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De Zamunda al olvido: cómo el reinado de Eddie Murphy en el cine americano se hundió entre escándalos
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De Zamunda al olvido: cómo el reinado de Eddie Murphy en el cine americano se hundió entre escándalos

Fue uno de los actores mejor pagados, pero con el cambio de siglo su humor quedó obsoleto. En los 80º Globos de Oro, recibirá el premio Cecil B. De Mille a toda su carrera

Foto: Eddie Murphy en una imagen de 'El príncipe de Zamunda 2'. (Paramount)
Eddie Murphy en una imagen de 'El príncipe de Zamunda 2'. (Paramount)
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Antes de la doctrina woke, del movimiento OscarSoWhite y de que en Hollywood experimentasen la epifanía de la paridad racial y de sexo, hubo un tiempo en el que Eddie Murphy fue uno de los actores afroamericanos mejor pagados del mundo. Hubo un tiempo en el que The New York Times publicaba titulares como En Hollywood se lleva el negro —no creo que hoy pasase los filtros—, en el que el redactor hablaba de que "los cineastas negros" empezaban a "ser bienvenidos en la industria del cine como nunca antes". "Prácticamente cada estudio de la ciudad tiene un proyecto con un director negro... o quiere tenerlo". ¡Oh, la inocencia! Hollywood no se había despertado un día con la vacuna de la integración racial inoculada en el cuerpo, sino que los jefazos del puro se habían dado cuenta de que existía un mercado de gente blanca que también quería ver "películas de negros", y no podían dejarlo escapar. "Uno de los factores ha sido el éxito sin precedentes de Eddie Murphy", apuntaba el artículo.

Sí, Eddie Murphy fue, en los años 80, uno de los actores mejor pagados de un Hollywood que veía a los negros como turistas foráneos. Vale que hubo afroamericanos que disfrutaron de las mieles del éxito antes que él —como Richard Pryor, James Earl Jones o Billy Dee Williams—, pero Murphy fue ubicuo durante más de una década y, sobre todo, una de las primeras estrellas negras de comedia palomitera que trascendió el muro racial. Después llegarían Will Smith con El príncipe de Bell-Air y Wesley Snipes, Samuel L. Jackson y Denzel Washington en el papel de ese actor-afroamericano-de-las-pelis-de-acción —un nicho diminuto para tantos actores—, mientras que el gansta rap de NWA, Public Enemy, Dr Dre,Tupac, Ice Cube, Queen Latifah o Ice-T salía, por fin, del gueto.

placeholder Eddie Murphy en una de sus primeras apariciones en 'Saturday Night Live'.
Eddie Murphy en una de sus primeras apariciones en 'Saturday Night Live'.

Eddie Murphy era El príncipe de Zamunda (1988) y el rey del mundo. Pero, un día, desapareció. Después de casi dos décadas de decadencia y perfil bajo —más allá que algún papel medianamente aplaudido, como el de Yo soy Dolemite en 2019—, Eddie Murphy recibe este año el Premio de Honor Cecil B. DeMille a toda una carrera que otorgan los Globos de Oro. ¿Qué pasó para que al actor más popular de los 80 se le tragase, de repente, la tierra? La respuesta podría ser: una serie de malas decisiones actorales y empresariales; varios premios Razzie a la peor interpretación del año e, incluso, de la década; un escándalo con una prostituta transexual; un hijo ilegítimo, un divorcio complicado y la obsolescencia de un humor algo chusco que pasó de moda con el cambio de milenio. Pero no.

En una escena de Babylon, la última película de Damien Chazelle, ambientada en el Hollywood de final de los años 20, cuando el sonido llegó al cine, el personaje de Brad Pitt, una antigua estrella de cine mudo, le pregunta a la Hedda Hopper de turno por qué la gente ha dejado de ir a ver sus películas y por qué su estrella se está apagando: porque ya ha pasado su tiempo y no puede hacer nada para evitarlo. Pues eso. A no ser que venga Tarantino y te señale.

El negro de las mil caras

Dicen que Eddie Murphy salvó a Saturday Night Live de la cancelación. Las audiencias del programa estaban en mínimos históricos y las caras más conocidas del programa satírico habían levantado el vuelo hacia otros lugares más cálidos. El responsable del programa decidió darle tiempo a un rookie de 19 años que había ganado un concurso de talentos en Long Island y que era conocido por las imitaciones, desde James Brown hasta Stevie Wonder. E, incluso, de gente no afroamericana. Uno de sus sketches más conocidos es el de White Like Me (Blanco como yo), una crítica al trato que Estados Unidos le da a su comunidad afro a través de un supuesto experimento en el que pasa un día en la piel de un caucásico.

"Para ver si los rumores de que Estados Unidos está dividido, Murphy se disfraza como un hombre blanco para descubrir si lo tratan diferente. Después de transformarse de negro a blanco, Murphy aprende cómo actuar como un hombre blanco estudiando la serie Dinastía y las postales navideñas de Hallmark. Su conclusión es que, para ser un hombre blanco, debe pronunciar muy bien las sílabas de las palabras y caminar con las nalgas apretadas".

En muchas de sus películas, Murphy interpreta más de un personaje. Desde los dos de la gloriosa Bowfinger, el pícaro, donde comparte pantalla con Steve Martin y en la que interpreta a un famoso actor de Hollywood y a su atontado e inocente doble, hasta los siete personajes a los que da vida en El profesor chiflado 2 (2000), donde le da igual hombre que mujer, viejo que joven, como Alec Guiness en Ocho sentencias de muerte (1949). El cómico Chris Rock dijo en una entrevista: "No es que interpretase siete personajes. Es que son siete personajes que nunca antes había hecho. No son los mismos que El príncipe de Zamunda. No son los de SNL. Son personajes totalmente nuevos".

Murphy se había pateado desde la adolescencia los clubs de stand-up comedy de su barrio, Brooklyn (Nueva York), y aspiraba a ser famoso antes de los 18. No venía de una familia dedicada al espectáculo —su padre fue un policía abatido cuando el niño tenía 10 años—, pero ya desde pequeño recuerda hacer reír a los vecinos del barrio. Con Saturday Night Live, en 1980, le llegó su primera puerta a la fama. Pero el papel que lo catapultó fue el de Límite: 48 horas (1982), acompañando a Nick Nolte. "No había muchas oportunidades para los hermanos", cuenta Tracy Morgan, antiguo compañero de Saturday Night Live, en una entrevista a The Washington Post. "Eddie no abrió la puerta. Eddie le pegó una patada a la puerta y la sacó de las bisagras. Cambió el negocio del entretenimiento al grito de 'Ha llegado un nuevo sheriff a la ciudad".

placeholder Eddie Murphy y Arsenio Hall en 'El príncipe de Zamunda'.
Eddie Murphy y Arsenio Hall en 'El príncipe de Zamunda'.

Paramount le ofreció un contrato, algo habitual en el Hollywood clásico, pero una rareza ya en los 80: fue uno de los últimos que se firmaron. Y con Paramount vivió su época de gloria gracias a la franquicia Superdetective en Hollywood y a El príncipe de Zamunda. Con 28 años ya era el rey de la comedia. Pero era negro. "Incluso si he tenido mucho éxito en el cine, nunca ha sido como el de un blanco en Hollywood", lamenta en otra entrevista con The Washington Post. "No me lo quiero tomar como un amargado, pero hay una diferencia. Si eres un negro que está en el negocio del espectáculo es diferente que si eres un blanco en el negocio del espectáculo. No me ha pasado solo a mí. ¿Cuántas películas ha hecho Denzel Washington con Steven Spielberg o Martin Scorsese? ¿Cuántas películas ha hecho Will Smith con Steven Spielberg o Martin Scorsese? ¿Cuántas películas ha hecho Tom Hanks con Steven Spielberg? ¿Y Leonardo DiCaprio con Martin Scorsese?".

En El príncipe de Zamunda, Eddie Murphy interpretó cuatro personajes, en una muestra de su destreza para cambiar de apariencia y de maneras. La película fue un taquillazo que hoy es un clásico básico del humor. La trama trata de un príncipe africano que viaja a Estados Unidos en busca de una mujer que lo quiera de verdad, y no por ser príncipe, una excusa para reírse de los estereotipos de barrios con mayoría afro como Harlem o Queens. El humor de Murphy, disparando palabras como una metralleta, abriendo los ojos como lo hacía Screamin' Jay Hawkins, haciendo política desde la parodia, lo convirtió en uno de esos actores que ganan hasta 15 millones de dólares por una película —lo que hoy serían, según la inflación, unos 25 millones—, como apareció en su cheque por Superdetective en Hollywood (1994). Incluso el abuso de la palabra joder y sus derivados no fue para él un cortapisas, sino una marca de la casa: su especial de comedia Raw de 1987 batió el récord: 223 veces que la palabra fuck salió de sus labios.

Una nueva faceta familiar

Los 90 fueron para Murphy un giro en su carrera hacia un cine más familiar, quizá porque en 1989 nació el primero de sus 10 hijos, Eric Murphy. Y su carrera empezó a estancarse: El profesor chiflado (1996), Dr. Doolittle (1998), El gurú (1998), blockbusters que ambicionaban convertirse en la película familiar del año, pero que fueron minando la percepción de Murphy como la estrella de antaño. En 1995, The New York Times sentenciaba, respecto a su trabajo en Un vampiro suelto en Brooklyn de Wes Craven: "Eddie Murphy como un muerto viviente, no es una mala descripción de su carrera". Pero todavía le quedaba interpretar al burro de Shrek (2001), una película que fue un gran éxito de taquilla que dio lugar a varias secuelas.

Tampoco ayudó a su carrera verse salpicado con un escándalo sexual en 1997: la policía lo pilló con una prostituta transexual de 20 años que había quebrantado la libertad provisional. Su cara y la de la prostituta aparecieron en todos los tabloides, al igual que las excusas que dio el actor: "Tenía insomnio, así que salí a dar una vuelta con el coche. Me encontré con alguien que parecía estar en apuros y me ofrecí para llevarla donde necesitase. Esto me pasa por ser un buen samaritano". No sonó demasiado convincente.

placeholder Un fotograma de 'Pluto Nash'. Sí, es así de cutre.
Un fotograma de 'Pluto Nash'. Sí, es así de cutre.

La puntilla llegó en 2002, con la comedia espacial Pluto Nash, que todavía es hoy uno de los mayores batacazos de la historia del cine: 100 millones de dólares de presupuesto, siete millones de recaudación en todo el mundo. "En mi casa no celebramos Halloween; celebramos Pluto Nash", bromea el actor. En Hollywood creen mucho en el gafe, en la mala suerte y en todo tipo de supersticiones contagiosas, por lo que, si se acaba tu tiempo, debes esperar a que alguien, por piedad, te redima una década después. El teléfono dejó de sonar y los siguientes proyectos de Murphy o se estrenaron directamente en vídeo o le granjearon las peores críticas. Parecía que Dreamgirls (2006), junto a Beyoncé, podía ser su tabla salvavidas. En parte lo fue gracias a su nominación al Oscar como mejor actor de reparto, pero justo coincidió con la ruptura con el divorcio de su entonces mujer, Nicole, madre de cinco de sus hijos. "Fue tan doloroso, estresante y traumático, lo peor que ha experimentado nadie al margen de la muerte". Algo tuvo que ver, probablemente, el lío secreto que Murphy tuvo con Melanie Brown, la Scary Spice, que acabó en los tribunales por la cuestión de la paternidad de Iris, la hija de ambos, a la que Murphy se negó a reconocer.

Pero fue en 2010 cuando Murphy decidió tomarse un tiempo de descanso, después de que los Razzies lo consideraran el peor actor de la década. Lo que no sabía él es que el descanso ya se lo había dado Hollywood. En una entrevista con la revista Today, Murphy admite que el hiato fue mayor de lo que él pensó en un principio. "Solo iba a tomarme un año sabático. Pero, de repente, habían pasado seis años y estaba sentado en el sofá, y pensé que podía quedarme toda la vida sin salir del sofá. Pero no quiero que lo último que vean de mí es mierda, así que tengo que levantarme del sofá, hacer algo y recordarles que soy gracioso". Y lo consiguió con Mi nombre es Dolemite (2019), con la que recibió una nominación a mejor actor de comedia o musical.

Ahora, Murphy, gracias al galardón Cecil B. DeMille, vuelve a recibir el reconocimiento a toda una carrera, y lo hace desde su mansión de 32 habitaciones en Los Ángeles, con seis nominaciones a los Globos de Oro y una al Oscar. Si eso no es haber tenido éxito en la vida, que bajen los viejos dioses cis-blancos-heteros-anglosajones de Hollywood y lo vean.

Antes de la doctrina woke, del movimiento OscarSoWhite y de que en Hollywood experimentasen la epifanía de la paridad racial y de sexo, hubo un tiempo en el que Eddie Murphy fue uno de los actores afroamericanos mejor pagados del mundo. Hubo un tiempo en el que The New York Times publicaba titulares como En Hollywood se lleva el negro —no creo que hoy pasase los filtros—, en el que el redactor hablaba de que "los cineastas negros" empezaban a "ser bienvenidos en la industria del cine como nunca antes". "Prácticamente cada estudio de la ciudad tiene un proyecto con un director negro... o quiere tenerlo". ¡Oh, la inocencia! Hollywood no se había despertado un día con la vacuna de la integración racial inoculada en el cuerpo, sino que los jefazos del puro se habían dado cuenta de que existía un mercado de gente blanca que también quería ver "películas de negros", y no podían dejarlo escapar. "Uno de los factores ha sido el éxito sin precedentes de Eddie Murphy", apuntaba el artículo.

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