Los cinco libros de historia más fascinantes y originales que han sacudido 2022
Nuevas hipótesis y visiones innovadoras, ensayos e investigaciones que alteran la comprensión de algunos de los acontecimientos que lo cambiaron todo
Ha sido un año salvaje en la publicación de libros de historia sorprendentes, agresivos, con hipótesis de esas que alzan el vuelo de la imaginación y permiten soñar con otros pasados posibles. A continuación, recordamos algunos de los mejores títulos.
De la Edad Media nos separa un suspiro, mil años no son nada si aceptamos, como decía el biólogo evolutivo y mirmecólogo tuerto E. O. Wilson, que "hemos creado una civilización de La Guerra de las Galaxias, con emociones de la Edad de Piedra, instituciones medievales y tecnología que parece de dioses". Es esta fascinante partida la que juega el historiador británico Ian Mortimer (1967) en un libro fantástico.
"¿Cómo se saludaba la gente en la Edad Media? ¿Cómo era su sentido del humor? ¿Qué distancia recorría la gente común en sus viajes? El mero hecho de escribir la historia atendiendo a los factores que estimulan nuestra curiosidad nos obliga a sopesar un cierto número de cuestiones que la historia tradicional tiende a pasar por alto". Adiós historia virtual, bye, bye, ucronía, ocupen sus asientos y pónganse cómodos, el viaje en el tiempo está a punto de comenzar.
La fama espectacular que la posteridad decidió otorgar a Fernando de Magallanes es tan excepcional como lo fue su fracaso rotundo y sin paliativos. En la expedición que labró su celebridad perdió la mayoría de los navíos y de la tripulación, de la que apenas un puñado de hombres no murieron ni desertaron. Pese al mito, el beneficio económico de la empresa fue nulo. Y ni siquiera logró su destino declarado: hallar una ruta más corta que uniera España y las islas de las Especias. Nunca pretendió circunnavegar el planeta, cometió errores fatales, desencadenó motines, manifestó una ambición desmedida, una conducta sanguinaria y destructiva con los pueblos indígenas, como, por otra parte, el resto de conquistadores de su tiempo y murió a mitad del camino sin fundar colonia alguna dejando al español Juan Sebastián Elcano la gesta —dudosa— de culminar la travesía. En realidad, no sabemos quién fue Magallanes realmente. Pero hay un hombre que sí lo sabe.
El español Felipe Fernández-Armesto (Londres, 1950), uno de nuestros principales historiadores internacionales, profesor en la universidad de Notre-Dame (EEUU) asegura que sabe de Magallanes "todo lo que a alguien le pueda caber en la cabeza". "Puedo desmontar las contradicciones presentes en las pruebas disponibles. Puedo reprochar ciertos errores a algunos de mis predecesores y deshacer nudos en la cronología. Puedo enfocar mejor detalles desdibujados hasta ahora: sé, por ejemplo, cuántas flechas (21.600) y agujas de brújula (35) aparecen en las listas de embarque de los navíos de Magallanes, y cuántos relojes de arena (18), cuántos barriles de anchoa y cuántas toneladas de galleta. También creo que sé —o intuyo convincentemente— mucho acerca de lo que anidaba en su corazón: su ambición social trágicamente fallida, su heroico autoengaño, sus irritantes aires de superioridad moral, su sentido del humor veteado de crueldad".
Iósif Vissariónovich Dzhugashvili lució una vez más aquella noche del 5 de mayo de 1941 su excepcional capacidad oratoria ante los dos mil graduados de la academia militar que escuchaban atentos en el salón Andreevski en el Krémlin de Moscú. El secretario general Stalin, como se le conocía desde su aguerrida militancia juvenil bolchevique, peroró sin mirar un papel durante 45 minutos irradiando una fuerza y confianza avasalladoras, cantó a la superioridad imbatible de un Ejército Rojo aumentado y dotado con las más modernas e innovadoras armas y propuso un brindis a la salud de las tropas soviéticas antes de dejar paso al teniente general M.S. Jozin. Pero nada más coger el testigo, el director de la academia cometió un error catastrófico. Comenzaba el pobre hombre a elogiar la "política de pacificación" cuando Stalin le interrumpió abruptamente: aquella era una política anticuada propia de "burgueses o estúpidos" con la que no ganarían "ni un palmo más de territorio". Era urgente pasar a la ofensiva, no habría paz para los nazis... ni para los capitalistas. "Habrá guerra", concluyó.
En Occidente, el conflicto global que va de 1939 a 1945 ha quedado fijado en la memoria colectiva como la guerra de Adolf Hitler. El cabo austriaco y frustrado pintor de cuadros se alza como el gran villano de la conflagración, el que la inició con la invasión alemana de Polonia el 1 de septiembre de 1939, el que movilizó los ejércitos de medio mundo para vencerle y los nazis son los enemigos siempre presentes en la cultura popular, de Casablanca a Malditos bastardos, sin olvidar Indiana Jones. Pero esta visión cojea si observamos los acontecimientos con atención, algo nos falta. En el este de Europa, en la inmensidad de Asia, la huella del Führer es casi residual si la comparamos con la del georgiano bajito y extraordinariamente tenaz que debe ser ya reconocido como el verdadero protagonista de la lucha, el que engañó a todos, el vencedor indubitable, el camarada Stalin. Hay otra visión que cambia todo lo que creíamos saber de aquellos años, según defiende el historiador estadounidense Sean McMeekin en un libro tan espectacular como rompedor.
A sus 36 años Georg Wilhelm Friedrich Hegel no sabía aún que Fenomenología del Espíritu iba a convertirse en uno de los tratados de filosofía más influyentes de la historia. En aquel momento solo quería salvar aquella única copia para hacérsela llegar a su editor atravesando la línea del frente y cobrarla. Necesitaba aquel dinero. Cuando cruzaba a toda prisa las calles de la ciudad en llamas para despachar el manuscrito en la última diligencia que salía de Jena, Hegel se topó de pronto con Napoleón a caballo y se quedó paralizado. Poco después, escribió a un amigo: "He visto al emperador, esta alma del mundo, patrullando por la ciudad. Es realmente una sensación maravillosa ver a un individuo así, que, concentrado aquí, en un solo punto, sentado en un caballo, abarca todo el mundo y lo domina".
"Es una escena que te la encuentras en una novela y no te parece verosímil. Cuando supe de ella, me dije, madre mía, este debe ser el final de mi libro". Quien habla es la ensayista británica de origen alemán Andrea Wulf y el libro al que se refiere y que acaba de publicarse en España es
La Prehistoria de la humanidad es un mapa en blanco casi sin referencias. Decenas de miles de años previos a la invención de la escritura con restos escasos y dispersos, donde las afirmaciones categóricas sobre los modos de vida de nuestros antepasados debieran estar fuera de lugar. Cómo es posible entonces que una serie de bestsellers sobre el origen de la civilización hayan tenido tanto éxito en los últimos años plagados de explicaciones elocuentes acerca del surgimiento de la agricultura, de la jerarquía, del estado, o de la civilización en su conjunto cuyas ondas concéntricas llegan hasta el presente.
El antropólogo David Graeber y el arqueólogo David Wengrow defienden en
Ha sido un año salvaje en la publicación de libros de historia sorprendentes, agresivos, con hipótesis de esas que alzan el vuelo de la imaginación y permiten soñar con otros pasados posibles. A continuación, recordamos algunos de los mejores títulos.