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John le Carré, el hombre que fijó la Guerra Fría en nuestra imaginación
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muere el novelista británico a los 89 años

John le Carré, el hombre que fijó la Guerra Fría en nuestra imaginación

Los espías de sus páginas son cínicos, muchas veces borrachos; en ocasiones, más que guiados por el idealismo político, parecen buscar en el espionaje la excitación

Foto: El escritor británico John le Carré. (Reuters)
El escritor británico John le Carré. (Reuters)

En 1963, cuando publicó 'El espía que surgió del frío', David Cornwell (1931) llevaba más de una década colaborando y trabajando en el MI5, el servicio de espionaje británico. Había sido reclutado, como tantos otros de su generación, por su dominio del alemán a finales de los años cuarenta, cuando se empezaban a poner las bases de la feroz competencia entre el mundo comunista y el capitalista que se conocería como Guerra Fría. Su trabajo consistía en reclutar a espías en el mundo soviético y luego mantener el contacto con ellos para que le pasaran información y coordinar sus acciones. También había publicado dos novelas bajo el seudónimo de John le Carré porque el MI5 le impedía firmar con su nombre real. Habían tenido un éxito modesto. Pero 'El espía que surgió del frío' lo cambió todo. En ella, un espía británico finge ser un desertor en la Alemania del Este para conseguir información sobre alguien que podría ser un agente doble. El MI5 le permitió publicarla porque sus superiores consideraron que era tan completamente ficticia que nadie podría sospechar que su autor era un espía de verdad. Pero los lectores de medio mundo opinaron lo contrario: les pareció tan realista que, desde entonces, la imagen popular de los espías de la Guerra Fría estaría modelada por esa gran novela y las posteriores de John le Carré, que ha fallecido este 13 de diciembre a los 89 años a causa de una neumonía, según su agente literario.

Aparentemente, el tema central de la obra de Le Carré es el enfrentamiento entre los soviéticos y los capitalistas. Los espías de sus páginas son cínicos, muchas veces borrachos; en ocasiones, más que guiados por el idealismo político, parecen buscar en el espionaje la excitación que no les produce ninguna otra actividad de su vida. Su trabajo consiste en explotar las debilidades de los demás: la manera en que la vanidad o el rencor nos pueden llevar a delatar a alguien o a traicionar a nuestros aliados más antiguos. Y con frecuencia, son víctimas de su propia debilidad. Pero en la obra de Le Carré siempre había presente otra idea: la de que, a pesar de su retórica sobre la libertad y la superioridad del mundo democrático sobre el comunista, los métodos del espionaje occidental eran sucios y carecían de principios morales.

Foto: El novelista británico John le Carré. (EFE)

En los años setenta, Le Carré publicó algunas de sus mejores novelas: 'El topo', 'El honorable colegial' y 'La gente de Smiley', protagonizadas por este último, George Smiley, un espía que es lo contrario de James Bond: es bajo, calvo, tiene sobrepeso y lleva unas gafas de gruesa pasta negra; con frecuencia es ignorado o hasta maltratado, pero es implacable y alcanza un enorme poder, en parte, porque consigue que los demás le infravaloren constantemente. Se convirtió en alguien casi tan famoso como James Bond, pero por las razones contrarias: parecía encarnar determinadas virtudes británicas, como la implacabilidad tras un aspecto anodino, la indiferencia hacia el día a día de la política o la capacidad para recurrir a métodos radicales para lograr un objetivo.

Las novelas de Le Carré estaban maravillosamente escritas, y no solo fue uno de los fundadores del género en los tiempos de la Guerra Fría, sino uno de los pocos que fueron reconocidos como un gran escritor, y no como un autor de un género para consumo de masas. Se hicieron series y películas de sus obras y vendió más de 60 millones de ejemplares en todo el mundo.

Pero si 'El espía que surgió del frío' fue publicada un año antes de que se construyera el Muro de Berlín, la carrera de Le Carré siguió después de que este cayera, en 1989, y después colapsara el mundo soviético. Aún publicó novelas brillantes sobre asuntos de actualidad como las grandes farmacéuticas, el tráfico de armas o la guerra contra el terror.

En 2017, sin embargo, volvió a su viejo mundo con 'El legado de los espías', en la que un viejo espía británico retirado, que había trabajado en Alemania del Este, es llamado a dar explicaciones sobre una vieja operación (la de 'El espía que surgió del frío') y puede constatar cómo ha cambiado el espionaje: ahora hay tecnología por todas partes, ya no se fuma en la sede de la organización de Inteligencia británica y los espías parecen simples burócratas a las órdenes de políticos metomentodo.

Foto: John Le Carré. (EFE) Opinión

En su último libro, extraordinariamente meritorio para haber sido publicado a los 88 años, 'Un hombre decente', Le Carré se adentraba en el mundo más actual: Brexit, Trump, Putin y el renovado papel de los espías frente a cuestiones como la invasión de Ucrania o la conversión de parte de los luchadores contra el comunismo en simples mafiosos en países del Este.

Le Carré no fue solo un gran novelista. Fue quien de alguna manera inventó la imagen que muchos hemos tenido de la Guerra Fría y la lucha entre dos modelos políticos. Una lucha que dominó por completo la política, la economía y la cultura durante 40 años. Y que, en cierto modo, no terminó en 1989, sino ayer, cuando murió quien escribió las mejores historias de sus rincones más inmorales y crueles.

En 1963, cuando publicó 'El espía que surgió del frío', David Cornwell (1931) llevaba más de una década colaborando y trabajando en el MI5, el servicio de espionaje británico. Había sido reclutado, como tantos otros de su generación, por su dominio del alemán a finales de los años cuarenta, cuando se empezaban a poner las bases de la feroz competencia entre el mundo comunista y el capitalista que se conocería como Guerra Fría. Su trabajo consistía en reclutar a espías en el mundo soviético y luego mantener el contacto con ellos para que le pasaran información y coordinar sus acciones. También había publicado dos novelas bajo el seudónimo de John le Carré porque el MI5 le impedía firmar con su nombre real. Habían tenido un éxito modesto. Pero 'El espía que surgió del frío' lo cambió todo. En ella, un espía británico finge ser un desertor en la Alemania del Este para conseguir información sobre alguien que podría ser un agente doble. El MI5 le permitió publicarla porque sus superiores consideraron que era tan completamente ficticia que nadie podría sospechar que su autor era un espía de verdad. Pero los lectores de medio mundo opinaron lo contrario: les pareció tan realista que, desde entonces, la imagen popular de los espías de la Guerra Fría estaría modelada por esa gran novela y las posteriores de John le Carré, que ha fallecido este 13 de diciembre a los 89 años a causa de una neumonía, según su agente literario.

Aparentemente, el tema central de la obra de Le Carré es el enfrentamiento entre los soviéticos y los capitalistas. Los espías de sus páginas son cínicos, muchas veces borrachos; en ocasiones, más que guiados por el idealismo político, parecen buscar en el espionaje la excitación que no les produce ninguna otra actividad de su vida. Su trabajo consiste en explotar las debilidades de los demás: la manera en que la vanidad o el rencor nos pueden llevar a delatar a alguien o a traicionar a nuestros aliados más antiguos. Y con frecuencia, son víctimas de su propia debilidad. Pero en la obra de Le Carré siempre había presente otra idea: la de que, a pesar de su retórica sobre la libertad y la superioridad del mundo democrático sobre el comunista, los métodos del espionaje occidental eran sucios y carecían de principios morales.

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