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Salvar al soldado GPS: la nueva bomba en la guerra invisible que se libra en las ondas
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Salvar al soldado GPS: la nueva bomba en la guerra invisible que se libra en las ondas

La capacidad del Kremlin para actuar contra el GPS es tan solo la muestra más visible de una importante amenaza que preocupa en los cuarteles generales aliados. Y ya hay respuestas en camino

Foto: Armando un MQ-9 Reaper con bombas JDAM y misiles Hellfire. (USAF)
Armando un MQ-9 Reaper con bombas JDAM y misiles Hellfire. (USAF)
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Quien haya podido pensar que el ruso era un ejército derrotado y sin capacidades tecnológicas, se equivoca. Pero sus muchos errores durante la Operación Militar Especial de Putin y el bajo desempeño en varios episodios del conflicto no deben llevarnos a infravalorar una industria militar que también consigue éxitos con los que desafía permanentemente la tecnología occidental. Uno de los frentes en los que Moscú se ha hecho fuerte es el de guerra electrónica. Aquí, la capacidad del Kremlin para actuar contra el GPS es tan solo la muestra más visible de una importante amenaza que preocupa en los cuarteles generales aliados. Y ya hay respuestas en camino.

La guerra electrónica es lo más parecido a los encantamientos que los magos susurran en las películas de fantasía. A principio, no se ve, ni se nota cuando está actuando. Pero pasados unos momentos, sus efectos pueden ser devastadores. Cada vez más, porque hemos fiado demasiado en la tecnología. Hoy en día casi todas las armas mínimamente evolucionadas funcionan con sofisticados sistemas electrónicos. Con ellos los proyectiles dan en el blanco, se guia a las tropas en el frente y se puede detectar con antelación una incursión aérea enemiga. Pero, ¿qué sucede cuando toda esa misma tecnología se puede usar en tu contra?

Las armas y material rusos han mostrado un comportamiento paradójico en la invasión de Ucrania. A observadores y analistas ha sorprendido la degradación de sus capacidades terrestres, espercialmente en vehículos; pero también su fortaleza en otras facetas, como el combate electrónico. En un momento crítico y cada vez más sombrío para Ucrania -con falta de equipos y escasez de efectivos que no son reemplazables-, los defensores están perdiendo una ventaja que antes marcaba la diferencia con los rusos: la precisión del armamento occidental. El motivo ha sido la capacidad rusa de interferir la señal de GPS.

Ya analizamos hace unos meses cómo Rusia estaba empleando esta táctica para neutralizar armas tan efectivas como la artillería móvil Himars. Ahora, con la preocupación aliada en aumento, llega el turno a las posibles respuestas contra esta amenaza.

Eliminar al emisor

El asunto del GPS no era desconocido para la OTAN. Ya se habían producido varios episodios de injerencia en estos sistemas, antes incluso del estallido de la guerra, que hicieron poner en marcha posibles soluciones por el camino del software y del hardware. Las primeras son evidentes y ya están en marcha. Se trata de cambiar los protocolos actuales de encriptación P(Y) por otros nuevos, más robustos y avanzados. Son los nuevos M-Code, que ya se están implantando desde hace un tiempo.

Además de los cambios de código, se van a implementar otras medidas más duras, pues las medidas soft y hard lejos de ser excluyentes, son complementarias. El camino a tomar no es nuevo y se basa en un concepto fundamental desde los albores de la guerra electrónica: eliminar al emisor.

Tanto para las tareas de interferencia como de suplantación (después volveremos con esto) se necesita una fuente emisora de la señal y el objetivo no es otro que destruirla. Es exactamente lo mismo que el juego que lleva años produciéndose entre los radares y los misiles anti-radar, como el HARM que han utilizado los ucranianos con efectividad en el campo de batalla. Sin embargo, el sensor de guiado de este misil, diseñado para captar emisiones de radar, no debe ser capaz –al menos en las versiones suministradas a Ucrania- de localizar los emisores de interferencias GPS. De hacerlo, ya los habrían usado.

placeholder Bomba JDAM-ER bajo el ala de un F-18 australiano. (RAAF)
Bomba JDAM-ER bajo el ala de un F-18 australiano. (RAAF)

Un cazador alado

Decíamos que esta capacidad rusa no era desconocida, por más que sus consecuencias sobre el terreno ucraniano hayan sido más dramáticas de lo esperado. Por eso la contramedida a estos emisores no solo ya existe, sino que fue probada con éxito en 2020. Lo hizo el laboratorio de la Fuerza Aérea estadounidense encargado de los desarrollos innovadores y secretos, el AFRL o Air Force Research Laboratory.

Se testó en el marco del Proyecto Horda Dorada (Golden Horde), que buscaba el desarrollo de armamento dotado de inteligencia artificial, y consistió en desarrollar 'bombas colaborativas' capaces de analizar el campo de batalla, compartir información, priorizar objetivos y atacarlos. Las bombas elegidas entonces fueron las GBU-39/A, las denominadas SDB (Small Diameter Bomb), unas bombas planeadoras de pequeño tamaño y alta precisión.

placeholder Bombas GBU-39 durante las pruebas del Proyecto Golden Horde. Las dos delanteras llevan un buscador de interferencias de GPS. (AFRL)
Bombas GBU-39 durante las pruebas del Proyecto Golden Horde. Las dos delanteras llevan un buscador de interferencias de GPS. (AFRL)

La peculiaridad es que, al menos dos de las bombas probadas entonces, incorporaban una interesante modificación: un buscador de interferencias de GPS. Este buscador es un sensor que ya está en fase de implementación. Desarrollado por la empresa SARA (Scientific Applications and Research Associates Inc), es capaz de integrarse en diversas municiones y actuar como un verdadero cazador de este tipo de equipos de guerra electrónica.

El siguiente paso ha sido integrar este buscador en una munición más potente que las pequeñas SDB, de gran alcance y probada eficacia. El resultado fue acoplar este dispositivo al sistema de guiado de una bomba JDAM, reemplazando a los elementos de guiado inercial y por GPS. Si además añadimos a esto el kit de alas plegables que convierten una BLU111 en una JDAM-ER (de alcance extendido), el resultado es una amenaza letal para cualquier equipo emisor de interferencias que trabaje en el rango de frecuencias del buscador.

Las bombas JDAM-ER ya se están utilizando en Ucrania. Son lanzadas desde aviones Su-27 acopladas a un pod (soporte bajo el ala) especial. Esto incrementa el alcance de ataque de los aviones, permitiendo a los pilotos de Kiev exponerse menos a los medios antiaéreos rusos al permitirles actuar desde más lejos.

Al filo de lo imposible

El alcance de las JDAM-ER es de un máximo de 72 km, pero dicha distancia depende de las condiciones de lanzamiento. Como es lógico, en tanto que la bomba se lance desde más altura, su vuelo será más largo y llegará más lejos. Esto aplica tanto a las JDAM-ER convencionales (con guiado por GPS) como las nuevas con buscador de interferencias, pero es muy difícil que sobre el terreno se consiga atacar a esas distancias. El motivo son las defensas rusas.

Un avión en vuelo alto es fácil de detectar y, por tanto, de derribar. Rusia dispone de misiles antiaéreos de alta cota y largo alcance, como los S-300 y S-400, por lo que el riesgo es demasiado elevado. Para evitarlo, la maniobra que deben utilizar es muy difícil y arriesgada. Se trata de atacar en vuelo rasante a muy baja cota, por debajo de la detección del radar y a la mayor velocidad posible. Esto supone volar a unos 100 pies (30 metros) de altura y a una velocidad del entorno de los 400-500 nudos, entre 750-900 km/h.

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A una distancia determinada del objetivo, que va a depender de las condiciones del ataque pero que podría estar en los 30-40 km, el piloto realiza una brusca trepada manteniendo un ascenso a 4 G's sostenidas. Esto significa que el piloto soporta cuatro veces la gravedad, lo que en vuelo sostenido requiere de gran fortaleza física y mental. Cuando alcanza una altura de unos 4.000–5.000 pies (1.200–1.500 m) suelta la bomba con ángulo de ascenso. Acaba de realizar un bombardeo Loft. La bomba mantendrá un ascenso inicial, desplegará sus alas y volará hacia su objetivo.

De inmediato el piloto corta gases, desacelera, realiza un viraje brusco y desciende a toda velocidad. En ese momento ya habrá sido detectado por los radares y tendrá que volver a la seguridad del vuelo rasante antes de que le lancen un misil. Esta maniobra se suele denominar Pop Up y no es apta para pilotos con poca experiencia, pero es a lo que se enfrentan los pilotos ucranianos en cada misión de ataque.

Salvar al soldado GPS

La mayoría de las armas de precisión occidentales se basan en sistemas de guiado por GPS. Es sencillo y casi infalible; basta con introducir las coordenadas del blanco y el cohete, bomba o misil, llega a su objetivo con una precisión apabullante. Es el caso de los cohetes guiados GMLRS lanzados por los Himars o las mencionadas JDAM. Para los rusos se había convertido en un problema muy serio y contrarrestar su eficacia, en un objetivo prioritario. La solución pasaba por actuar contra su guiado. Aquí entra en juego la guerra electrónica.

Simplificando el tema, hay dos formas de actuar contra el GPS. La primera es la más obvia y consiste en generar una serie de interferencias que anulan dicha señal. Es lo que en términos militares se denomina jamming y aplica de forma muy parecida a cuando se quiere perturbar radares u otros sensores. Si se consigue anular la señal ya no es posible calcular la posición.

Foto: Sistema móvil anti-drone con ametralladora. (Reuters/Gleb Garanich)

Esto es relativamente sencillo y los rusos llevan tiempo haciéndolo. Pero este tipo de perturbaciones no se pueden mantener por tiempo indefinido. Además, las armas con este tipo de guiado incorporan un sistema alternativo, que es inercial, menos preciso pero invulnerable. La prueba de esta capacidad rusa la hemos visto estos días en los bloqueos de la señal GPS que han afectado a varios vuelos comerciales en el área del Báltico.

La otra forma es más sutil, mucho más elaborada y peligrosa, pero más difícil de ejecutar. Consiste no en eliminar la señal, sino en suplantarla. Es decir, superponer otra señal de GPS manipulada, de tal manera que estaría marcando una ubicación falsa. Aunque hacer esto no está al alcance de cualquiera. Puede ser relativamente sencillo engañar a un GPS comercial, como el de nuestros teléfonos o navegadores; pero es en extremo difícil hacerlo con un GPS militar, que incorpora unos encriptados muy complejos y casi impenetrables (de ahí la enorme diferencia de coste entre uno y otro). Los rusos han sido capaces de vulnerar, al menos de manera parcial, los actuales códigos de encriptado occidentales haciendo con ello que la eficacia de las armas de precisión haya perdido muchos enteros.

placeholder Conjunto de equipos del sistema de guerra electrónica Pole-21. (Mil.Ru)
Conjunto de equipos del sistema de guerra electrónica Pole-21. (Mil.Ru)

Las bombas JDAM-ER con buscador de interferencias aún no han llegado a Ucrania pero, cuando lo hagan, podrían desequilibrar de nuevo la balanza a favor de los defensores al devolver a los cohetes y bombas esa eficacia perdida. Destruir uno de estos sistemas no será fácil, pero solo con la amenaza de que estas armas entren en liza, los rusos tendrán que sopesar riesgos y oportunidades antes de conectar y desconectar sus equipos.

Será el mismo juego de los radares antiaéreos frente a los misiles antirradar: si los rusos dejan encendido el radar para dirigir las defensas antiaéreas, la amenaza del HARM planeará sobre sus cabezas. Pero si lo apagan, dejarán ciegos a sus propios misiles y, con ello, facilitarán el ataque enemigo. En breve, ocurrirá lo mismo con los equipos de guerra electrónica.

Quien haya podido pensar que el ruso era un ejército derrotado y sin capacidades tecnológicas, se equivoca. Pero sus muchos errores durante la Operación Militar Especial de Putin y el bajo desempeño en varios episodios del conflicto no deben llevarnos a infravalorar una industria militar que también consigue éxitos con los que desafía permanentemente la tecnología occidental. Uno de los frentes en los que Moscú se ha hecho fuerte es el de guerra electrónica. Aquí, la capacidad del Kremlin para actuar contra el GPS es tan solo la muestra más visible de una importante amenaza que preocupa en los cuarteles generales aliados. Y ya hay respuestas en camino.

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