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Este tipo es el mayor trepa del mundo (Mundial)
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Este tipo es el mayor trepa del mundo (Mundial)

Salt Bae tocó techo en el arte de la escalada social durante la Copa del Mundo de Fútbol de Qatar

Foto: El cocinero turco Nusret Gokce 'Salt Bae' en un partido en Dubái en enero de 2021. (EFE/EPA/Ali Haider)
El cocinero turco Nusret Gokce 'Salt Bae' en un partido en Dubái en enero de 2021. (EFE/EPA/Ali Haider)

Hace años, cuando penaba mi condición de escritor primerizo, alguien con experiencia y buena voluntad me resumió la carrera literaria en una frase: “Ser escritor es escribir, y esto”. Esto era una fiesta llena de gente del mundo editorial.

En realidad, cualquier trabajo más o menos progresivo, susceptible de avances y con un podio nacional o global (fregar suelos, por ejemplo, no tiene podio: no sirve de mucho hacerlo peor o mejor; ser político, sí) cuenta con ese margen de mejora que supone saber relacionarse, saber estar, saber no estar y ser un perfecto relaciones públicas. Es lo que se conoce como trepar. Así, puedes escribir buenas novelas, hacer buena música o (soñemos) ser un político honrado, pero serás menos exitoso que tu par si él cuenta con el don fundamental, que no es otro que la sabiduría publicitaria, sean cuales sean sus otras aptitudes. Al final, el éxito se decide en una carrera entre publicistas.

Alguien con experiencia me resumió la carrera literaria en una frase: "Ser escritor es escribir, y esto". Esto era una fiesta del mundo editorial

Viene todo esto a la aparición en nuestras vidas (hasta entonces, no necesitadas en modo alguno de la presencia de otro personajucho) de, en efecto, un personajucho de nuevo cuño, turco por más señas y avispadísimo. Se llama Nusret Gökçe y se le conoce por el salpimentado apodo de Salt Bae. Es una mezcla, diría que muy precisa, entre el cocinero José Andrés y el pequeño Nicolás. Por si no lo han notado, José Andrés también es, antes que nada, un publicista profesional.

La primera noticia que tuvimos de Salt Bae fue un tuit viral. Se trataba del clásico lance posprandial que, en tardes sin magnicidios ni rebajas en el delito de malversación, entretiene al respetable. En este caso, era un simple tique de restaurante: 160.000 euros por una comida. El propio Salt Bae, dueño de la cadena carnívora Nusr-Et, lo hizo público, muy orgulloso de ser capaz de endosar a la gente todos esos ceros por sentarse a una de sus mesas.

Visto en perspectiva, este tique apoteósico era solo el aldabonazo de salida de toda una patética, genial y otra vez lamentable campaña de promoción de los restaurantes de un carnicero autoparódico (Salt Bae es, sí, carnicero y cocinero, aunque lo primero se le nota más). Llegado el Mundial, nuestro hombre excesivamente bronceado, tirante de trajes de 6.000 dólares y maligno de gafitas de sol de cristales redondos y con montura dorada no iba a dejar sin rematar ni un solo pase de gol entre los tres palos de la autopromoción. ¿Qué hacía Salt Bae en Qatar? ¿Cómo accedía a los partidos, los palcos, los terrenos de juego, las selecciones, las estrellas, las altas esferas organizativas y, además, siempre grabando y publicando estas intromisiones?

placeholder Salt Bae en la celebración de Argentina. (YouTube/La Gambeta)
Salt Bae en la celebración de Argentina. (YouTube/La Gambeta)

Fácil: amabilidad, untuosidad, regalos, dinero. Al igual que ese mesón en Riaza (Segovia) en cuya pared hay 20 o 30 fotos colgadas al tresbolillo donde se ve a una estrella muerta de la tele, a un futbolista retirado, a un político nacional random o a una chica que una vez fue famosa y algunos aún recuerdan por qué (todos fotografiados en el propio salón del restaurante junto al dueño; normalmente, este pasa el brazo por los hombros de su presa), Salt Bae trabaja su propio muro cutre de capital simbólico, pero a nivel planetario. Infantino, Messi, Neymar. El marco, sí, lo pone Instagram.

Salt Bae trabaja su propio muro cutre de capital simbólico, pero a nivel planetario. Infantino, Messi, Neymar. El marco, sí, lo pone Instagram

Cuando inauguró su embajada de carne braseada en Nueva York, nada menos que Benzema, J. Balvin o Maluma grabaron un vídeo dándole la enhorabuena y deseándole mucha suerte. Todos esos vídeos los iba colgando Salt Bae en su cuenta de Instagram. ¿Pagó por ellos? ¿Hace algo gratis quien tiene (Benzema, J. Balvin, Maluma) todo el dinero del mundo?

Durante la competición futbolística, las selecciones que tenían más posibilidades de alzarse con el trofeo y que, además, gozaban de mayor magnetismo mediático acabaron todas comiendo en el restaurante de Salt Bae (espero que no pagando). Estas comidas surtieron de decenas de fotos y vídeos al cocinero ascendente, y si alguien resultaba en ese material protagonista, central y electrizante era justamente él. El publicista profesional sabe que lo importante no es lo que se hace, sino únicamente lo que se ve. ¿Qué más da que un cantante de fama planetaria no se haya quedado ni con tu nombre si consigues una foto donde se os ve abrazados, en representación inexpugnable de la amistad? El arte del trepa es un arte del instante: en el instante crítico, Lewandowski, Messi, Ana de Armas o quien sea debe parecer tu mejor amigo, íntimo como de habértelo llevado a la cama.

placeholder Salt Bae junto al seleccionador italiano Roberto Mancini y Saeed Hareb, secretario general de Deportes de Dubái. (EFE)
Salt Bae junto al seleccionador italiano Roberto Mancini y Saeed Hareb, secretario general de Deportes de Dubái. (EFE)

Esta impresión, sospechosamente verídica, transmitían las imágenes de Salt Bae con Gianni Infantino, presidente de la FIFA. No sé cuántos encuentros entre ambos hemos contemplado, y en ellos Infantino parecía más interesado en abrazar, dejarse ver y dejarse corromper que el propio artista del trapecio. No olvidemos que la FIFA, históricamente, es por definición un grupo de hombres sin talento que hacen cosas que no vemos hasta que salen en el periódico o en una vista judicial.

Salt Bae, aquí, sigue al pie de la letra el pequeño manual del trepa impecable, cuyo primer dogma reza así: piensa solo en los que son realmente grandes. No hay que hacerse amigo del subsecretario de la FIFA para Oriente Medio, ni del cuarto árbitro del Brasil-Croacia. Hay que hacerse amigo del jefe de todo esto.

No hay que hacerse amigo del subsecretario de la FIFA para Oriente Medio. Hay que hacerse amigo del jefe de todo esto

Completada la misión (ser el mejor amigo auténtico de Infantino), poco sorprende que Salt Bae saltara al terreno de juego después de la final y pudiera ir uno por uno robándoles el trofeo dorado a todos los jugadores que acababan de ganarlo. ¿Quién cojones es este tipo?, queremos creer que se preguntaban. No, no se lo preguntaban ni Di María ni Dibu ni nadie. Porque, si un señor está pisando el campo de fútbol después de la final, y viene hacia ti con la total seguridad de que sabes quién es y de que puede arrebatarte la Copa del Mundo delante de tus hijos para hacer como que le echa sal (genialidad absoluta, reconozcámoslo), entonces crees que ese tipo, sí, tiene todo el derecho a hacerlo. Alguien será.

La conclusión demoledora de este sainete es que, como pueden ver, todos sabemos ya quién es Salt Bae y qué restaurantes lleva; solo estamos esperando a que abra uno en nuestra ciudad para gastarnos 160.000 euros en él como mínimo. Un éxito irreversible de la publicidad sin escrúpulos.

Nota al margen para el hecho de que en 2022, con todo el tostón que nos dan contra la ingesta de carne, hayamos visto, gracias al Mundial y a Salt Bae, más trozos de carne cruda, más chuletones, más cuchillos abriendo vísceras y más famosos salando filetes que en todos los programas de cocina que grabó Karlos Arguiñano en 25 años.

Hace años, cuando penaba mi condición de escritor primerizo, alguien con experiencia y buena voluntad me resumió la carrera literaria en una frase: “Ser escritor es escribir, y esto”. Esto era una fiesta llena de gente del mundo editorial.

Mundial de Qatar 2022
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