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El bikini israelí o el misterio de una economía a prueba de cohetes
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¿Cuál es la receta?

El bikini israelí o el misterio de una economía a prueba de cohetes

¿Puede resistir la economía de Israel el impacto de la guerra? Esto es lo que dicen y ocultan los datos

Foto: Vista aérea de la ciudad de Tel Aviv. (EFE)
Vista aérea de la ciudad de Tel Aviv. (EFE)

Hassan ya no pone lavadoras. Dice que apenas hay trabajo. Tampoco hay turistas que se acerquen a su negocio para utilizar alguna de las 12 máquinas que han dejado de pitar y dar vueltas. Aun así, cada mañana sigue agachándose para subir la persiana metálica de la lavandería en el barrio Jaffa, al sur de Tel Aviv. Tiene una panadería al lado y "quién sabe… por si acaso".

Quizás esa es la respuesta más común en la guerra, sin importar cuál sea la pregunta. ¿Salir del país? ¿Refugiarse en el centro? ¿Comprar una pistola? ¿Alargar la invasión terrestre? Todo se resuelve con un por si acaso. También la economía. ¿Se ha contraído? Sí. ¿Hay que preocuparse? Sí, pero solo por si acaso.

"Israel tiene mucha experiencia en este tipo de enfrentamientos. Líbano, en 2006, y Gaza, en 2014, son los más recientes. Aquellos también fueron limitados en el tiempo, duraron alrededor de 50 días. Hasta aquí, todo es conocido", explica Michel Strawczynski, economista de la Universidad Hebrea de Jerusalén.

En los conflictos que cita el profesor, las consecuencias económicas no fueron graves. Cayó en picado el turismo durante un año, se detuvo la construcción y las exportaciones se vieron ligeramente afectadas. El impacto no superó el 0,5% del PIB. Tres factores complican ahora la ecuación. Por un lado, el Gobierno israelí tiene metas más ambiciosas y ha declarado que no se detendrá hasta terminar con el liderazgo de Hamás. Por otro, el número de reservistas llamados a filas se ha multiplicado y, en último lugar, en vez de un frente de guerra, ahora hay dos.

Foto: Las fuerzas de Israel lanzan ataques sobre Jenin, en Cisjordania, el 26 de noviembre. (Europa Press)
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55 días después del asalto, la mayoría de vuelos se han cancelado, los viajeros han cambiado de destino, cientos de miles de hombres y mujeres se han enrolado en el Ejército y decenas de miles de extranjeros se han marchado. Aun así, la economía israelí presenta signos de resistencia. ¿Cómo se explica esto?

Números fantasma

En una analogía provocadora, y que mucha gente se ha atribuido en algún momento, el difunto economista Aaron Levenstein dijo que "las estadísticas son como los bikinis. Lo que revelan es sugerente, pero lo que ocultan es vital". Un concepto ingenioso y clave para entender lo que sucede en Tierra Santa.

"Las estadísticas son como los bikinis. Lo que revelan es sugerente, pero lo que ocultan es vital"

Si miramos los datos de desempleo del Banco Central de Israel (BOI), el paro no se alteró en el mes de octubre, y sigue estancado en un 3,4%. Una estadística sorprendente, teniendo en cuenta que, en el mismo lapso de tiempo, se ha disparado el número de trabajadores que se ausentan temporalmente de su empleo. Según registró la Oficina Central de Estadística, han pasado de 160.000 en septiembre a 430.000 en octubre.

"La cifra del 3% es ridícula", reconoce con una carcajada Strawczynski. "Mirando las estadísticas de la Seguridad Social, estimo que el paro real alcanza el 6%. Lo que pase más adelante dependerá de lo rápido que vuelva la normalidad".

¿Por qué este gap con el dato oficial? "Es necesario tomar una definición amplia de lo que significa desempleo. En el covid, por ejemplo, había que contar a los que se quedaban en casa para no contagiarse. Ahora tenemos a miles de reservistas a los que el Estado paga el sueldo y se anotan como si estuvieran trabajando. La economía no se frena, porque reciben el mismo salario que en sus empleos, pero se pierde el trabajo en sí, un valor agregado difícil de medir", explica Strawczynski, que fue director del Departamento de Investigación del banco central israelí.

Foto: Pedro Díaz dice haber combatido en Ucrania e Israel. (Foto de sus redes sociales)

"Yo puedo ganar 2.000 y él [señalando a un compañero] 5.000, pero los dos estamos aquí con el chaleco puesto", resumía Eli semanas atrás, mientras patrullaba el frente norte. Los ataques desde el Líbano le hacían fumar sin descanso, pero no le quitaban la sonrisa. Su familia está a resguardo con los gastos pagados.

Otra variable difícil de medir y que cambia respecto a los conflictos anteriores es la declaración del estado de guerra por parte del Gobierno. Fue en la primera semana, tras el asalto de los kibutz. Una medida con consecuencias militares, pero también con fuertes implicaciones sociales. A grandes rasgos, el ejecutivo se ve obligado a indemnizar económicamente a las poblaciones y familias afectadas. Y si el dinero fluye, la economía no se detiene.

El turismo y la mano de obra

Hace un mes, Kon y Saksit arrojaban monedas sin descanso en la máquina de vending de su hostal. Los shekels les quemaban en las manos y ahogaban sus compras en apenas unos minutos. Las latas de cerveza volaban en la Jungla de Tel Aviv. La escena se repetía cada día, de siete de la mañana a cuatro de la madrugada, y la protagonizaban grupos de trabajadores tailandeses. Algunos para olvidar la muerte que vieron de cerca en el sur. Otros para celebrar, contenidamente, que no eran ninguno de los 39 asesinados, o la veintena de secuestrados, con pasaporte tailandés.

Tailandia, el país extranjero con más nacionales afectados por la guerra, fletó aviones y evacuó a 8.000 ciudadanos. Lo que fue un alivio para las autoridades asiáticas planteó un nuevo problema para la economía hebrea. Israel se quedó sin mano de obra barata. Sin embargo, los mismos que dejaron un agujero, taparon momentáneamente otro. Ante la necesidad de volar desde la capital, muchos alojamientos rozaron el lleno por estos grupos. De 100 en 100 se bajaban de los autobuses, firmaban papeles con sus embajadas, dormían una o dos noches y la rueda seguía girando.

"Si tengo la oportunidad de regresar, lo haré. Tengo muchas deudas que pagar", reconocía Thaworn Aksornsue, trabajador en Ofakim, dos semanas después del ataque, al Bangkok Post. Su sueldo en Israel supera los 1.500 euros mensuales y le permite enviar la mitad a su familia.

Como él, ya hay muchos otros los que están llegando tras los acuerdos firmados por el Gobierno de Netanyahu con otros Estados. La presencia china y turca se nota en las calles del país. La posibilidad de ganarse la vida supera al miedo. La falta de mano de obra se vio incrementada, también, por el tiro en el pie que se pegó el Ejecutivo israelí al prohibir la entrada de los palestinos de Cisjordania. Una fuerza laboral que las autoridades cifran en 140.000 personas.

El mes pasado, ante las dudas sobre un posible permiso para 8.000 hombres palestinos mayores de 60 años, y mujeres de cualquier edad, Ben Gvir, ministro de Seguridad Nacional, fue tajante: "Estoy en contra de la entrada de miles de trabajadores de la Autoridad Palestina que pueden poner en peligro la vida de civiles en este momento".

Sin los extranjeros que huyeron, los palestinos vetados y los israelíes movilizados, hay industrias como la construcción bajo mínimos. Según la Asociación de Constructores de Israel, estarían ejecutando al 15% de su capacidad. Y ya han pedido al Gobierno que sustituya a los trabajadores palestinos con 90.000 empleados indios. Algo parecido ha ocurrido en sectores cualificados.

A cada metro que avanzaban las Fuerzas Armadas Israelíes (IDF) en Gaza, la financiación exterior se redujo en laboratorios de investigación. "El domingo (un día después del asalto), que aquí es como un lunes, todo el mundo estaba en su puesto de trabajo. No entendía nada", cuenta Ángel, doctorando mexicano en el Weizmann Institute of Science. Sin embargo, tardaron poco en anunciarle que la investigación en la que trabajaba se cerraba por recolocación de fondos y él decidió marcharse a Europa con su novia. A mediados de noviembre, volvió a Israel en busca de una nueva oportunidad.

"Los extranjeros cualificados siempre regresan pronto. En los anteriores enfrentamientos el golpe ha sido mínimo, casi inexistente", reconoce Strawczynski. "Es evidente que el primer mes la actividad se redujo al mínimo, pero las fábricas funcionan y los comercios abren. El sur sí que está afectado, pero poco a poco vuelve la normalidad".

La mayor caída en 14 años

Las alarmas saltaron cuando el shekel (la moneda israelí) perdió un 20% de valor y alcanzó su mínimo en 14 años. Haciendo gala de sus políticas históricas, el Gobierno hebreo entró al mercado y vendió 30.000 millones de dólares para mantener el precio. Las agencias crediticias levantaron las cejas, pero los avances militares y los 14.000 millones prometidos por Estados Unidos —suficientes para pagar la campaña bélica— estabilizaron la economía.

Foto: Las banderas de Hezbolá y Palestina cuelgan de un puente durante una protesta en solidaridad con los palestinos, en Beirut. (EFE/Wael Hamzeh)

"Según mi estimación, el PIB va a caer un 3,5% este trimestre, lo que significa un 15% anual. Es una caída muy grande", alerta el profesor. "La pregunta aquí es cuánto va a durar la guerra. El BOI anunció ayer una estimación de crecimiento del 2% para el año que viene y es realista si el enfrentamiento no pasa del primer trimestre, pero si se transforma en un evento largo, como la Intifada del año 2000, será distinto. Aquello golpeó muy duro, duró años y subió los precios de la energía".

Un poco más tarde se alistó Eli en las IDF. Veterano de la guerra con el Líbano, ahora está de nuevo, 17 años después, en el mismo frente, con un fusil entre las manos. "Israel podría ser el mejor país de Oriente Medio", reflexionaba a principios de mes, con la mirada perdida en una columna de humo, "pero cada poco tenemos que estar preparados y volver a empezar". Un conflicto sin fin que necesita de la mejor defensa antiaérea del mundo y un bikini cada vez más apretado. Esa otra Cúpula de Hierro a prueba de cohetes llamada economía.

Hassan ya no pone lavadoras. Dice que apenas hay trabajo. Tampoco hay turistas que se acerquen a su negocio para utilizar alguna de las 12 máquinas que han dejado de pitar y dar vueltas. Aun así, cada mañana sigue agachándose para subir la persiana metálica de la lavandería en el barrio Jaffa, al sur de Tel Aviv. Tiene una panadería al lado y "quién sabe… por si acaso".

Israel Conflicto árabe-israelí
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