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Combate subterráneo y bombas antibúnker: la guerra oculta a la que se enfrenta Israel
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El peligro de lo que no se ve

Combate subterráneo y bombas antibúnker: la guerra oculta a la que se enfrenta Israel

Es muy probable que Hamás utilice parte de su infraestructura de túneles bajo Gaza como un arma. Por su parte, Israel recurrirá muy probablemente a bombas de alta penetración para contrarrestar al enemigo

Foto: F-15E lanzando una bomba de penetración GBU-28 de guiado por láser. (USAF)
F-15E lanzando una bomba de penetración GBU-28 de guiado por láser. (USAF)
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Vivimos una tensa espera mientras Israel ultima su entrada en Gaza. Con un Hamás resuelto a plantar cara en un terreno que les es favorable, tanto desde el punto de vista militar como el de la opinión pública, las expectativas de un combate urbano con una gran componente subterránea no presagian nada bueno. Tácticas de toda la vida, junto a armamento de última tecnología, se van a dar cita en este complejo y mortal escenario.

Lo más peligroso de Hamás, desde el punto de vista israelí, es precisamente lo que no se ve. Una organización terrorista que mantiene desde hace años una guerra en la sombra, dispone de la mayor parte de su infraestructura oculta. Lo que de verdad hace muy difícil al Estado judío desmantelar la red de Hamás, pese a toda su tecnología, sistemas de vigilancia, drones, etc. es que todo está mezclado con la población civil y que existe una ciudad en paralelo sumergida bajo el suelo palestino que ya ha sido denominada como el Metro de Gaza.

Foto: Un tanque israelí Merkava IV, en una imagen de archivo. (EFE/Atef Safadi)

Cuando les hablábamos del combate urbano y su extrema complejidad nos referíamos a él como una batalla tridimensional, que no se libra, como es el caso por ejemplo del combate entre blindados, en el plano horizontal. Esa tercera dimensión se refiere, por un lado, a las alturas. Los edificios con sus ventanas y azoteas ofrecen grandes posibilidades para realizar ataques desde posiciones muy ventajosas. De siempre se ha dicho —porque es cierto— que quien domina la altura domina el campo de batalla.

Si bien la altura o esa dimensión vertical sobre el suelo es la más evidente, a veces se olvida que existe otra verticalidad por debajo del terreno. Y puede ser tan peligrosa o más que la otra. Los entornos urbanos ya ofrecen en sí mismo redes de alcantarillado y galerías de servicio que pueden ser utilizadas por el que defiende el terreno. Lo normal es que sean conocidas por él y le permitan realizar movimientos de retirada o de ataque a cubierto y a espaldas de su enemigo.

placeholder Milicianos de Hamás en uno de sus túneles. (Reuters)
Milicianos de Hamás en uno de sus túneles. (Reuters)

Hasta ahora podríamos estar hablando de un combate urbano digamos convencional, pero en el caso de Gaza hay algunas diferencias. Como decíamos, Hamás dispone de una infraestructura subterránea, no solo difícil de monitorizar, sino también de descubrir. No hablemos de desmantelar, que es el objetivo.

Hay túneles que permiten sus movimientos, que enlazan el territorio de Gaza con el exterior y permiten tráfico de armas, material y personas a espaldas del control israelí. También hay talleres ocultos de fabricación de cohetes y explosivos, almacenes y zonas para alojar personal. Son cosas que la propia organización enseña, porque le interesa que su enemigo piense que, si entra en su terreno, se puede encontrar con desagradables sorpresas en cualquier punto y lugar. Luchar contra esto va a ser muy difícil, pero es que, además, no va a ser la única amenaza.

Tácticas de hace más de 2.000 años

La novedad, que no es tal, es que hay mucho riesgo de que Hamás utilice parte de su infraestructura de túneles como un arma, algo que en el ámbito anglosajón se denomina como tunnel bombs, y que se podría traducir de manera muy gráfica como bombas de túnel, aunque en español y en términos militares, su denominación correcta sería la de mina de voladura.

El concepto de mina como galería o túnel excavado para acceder a una fortificación o volar una posición enemiga no se debe confundir con las otras minas, de las que estamos más acostumbrados a oír y que serían tanto las minas navales —explosivos sumergidos— o las terrestres, como las contracarro.

La mina como galería, se lleva utilizando desde la antigüedad. El objetivo ha sido siempre o bien acceder a una fortificación enemiga o derribar una muralla. Antes del empleo de la pólvora, la mina se solía emplear para llegar mediante un túnel subterráneo hasta la base de una muralla, socavar sus cimientos y provocar el derrumbe. Con los explosivos se mantuvo el concepto, pero mejoraron los métodos destructivos. Así se podía cavar un túnel hasta un punto fuerte, trinchera, etc., rellenarlo de explosivos y hacerlo saltar por los aires.

placeholder Excavadora blindada de las IDF como las utilizadas para neutralizar túneles de Hamás. (MathKnight - Zachi Evenor)
Excavadora blindada de las IDF como las utilizadas para neutralizar túneles de Hamás. (MathKnight - Zachi Evenor)

Esto se empleó numerosas veces en casi todas las contiendas donde existieron puntos fuertes difíciles de tomar. Esa misma idea de colocar explosivos en un túnel excavado bajo las posiciones del enemigo ya fue utilizada en Gaza contra puestos israelíes. Se hizo en los primeros años de la década de 2000. También en Siria e Irak se utilizó el mismo método, en algún caso con cruentos resultados y muchas bajas causadas.

Combatir una vieja amenaza

Que se trata de una amenaza real y que a las fuerzas israelíes, las IDF, les debe preocupar, es algo evidente. Con un terreno bien conocido por Hamás y con una enorme infraestructura de túneles ya realizados y preparados, hacer frente a este desafío no es nada sencillo. Para contrarrestar estas operaciones hay métodos y técnicas, siendo mucho más sencillo detectar la excavación de un nuevo túnel que la actividad en uno ya finalizado.

La clave es el ruido y el movimiento. Colocar en sitios estratégicos sensores sísmicos o sonoros que detecten cualquier actividad sospechosa es una forma. Otra es monitorizar los alrededores de enclaves susceptibles de ser atacados, tratando de localizar el punto o puntos de entrada. En este caso también juega a favor de Hamás el hecho de tener ya una intrincada red de túneles y sus entradas y salidas escondidas en edificios civiles.

Una vez detectado el túnel se puede neutralizar con varios métodos, dependiendo del lugar, situación del mismo y si hay población alrededor, que en el caso de Gaza la habrá seguro. Lo más obvio es provocar su hundimiento, bien con máquinas excavadoras – Israel dispone de muchas fuertemente blindadas - o accediendo desde otro túnel, lo que tradicionalmente se ha llamado contramina. Pero también se puede atacar desde el aire con bombas especiales de alta penetración.

placeholder El tanque Merkava IV. (Reuters)
El tanque Merkava IV. (Reuters)

Se trata de armas lanzadas desde aviones, con la particularidad de que disponen de una parte frontal blindada y perforante, unido a una espoleta de retardo. El objetivo es aprovechar la energía cinética del lanzamiento para penetrar en profundidad en el suelo y detonar cuando ya se encuentre a una determinada profundidad. Lo normal es que tengan mucho peso y capacidad explosiva y son las mismas que se utilizarían contra un búnker o posición enterrada.

Como ejemplo, tenemos la enorme bomba norteamericana GBU-57A/B MOP (Massive Ordnance Penetrator) que tiene 30.000 libras (14.000 kg) de peso, la más grande del arsenal americano (que se sepa solo la tienen ellos), y que es lanzada por los grandes bombarderos B-52 o los B-2. Esta bomba, de la que tan solo la ojiva ya pesa más de 2.400 kg de una mezcla de explosivos, es de una potencia bestial y fue diseñada para alcanzar fortificaciones, túneles y refugios acorazados a gran profundidad.

También hay otras más modestas, como la GBU-28, que tiene 5.000 libras de peso (2.300 kg) y es de guiado por láser, así como su equivalente, la GBU-37, de igual peso pero de guiado por GPS. No dejan de ser enormes y la de guiado por láser está disponible en el arsenal israelí de su fuerza aérea, siendo lanzada por sus aviones F-15I de ataque. Por comparación, lo normal para una bomba JDAM es utilizar cuerpos de 500 o 1.000 libras. Es fácil imaginar su poder destructivo.

"Se trata de armas lanzadas desde aviones, con la particularidad de que disponen de una parte frontal blindada y perforante"

Israel tiene experiencia con este tipo de armas y está confirmado que fueron utilizadas en operaciones sobre Gaza en 2021. Dispondrían de una buena cantidad de ellas y, en cualquier caso, a buen seguro, los Estados Unidos les facilitarían más en caso necesario. Lanzadas desde el aire y con semejante peso, son capaces de penetrar hasta 50 metros de tierra (ya es gran profundidad) o cerca de siete metros de hormigón armado, lo que supone una fortificación muy bien preparada.

Otra forma sería utilizar municiones de fósforo o termobáricas, dos tipos de arma que ya han sido empleadas en Ucrania. Son armas que, sin estar explícitamente prohibidas, su empleo puede constituir crimen de guerra si se usan contra instalaciones civiles. En este caso, ambas serían eficaces contra túneles, pues resultan letales en espacios cerrados al consumir el oxígeno. De hecho, en Vietnam, por ejemplo, se utilizó ampliamente la munición de fósforo contra la red de túneles del Vietcong.

placeholder Un soldado israelí en tareas de vigilancia. (Reuters)
Un soldado israelí en tareas de vigilancia. (Reuters)

La utilización de cualquiera de estas opciones es algo muy delicado que, en el contexto de este conflicto, va a estar siempre en el límite de la legalidad. Nunca se deben usar contra instalaciones civiles, pero la propia Convención de Ginebra establece que, si esas instalaciones civiles son utilizadas con fines militares —que es lo habitual en Gaza— se convierten en objetivos legítimos.

En cualquier caso, se trata de armamento muy potente que produce daños en un área relativamente extensa, hablando en términos de zonas urbanas. Este es el dilema del gobierno de Netanyahu y la difícil decisión que debe afrontar. Por un lado, no puede no hacer nada y dejar sin una respuesta contundente las acciones llevadas a cabo por Hamás. Está obligado a intentar eliminar su amenaza.

Por otro lado, si entra en Gaza a sangre y fuego le estará haciendo el juego al grupo terrorista. Es justo lo que espera Hamás. Israel no lo podrá impedir y para ellos tendrá un alto coste en términos de opinión pública y apoyo internacional. Lo triste es que, mientras se va a provocar un sufrimiento enorme a la población civil, una parte lo utilizará a su favor sin ningún tipo de escrúpulo y la otra lo considerará como algo inevitable.

Vivimos una tensa espera mientras Israel ultima su entrada en Gaza. Con un Hamás resuelto a plantar cara en un terreno que les es favorable, tanto desde el punto de vista militar como el de la opinión pública, las expectativas de un combate urbano con una gran componente subterránea no presagian nada bueno. Tácticas de toda la vida, junto a armamento de última tecnología, se van a dar cita en este complejo y mortal escenario.

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