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¿Por qué no ha empezado aún la ofensiva terrestre que lleva dos semanas anunciando Netanyahu?
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Qué hay de la "venganza"

¿Por qué no ha empezado aún la ofensiva terrestre que lleva dos semanas anunciando Netanyahu?

Otra noche más de cohetes, y ya van dos semanas desde que los milicianos de Hamás asaltaron las poblaciones colindantes a la Franja de Gaza. Muchos en el país se preguntan dónde está la invasión terrestre

Foto: Un soldado israelí sobre un howitzer cerca de la frontera con Gaza. (Reuters/Violeta Santos Moura)
Un soldado israelí sobre un howitzer cerca de la frontera con Gaza. (Reuters/Violeta Santos Moura)

El grito de una niña rompe el silencio de la noche en Ashkelon. El único coche que avanza por la calle frena en seco. Se escucha el ruido de sillas y pasos agitados en la terraza del séptimo piso de un edificio a las afueras de la ciudad. Chillan las sirenas. Apenas 20 segundos después, la traza blanca de los misiles lanzados por la Cúpula de Hierro —el sistema antiaéreo israelí— pinta el cielo negro al sur de Israel.

Otra noche más de cohetes, y ya van dos semanas desde que los milicianos de Hamás asaltaron las poblaciones colindantes a la Franja de Gaza. Muchos en el país se preguntan dónde está la invasión terrestre. Qué hay de la venganza —así la llamó el primer ministro, Benjamín Netanyahu— que no devolverá la vida a los más de 1.500 cadáveres ni liberará a los cerca de 200 secuestrados, pero sí el orgullo nacional herido y la promesa de que no habrá agresión sin respuesta. Venganza también la que se ha cobrado más de 3.000 vidas en Gaza, un tercio de ellos niños, y que ha levantado protestas por todo Oriente Medio, alimentando una nueva generación del conflicto.

Foto: Un palestino llora sobre el cuerpo de su sobrino muerto en un bombardeo israelí. (EFE/Mohammed Saber)

"En Europa lo habéis olvidado porque lleváis décadas en paz, vivís sin fronteras, pero no siempre fue así. ¿Qué harías si te atacan cada día con cohetes, si raptan a tu familia y acribillan a tus vecinos? Esta es una guerra por nuestra existencia", sentencia Asaf Uzan, paramédico de la castigada ciudad de Sderot.

Muchos como él aguardan la operación terrestre a apenas seis kilómetros de distancia de la valla. Sin embargo, "las próximas horas" que se esperaban para ver rugir a los cañones se han convertido en días y semanas. Las visitas de los líderes internacionales como Joe Biden, Olaf Scholz, o Rishi Sunak, máximos mandatarios de EEUU, Alemania y Reino Unido, sin negarle su "total apoyo" a Israel, también han intentado ganar una desescalada y evitar la temida operación terrestre.

Foto: Abrazo entre el presidente Joe Biden y el primer ministro Benjamín Netanyahu en el aeropuerto Ben-Gurión. (EFE/EPA/GVO/Avi Ohion)
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La narrativa desde Tel Aviv es en esa línea. Gaza "nunca más volverá a ser la misma", aseguró Herzi Halevi, jefe del Estado Mayor, en el sexto día de la guerra. Desplazado a la primera línea, arengó a las tropas: "Vais a hacer algo grande e importante que cambiará claramente la situación durante mucho tiempo". Desde entonces, vecinos de las localidades fronterizas con Gaza, como Rob Leven o el propio Asaf, no han podido volver a sus hogares y residen en el hospital de Ashkelon, a 5 kilómetros de la Franja.

Problemas en el despliegue

Algunas razones para la espera parecen ser más simples: el mal tiempo del fin de semana pasado, que hubiera dificultado las maniobras de los blindados en el desierto; el cálculo correcto de la cada vez más presente amenaza de Hezbolá en el frente norte; la falta de material (chalecos protectores, entre otros) y fusiles para los más de 300.000 reservistas movilizados; el desconocimiento del terreno (la Franja de Gaza) por parte de los comandantes de batallón, y los continuos recibimientos de los mandatarios occidentales.

La inexperiencia de la infantería en un Ejército que en los últimos lustros se ha dedicado a controlar a la población palestina en Cisjordania y carece de experiencia real en combate se añade a que la lucha urbana en un territorio densamente poblado, callejuelas estrechas y túneles es, probablemente, uno de los peores escenarios para una operación militar. Pero quizá es peor la ausencia, según apuntan analistas, de un plan estratégico real más allá de las arengas militares. Entrar en Gaza, a base de soldados y palestinos muertos, y luego, ¿qué? En su visita a Tel Aviv, el secretario de Estado estadounidense, Anthony Blinken, advirtió a Israel sobre la opción de una "ocupación larga".

Foto: Gazatíes abandonan el norte de la Franja tras el ultimátum de Israel. (EFE/Mohammed Saber)

"El mundo ve a Palestina como el inocente, pero ¿acaso no lo eran los jóvenes del festival? ¿Qué hay de los niños que mataron?", escupe el paramédico, mientras rebusca el teléfono en el bolsillo. Cuando abre la galería, la mano le empieza a temblar. Los cuerpos en el suelo de su calle cambian de rostro al deslizar con el dedo, también el tamaño de los charcos de sangre.

—¿Merece la pena que mueran más?

—¿Por qué deberíamos parar? ¿Deberíamos marcharnos? —pregunta Uzan—. Estuvimos en el exilio y acabó en Holocausto. ¿Qué solución me das?

Su tono elevado atrae miradas de la gente alrededor. ¿Aceptaría el pueblo una solución sin venganza? En la prensa, los altos mandos no se ponen de acuerdo con la hoja de ruta.

Pero las dudas no parecen haber cambiado el plan general. Este jueves, el ministro de Defensa, Yoav Gallant, se dirigió a las tropas para asegurarles que la invasión no tardará: "Ahora ven Gaza desde lejos, pronto la verán desde dentro". E insistió: "La orden llegará".

Un plan de tres fases

Según ha desvelado Gallant este viernes, el Ejército está ahora en una primera fase (de tres), "una campaña militar que incluye bombardeos y más tarde incluirá maniobras [terrestres], con el objetivo de neutralizar a los terroristas y destruir la infraestructura de Hamás". Los bombardeos de la aviación israelí, "a un ritmo no visto en décadas", pretenden "preparar el terreno" para la invasión terrestre.

La segunda fase, que aunaría lo político y militar, sería de "estabilización del sistema", con "operaciones de menor intensidad, con el objetivo de eliminar los reductos de resistencia". "Al final, en algún momento, llegaremos a una situación en la que habrá una autoridad de seguridad diferente, tendremos libertad operativa plena y no habrá ninguna amenaza dentro de Gaza. No será en un día, ni una semana, ni, a mi pesar, un mes. Hay que entenderlo, pero es el proceso", ha añadido.

La promesa de una operación larga ya la han repetido, pero no queda tan claro el después. En la tercera fase del plan, será el turno de la "retirada de la responsabilidad de Israel sobre la vida en la franja de Gaza y el establecimiento de una nueva realidad de seguridad para los ciudadanos de Israel". Pero ¿a quién entregar el control de la Franja de Gaza y sus 2,3 millones de habitantes?

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Todo esto mientras los medios locales reportan los primeros retornos de reservistas movilizados a sus casas. Algunos sugieren que se trata de unidades de logística encargadas de preparar el terreno, otros que son de unidades con menor formación. Lo que sí se sabe es que el combate urbano en una zona como Gaza será complejo y que en los últimos 15 años Israel no ha hecho una operación de esta magnitud. Muchos reclutas no tienen experiencia y, desde el asalto de Hamás, al menos 306 militares israelíes han perdido la vida.

Este tiempo "perdido", que algunos militares critican porque podría haber regalado tiempo a Hamás para atrincherarse, colocar trampas y preparar mejor la defensa casa por casa. Algunos civiles ya no creen en la inminencia de la operación.

"Prefiero abrir la tienda que quedarme en casa. Mirar por la ventana sin que nada pase es aburrido", explica Ben, dueño de Shee-sha, tienda de cachimbas, uno de los pocos establecimientos abiertos de Ashkelon. Lo mismo le ocurre a Miri Tehila que, tras once días viviendo en otra localidad más alejada y ayudando a vecinos a encontrar techo en el centro de Israel, montó a sus cuatro hijos en el coche y este jueves regresó a la Ashkelon: "Los niños quieren volver y la casa de mi madre no tiene refugio. Las sirenas suenan igual".

El grito de una niña rompe el silencio de la noche en Ashkelon. El único coche que avanza por la calle frena en seco. Se escucha el ruido de sillas y pasos agitados en la terraza del séptimo piso de un edificio a las afueras de la ciudad. Chillan las sirenas. Apenas 20 segundos después, la traza blanca de los misiles lanzados por la Cúpula de Hierro —el sistema antiaéreo israelí— pinta el cielo negro al sur de Israel.

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