Más robos de balón y menos faltas: por qué el fútbol femenino es diferente, según la ciencia
Detrás del deporte de moda hay mucha ciencia: los investigadores realizan análisis y modelos predictivos que revelan ciertas diferencias con respecto al deporte masculino
A pesar de quedar empañada por el presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, y su polémico beso a la jugadora Jenni Hermoso, la victoria de la Selección en el Mundial femenino es uno de los grandes éxitos de la historia de nuestro deporte. El equipo, que será galardonado con la Medalla de Oro de la Real Orden del Mérito Deportivo, ha logrado una gesta inesperada que muestra la espectacular evolución de una disciplina cuya liga ni siquiera era profesional hasta 2022 y que, apenas un año más tarde, ha ilusionado a millones de espectadores.
¿Qué tiene el fútbol femenino? ¿Alcanzará algún día las mismas cotas de seguimiento y popularidad que el de los hombres, convertido desde hace muchas décadas en un fenómeno social y en un negocio multimillonario? Nadie lo sabe, pero lo cierto es que detrás de esta revolución deportiva hay mucho trabajo, no solo de las jugadoras y de los equipos técnicos. El análisis exhaustivo de datos, jugadas y estadísticas, instalado hace tiempo en los equipos masculinos y apoyado en la tecnología, ya está aportando conocimiento científico y transformando un deporte que el gran público apenas está comenzando a descubrir. Algunos investigadores comienzan a revelar las claves del éxito y en qué se parecen y en qué se diferencian a las del balompié que estamos acostumbrados a ver.
Un trabajo firmado por expertos de varias universidades españolas y publicado recientemente en la revista científica Scandinavian Journal of Medicine & Science in Sports muestra cómo se producen las jugadas ofensivas de éxito en el fútbol femenino de élite. Al analizar 6.063 ataques de los dos mundiales anteriores (Canadá 2015 y Francia 2019), los investigadores descubrieron que los goles habían llegado, principalmente, gracias a contragolpes rápidos, con posesiones de balón cortas (en torno a 10 segundos) y en los que intervienen tan solo tres o cuatro jugadoras.
Estos datos llamaron la atención de los estudiosos de este deporte porque contrastaban claramente con el fútbol masculino. Aunque solo un 2% de los ataques finalizaba en gol, el éxito era mucho mayor cuando se había producido un robo de balón durante las circunstancias normales del juego, es decir, recuperando la bola sin falta. Por el contrario, según numerosos estudios, cuando los futbolistas son hombres, cerca del 70% de los goles viene precedido de una acción en la que el equipo que ataca tiene la posesión desde el inicio de la jugada, de manera que ha comenzado a balón parado fruto de una falta, un fuera de juego, un saque de puerta, un saque de banda o un saque de esquina.
Rubén Maneiro, autor principal del trabajo y profesor de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte en la Universidad Pontificia de Salamanca, reflexiona sobre este contraste. “El fútbol sufrió un cambio de paradigma muy grande con la aparición del Barcelona de Guardiola, que luego también fue el juego de la Selección española, con Vicente del Bosque, basado en jugadas muy elaboradas”, comenta en declaraciones a El Confidencial. Por eso, el equipo investigador, formado también por expertos de la Universidad de A Coruña y de la Universidad de Barcelona, tenía una hipótesis previa con respecto al fútbol femenino que se aproximaba mucho esa idea. “Pensábamos que el camino al éxito en ataque eran las jugadas pausadas, con mucha posesión de balón, la intervención de muchas jugadoras e intentando distraer al rival. Sin embargo, descubrimos todo lo contrario”, afirma.
Estos investigadores de las ciencias del deporte, apoyados por expertos metodólogos, realizan complejos análisis posteriores a los eventos. Diferentes cámaras recogen las imágenes de los partidos, que se vuelcan en programas de software específicos para analizar las conductas motrices. Posteriormente, otros programas estadísticos completan la información a partir de un catálogo concreto de acciones que se quieren observar (en ataque, en defensa, a balón parado, etc.). En este caso, las matemáticas demostraron que cuantas menos futbolistas intervenían y en menos tiempo, mejor. No obstante, la clave está sobre todo en el robo de balón, porque desde el punto de vista táctico, cuando se produce esta incidencia del juego “el equipo rival está previamente preparado para atacar, desplegado, abierto, con muchos espacios entre líneas” y es más fácil llegar hasta su portería. En cambio, si se produce un parón en el juego (desde una falta a un saque de banda), tiene tiempo de reorganizarse.
La pregunta es por qué esta explicación es válida para el fútbol que juegan las mujeres y no para el de los hombres. Los autores tienen una clara hipótesis: “Entre los mejores y los peores equipos del fútbol masculino hay muy poca diferencia, porque son equipos muy profesionalizados, con muy buenos técnicos y preparadores. En cambio, la explosión del fútbol femenino es muy reciente y “hay una horquilla muy amplia entre los mejores y los peores”, especialmente en los mundiales. Así, especialmente en el de 2019, se produjeron grandes goleadas, porque muchas selecciones no eran profesionales: mientras que EEUU y Japón estaban compuestos por jugadoras dedicadas en exclusiva a este deporte, otros países contaban con futbolistas que ocupaban la mayor parte de su tiempo a otra actividad profesional. Cuando la diferencia entre dos equipos es tan grande es más fácil que se produzcan las condiciones que los expertos detectan en su estudio para que se produzca el gol: pérdidas de balón y un contraataque rápido con intervención de pocas jugadoras.
No obstante, las diferencias también vienen marcadas por la evolución reciente del fútbol masculino y su estudio. Hace pocos años, los análisis estadísticos indicaban claramente que el fútbol elaborado, abanderado por el Barcelona y la Selección española, era el que tenía más éxito. El problema es que ese resultado “puede ser contextual”, explica Maneiro, es decir, “depende del tipo de jugadores que tengas”. Marcados por el estilo de Guardiola, a partir de 2008 y durante una década la mayoría de los equipos pasaron a jugar de una manera más elaborada, incluido el fútbol inglés, caracterizado por el ataque directo, “pero no les dio resultado y volvieron a su estilo clásico”. Así que, aparte de la moda futbolística del momento, atacar dando tantos pases de calidad es efectivo cuando el equipo cuenta con jugadores como Xavi, Iniesta o Silva.
Por qué en realidad las diferencias son pequeñas
Por eso, en realidad, al margen de este tipo de circunstancias pasajeras, los expertos creen que el fútbol masculino y femenino se comportan de forma muy parecida. En un trabajo anterior publicado por la revista científica Plos One, este mismo equipo de investigación comparó el Mundial masculino de 2014 con el femenino de 2015 con respecto a un asunto muy concreto: las acciones a balón parado. “Descubrimos que las diferencias eran muy pequeñas”, afirma el autor. Por ejemplo, tanto ellos como ellas tuvieron más éxito cuando utilizaron los saques de esquina para ejecutar una jugada elaborada que cuando optaron por un centro al área.
Este tipo de datos parece chocar contra la percepción de los espectadores. Cada vez que hay un córner, los aficionados del equipo atacante se alegran porque ven una gran oportunidad de mandar el balón al área rival. Sin embargo, las estadísticas dicen que, en el fútbol masculino, solo uno de cada 50 saques de esquina acaba en gol. Dicho de otra forma: solo se registra un gol de córner cada cinco partidos. En los últimos años, los equipos profesionales, echando mano de tecnología y de estadística, son conscientes de que el envío directo al área es menos efectivo y están optando por el pase en corto para realizar una jugada combinada. Entre los comentaristas deportivos se puso de moda el término gilicórner para despreciar esta manera de proceder porque parecía una forma de desperdiciar una ocasión, pero la realidad es que hoy en día casi todos los equipos sacan en corto buscando mejorar sus opciones. “Un centro al área es más complejo de rematar que una jugada ensayada, que me da la opción de tener el control del balón a través de pases más cortos y generar movimientos tácticos que crean espacios”, afirma Maneiro.
Otro estudio reciente liderado por la Universidad de Zúrich muestra que las diferencias de juego entre el fútbol masculino y femenino son pequeñas, en este caso, basándose precisamente en la percepción de los espectadores. El artículo, publicado en la revista Sport Management Review muestra los resultados de un curioso experimento. Cientos de participantes vieron jugadas de gol de partidos de élite de hombres y mujeres y tuvieron que calificarlas por su nivel de calidad. Un primer grupo observó los vídeos tal y como eran, pudiendo identificar el género de los jugadores. Por el contrario, otro grupo vio las imágenes pixeladas para que no se pudiera concretar si era un partido masculino o femenino. El resultado reveló un prejuicio, ya que los primeros calificaron claramente mejor a los hombres, mientras que los participantes que no disponían de esa información pusieron notas muy similares.
Mucho por estudiar
Por todo esto, los expertos piensan que las diferencias entre hombres y mujeres en el fútbol no son muy grandes y que, probablemente, tenderán a disminuir a medida que haya más mujeres profesionales. En cualquier caso, también queda mucho por hacer en las ciencias del deporte. En la actualidad, solo uno de cada cuatro artículos científicos sobre fútbol se centra en el fútbol femenino, sin contar con que la mayor parte de la investigación sobre estadística avanzada y modelos predictivos está en manos de los departamentos creados específicamente para el análisis del juego en los grandes clubes.
Los primeros estudios sobre el balompié femenino no aparecen hasta la década de los ochenta, pero la inmensa mayoría de la literatura científica sobre este tema es posterior a 2010, porque en los primeros años apenas se publicaron una decena. Además, la inmensa mayoría estaban centrados en cuestiones fisiológicas, sociológicas o en el impacto económico de este deporte emergente. “Estamos de acuerdo en que todo esto es muy importante, pero no es fútbol en sí mismo”, apunta Maneiro. Cuestiones como el consumo de oxígeno, la velocidad y la distancia recorrida son datos interesantes, pero que tienen más influencia en deportes como el atletismo. “Aquí hay un balón y hay que saber qué hacer con él”, afirma. Por eso, desarrollar conocimiento científico útil en torno a deportes colectivos basados en habilidades es muy complejo y la clave está, en este caso, en el análisis de “las conductas motrices de las jugadoras”, explica.
“Nos gusta el fútbol porque es impredecible, once personas compiten contra otras once y reina el caos”, reconoce el experto. Aun así, los entrenadores y muchos profesionales que rodean a este deporte trabajan por tener evidencias científicas que les conduzcan al éxito. De cada 100 ataques solo cuatro acaban en gol, así que en pocos deportes se derrocha tanto esfuerzo sin resultado. Analizar y mejorar los aspectos tácticos desarrollando modelos predictivos de éxito es inherente a la profesionalización del deporte, aunque probablemente esto siga siendo ajeno y poco importante para quienes presencian un espectáculo dominado por la emoción.
A pesar de quedar empañada por el presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, y su polémico beso a la jugadora Jenni Hermoso, la victoria de la Selección en el Mundial femenino es uno de los grandes éxitos de la historia de nuestro deporte. El equipo, que será galardonado con la Medalla de Oro de la Real Orden del Mérito Deportivo, ha logrado una gesta inesperada que muestra la espectacular evolución de una disciplina cuya liga ni siquiera era profesional hasta 2022 y que, apenas un año más tarde, ha ilusionado a millones de espectadores.