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La gran mentira rusa sobre la batalla de Stalingrado: el falso mito de la Casa Pavlov
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La gran mentira rusa sobre la batalla de Stalingrado: el falso mito de la Casa Pavlov

La propaganda stalinista propagó el relato heroico de que el sargento Yakov Pavlov tomó el edificio con cuatro hombres y lo defendió del brutal asedio alemán durante 52 días. El historiador Iain MacGregor revela ahora que no fue así

Foto: Un soldado en la batalla de Stalingrado. (CC)
Un soldado en la batalla de Stalingrado. (CC)

Hasta su muerte en 1982, el sargento Yakov Pavlov, héroe de la Gran Guerra Patriótica Rusa, fue de ciudad en ciudad y de homenaje en homenaje reivindicando la gran gesta de la Batalla de Stalingrado, la hazaña del 28 de octubre de 1942 en la que logó arrebatar con tan solo cuatro hombres a una compañía alemana una casa de apartamentos clave en el centro del amasijo de cascotes y ruinas que era enronces Stalingrado. Hoy esa casa de apartamentos es uno de los pocos edificios que quedan con parte de sus paredes originales en la actual Volvogrado, y es visita obligada en la ciudad. Los restos se mantienen en pie por obra y gracia de una mujer, Aleksandra Cherkasova, quien nada más terminar la guerra escribió una carta al Kremlin para preservar algunos de los emplazamientos emblemáticos y honrar a su héroes.

Entre esos enclaves emblemáticos se encuentra la Casa Pavlov, el edificio de apartamentos que, en un asedio brutal, mantuvo durante 52 días el sargento Pavlov con tan solo unos pocos hombres. Se buscó entonces a Pavlov y comenzaron los honores, que llegarían hasta su muerte. Sin embargo, el sargento que en 1942 había defendido el 'Faro de Stalingrado' había sido un héroe y a la vez un farsante creado por Moscú, en concreto por el periodista y escritor Yuli Petrovich Chepurin. Hay más agujeros en la historia oficial que los de los morteros y las balas en las paredes de las ruinas de Volvogrado.

placeholder Lo que queda de la Casa Pavlov original, un edificio que sigue siendo un destino muy popular tanto para turistas como historiadores. (Iain MacGregor)
Lo que queda de la Casa Pavlov original, un edificio que sigue siendo un destino muy popular tanto para turistas como historiadores. (Iain MacGregor)

A finales de octubre de 1942, Stalingrado comenzaba a ser una ciudad progresivamente reducida a escombros a causa de los intensos bombardeos de la Luftwaffe y de la artillería del VI Cuerpo de Ejército alemán del general Friedrich Von Paulus. La gran ofensiva de la Wehrmacht, la operación 'Fall Blau', se había iniciado a finales de junio, tras el fracaso de la Batalla de Moscú el año anterior. Sería el punto de inflexión de la guerra en Europa, el mayor mito bélico de la lucha callejera de la historia y la mayor operación militar y propagandística probablemente de toda la Segunda Guerra Mundial.

La Batalla de Stalingrado, de creer a los soviéticos, se cerraría con dos operaciones gigantescas: Operación Marte, una enorme maniobra de diversión en el frente de Moscú para engañar a los alemanes y que le costaría a la URSS más de 70.000 muertos, y la Operación Urano, la verdadera y secreta contraofensiva de Stalin, quien acumuló a miles de millares de soldados para cruzar por sorpresa el río en forma de pinza, envolver al VI Cuerpo de Ejército de Von Paulus, cerrarlo en un bolsa y aniquilarlo. Historiadores como Max Hastings han dudado de la veracidad de esa operación de diversión La guerra secreta. Espías, códigos y guerrillas. 1939-195—, otros la validan sin dudarlo.

No son ni mucho menos las únicas dudas sobre las informaciones de los rusos acerca de una batalla que directamente obsesionó al país y moldeó la conciencia nacional durante décadas. Es difícil fiarse de la URSS de Stalin, se inventaron muchas cosas; exageraron, manipularon y pulieron la narrativa del combate: el Molino Gruninin, la colina del Mamayev Kurgan, los francotiradores heroicos como Vasili Zaitsev, la defensa de la Casa Pavlov… Stalingrado es el eje de la Gran Guerra Patriótica Rusa, como denominan ellos a la Segunda Guerra Mundial, la resistencia legendaria que se instaló en la mente de los rusos y que invoca una y otra vez Vladimir Putin ahora.

placeholder El escritor y periodista Yuri Petrovich Chepurin y el sargento Yakov Pavlov. (Ático de los libros)
El escritor y periodista Yuri Petrovich Chepurin y el sargento Yakov Pavlov. (Ático de los libros)

En octubre de 1942, justo antes de las dos grandes operaciones soviéticas que darían el vuelco a la guerra en Europa y sentenciarían para siempre al Tercer Reich, se produjo la resistencia ante el avance de la Wehrmacht que adquiriría tintes épicos, resumida en la brutal e inspiradora consigna de Iosif Stalin, el líder soviético que daba nombre a la ciudad: "Ni shagu nazad!" (Ni un paso atrás).

Es necesario conocer el contexto antes de adentrarse en uno de los mitos y leyendas de los soviéticos en Stalingrado y que ahora desvela el historiador británico Iain MacGregor, quien ha charlado con El Confidencial en Madrid acerca de su nuevo libro, El Faro de Stalingrado. La verdad oculta en el corazón de la mayor batalla de la Segunda Guerra Mundial. No es una obra más sobre el desarrollo de batalla. Nos la han explicado muchas veces. Lo que cuenta su libro, no es tan conocido. No piensen en Von Paulus o Chuikov, se baja al nivel del general Rodimstev y sus 'guardias' y del general alemán Von Hartmann al frente de la denominada 'División Desafortunada'.

Para ese momento, octubre, el objetivo estratégico inicial del Alto Mando alemán de capturar los campos petrolíferos del Cáucaso a la espalda de la ciudad, la denominada Operación Edelweiss, había fracasado. El Volga —que atraviesa una ciudad atípica, no formada radialmente desde un centro en forma circular o cuadrangular, sino alargada alrededor precisamente del río—, se había interpuesto entre el la unidad de combate más experimentada del Tercer Reich y la vital fuente energética para el desarrollo de la guerra. En septiembre Von Paulus se había lanzado sobre la ciudad con un feroz bombardeo de artillería y desde el aire que cambiaría la batalla. Amparados en la cobertura de fuego de la Luftwaffe, lo cierto es que Von Paulus convirtió la ciudad en una auténtica ratonera de edificios en ruinas y escombros: un paisaje bélico donde después de un mes de ofensiva la ventaja de los tanques Panzer alemanes se había esfumado. Fue el momento en el que el general Chuikov cambió de estrategia, obligando a una batalla que sigue conmocionando más de 70 años después.

placeholder El historiador Iain MacGregor con su nuevo libro.
El historiador Iain MacGregor con su nuevo libro.

Para anular la ventaja aérea, Chuikov tomó dos caminos, como explica MacGregor: "El ruso se adaptaba a las tripulaciones de asalto porque sabía que no tenía suficientes hombres en el momento de la batalla principal. Los alemanes tenían más y tenían más potencia de fuego. Sus dos doctrinas eran: vamos a impulsar nuestras líneas frontales, estaremos justo en su línea frontal, estaremos tan cerca de ellos que no podrán usar aviones ni artillería contra nosotros porque atacarían a sus propias tropas. La otra doctrina se llamaba defensa activa: vamos a formar pequeños grupos con los hombres que nos quedan, pero los vamos a armar hasta los dientes".

Si han visto Enemigo a las puertas (2001) y les impresionó la escena de los soldados avanzando sin fusiles y cogiendo el de aquel hombre que caía a su lado, es mentira. Lo dice el experto Iain MacGregor: "No tenían nada más, ni artillería, ni aviación, por lo demás en armas ligeras y antitanques… iban hasta los dientes".

La lucha casa por casa, a nivel estratégico, es conocida, hay una cantidad ingente de libros, entre ellos los de Antony Beevor La Segunda Guerra Mundial, La Batalla de Stalingrado—, pero no es la única clave de una batalla que, con la guerra de Ucrania y las obsesiones de Putin con la Gran Guerra Patriótica, ha vuelto a excitar las mentes del público otra vez. La lucha casa por casa se convertiría además en una narrativa clave para el pueblo soviético, en un relato pivotal de la nación. Y se decidió en Moscú, en las máquinas de escribir de periodistas y reporteros del frente como Vasili Grossmann o Chepurin, quien el 30 de octubre escribió en La bandera de Stalin: "La casa Pavlov es un símbolo de la heroica lucha de todos los defensores de Stalingrado. Pasará a la historia de la defensa de la gloriosa ciudad como un monumento a la destreza militar y el valor de los guardias".

placeholder Portada de 'El Faro de Stalingrado. La verdad oculta en el corazón de la mayor batalla de la Segunda Guerra Mundial', del historiador Iain Macgregor.
Portada de 'El Faro de Stalingrado. La verdad oculta en el corazón de la mayor batalla de la Segunda Guerra Mundial', del historiador Iain Macgregor.

Iain MacGregor ha escrito una de las historias escondidas de Stalingrado, la historia de un fraude que ha reconstruido a base de las historias orales olvidadas en documentos, cartas y testimonios que no consultó Antony Beevor y que se atesoraban en el Museo Panorama. Fue en 2019 a consultar la documentación guardada en ese museo y le abrieron las puertas de par en par, porque ningún occidental se había molestado antes en hacerlo. Es importante la fecha porque comenzaba a desatarse la pandemia de COVID pero la Rusia de Putin —cuyo hermano mayor y su padre murieron en Leningrado- aún no había invadido Ucrania: a prtir de ese momento será más difícil consultar los archivos soviéticos en el futuro de lo que ya de por sí lo era antes:

"Lamentablemente el gobierno militar principal dirige los archivos del Ministerio de Defensa en Moscú, que es donde fueron historiadores como Anthony Beevor, pero han estado cerrados a los occidentales durante al menos diez años, probablemente doce. Por eso fui a los de Volgogrado. Me puse en contacto con ellos y les dije: ¿Tienen un archivo? Y dijeron: Tenemos un archivo asombroso. Tuve suerte, ahora será aún más difícil. En cualquier caso, la restricción sistemática y la persecución de los historiadores rusos que han intentado contar la verdad sobre elementos de la Gran Guerra Patriótica es aún más grave. Recientemente, un académico de la Universidad de San Petersburgo que se estaba empezando a preguntar sobre el canibalismo durante el asedio de Leningrado perdió su trabajo y lo van a juzgar en un tribunal…".

¿Qué le pasaría a Iain MacGregor por revelar datos sobre la gran Batalla de Stalingrado? La Casa Pavlov se convirtió en un símbolo de la defensa rusa de la ciudad de los frontoviki —los soldados del frente ruso durante la IIGM—, en la lucha calle por calle, con protagonistas como el célebre francotirador Vasili Zaitsev, retratado de alguna forma en Enemigo a las puertas. Según la versión oficial el sargento Pavlov, con apenas cuatro oficiales, tomó la casa en mitad del centro en ruinas de Stalingrado, dominado casi por entero por los alemanes hasta noviembre, para mantener una posición privilegiada desde donde observar los avances y movimientos de la Wehrmacht. En Volvogrado Iain MacGregor dio con las cartas y testimonios de los protagonistas de toda esa batalla callejera que no estaban en Moscú y que revelan una historia muy diferente.

placeholder Algunas de las cartas y documentos sobre la batalla de Stalingrado consultados por MacGregor en el Museo Panorama de Volvogrado. (Cedida)
Algunas de las cartas y documentos sobre la batalla de Stalingrado consultados por MacGregor en el Museo Panorama de Volvogrado. (Cedida)

Cuando Yakov Pavlov alcanzo el edificio de apartamentos de cuatro plantas, no había un grupo de soldados alemanes a los que batieron con increíble valor para quedarse con la privilegiada posición. Tampoco la defendería durante 52 días de los feroces ataques alemanes. En la casa se encontraba ya el oficial Afanasiev, que es quién había tomado la posición. Pero poco después de ese asalto, con las noticias frescas y aún confusas, el escritor-soldado Yuli Petrovich Chepurin escribió en el periódico La bandera de Stalin: "Durante más de treinta días, un grupo de guardias de la unidad de Rodimstev, héroe de la Unión Soviética, al mando del guardia sargento Pávlov, ha estado defendiendo una de las casas de gran valor para la defensa de Stalingrado. En el parte de guerra esta casa se designa Casa Pavlov".

Chepurin había encontrado una gran historia que ejemplificaba esa lucha del pueblo ruso contra el invasor, y la moldearía a su gusto sin importarle que fuera cierta o no. Necesitaba un relato y convirtió en héroe a Pavlov, quien no sólo no había batido a los soldados alemanes sino que ni siquiera dirigió la defensa después, como si haría Afanasiev. ¿Luchó heroicamente Pavlov? Sí, según Mac Gregor, pero la historia simplemente no existió, fue una de tantas fabricada por ese nutrido grupo de periodistas que estaban al servicio de la propaganda, una maquinaria eficiente potente y eficaz que servía para la moral y también la identificación patriótica como quiere ahora Vladimir Putin.

placeholder Fachada del Museo Panorama en Volvogrado. (Cedida)
Fachada del Museo Panorama en Volvogrado. (Cedida)

"La leyenda dice que el asedio duró 58 días, se contabiliza así porque es justo el tiempo que duró allí Pavlov antes de ser herido en combate y de que lo sacaron del frente", explica MacGregor. "Fue herido de gravedad tres veces en batalla durante la guerra, está condecorado, no hay motivos para pensar que no fuera valeroso, pero no estaba a cargo. Además la ocupación del edificio se prolongó por lo menos otros 40 días después de salir Pavlov y no eran solo 28 hombres, como escribiría Chepurin y como quedó para la posteridad".

En realidad tal y como documenta Iain MacGregor en su obra con las cartas de algunos de lo superiores de Pavlov y Afanasiev durante la batalla —cartas que según avanzan los años y los honores hacia el sargento son cada vez más iracundas— los defensores eran más de 300, iban y venían, eran remplazados, tenían emplazamientos de ametralladoras, alambre de púas, campos minados. Por eso los alemanes no se decidieron a asaltar la casa, porque sabían que costaría demasiados hombres.

En definitiva, la realidad descubierta por MacGregor no se parecía en nada al relato propagandístico de Moscú de ese puñado de hombres solos que aguantaron heroicamente con apenas unos fusiles. Pavlov y sus hombres podían ser un valerosos soldados, pero la historia era un fraude.

La realidad descubierta por MacGregor no se parecía al relato de Moscú de ese puñado de hombres solos que aguantaron con unos fusiles

¿Qué otros relatos de propaganda soviética colaron sin ningún problema tanto en Rusia como en Occidente? ¿Que no estarán haciendo ahora en la guerra de Ucrania? Para Iain MacGregor ahora la guerra de propaganda rusa es posible que sea totalmente errónea comparada con la inteligente visión de comunicación de los ucranianos, pero durante años Putin desplegó una imagen que de alguna forma engañó a todo el mundo. "Hasta la guerra de Ucrania, Occidente veía a Putin como a un genio, como a un gran estratega. Todo lo que quería hacer en Rusia, ya fuera reconquistar Chechenia y Crimea o restablecer a Rusia como una gran potencia en Europa, se le compraba por su relato. Ahora las tornas han cambiado".

Hasta su muerte en 1982, el sargento Yakov Pavlov, héroe de la Gran Guerra Patriótica Rusa, fue de ciudad en ciudad y de homenaje en homenaje reivindicando la gran gesta de la Batalla de Stalingrado, la hazaña del 28 de octubre de 1942 en la que logó arrebatar con tan solo cuatro hombres a una compañía alemana una casa de apartamentos clave en el centro del amasijo de cascotes y ruinas que era enronces Stalingrado. Hoy esa casa de apartamentos es uno de los pocos edificios que quedan con parte de sus paredes originales en la actual Volvogrado, y es visita obligada en la ciudad. Los restos se mantienen en pie por obra y gracia de una mujer, Aleksandra Cherkasova, quien nada más terminar la guerra escribió una carta al Kremlin para preservar algunos de los emplazamientos emblemáticos y honrar a su héroes.

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