunque el ministerio de Igualdad de Irene Montero, creado en ese mismo 2020, estaría hasta la reciente disolución de las Cortes recuperando y recalentando las consignas y excesos de esos años (2015-2020).

Algunos medios hablaron de 870.000 hombres que habrían dejado de votar al PSOE. Queda por cuantificar cuántas mujeres

Hace poco, Pedro Sánchez reconoció en una entrevista que había perdido voto masculino debido a este feminismo “agresivo”. Algunos medios hablaron de 870.000 hombres que habrían dejado de votar al PSOE. Queda por cuantificar cuántas mujeres.

En 2015, y también 2016, Pedro Sánchez dijo decenas de veces que las mujeres cobraban un 20% menos que los hombres por hacer el mismo trabajo. Según tuviera el día, podía llegar a decir que era el 30%. Empezaba aquí un dilema fascinante, al mismo tiempo que no poco triste: la razón o el bien. Si eras feminista, si eras progresista, si eras, en fin, buena persona, debías dar por bueno este dato fatal sobre desigualdad de género. Si lo negabas, eras machista.

En La Sexta, a finales de 2015, Ana Pastor lo negó en su programa El Objetivo. Analizando primorosamente datos del INE, la presentadora y su colaboradora concluían que no era verdad lo del 20%, salvo en puestos de alta dirección. Por lo que sea, nadie vio El Objetivo ese día, y lo del 20% siguió repitiéndose durante muchos años.

Uno mismo echaba números, y el resultado de esos números siempre resultaba moralmente incómodo. Yo tampoco veía ese 20% por ningún lado. Pero uno quería ser buena persona. Ser razonable dejó de parecerse a ser buena persona.

También se movió mucho la noción “sola por la calle”. De pronto, las mujeres no podían andar solas por la calle de noche, cosa que en Madrid llevaba sucediendo con total normalidad desde (para el que esto escribe) los años 90 por lo menos. Decenas de amigas habían vuelto a casa solas cientos de veces por la noche después de estar de fiesta. Pero, nuevamente, negar que Madrid era un lugar peligroso para las mujeres te volvía machista, así como negar que España fuera un país muy difícil para ellas, a pesar de que la propia experiencia y los datos internacionales dijeran exactamente lo contrario.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters/Juan Medina) Opinión

Los asesinatos de mujeres a manos de parejas o ex parejas empezaron a ocupar páginas en los periódicos y miles de mensajes en redes sociales. Eran asesinadas alrededor de sesenta mujeres al año. Ante la alarma social, el ministerio del Interior (PP) elaboró un informe (2017) que parecía bastante sensato: vamos a analizar caso por caso cientos de asesinatos y encontrar patrones, causas y factores de riesgo, y así podremos prevenir con mayor eficacia los crímenes venideros.

Sin embargo, el informe no gustó al feminismo de aquellos años porque, a pesar de su rigor científico, no decía lo que convenía decir. Por ejemplo, afirmaba que un 45% de los asesinatos carecían de “escalada”. No era, en ese 45%, que un hombre primero pegara o humillara, y así durante años (en cuyo caso la mujer podría denunciar y ponerse a salvo), sino que súbitamente una discusión o desencuentro podía acabar en asesinato, lo que volvía impredecible numerosas muertes e imposible la denuncia previa.

Una discusión o desencuentro podía acabar en asesinato, lo que volvía impredecible numerosas muertes e imposible la denuncia previa

Que concurrieran diferentes factores en unos asesinatos de mujeres y en otros, y que por tanto lo mejor fuera analizar en detalle cada caso para saber a qué nos enfrentábamos a fin de prevenir futuros crímenes se consideró una mala idea. Realmente era la idea más lógica.

También fue mala idea deslizar que había mujeres capaces de mentir e inventarse agresiones que no habían sucedido, para obtener ventaja en juicios por divorcio. Oficialmente, apenas había, aunque todo el mundo supiera que había. De hecho, oficialmente, apenas había mujeres malas. Javier Marías era un “pollavieja” y un “señoro” por recordar en un artículo que muchas mujeres jóvenes y guapas se casaban con viejos millonarios por su dinero. Algunos apuntaban además que también había hombres agredidos y asesinados por sus esposas. La activista y conferenciante Pamela Palenciano dijo en un vídeo que le daban mucha pena esos hombres, que “se le saltaban las lágrimas”.

Foto: Pedro Sánchez, durante la entrevista con Wyoming en 'El Intermedio'. (La Sexta)

Su monólogo No sólo duelen los golpes se representaba incesantemente en institutos y centros culturales. Yo lo vi en la librería Traficantes de Sueños de Madrid. No me pareció que hablara de adolescentes reales, y además ridiculizaba la forma de hablar y de caminar de los chicos, bordeando la humillación. Quizá por esto, en 2019 tres asistentes jóvenes a su charla se marcharon a mitad de monólogo. Pamela se ensañó con ellos durante varios minutos, cuando ya habían salido. “Hay que ser gilipollas”, concluyó.

Esos tres chicos, y varios miles más, votarán el 23 de julio por primera vez. A lo mejor Pamela Palenciano ha hecho más por el fascismo que por el feminismo.

Algunos hombres se culpabilizaban. “Los hombres ya hemos matado a 34 mujeres este año”, se leía en Twitter. La noción católica de “prójimo” no establece diferencias de sexo, raza, edad o estatus. El prójimo son todos los demás, y lo malo que le pasa al prójimo te afecta. Sin embargo, se entendía que una mujer asesinada contaba en el haber emocional de todas las mujeres, al tiempo que contaba de inmediato en el debe criminal de todos los hombres. Se insistía a los hombres para que se declararan culpables de delitos que no habían cometido, y muchas veces lideraban esas insistencias mujeres que sí los habían cometido (Leticia Dolera despidió a una actriz embarazada; Isa Serra le dijo a una agente de policía: “Mala madre, puta, zorra, hija de puta, que te follas a todos los policías municipales”). Abundaban los talleres de “nuevas masculinidades”, como en su día abundaron las terapias para “curar la homosexualidad”. Había algo malo en ti de raíz, como hombre.

Curiosamente, cuando un hombre se declaraba “aliado”, y conocías algo de su vida privada, siempre era el peor de todos. Pero no decía: “Me declaro feminista porque he sido un pedazo de cabrón”, sino: “Me declaro feminista YO porque TODOS los hombres son malísimos”.

Aparecían titulares donde se alertaba de que los chicos controlaban el móvil de sus novias en un porcentaje elevadísimo. No se incluían los datos completos del estudio, pues también decía ese estudio que las chicas controlaban en un porcentaje idéntico el móvil de sus novios.

El titular que más me desconcertó fue uno que decía que la nieve se quitaba de las ciudades de forma machista, perjudicando a las mujeres. Nunca llegué a entender cómo unos señores que conducen maquinaria pesada y deben retirar de urgencia toneladas de nieve podían ingeniárselas para que su labor le hiciera la puñeta a las mujeres.

Foto: Irene Montero, apoyada por Belarra (i) y Vall (d), en el acto de hoy en Madrid. (EFE/Borja Sánchez Trillo)

En 2019, varias personas acosaran a Begoña Villacís, que estaba embarazada. Por lo que sea, esto no era realmente machismo. Lo de la nieve, sí.

Durante la pandemia (2020), como en todos los países, el Covid-19 mataba a más hombres que mujeres. Sin embargo, enseguida aparecieron titulares que decían que las mujeres eran las más perjudicadas por el Covid-19.

Para 2021, muchos hombres ya habíamos perdido varias amigas a causa de este feminismo "enfebrecido" (Javier Marías dixit; carta privada)

Para 2021, muchos hombres ya habíamos perdido varias amigas a causa de este feminismo “enfebrecido” (Javier Marías dixit; carta privada).

Entre las amigas que perdí se contaban escritoras que nunca se habían dado cuenta del machismo que había en la literatura hasta que darse cuenta se volvió muy conveniente para reflotar o afianzar su carrera. Una en concreto fue invitada a un festival en Latinoamérica, pero al final no pudo ir por motivos personales. Después firmó un manifiesto contra ese festival por no invitar a mujeres.

El feminismo que quita votos es el que pone a las peores personas a decirnos lo que está bien.

Habíamos nacido el mismo día del mismo año y estudiado la misma carrera, y coincidido en dos o tres cursos, y hasta tomado algunos cafés cordiales allá en los años 90, y una mañana de octubre de 2018 ella estaba en la tele y yo viendo la tele, Telecinco. Y dijo Marta: “Celebrar el día del hombre es como celebrar el día del terrorista”. Mi hija, de dos años de edad, ya andaba sola por la casa. Me preocupaba bastante que se cayera o que jugara con enchufes, así que lo único que podía hacer mientras perseguía sus pasos era tener de fondo debates políticos en televisión. Ya en 2018, que en la tele una mujer llamara terroristas a todos los hombres resultaba normal. Ni siquiera lo tenías en cuenta.

Irene Montero
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