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Normas para viajar en una máquina del tiempo a la Edad Media y no acabar en la picota
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Normas para viajar en una máquina del tiempo a la Edad Media y no acabar en la picota

Llega al fin a España un libro fantástico del historiador británico Ian Mortimer: 'Guía para viajar en el tiempo a la Inglaterra medieval: un manual para todo el que visite el siglo XIV' (Capitán Swing)

Foto: Representación medieval de la picota en la Edad Media
Representación medieval de la picota en la Edad Media

Imaginen a un historiador del futuro que investigara cómo era la vida a principios del siglo XXI. ¿Qué fuentes tendría disponibles? Algunos libros supervivientes de los nuevos siglos oscuros que vendrán, tal vez un puñado de fotografías y restos digitalizados de películas, ruinas arqueológicas y el contenido putrefacto de algunos vertederos municipales. Y, sin embargo, lo más obvio parece lo más difícil de ver.

Dado que la naturaleza humana fue y será inmutable hasta que nuevas alteraciones cromosómicas bifurquen el curso de la historia evolutiva de la especie en los millones de años que aguardan, la mejor comprensión del pasado pasa por aceptar que aquellos tipos, con sus pequeñas modificaciones tecnológicas dignas de mención, éramos nosotros mismos.

Foto: Un soldado ruso alza la bandera de la URSS en el Reichstag de Berlín. (EFE/Evgenij Chaldej)

De la Edad Media nos separa un suspiro, mil años no son nada si aceptamos, como decía el biólogo evolutivo y mirmecólogo tuerto E. O. Wilson, que "hemos creado una civilización de La Guerra de las Galaxias, con emociones de la Edad de Piedra, instituciones medievales y tecnología que parece de dioses". Es esta fascinante partida la que juega el historiador británico Ian Mortimer (1967) en un libro fantástico que acaba de llegar a las librerías españolas con el título de Guía para viajar en el tiempo a la Inglaterra medieval: un manual para todo el que visite el siglo XIV (Capitán Swing, 2022).

placeholder 'Viajar en el tiempo a la Inglaterra medieval' (Capitán Swing)
'Viajar en el tiempo a la Inglaterra medieval' (Capitán Swing)

"¿Cómo se saludaba la gente en la Edad Media? ¿Cómo era su sentido del humor? ¿Qué distancia recorría la gente común en sus viajes? El mero hecho de escribir la historia atendiendo a los factores que estimulan nuestra curiosidad nos obliga a sopesar un cierto número de cuestiones que la historia tradicional tiende a pasar por alto". Adiós historia virtual, bye, bye, ucronía, ocupen sus asientos y pónganse cómodos, el viaje en el tiempo está a punto de comenzar.

Tápense la nariz y viajen con nosotros

Ya se lo advirtió Abraham Simpson a Homer con el fin de sortear la célebre paradoja del abuelo: "Hijo mío, si alguna vez viajas al pasado, ¡no toques nada!". Y nosotros añadimos, tras disfrutar como enanos esta guía de viajes al Londres bajomedieval: "¡Y tápate la nariz"! Porque, si bien es cierto que la imagen de suciedad que adjudicamos a los hombres y mujeres de los mal llamados siglos oscuros ha sido discutida por la historiografía más reciente, algunos de los lugares que habitaban constituían auténticos pozos de mierda. El hedor sería lo primero que el viajero en el tiempo notaría al llegar a una villa del siglo XIV. El hedor del riachuelo que serpentea por allí y que sirve de vaciadero de basuras y excrementos cuando aún faltaban siglos para redescubrir el alcantarillado: heces humanas, huesos y entrañas de animales, carne en putrefacción... No olerán mucho mejor las enlodadas callejuelas más pobres del lugar.

Algunos de los lugares que encontrará constituirán auténticos pozos de mierda

Si no quiere acabar ejecutado en la picota o en la hoguera, de la que se salvó in extremis Un yanqui en la corte del rey Arturo, de Mark Twain, deberá andar con ojo. Es cierto, la población urbana se mostraba entonces, como ahora, más tolerante y habituada a los extranjeros que la rural. Por las ciudades pasaban cada día cientos de personas que no vivían en ellas: labriegos que vendían sus productos de la tierra, funcionarios reales, monjes errantes, cantantes y también turistas. Pero no se le ocurra emprender actividad comercial alguna en domingo, ni colarse de noche en los terrenos catedralicios. Suponemos que no es usted un malhechor pero, si lo fuera, ni se lo ocurra. Porque le esperan los peores tormentos: evisceración, descuartizamiento, horca... Si es mujer, en fin, escape en cuanto se le acerque un grupo de soldados jóvenes, aunque sea a plena luz del día. Y procure ajustar bien la fecha de su máquina del tiempo para no caer en torno a mediados de siglo. La Peste Negra, ya sabe.

Foto: 'El triunfo de la muerte'.

El entorno medieval es mucho más violento de lo que cualquier película le haya mostrado. A mujeres, niños y animales se les golpea violentamente sin que a nadie le importe. Busque lealtades, arrímese a algún señor. Y no se sorprenda al descubrir una religiosidad como no se ha encontrado nunca. Un creyente moderado del XIV pasaría hoy como un fervoroso extremo. Y ándese con ojo cuando el medievo le parezca alienígena. Recuerda Ian Mortimer: "No se trata solo de la vestimenta. El idioma, las fechas, el horario laboral... Prácticamente toda la existencia se aparta de lo que es habitual en el mundo moderno. Lo normal es que los libros de historia de corte tradicional concedan muy escasa importancia al señalamiento de estas discrepancias culturales. Pero precisamente por ello es necesario destacar algunos de los rasgos básicos del día a día. Tendrá que saber qué hora es, en qué momentos y dónde puede comprar o vender mercancías, qué es lo que determina que unos estén obligados a pagar portazgos y otros no, y cómo comportarse cortésmente. Si presta atención a estos detalles, evitará llegar tarde a un compromiso o que le pongan en la picota del pueblo".

Imaginen a un historiador del futuro que investigara cómo era la vida a principios del siglo XXI. ¿Qué fuentes tendría disponibles? Algunos libros supervivientes de los nuevos siglos oscuros que vendrán, tal vez un puñado de fotografías y restos digitalizados de películas, ruinas arqueológicas y el contenido putrefacto de algunos vertederos municipales. Y, sin embargo, lo más obvio parece lo más difícil de ver.

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