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El 'boom' de la novela española de espías: de la Rusia de Stalin a la Libia de Gadafi
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El 'boom' de la novela española de espías: de la Rusia de Stalin a la Libia de Gadafi

La literatura de espionaje española experimenta una auténtica revolución, como muestran nombres como los de Vicente Vallés, Jaime Rocha, Francisco Veiga o Pablo Zarrabeitia

Foto: Detalle de portada de 'Operación Kazán'. (Espasa)
Detalle de portada de 'Operación Kazán'. (Espasa)

¿Una novela de espías protagonizada por españoles y que fuese creíble? Hasta hace poco, esta idea era poco menos que una quimera. En el sector editorial se daba por descontado que la era dorada de los John Le Carré y los Tom Clancy había pasado, y que los relatos de espías en general se venden regular a día de hoy. Mucho más si sus personajes parecían marcianos a ojos de los lectores nacionales. Pero en los últimos años, tal vez en concordancia con el espíritu de los tiempos, la situación ha cambiado radicalmente.

La literatura de espionaje española experimenta una auténtica revolución, como muestra el caso de nombres como el periodista Vicente Vallés —cuya novela Operación Kazán ya va por su sexta edición— o el ex espía Jaime Rocha, que ha novelado con éxito sus andanzas con el CESID (el antiguo centro de inteligencia español, antecesor del actual CNI) en la Libia de Gadafi y la Checoslovaquia de antes de la caída del Telón de Acero. Las nuevas propuestas van desde el posmodernismo barcelonés del historiador y profesor Francisco Veiga y sus tramas que anticipan el futuro inmediato hasta el clasicismo de Pablo Zarrabeitia, el seudónimo bajo el que se oculta un operativo del CNI en activo, pasando por los libros del periodista Fernando Rueda, el decano de los escritores españoles sobre inteligencia en activo. Todo un 'boom' del género, que experimenta una auténtica época dorada, con fenómenos como la creación del Club Le Carré de narradores patrios que abordan temáticas de espionaje.

Foto: Marcel Proust.

Vallés explica que llegó a la novela por casualidad. "Por mi condición de periodista, mi zona de confort es el ensayo, y antes de Operación Kazán publiqué dos ensayos periodísticos. El primero en 2017, Trump y la caída del imperio Clinton, sobre la llegada de Donald Trump al poder. El segundo, El rastro de los rusos muertos (2019), fue casi una segunda parte del anterior. Pretendía ser una investigación sobre la injerencia rusa en las elecciones americanas de 2016, pero terminó siendo más que eso: una investigación sobre Putin, la Rusia de Putin y el espionaje ruso", dice a El Confidencial. "La idea de Operación Kazán surgió, precisamente, cuando escribía 'El rastro de los rusos muertos': elevé en uno o dos escalones el grado de injerencia rusa en las elecciones americanas, y de ahí nació la trama de ficción de la novela. Se suele considerar que una trilogía es la suma de tres novelas con un mismo hilo conductor. De alguna manera, Operación Kazán es la tercera parte de una trilogía imperfecta, al no tratarse de tres novelas sino de dos ensayos y una novela", señala.

placeholder Vicente Vallés. (Carlos Ruiz)
Vicente Vallés. (Carlos Ruiz)

Vallés es el primer sorprendido por este éxito, que atribuye en parte a la coyuntura internacional: "Como nunca había tenido pretensiones literarias, ni siquiera me había planteado expectativas sobre la novela. La escribí porque me lo estaba pasando bien y porque la investigación que hay que realizar para completar el relato resulta muy enriquecedora. Se aprende mucho", asegura. "Es posible que las novelas de espías perdieran algo de predicamento cuando se desintegró la Unión Soviética y parecía que la Guerra Fría había terminado. Daba la sensación de que Le Carré o Frederick Forsyth se habían quedado sin materia prima para escribir. Y esa sensación se alargó durante un par de décadas. Pero hace tiempo que vivimos en una segunda guerra fría. Hay quien no quiso verlo. Yo, por mi parte, lo expliqué con mucha claridad en El rastro de los rusos muertos. Pero ahora, con la invasión rusa de Ucrania, ya resulta una evidencia", comenta.

Cuando lo cuenta un espía real

Pero si el atractivo de Operación Kazán puede explicarse en parte por el renovado interés hacia una Rusia que reivindica con agresividad su papel en el mundo, no cabe decir lo mismo de los libros de Jaime Rocha. A priori, el tipo de historias que cuentan están muy alejadas de la actualidad: Operación Dorado Canyon relata una misión de obtención de información en la Libia de los años 80, mientras que la segunda parte, El Muro, trata sobre el seguimiento a unos etarras que intentan conseguir armas en Checoslovaquia poco antes de la desaparición del bloque del Este. En la tercera y recién publicada, Alta traición, ensalza la figura del exdirector del CESID Emilio Alonso Manglano. "Era un hombre muy rígido, muy escrupuloso. No era de hacer amigos, y eso molesta", nos dice. "Se lo debía a él, y creo que he cumplido".

placeholder El exagente del CESID (ahora CNI) Jaime Rocha relata en una entrevista a EFE su segunda novela, sobre sus vivencias en la Praga comunista de 1989. (EFE/María Traspaderne)
El exagente del CESID (ahora CNI) Jaime Rocha relata en una entrevista a EFE su segunda novela, sobre sus vivencias en la Praga comunista de 1989. (EFE/María Traspaderne)

Los libros de Rocha también parecen haber tocado la tecla correcta ante los lectores, y no solo españoles. El ex espía recibió el año pasado un premio a la mejor novela histórica en EEUU por Operación Dorado Canyon, y se encuentra en conversaciones para la adaptación cinematográfica de la obra. Aquí el morbo reside en que las tramas, según su autor, tienen un elevado componente autobiográfico, incluyendo las situaciones de mayor riesgo. "Un agente de campo desarrolla su trabajo en terreno hostil, y allí las cosas que cuento en las novelas ocurren de verdad. Hay un peligro para la vida, para la seguridad, de ser descubierto", explica Rocha a El Confidencial. Como el tener que escapar de la policía de Tánger, o la salida precipitada de Trípoli en 1986, poco antes de que la Administración Reagan ordenara el bombardeo de Libia, dos episodios que aparecen relatados en su obra. "Esas cosas pasan, y en ese sentido no hay ficción", comenta.

"Le he pasado los manuscritos de mis tres novelas al CNI", confiesa Rocha

El de Rocha es quizá un caso especial, puesto que su dedicación al género parte de su condición real de espía más que la de novelista. En ese sentido, la redacción de sus obras plantea desafíos diferentes debido al secretismo inherente a la profesión: "El estilo tiene que ser novelado. No se puede publicar un estudio de un trabajo real que haya realizado. En la novela puedes contar muchas cosas y callarte otras. No se pueden dar nombres, y hay otras cuestiones vetadas", explica. Le preguntamos si, como sucede con los funcionarios de inteligencia de otros países, el CNI exige que se le presente el manuscrito para que sea revisado antes de su publicación, para evitar la posible publicación accidental de información sensible. "No, pero yo lo he hecho, en las tres novelas", comenta.

Zarrabeitia, el espía que leía a Le Carré

En una situación similar se encuentra Pablo Zarrabeitia, con el obstáculo añadido de que sigue trabajando para el Centro Nacional de Inteligencia, con todo lo que ello conlleva, como el necesario anonimato. Por eso sus novelas no han sido publicadas por ninguna editorial, sino autoeditadas. Su estilo se inspira abiertamente en el de Le Carré, su escritor de referencia, según él mismo cuenta en redes sociales, aunque adaptando sus tramas a la realidad española, a través de las peripecias del ya icónico agente ficticio Marcos Madero: El alma de los espías se basa muy libremente en un caso real de traición acaecido en el seno del CNI hace años —y hasta aquí podemos contar—, mientras que Los hombres de la niebla aborda el arraigo de las redes nazis en Latinoamérica, en concreto en Bolivia. Zarrabeitia ha anunciado la publicación de un tercer volumen de la trilogía de Madero.

La obra de Zarrabeitia se encuentra plagada de detalles y referencias al trabajo real de la inteligencia española, y ese es el secreto de su éxito: a pesar de no contar con ningún respaldo editorial, sus novelas, gracias al boca a boca y a las recomendaciones, se han convertido en un auténtico fenómeno no solo entre los aficionados al género sino también entre los profesionales en el sector de la seguridad y la geopolítica.

"Yo no soy Pablo Zarrabeitia. No es un caso como el de Carmen Mola", bromeaba la periodista Elena Labrado durante las Jornadas Letras y Espías que se celebraron el pasado diciembre en la Universidad Rey Juan Carlos, en las que presentaba y analizaba el trabajo de Zarrabeitia ante la imposibilidad de que este diera la cara públicamente (aunque, como él mismo tuiteó posteriormente, se encontraba camuflado entre el público).

"Es un fenómeno muy de estos tiempos, con una comunidad de fervientes lectores conectados por las redes sociales. También por la posibilidad de la autopublicación, donde el control está únicamente en manos del autor, que en este caso es positivo", señaló Labrado en su ponencia, donde se alegraba de que se haya roto el monopolio anglosajón en el género. "Ya iba siendo hora de que los agentes españoles dijeran 'Aquí estamos'", aseguró la periodista. "Se ha demostrado que hay interés, que a la gente le interesa cuando se le cuentan historias que tienen mucho más que ver con ellos, más cercanas a su realidad".

"Cultura de inteligencia"

"Se necesita una cultura de inteligencia. La gente tiene que saber que hay un servicio, que hay operaciones que salen bien”, añadía Labrado "No hay que dar detalles, pero sí pistas y motivos, para que la gente sepa lo que hacen sus servicios", sostenía, y ponía el ejemplo del mundo anglosajón, donde esta cultura de la inteligencia está además sostenida por la gigantesca industria de la ficción comercial, no solo de novelas sino también de series y películas. "El nuevo jefe del MI6 es quien más ha celebrado el 50 aniversario de James Bond", indicaba a modo de ejemplo.

En el mismo sentido se expresa Rocha, que considera que sus libros y otros como los de Zarrabeitia cumplen una "labor importante de cara al reconocimiento de la sociedad, que hasta ahora tiene pocas referencias". "Yo he hablado con personas que todavía están en el servicio, o que acaban de salir, y aprecian esa labor divulgativa", indica.

"En España se publican novelas de espías de muy buena factura, y las ventas van en aumento"

"Desde hace algunos años, hay nuevos autores anglosajones que han recuperado el género. Pero también en España se publican novelas de espías de muy buena factura, y las ventas van en aumento. Además, los festivales de novela negra han incluido entre sus invitados a autores de novelas de espías", explica Vallés. "En mi caso, he tenido la ocasión de presentar mis libros en los festivales de Castellón o Tenerife. Y hace pocas semanas, en el Noir in Festival de Milán. Los autores españoles de historias de espías ya no solo generamos interés en España. Es una gran noticia".

A Rocha, en cambio, le interesa marcar distancias entre el tipo de novela que él escribe tanto de la novela negra como del 'thriller' estilo James Bond, repleto de acción pero con escasa base en el trabajo real de inteligencia. "A mí me han invitado a certámenes de novela negra, y hemos salido defraudados tanto yo como ellos, porque no esperaban que matizara tanto las diferencias", comenta.

Le preguntamos a este espía retirado si sabe de otros compañeros que hayan narrado sus experiencias o estén en proceso de hacerlo, y responde que no. "Me consta que los hay que podrían hacerlo", dice. "Yo animo a ex compañeros, y a otros en activo, a que escriban para dar a conocer el magnífico servicio de inteligencia que tenemos. Obviamente, guardando el secreto necesario, pero es bueno que se cuente".

¿Una novela de espías protagonizada por españoles y que fuese creíble? Hasta hace poco, esta idea era poco menos que una quimera. En el sector editorial se daba por descontado que la era dorada de los John Le Carré y los Tom Clancy había pasado, y que los relatos de espías en general se venden regular a día de hoy. Mucho más si sus personajes parecían marcianos a ojos de los lectores nacionales. Pero en los últimos años, tal vez en concordancia con el espíritu de los tiempos, la situación ha cambiado radicalmente.

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