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Fuego cruzado sobre los cristianos de Tierra Santa: "Cuando acabe la guerra, no quedará ninguno en Gaza"
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Una guerra de religiones

Fuego cruzado sobre los cristianos de Tierra Santa: "Cuando acabe la guerra, no quedará ninguno en Gaza"

La minoría cristiana sufre de manera directa un conflicto en el que son víctimas colaterales, mientras su pervivencia en Israel y Palestina es cada día más difícil

Foto: Peregrina cristiano-ortodoxa en un bautismo en el río Jordán en 2019. (EFE)
Peregrina cristiano-ortodoxa en un bautismo en el río Jordán en 2019. (EFE)

Las bombas israelíes no distinguen la religión de sus víctimas. Tampoco lo hizo Hamás en su letal ataque contra el sur de Israel el pasado 7 de octubre. En ambas situaciones, la mayoría de víctimas han sido musulmanes o judíos, pero entre los cuerpos también hay cruces cristianas. La actual guerra que asola Tierra Santa no es propiamente un conflicto confesional, musulmanes y judíos conforman la mayoría de los dos bandos en guerra, aunque las disputas religiosas sobre la posesión de la tierra divina son el pan de cada día. Mientras tanto, la minoría cristiana en Israel y Palestina, presente en esta tierra desde hace más de 2.000 años, sufre el fuego cruzado a cada lado de la frontera de Gaza. "Después de esta guerra, muchos cristianos en Israel, Cisjordania o Gaza se irán. Especialmente en la Franja, donde viven unos 1.100 cristianos. Cuando acabe la guerra, no quedará ninguno", asegura a El Confidencial Yusef Daher, secretario ejecutivo del Jerusalem Inter-Church Centre (JIC).

El pasado jueves, un proyectil israelí mostró nuevamente que las bombas de esta guerra —como en tantas otras— caen de manera indiscriminada. La iglesia de San Porfirio de Gaza, la más antigua de la Franja, resultó dañada en un ataque aéreo y 18 cristianos perdieron la vida, según Al Jazira. Aunque es difícil conocer el alcance de los destrozos, ya que Israel impide el acceso a Gaza a los periodistas internacionales, el ejército reconoció a la agencia AFP que una pared de la iglesia "resultó dañada" y confirmó que se habían producido víctimas mortales. También aseguró inequívocamente que la iglesia no era el objetivo del ataque. "Esto demuestra que los objetivos de la ocupación israelí son las personas desarmadas los niños, las mujeres y los ancianos", contrarió el Consejo de Iglesias Palestinas.

Foto: Un palestino, en un edificio destrozado cerca del paso fronterizo de Rafah. (Europa Press/Abed Rahim)

En el templo se refugiaban hasta ahora cientos de personas, cristianos y musulmanes, que creían haber encontrado un lugar seguro bajo el techo de la iglesia. "Nuestra humanidad nos llama a ofrecer paz y calidez a todos los necesitados", decía el padre Elías a Al Jazeera. "Estamos aquí, viviendo el día, sin estar seguros de poder llegar a la noche. Pero lo que alivia nuestro dolor es el espíritu humilde y cálido de todos los que nos rodean", decía la musulmana Walaa Sobeh. "Los cristianos de Gaza sufren los bombardeos y el bloqueo israelí, igual que los musulmanes. Muchos de los cristianos que estaban refugiados en San Porfirio habían perdido sus casas", comenta el secretario Daher.

La ofensiva de Hamás sobre el sur de Israel tampoco ha sido inocua para los cristianos. Aunque no se ha informado de la religión de todos los muertos, desaparecidos y secuestrados. El franciscano Lionel Goh, responsable de la pastoral para los trabajadores chinos católicos que trabajan en Israel, explica a El Confidencial que entre los suyos no ha habido todavía víctimas, aunque sí en otras comunidades de católicos: "Los atacantes esta vez apuntaron a judíos en residencias donde viven trabajadores domésticos filipinos e indios. Algunos han sido asesinados junto con sus empleadores. Otros resultaron heridos. O vieron cómo mataban o secuestraban a sus empleadores", dice el fraile.

Los datos corroboran, en parte, el relato del sacerdote. El recuento oficial de víctimas del ataque de Hamás incluye al menos cuatro filipinos muertos y dos desaparecidos, y la religión mayoritaria entre los extranjeros de esta nacionalidad es el catolicismo. Más allá de estos casos, sin embargo, el número de cristianos muertos podría aumentar: muchos migrantes de esta religión trabajan en el sur y los cohetes de Hamás caen tan indiscriminadamente como las bombas israelíes. También sobre árabes cristianos. E incluso en Cisjordania. "Los inmigrantes que trabajan con familias israelíes son los más expuestos en este momento", afirma el padre Goh mientras explica que también muchos trabajadores del campo tienen dificultades para acceder a refugios en caso de ataque.

Más allá de la guerra

La manera de afrontar la guerra por parte de los cristianos es tan variada como fieles, confesiones y nacionalidades hay en el país. Un cristiano palestino de Cisjordania o Gaza vive con especial intensidad la ocupación y los ataques israelíes, mientras que un cristiano de Israel, extranjero o nacional, se ve más expuesto a los ataques de Hamás. También de Hezbolá en el norte, ya que en Galilea se encuentran las ciudades con más cristianos árabes de nacionalidad israelí. En este sentido, los líderes de las iglesias en Tierra Santa se expresan con cautela y caminan entre dos aguas: tienen fieles en ambos lados. "Nuestra fe, que se basa en las enseñanzas de Jesucristo, nos obliga a abogar por el cese de toda violencia y actividad militar que daña tanto a civiles palestinos como israelíes", han declarado.

Para Leah Maryam, judía israelí conversa al catolicismo, esta actitud de la iglesia es, en cierta manera, "complice, confusa, cobarde o complaciente" y reclama un apoyo mayor a Israel frente a la amenaza global de Hamás. "Los terroristas no van sólo contra los judíos, van en contra de todas las democracias occidentales, todos los valores liberales. Quieren una teocracia islámica. Ahora matan judíos aquí, pero los siguientes serán los cristianos", afirma. Pese a estar enfadada con la situación, reconoce que, como católica, se preocupa “por las almas de todas las personas”, reza por la conversión de los pecadores y terroristas y tiene "compasión por los inocentes que han perdido vidas, hogares y esperanzas en el otro lado". Pero defiende también que "Israel, aunque no es perfecto, debe levantarse con valentía y destruir este mal desde la raíz. Sólo entonces habrá espacio para empezar algo nuevo. Una nueva vida para los habitantes de Gaza que sobrevivan. Una nueva vida de seguridad para Israel. Una nueva esperanza de paz en Oriente Medio", matiza.

Para Elías, cristiano árabe-israelí de Galilea, la aproximación es similar: "El único peligro aquí es Hamás. También en Europa. Nunca he visto a un judío hacer lo que hacen estos musulmanes", opina. Aunque reconoce que en algunas ocasiones se siente un ciudadano de segunda en Israel por el hecho de ser árabe, asegura convencido que prefiere el infierno de los judíos, al paraíso de los musulmanes. Ahora mismo sólo tengo dos opciones y hay una que me puede hacer mucho daño [Hamás y Hezbolah] y otra que sólo me discrimina, cierra, afirmando que la mayoría de sus amigos cristianos en el norte de Israel opinan igual, aunque también hay algunos que se son más pro-palestinos. "Si viviera en Gaza o Cisjordania quizá mi opinión sería diferente, pero estoy convencido que incluso ellos, aunque no lo digan, prefieren vivir en un estado judío que en uno islámico", dice.

Nour es cristiana de Belén, cercada por Israel desde hace décadas y especialmente desde el inicio de las hostilidades. Sobre el ataque de Hamás, opina que como cristiana, no apoya "el método de la violencia de ninguna manera aunque la causa sea justa. Mucha gente no se atreve a denunciarlo públicamente pues es muy delicado. Pero la violencia lleva a más violencia. Es una espiral. Al final sólo son pérdidas", asegura. En cuanto a los bombardeos israelíes y la ocupación, indica que como palestina lo vive mal, porque ve en ello la misma espiral de violencia. "La causa palestina es mía igual que la de cualquier otro palestino, yo también vivo injusticias, mi familia perdió terrenos para construir asentamientos, no puedo moverme en mi propia tierra, no puedo rezar en los lugares santos... Pero la violencia no es el método", asegura. "Vivo la situación con miedo pues esta vez no es igual a otras, y puede extenderse a un conflicto religioso, no sólo regional sino también mundial".

Judaización de Jerusalén

La guerra con Gaza ha llegado en un momento de especial tensión para los cristianos en Israel. En el último año se ha detectado un aumento significativo en los ataques a fieles, iglesias y negocios cristianos, por parte de radicales judíos: al menos una docena, desde el mes de enero. Más del doble que en todo el 2022, según el Jerusalem Inter-Church Centre (JIC). La entidad recopila y documenta los destrozos en propiedades y las agresiones físicas a cristianos, aunque no otros ataques como escupitajos o insultos, que son incontables, según la organización. "Los ataques han escalado desde la llegada del nuevo Gobierno de extrema derecha. Los extremistas se sienten protegidos por sus líderes políticos y envalentonados directa o indirectamente por las autoridades", asegura Yusef Daher. "Este es el mismo gobierno que ahora nos ha arrastrado a una guerra que es devastadora para todos", añade.

Daher recuerda que el mismo ministro de Seguridad Nacional de Israel, Itamar Ben-Gvir, es un reconocido ultraderechista y antiárabe, partidario de los asentamientos y condenado en 2005 por incitación al odio. También que, curiosamente, los ataques contra los cristianos raramente son perseguidos por la policía, de la que Ben-Gvir es responsable.

Este hecho no ha pasado desapercibido en Israel. Muchos periódicos del país se hicieron eco este verano del aumento de ataques contra los cristianos y de la impasibilidad de las autoridades. A raíz de sus denuncias, varios extremistas fueron detenidos. Los últimos, el 4 de octubre, poco antes de que empezara la guerra, por haber escupido a peregrinos en la Via Dolorosa, dentro de la Ciudad Antigua. También el primer ministro Benjamin Netanyahu, que no había denunciado la situación antes, se vio obligado a actuar. "Israel está totalmente comprometido a salvaguardar el sagrado derecho de culto y peregrinación a los lugares sagrados de todas las religiones", afirmó en un comunicado, el 3 de octubre.

En los últimos meses, en parte por la mediación de las autoridades eclesiales, el gran rabino asquenazí de Israel, David Lau, y su homólogo sefardí y actual gran rabino de Jerusalén, Shlomo Amara, también condenaron los ataques, y escribieron sendas cartas prohibiendo este tipo de actos. "Lamentamos escuchar de clérigos no judíos que varios jóvenes judíos y algunos que fingen ser temerosos de Dios los persiguen con maldiciones y blasfemias, mientras caminan por la ciudad. Sin duda hicieron eso personas irresponsables que no observan en absoluto la Torá y sus caminos. Anunciamos que tal comportamiento está estrictamente prohibido", decía Amara.

Foto: El presidente de EEUU, Joe Biden, y el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu. (Reuters/Avi Ohayon/GPO/dpa)

El presidente de Israel, Isaac Herzog, también ha condenado los ataques, tras reunirse en agosto con los jefes de las iglesias de Tierra Santa. "Condeno totalmente la violencia, en todas sus formas, dirigida por un grupo pequeño y extremo, hacia los lugares sagrados de la fe cristiana y contra el clero cristiano en Israel. Esto incluye escupir y profanar tumbas e iglesias", dijo en julio Herzog.

Pero los insultos y los ataques físicos no son el único peligro para las comunidades cristianas en Israel. También los esfuerzos económicos por judaizar el país y por comprar propiedades cristianas amenaza su presencia en Tierra Santa. "Hemos sentido mucha presión para que nos vayamos y para que abandonemos nuestras propiedades", explica Daher. Uno de los casos más sonados en los últimos meses ha sido la venta de parte del barrio armenio de la Ciudad Antigua. El trato, que no ha estado exento de secretismo, ha implicado la venta por parte del Patriarcado Armenio del 25% del barrio (mayoritariamente un enorme aparcamiento) a un empresario judío.

“Con una firma se han cargado 1.700 años de presencia armenia en Jerusalén”, se lamenta Setrak Balian, líder de las protestas contra el acuerdo.
No es el único caso. Otro ejemplo relevante fue el de los hoteles Imperial y Petra, en la Puerta de Jaffa de Jerusalén. Ambos inmuebles fueron cedidos por la Iglesia ortodoxa griega a varias compañías extranjeras. Según se supo más tarde, eran tapaderas de la organización colonial judía Ateret Cohanim, dedicada exclusivamente a crear una mayoría hebrea en la Ciudad Vieja. "Todo forma parte del plan general sionista de conseguir más territorio y más propiedades, ya sea mediante la manipulación, la compra o la violencia", opina Yusef Daher.

Las bombas israelíes no distinguen la religión de sus víctimas. Tampoco lo hizo Hamás en su letal ataque contra el sur de Israel el pasado 7 de octubre. En ambas situaciones, la mayoría de víctimas han sido musulmanes o judíos, pero entre los cuerpos también hay cruces cristianas. La actual guerra que asola Tierra Santa no es propiamente un conflicto confesional, musulmanes y judíos conforman la mayoría de los dos bandos en guerra, aunque las disputas religiosas sobre la posesión de la tierra divina son el pan de cada día. Mientras tanto, la minoría cristiana en Israel y Palestina, presente en esta tierra desde hace más de 2.000 años, sufre el fuego cruzado a cada lado de la frontera de Gaza. "Después de esta guerra, muchos cristianos en Israel, Cisjordania o Gaza se irán. Especialmente en la Franja, donde viven unos 1.100 cristianos. Cuando acabe la guerra, no quedará ninguno", asegura a El Confidencial Yusef Daher, secretario ejecutivo del Jerusalem Inter-Church Centre (JIC).

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