Desmontando a Fernando de Magallanes: la verdadera historia de un fracasado
El historiador español Felipe Fernández-Armesto publica 'Magallanes, más allá del mito', un libro revolucionario que socava la leyenda del marinero portugués que protagonizó la primera vuelta al mundo
Las dos galaxias enanas satélites de nuestra Vía Láctea fueron bautizadas como Nubes de Magallanes, al igual que sendos cráteres en la Luna y Marte, un asteroide del sistema Solar, unos telescopios en Chile y la misión que la Nasa lanzó a Venus en 1989. Numerosos premios y sociedades científicas lucen el nombre de Magallanes por todo el mundo, como también varias sociedades mercantiles, sistemas de GPS, empresas aeroespaciales, cruceros, regatas, compañías sanitarias, caballos de carreras, grupos de rock, videojuegos, casas de subastas, residencias de la tercera edad y marcas de bragas femeninas. Por no hablar del Estrecho que lleva su nombre y que el conquistador portugués dobló por primera vez en 1520 en aquella primera vuelta al mundo que él no culminaría. Portugueses, entre quienes nació, y españoles, a los que pertenecía por naturalización, se disputan el privilegio de llamarlo compatriota, pero la importancia mundial de su figura trasciende los nacionalismos.
Llegar a América en 1492 fue una gesta, pero para los conquistadores españoles —y para sus fieros competidores portugueses— se trató de una gesta secundaria. Cuando quedó claro que lo que parecían las codiciadas tierras de China y la India era en realidad otro continente que había brotado inoportunamente en medio, los incansables navegantes de Castilla se esforzaron sin éxito por circunnavegar sus costas hacia un Sur que parecía interminable a la busca de un paso que les permitiera proseguir su camino en pos de las riquezas de las islas de las Especias. Entre los años 1519 y 1522, el portugués Fernando de Magallanes y el español Juan Sebastián Elcano lograron la proeza de encontrar el ansiado Estrecho y dar la vuelta al mundo. ¿Pero fue tal proeza?
La fama espectacular que la posteridad decidió otorgar a Fernando de Magallanes es tan excepcional como lo fue su fracaso rotundo y sin paliativos. En la expedición que labró su celebridad perdió la mayoría de los navíos y de la tripulación, de la que apenas un puñado de hombres no murieron ni desertaron. Pese al mito, el beneficio económico de la empresa fue nulo. Y ni siquiera logró su destino declarado: hallar una ruta más corta que uniera España y las islas de las Especias. Nunca pretendió circunnavegar el planeta, cometió errores fatales, desencadenó motines, manifestó una ambición desmedida, una conducta sanguinaria y destructiva con los pueblos indígenas, como, por otra parte, el resto de conquistadores de su tiempo y murió a mitad del camino sin fundar colonia alguna dejando al español Juan Sebastián Elcano la gesta —dudosa— de culminar la travesía. En realidad, no sabemos quién fue Magallanes realmente. Pero hay un hombre que sí lo sabe.
El español Felipe Fernández-Armesto (Londres, 1950), uno de nuestros principales historiadores internacionales, profesor en la universidad de Notre-Dame (EEUU) asegura que sabe de Magallanes "todo lo que a alguien le pueda caber en la cabeza". "Puedo desmontar las contradicciones presentes en las pruebas disponibles. Puedo reprochar ciertos errores a algunos de mis predecesores y deshacer nudos en la cronología. Puedo enfocar mejor detalles desdibujados hasta ahora: sé, por ejemplo, cuántas flechas (21.600) y agujas de brújula (35) aparecen en las listas de embarque de los navíos de Magallanes, y cuántos relojes de arena (18), cuántos barriles de anchoa y cuántas toneladas de galleta. También creo que sé —o intuyo convincentemente— mucho acerca de lo que anidaba en su corazón: su ambición social trágicamente fallida, su heroico autoengaño, sus irritantes aires de superioridad moral, su sentido del humor veteado de crueldad".
Todo este caudal de conocimiento lo vuelca Fernández-Armesto en su nuevo libro:
PREGUNTA. "El fracaso es nefasto para la felicidad, pero puede ser propicio para la fama", arranca su libro. ¿Qué azares tornaron a uno de los mayores fracasados de la historia en uno de sus mayores héroes?
RESPUESTA. Hasta cierto punto el éxito es una función de la cultura que le rodea. En Japón, el culto al fracaso trágico y heroico es parte innegable de la cultura, manifestada por ejemplo en el caso de Saigo Takamori, "el último samurái", líder de una rebelión reaccionaria y condenada en el siglo XIX. Los ingleses también son muy adictos al fracaso, al "espíritu de Dunquerque", como dicen ellos, celebrando el heroísmo de uno de sus mayores desastres militares. En España, incluso, contamos que "más vale honor sin barcos que barcos sin honor". El ejemplo más claro y más universal es el de Cristo, que triunfó muriendo entre ladrones.
Creía, como todo el mundo, que el primer circuito del mundo tuvo ganancias
P. ¿Cuál fue para usted el hallazgo más sorprendente e inesperado en su investigación sobre el explorador portugués, aquel que más profundamente socavó sus percepciones previas?
R. Siempre intento prescindir de perjuicios cuando empiezo una investigación. Pero creía, como todo el mundo, que el primer circuito del mundo tuvo ganancias. Resulta que no: los gastos eran muy superiores al valor de las especias que Elcano llevó a casa. Casi todo lo que viene en el libro sorprenderá a los lectores —aun los más instruidos— ya que resulta que Magallanes sabía poco del arte de la navegación, que ni logró ningún descubrimiento científico importante, que ni se le hubiera ocurrido el plan de dar la vuelta al mundo, que ni tuvo ninguna intención de llegar a las Molucas, que su religiosidad le sobrevino solo cuando estuvo desesperado, y que —si mi argumento es cierto— fue el arquitecto consciente y determinante de su propia muerte.
Magallanes era un aventurero entrañable, cuya irresponsabilidad temeraria llevó a la catástrofe y a la extinción de su expedición
P. Lo más importante en su biografía, al margen de la conducta ávida de riquezas y su maltrato a los indígenas, que puede contextualizarse dentro su época, ¿sería su negligencia e irresponsabilidad como marino y capitán general de la empresa que culminó con la primera vuelta al mundo, como usted señala?
R. Sí. Los pecados —que a fin de cuentas son rutinarios y todos los cometemos— no me interesan tanto como los defectos de carácter, que son los ingredientes de nuestra individualidad. Magallanes era un aventurero entrañable, cuya irresponsabilidad temeraria llevó a la catástrofe y a la extinción del noventa por ciento de la gente de su expedición.
P. ¿Y qué decir de nuestro compatriota Elcano? ¿Fue el verdadero héroe de aquella gesta relegado injustamente del papel protagonista?
R. No quiero hablar de heroísmo. Los héroes son partidarios. Solo los santos, cuyo significado es universal, merecen alabarse. Elcano, desde luego, traicionó a su jefe, desobedeció a su rey, y contó una versión mentirosa de la narración del viaje. Tuvo el valor de sacar adelante a los pocos sobrevivientes, sin la virtud de hacerlo por caridad ni altruismo.
Las dos galaxias enanas satélites de nuestra Vía Láctea fueron bautizadas como Nubes de Magallanes, al igual que sendos cráteres en la Luna y Marte, un asteroide del sistema Solar, unos telescopios en Chile y la misión que la Nasa lanzó a Venus en 1989. Numerosos premios y sociedades científicas lucen el nombre de Magallanes por todo el mundo, como también varias sociedades mercantiles, sistemas de GPS, empresas aeroespaciales, cruceros, regatas, compañías sanitarias, caballos de carreras, grupos de rock, videojuegos, casas de subastas, residencias de la tercera edad y marcas de bragas femeninas. Por no hablar del Estrecho que lleva su nombre y que el conquistador portugués dobló por primera vez en 1520 en aquella primera vuelta al mundo que él no culminaría. Portugueses, entre quienes nació, y españoles, a los que pertenecía por naturalización, se disputan el privilegio de llamarlo compatriota, pero la importancia mundial de su figura trasciende los nacionalismos.
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