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Esta Surface es lo único que me hizo olvidar mi PC y mi iPad (pero ya va necesitando un cambio)
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Esta Surface es lo único que me hizo olvidar mi PC y mi iPad (pero ya va necesitando un cambio)

Nadie ha llegado tan lejos como Microsoft con sus Surface a la hora de crear una alternativa real al portátil. Pero hay cosas que en 2023 siguen chirriando y alejando este dispositivo de potenciales compradores

Foto: EC Diseño.
EC Diseño.

Tres años después de que nos repitieran hasta la saciedad eso de que el teletrabajo había llegado para quedarse, lo único que queda en muchos casos del trabajo remoto son esas oficinas donde los ordenadores de escritorio han sido desterrados, sustituidos por portátiles que cada día viajan de casa a la oficina y viceversa. En el mejor de los casos, uno o dos días de permiso para currar donde a uno le apetezca.

En este escenario, es posible que más de uno tenga la tentación de buscar un equipo ultraligero. Un dispositivo que reúna lo mejor de un ordenador y lo mejor de una tableta, sin tener que renunciar a nada. Y aunque fabricantes como Apple, Huawei o Samsung llevan mucho tiempo tratando de ofrecer una alternativa solvente, a día de hoy nadie ha conseguido llegar más lejos en esta carrera que Microsoft gracias a sus Surface.

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Foto: M. Mcloughlin.

Durante un par de semanas, he vuelto a aparcar mi iPad Pro y el portátil del periódico para dar una oportunidad a uno de los últimos modelos que se han sacado de la manga los padres de Windows: la Surface Pro 9. El objetivo de esta review es, a través de mi experiencia, saber qué va a perder y qué va a ganar el que apueste por dar el salto, abandonar su PC y comprar uno de estos dispositivos. La idea también es poder explicar por qué este equipo sí ha conseguido sustituir mi portátil, cosa que no ha ocurrido nunca con el iPad, que siempre ha sido un complemento a mi equipo de trabajo principal más que otra cosa.

El diseño de la Surface es un diseño efectivo. Cumple con su objetivo vital, que no es otro que poder llevarla de aquí para allá. Es cómodo de llevar bajo el brazo, pero también en bolso mediano o una mochila pequeña. A esto hay que añadir el formato de 3:2 por el que apuesta la compañía para la pantalla. Al ser menos apaisado que lo que se suele encontrar en muchos portátiles y tabletas como el iPad, siempre me ha parecido que permite aprovechar mejor el espacio a la hora de trabajar.

A todo esto hay que sumarle la aleta de su parte trasera, ese caballete que nos permite que el dispositivo se sujete solo, sin necesidad de una funda o accesorio adicional. Lo mejor es que se puede fijar en múltiples ángulos, pudiendo casi tumbarse por completo. El acabado de aluminio anodizado es bastante premium y se siente lo suficientemente resistente para aguantar el paso del tiempo.

¿Cuál es el problema? Que todo esto ya lo vimos en la Surface 8 Pro. Y anteriormente en la Surface Pro X, ese modelo con procesador ARM que Microsoft estrenó hace ahora ya casi tres años. En realidad, la tableta de Microsoft lleva varias primaveras sin modificar la esencia de su aspecto exterior. Un "si funciona, no lo toques" de manual. La cuestión es que se empieza a notar como un diseño un tanto aburrido, que corre el riesgo de convertirse en más de lo mismo.

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Foto: M. McLoughlin.

Es cierto que la Surface ya era un equipo bastante pulido y eso complica bastante actualizarlo visualmente más allá de los nuevos colores. Unos colores que este año se han ampliado. Además del clásico platino, se suma un modelo grafito, uno azul celeste y un verde oscuro tan singular como vistoso. Se aparca el negro mate, una opción que vimos el pasado año y que personalmente me resultaba muy agradable.

Es interesante detenerse en las diferentes opciones que hay para configurar esta Surface 9 Pro. Por una parte, tenemos la posibilidad de optar por los clásicos caballos de Intel y poner un i5 o un i7 de duodécima generación en el centro. Es la vía más clásica de las dos que se ofrecen. La otra es optar por el procesador SQ3, un chip con arquitectura ARM basado en el Snapdragon 8cx de Qualcomm.

Esta es la opción correcta (en el 99,99%)

Para esta prueba hemos utilizado una Surface 9 Pro con un chip de Intel. Concretamente, la configuración básica, la que cuenta con 8GB de RAM y un i5 en la sala de máquinas. Y a día de hoy, creo que en el 99,99% la opción correcta va a ser esta. Recorriendo los diferentes medios americanos que han podido probar el modelo equipado con SQ3 se ve que la compañía no ha sido capaz todavía de solucionar los problemas de los que adolecen las Surface con este tipo de procesadores, algo que la compañía decidió lanzar por primera vez en 2020, tal y como contamos en Teknautas.

Sí, con un procesador de este tipo ganamos la posibilidad de tener conexión 5G, un micrófono y una cámara web mejorada con funciones como seguimiento del usuario o desenfoque (gracias a la inclusión de una NPU) y algo más de autonomía. Pero lo hacemos a costa de perder bastante rendimiento y tener problemas de compatibilidad y retrasos a la hora de usar apps que no estén preparadas para correr sobre ARM.

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Foto: M. McLoughlin.

Existen otras renuncias como tener un conjunto de puertos más básicos (no hay compatibilidad con ThunderBolt 4) o no poder configurar nuestro modelo con otra cosa que no sean 8GB de RAM y 256 de memoria interna. Un límite que puede resultar bastante corto, teniendo en cuenta que los modelos con Intel pueden cebarse hasta con 1TB de memoria.

En las dos semanas que he utilizado la versión básica he podido utilizar la suite de Microsoft y la de Google con fluidez y sin problemas. No he sentido agobios al editar fotos con Lightroom y hacer algún video a modo de prueba. Todo ello lo ha hecho con solvencia. Incluso he podido utilizar algunos títulos de Game Pass sin mayor problema. Es decir, el que esté pensando en tareas cotidianas y de ofimática no se tiene que preocupar. El equipo se siente fresco con estas actividades. Incluso va a poder gestionar algunos encargos más pesados, a pesar de que tiene una gráfica integrada muy discreta. Todo ello lo ha logrado sin sobrecalentarse ni hacer más ruido de lo lógico.

Otra cosa diferente es si tus flujos de trabajo te exigen, por norma, más fuerza bruta. En ese caso, habría que plantearse aumentar la RAM o dar el salto a un i7. El modelo con el procesador más básico de Intel solo permite 8 o 16GB de RAM y 256 de almacenamiento. Con el i7 podremos configurar el equipo con hasta 32GB de RAM y hasta 1TB de memoria interna. Aunque eso hay que pagarlo.

Lo bueno, independientemente de la versión que cojas, es que se ha dado un importante salto en la RAM, ya que ahora es del tipo LDDR5, el estándar de referencia actualmente en el mercado. Una nueva generación que supone un salto, sin entrar en demasiados vericuetos técnicos, en términos de velocidad y en materia energética. En lo que se refiere a conectividad

Las Surface nunca han sido un derroche en lo que se refiere a los puertos. En este caso tenemos dos puertos USB tipo C (4.0) con compatibilidad con Thunderbolt 4. Evidentemente son pocos pero todo dependerá desde el punto desde donde observes esta posible compra.

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Foto: M. McLoughlin.

¿Por qué digo esto? Si se está dudando entre un iPad Pro o un iPad Air o una Surface, pues aquí, siendo sinceros, Microsoft le gana la partida a Apple, por el simple hecho de que ofrece un puerto más. Si vienes de un portátil puede resultar un auténtico drama, por el hecho de que tengas que renunciar a cosas como un HDMI o un lector de microSD. Cuando probé la Surface 8 Pro me quejé de la ausencia de USB tipo A. Particularmente, me sigue fastidiando su ausencia porque tengo un par de accesorios que todavía requieren de este conector.

Pero también es verdad que cada vez más portátiles prescinden de este tipo de puertos y optan por incluir únicamente de tipo C, así que habrá que ir acostumbrándose. También parece que habrá que ir acostumbrándose a que desaparezcan el jack para auriculares. Esta Surface prescinde de ello, escudándose en que cada vez son más los usuarios que utilizan cascos inalámbricos. Sin embargo, me sigue sorprendiendo a mi alrededor, especialmente en el trabajo, la cantidad de gente que utiliza auriculares con cable mientras está trabajando.

Una de las cosas que siempre me ha gustado de la Surface es su pantalla. Tanto por el formato escogido (3:2) como por la calidad del panel PixelSense, el nombre que han puesto a su LCD IPS táctil de 13,3 pulgadas. Tiene una resolución de 2880 por 1920 píxeles, 120Hz de tasa de refresco dinámica y una relación de contraste bastante alta (1200:1).

El brillo máximo se sitúa en unos 450 nits. Puede no parecer una cifra altísima pero creo que es bastante equilibrado. Te permite trabajar en múltiples escenarios y no supone un lastre para la batería. Una de las novedades que incluye el nuevo modelo es la inclusión de una tecnología llamada Dolby Vision IQ.

Lo que hace esta herramienta, básicamente, es ajustar el color de los videos para que se adapte a la luminosidad de la estancia en la que estamos. Es tremendamente difícil juzgar cómo influye en la experiencia. Simplemente puedo decir que la Surface me sigue pareciendo una pantalla de notable alto y, sinceramente, creo que seguiría siéndolo tuviese esta tecnología o no. Es un avance menor.

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Foto: M. McLoughlin.

El resumen que se puede hacer es que la pantalla de la Surface 9 Pro no supone una mejora sobre la que tenía la Surface 8 Pro, que ya era muy buena. Si se pregunta si es mejor que la del iPad Pro hay que ser sincero. No, no lo es. Por una simple razón: miniled. Esa tecnología de imagen le da a Apple la victoria en este sentido.

Pero, de todas formas es una victoria relativa. Estoy convencido que la mayoría de personas no van a vivir una diferencia radical en su día a día por tener miniled o no en una tableta.

Siguiendo con la comparativa de Microsoft y Apple, hay una cosa que particularmente me enfada en ambos casos: el precio de los accesorios. Si alguien quiere sacar provecho a estas tabletas es innegociable comprarse, por lo menos, el teclado. Otra cosa muy diferente es el lápiz digital. Si solo queremos el teclado oficial habrá que abonar 179 euros. Si queremos todos los accesorios, 279. Y no podemos olvidar que la Surface es un dispositivo costoso.

El teclado permanece sin grandes cambios. El diseño es similar, la sensación y la experiencia de teclear es buena. Quizá lo único que necesite funcionar de manera un poco más fluida sea el trackpad. Da la talla, pero le falta algo de fluidez, hasta el punto de que algunos echarán de menos su ratón.

Una autonomía correcta, pero no como prometen

En lo que se refiere a la batería, hay que tener varias cosas en cuenta. Para empezar, el modelo con Intel tiene una autonomía menor que el que funciona gracias al chip ARM. Si hacemos caso a las cifras oficiales, estaríamos hablando de una diferencia de 4 horas, ya que el primer modelo da supuesto para 15 horas mientras que el otro sube esta estadística hasta las 19 horas.

Pero estas referencias hay que cogerlas con pinzas. En mis pruebas, en el mejor de los casos he llegado a las 9 horas, con el brillo al 50% y haciendo tareas poco exigentes. En el peor de los casos me he quedado en torno a las 6 horas y media. Eso está lejos de los guarismos expresados por Microsoft. Imagino que para llegar a esa cifra hay que renunciar a muchísimas cosas.

Lo bueno es que con el cargador oficial (también se puede cargar vía USB) conseguiremos cargar más de la mitad de la batería en apenas 45 minutos. El software es lo que, en mi caso, inclina la balanza hacia la opción de la Surface. Está equipado con Windows 11 Home y funciona a las mil maravillas. Todo lo que necesito en mi día a día está ahí y no me encuentro con ningún tipo de incompatibilidad. Además, se puede utilizar como tablet de forma cómoda y solvente, aunque sea ligeramente más pesada que una tableta al uso.

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Foto: M. McLoughlin.

iPadOS ha mejorado mucho y en los últimos años han hecho esfuerzos para acercar la experiencia a la de utilizar un portátil como puede ser la posibilidad de usar un teclado, conectar monitores externos y que se adapten al formato. Habrá editores gráficos o profesionales del video que se manejan estupendamente con una tableta de Apple, pero todavía necesito más madurez del software para hacerlo mi equipo principal de trabajo. Un ejemplo es la experiencia de trabajar con ventanas y tener un escritorio. Por mucho Stage Manager que se haya sacado Apple de la manga, no es lo mismo que macOS.

Mi mayor problema con la Surface, además de necesitar un cambio estético con bastante urgencia para no que se convierta en un dispositivo aburrido, es su precio. Insisto en descartar la versión que utiliza el chip ARM, más que nada porque cuesta de partida 1.699 euros sin el teclado y tiene unas limitaciones evidentes. La cuestión es que el modelo más básico de Surface Pro 9, el que hemos probado en esta review, supone un desembolso mínimo de 1.299 euros, a lo que hay que sumarle el teclado. Si queremos mejorar las prestaciones la factura se incrementa notablemente. Un modelo con i5 y 16GB de RAM escala ya hasta los 1.639 euros. Las Surface 9 Pro con i7 ya parten desde 1.859 euros. Son precios demasiado altos incluso para el único aparato que a día de hoy me ha servido realmente para sustituir mi ordenador y mi tableta.

Surface Pro 9 (desde 1.299€)

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Tres años después de que nos repitieran hasta la saciedad eso de que el teletrabajo había llegado para quedarse, lo único que queda en muchos casos del trabajo remoto son esas oficinas donde los ordenadores de escritorio han sido desterrados, sustituidos por portátiles que cada día viajan de casa a la oficina y viceversa. En el mejor de los casos, uno o dos días de permiso para currar donde a uno le apetezca.

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