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El año 2022 ha sido el peor de la literatura española del siglo XXI
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El año 2022 ha sido el peor de la literatura española del siglo XXI

A la muerte de Javier Marías se sumó una producción nacional prácticamente insalvable

Foto: Imagen de las casetas de libros de la cuesta de Moyano, en Madrid. (EFE/Zipi)
Imagen de las casetas de libros de la cuesta de Moyano, en Madrid. (EFE/Zipi)

A comienzos de año me vi con pocas ganas de leer y soñé con que los demás tuvieran pocas ganas de escribir, todo lo cual cuajaría en un titular decembrino de lo más exacto: "El peor año de la literatura española del siglo XXI". Así ha sido.

La profecía autocumplida tiene la ventaja de que ya sabes en enero lo que vas a escribir en diciembre, aunque el tránsito de estos 12 meses haya sido un penoso deambular verificando adocenamientos. Casi todo el mundo ha escrito mal, muchos han ofrecido su peor novela y no pocas han fabricado la misma novela que su vecina, sobre tres generaciones de mujeres, cuatro generaciones de mujeres, cinco amigas de la infancia o no sé cuántas mujeres interesantísimas porque abarcan toda la paleta de colores del victimismo. Luego en Fráncfort había una Feria del Libro con España como país invitado y la mitad de los escritores elegidos para ir, o no eran escritores, o lo eran con pareja en la propia organización de la cosa. Nos ha dado igual, claro.

Foto: Imagen de dos libros de la primera edición de 'La Regenta' (EFE/Alberto Morante)

Lo más estimulante que pude hacer leyendo españoles fue poner mal la novela de un amigo, para que vean cómo me las gasto. De pronto, leyendo El río de cenizas, de mi (hasta ahora) colega Rafael Reig, y no viéndola a la altura de otras suyas mucho mejores, me dije si no sería interesante que, desde la amistad, uno hiciera una crítica negativa de una novela. Al final no tuve bemoles.

Se lo comenté a Reig mismo, que me invitó a hacerlo, pues no en vano es amigo mío, es decir, más inteligente que todos esos escritores que no son amigos míos y sí de quien organiza Fráncfort. Lo que me fascinó es que, siendo evidente que Amor intempestivo (2021) es la gran novela de Reig, y un libro a todas luces puro y único, muchos críticos habían señalado (lo miré después) El río de cenizas como una de las novelas que habría que citar como lo mejor del año, lo que me maravilló. Dejan hacer crítica literaria a cualquiera, amigos.

Marías

Luego se murió Javier Marías, que nunca había dado pistas sobre este ir a morirse temprano (mala vida, operaciones a vida o muerte…) y todos (todas) los que lo llamaban señoro, machista y viejuno acabaron haciendo un obituario del autor en el que, por lo que sea, ya no le llamaban señoro, machista ni viejuno. Para hacer carrera todo suma, tanto el feminismo como la cadaverina.

Casi todo el mundo ha escrito mal, muchos han ofrecido su peor novela y no pocas han fabricado la misma novela que su vecina

Fue curioso, en este lance mortuorio, ver a Juan Marqués (The Objective) apresurarse en su obituario a señalar que Javier Marías no era el mejor escritor español, sino solo “el mejor novelista”. Qué prisa, ¿no? Se lo explico: la muerte, qué duda cabe, dinamiza el elogio excesivo, y la de Marías era muy apropiada para asentar al autor de Corazón tan blanco como “mejor escritor español”, algo que Marqués no quería que sucediera, dado que él tiene en mente, para esta competición de vanidades, a otro señor que escribe (y muy bien, sin duda: Trapiello), de modo que, como quien pasa sobre el cadáver de otro para honrarlo, decidió pisotearlo un poquito, solo para entendidos (ser “el mejor novelista” es una menudez frente a ser “el mejor escritor”; imaginen lo que cambia decir que Borges es “el mejor escritor argentino” a decir que es “el mejor cuentista argentino”). Si leen su pieza, amén del relleno ridículo de contar lo del Reino de Redonda, verán algo extraño: el tono. El tono de un texto sobre un muerto de hace horas era de euforia. Imaginen lo que puede significar despedir a un muerto con euforia.

Foto: Javier Marías. (Carmen Castellón)

Y eso fue el año, un poco la batalla de siempre por cuatro lectores y cinco honores, el cabildeo de catalanes que no saben por dónde se dobla la sintaxis del castellano y un montón de escritores haciendo discursos para la Moncloa, indistinguibles de sus novelas, o sea que guay.

Lo que me gustó

Luego lo que me gustó del año se lo resumo al toque. Me gustaron las reediciones. David Markson, Manuel Puig o Charles Baxter ( El festín del amor, Asteroide). Como han reeditado muchos libros que me gustan, no he tenido que leerlos, y así íbamos pasando más horas en Prime Video y Filmin, que es donde se disfruta más.

De las novelas españolas de este año creo que la mejor, incluso de lejos, es Obra maestra (Anagrama), de Juan Tallón. Tiene originalidad, riesgo (escribir 300 páginas sobre… nada: un robo nunca resuelto, poco más), humor, virguería. Luego destaco sin duda La memoria del alambre (Tusquets), de Bárbara Blasco, de la que escribí aquí. También el debut de Laura Chivite, Gente que ríe (Caballo de Troya), me pareció incluso fascinante por momentos. En lo de hablar de uno mismo, Vengo de ese miedo (Tusquets), de Miguel Ángel Oeste, se me antoja lo más destacable. Y en lo que puede ser ensayo autobiográfico, Agua y jabón (Anagrama), de Marta D. Riezu, es con mucho de lo mejor del año. En la misma línea, Las desapariciones (Newcastle), de Hilario J. Rodríguez, estaba muy bien.

placeholder 'Obra maestra', de Juan Tallón. (Anagrama)
'Obra maestra', de Juan Tallón. (Anagrama)

Del año pasado, porque lo mejor del año pasado se lo digo yo dos años después, me fascinó descubrir Mi paese salvaje (La uña rota), de Ángela Segovia, y Abisal (Jekyll & Jill), de Álvaro Cortina. Son libros como geniales, dan mucha rabia.

placeholder 'Mi paese salvaje', de Ángela Segovia.
'Mi paese salvaje', de Ángela Segovia.

Y de literatura internacional, que siempre es buena, pues no en vano contamos con el planeta entero para publicar y leer libros venturosamente no españoles, hubo grandes obras. La Gran Novela Americana (de un ruso): En Lake Success (Alfaguara), de Gary Shteyngart; ¿Ha muerto mamá? (Nórdica), de Vidgis Hjorth; El parque de los perros (Salamandra), de Sofi Oksanen, o La puerta de las estrellas (Galaxia Gutenberg), de Ingvild H. Rishoi.

placeholder '¿Ha muerto mamá?'. (Nórdica)
'¿Ha muerto mamá?'. (Nórdica)

Un par de libros de cuentos muy recomendables: Ser un hombre (Salamandra), de Nicole Krauss, y Los colores del adiós (Anagrama), de Bernhard Schlink. Y un ensayo literario curioso, La palabra bonita (Tránsito), de Elisa Gabbert.

placeholder 'Ser un hombre', de Nicole Krauss.
'Ser un hombre', de Nicole Krauss.

Se preguntarán, con mucha razón y no poco morbo, si tengo ganas de leer en 2023 o si alguna sensación en esa dirección puede hacerles anticipar cómo será la literatura española del año que pronto empieza, dado que será como las ganas que yo le tenga. Mi mood, la verdad, es que la literatura española del año que viene me trae completamente sin cuidado. Ya hemos tocado techo, hemos dejado desierto un Premio Herralde, se ha muerto el mejor escritor español de nuestra época y los grumetillos están tomando el barco. Me da igual hacia dónde va ese barco.

A comienzos de año me vi con pocas ganas de leer y soñé con que los demás tuvieran pocas ganas de escribir, todo lo cual cuajaría en un titular decembrino de lo más exacto: "El peor año de la literatura española del siglo XXI". Así ha sido.

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