Es noticia
'Andor' es lo mejor que ha dado la saga de 'Star Wars' en 40 años
  1. Cultura
el erizo y el zorro

'Andor' es lo mejor que ha dado la saga de 'Star Wars' en 40 años

La nueva serie que acaba de cerrar su primera temporada es un giro original y deseable, maduro y verosímil, para una saga que nos seguía enganchando, pero cada vez más por los motivos equivocados

Foto: 'Andor'. (Disney)
'Andor'. (Disney)

Disney adquirió la saga de La Guerra de las Galaxias en 2012. Desde entonces, las nuevas películas y series han sido principalmente una operación nostálgica destinada a mantener enganchados a la pantalla a quienes en los años 80 éramos niños. En la trilogía más reciente (2015-2019) los protagonistas seguían siendo Han Solo, Leia y, sobre todo, Luke Skywalker. En algunas de las películas y series posteriores regresaron Chewbacca, los cazadores de recompensas —el Mandaloriano, Bobba Fett— y Obi Wan, y apareció el enternecedor baby Yoda. E, incluso por encima de los personajes, estaban los ambientes y el tono, reconocibles para cualquier fan de este universo. Nada era demasiado bueno —quizá con la excepción de El Mandaloriano y Rogue One—, pero sí lo suficiente como para tener a decenas de millones de cuarentones suscritos a Disney Plus, intentando transmitir su fascinación a sus hijos.

Pero ¿queda en la Guerra de las Galaxias algo más que nostalgia? Cuando la respuesta ya parecía estar clara, ha llegado Andor, una precuela de Rogue One, cuya primera temporada terminó la semana pasada en Disney+. La ambientación sigue siendo la misma de siempre, aunque más áspera y mejor: un mundo futurista pero oxidado, tecnológico pero lleno de inoperancias y polvo. Sin embargo, a diferencia de entregas anteriores, aquí no hay ni rastro de humor o de personajes que aligeren la trama. Los malos no son seres con poderes sobrenaturales ni los buenos, mesías. El Imperio no es más que un régimen opresor y totalitario con un sistema judicial corrupto y muchas necesidades logísticas. Si no recuerdo mal, en los 12 capítulos de la serie no se menciona a los jedis ni a Darth Vader, solo en una ocasión aparece una espada láser y no se dice en ningún momento “que la fuerza te acompañe”. Es como La Guerra de las Galaxias, pero sin la nostalgia. Es lo mejor de Star Wars desde hace 40 años.

En cierto sentido, porque Andor —que es el apellido del protagonista, Cassian Andor, un líder rebelde interpretado de manera brillante por Diego Luna—, es un retrato de la parte menos llamativa, pero más interesante, de un imperio. La serie sigue a un empleado de seguridad en Ferrix, un planeta rojizo y rocoso dedicado a la extracción minera y la industria, lleno de trabajadores con el equivalente galáctico a la conciencia de clase, que detestan a las fuerzas del orden que intentan mantener a raya sus estallidos de rebeldía. Pero también a una alta funcionaria de la agencia antiterrorista del Imperio, que ve a los rebeldes en términos muy parecidos a cómo debía ver la CIA a los terroristas islámicos hace dos décadas. Y a los funcionarios de una cárcel de alta seguridad que someten a los presidiarios a una espantosa represión y a trabajos forzados relacionados con la alta tecnología (al final del último capítulo entendemos de qué se trata, y es una sorpresa maravillosa para los fans).

El Imperio por dentro

Todos los episodios de la saga han tenido en cuenta la política —a fin de cuentas, es una historia de cómo cambia el régimen político de la galaxia, cómo se expande y es combatido—, pero en Andor el argumento se centra en el funcionamiento interno del Imperio, en quienes lo mantienen en pie con sus tareas grises, administrativas. Los malos aquí son “banales”: gente que quiere ser buena profesional, complacer a sus jefes, demostrar determinación e inteligencia, pero no malos en un sentido metafísico, ni siquiera gente muy poderosa. En una escena impensable en otro producto de la saga, la madre del policía de Ferrix que no ha logrado atrapar a Andor le abronca por haberse desprestigiado ante sus superiores y perdido el trabajo, mientras le busca empleo en otro organismo del Imperio: una inmensa oficina burocrática que establece regulaciones y estándares comerciales.

Por supuesto, los otros protagonistas de la serie son rebeldes que operan como guerrillas en planetas remotos o como agentes dobles en el centro mismo del sistema en Coruscant, la capital del Imperio. Tampoco ellos son exactamente héroes: no están poseídos por la fuerza redentora de Luke o Leia, ni siquiera se llevan bien entre sí y se traicionan con frecuencia; el protagonista es guapo y carismático, pero habla poco y ni siquiera tenemos muy claro cuál es el origen de su rebeldía, más allá de la lealtad moral a la causa de su madre. Aunque hay escenas de acción —en ocasiones bastante buenas—, Andor, más que un gran piloto o un guerrero, es un operador clandestino que puede ser cruel, obstinado y malcarado.

Andor, más que un gran piloto o un guerrero, es un operador clandestino que puede ser cruel, obstinado y malcarado

Aunque este había sido siempre el tema de la saga, por fin estamos ante un retrato verosímil de las dinámicas políticas, personales y económicas que se dan entre un grupo de rebeldes y los funcionarios que quieren someterlos; del enfrentamiento político entre un régimen autoritario muy parecido al fascismo y quienes se enfrentan a él, y la terrible lógica que eso suscita (por no haber, no hay ni romance: apenas una sutil relación entre dos rebeldes). Esta no es la historia de una familia —la de Padmé Amidala y Jedi Anakin Skywalker, y sus hijos—, sino la de un lugar en el culo de la galaxia en el que gente poco heroica se enfrenta para… bueno, unos para ascender en una institución maligna y otros para intentar hacer un poco de justicia no exenta de vanidad personal.

Era difícil esperar algo bueno de Andor. A fin de cuentas, es la precuela de una película fuera del orden cronológico de la serie, que sigue a una serie de producciones mediocres y cuyo creador, Tony Gilroy, ha reconocido que ni siquiera era un gran fan de la serie antes de trabajar en ella. Sin embargo, eso ha dado frutos extraordinarios. Andor no se somete a sus antecesoras ni a la mitología de las principales tramas de la saga. Se podría afirmar, como dijo la crítica de la revista Wired, que es lo que debería haber sido la Guerra de las Galaxias desde el principio: un producto para adultos. Quizá sea pedir demasiado: seguramente los niños de los años 80 no nos habríamos enganchado a ella si hubiera sido tan cruda como estos 12 capítulos. Pero sí es un giro original y deseable, maduro y verosímil, para una saga que nos seguía enganchando, pero cada vez más por los motivos equivocados.

Disney adquirió la saga de La Guerra de las Galaxias en 2012. Desde entonces, las nuevas películas y series han sido principalmente una operación nostálgica destinada a mantener enganchados a la pantalla a quienes en los años 80 éramos niños. En la trilogía más reciente (2015-2019) los protagonistas seguían siendo Han Solo, Leia y, sobre todo, Luke Skywalker. En algunas de las películas y series posteriores regresaron Chewbacca, los cazadores de recompensas —el Mandaloriano, Bobba Fett— y Obi Wan, y apareció el enternecedor baby Yoda. E, incluso por encima de los personajes, estaban los ambientes y el tono, reconocibles para cualquier fan de este universo. Nada era demasiado bueno —quizá con la excepción de El Mandaloriano y Rogue One—, pero sí lo suficiente como para tener a decenas de millones de cuarentones suscritos a Disney Plus, intentando transmitir su fascinación a sus hijos.

Disney+
El redactor recomienda