Israel evacúa las poblaciones que rodean Gaza y en la frontera de Líbano antes de lanzar el "ataque total"
El general y comandante de las fuerzas del Aire, Tomer Bar, visitó a las tropas desplegadas cerca de la Franja y aseguró públicamente dedicar sus esfuerzos a eliminar "las amenazas desde tierra y aire"
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Guerra entre Israel y Palestina en Gaza: última hora de los ataques de Hamás, en directo
"Hoy no hay bum bum", dice Yosef, rascándose el bigote con la mano izquierda. Con la contraria, sujeta dos voluminosos paquetes de papel higiénico, en la puerta corredera de uno de los pocos comercios abiertos en la silenciosa ciudad de Ashkelon.
A tan solo nueve kilómetros del norte de la Franja, y no muy lejos de la ciudad de Gaza, donde las Fuerzas Armadas israelíes (IDF) aseguran que Hamás tiene su centro de operaciones, vecinos como Yosef aprovechan la calma para acumular comida y otros bienes, mientras se preguntan si el flujo de suministros continuará. Dudas habituales en un país que encara la segunda semana de guerra, pero extrañas en una sociedad israelí parapetada hasta el sábado pasado en una falsa ilusión de paz bajo la Cúpula de Hierro y detrás del muro con el que se encerró Gaza. Por más que el humo de esta guerra haya estado siempre a la vista desde el balcón.
Este domingo, el general y comandante de las fuerzas del Aire de las IDF, Tomer Bar, visitó a las tropas desplegadas en los kibutz cercanos a la Franja y aseguró públicamente dedicar sus esfuerzos a eliminar "las amenazas desde tierra y aire". El objetivo: garantizar que la operación terrestre avance sin acumular demasiadas bajas en un combate urbano favorable siempre para el defensor. Altos mandos de las IDF han sobrevolado esta semana la Franja en helicóptero para familiarizarse con el territorio. Según informa The Times of Israel, la mayoría nunca ha pisado Gaza.
"Vais a hacer algo grande e importante que cambiará claramente la situación durante mucho tiempo", arengó Herzi Halevi, jefe del Estado Mayor israelí, a los soldados desplegados. El cuándo sigue siendo una incógnita.
El hecho de que EEUU haya anunciado una evacuación masiva de sus ciudadanos en el país, incluso fletando varios buques, es ya una señal de lo que Washington espera que ocurra en los próximos días. En la última alerta de seguridad emitida el domingo, instaban a sus nacionales a presentarse este lunes en el puerto de Haifa, sin más dilación ni preámbulos, para tomar un barco rumbo Chipre.
No son los únicos. Las autoridades israelíes estarían finalizando ya la evacuación de todas las comunidades a menos de cuatro kilómetros de la frontera con Gaza, según reporta la prensa local, y están ahora emprendiendo la de las localidades un poco más alejadas. Las vacías calles de Ashkalon son testigo de ese éxodo a "zonas más seguras" en el centro del país. Se trata de un hecho inédito. En anteriores ofensivas israelíes contra Gaza, los desplazamientos masivos y evacuaciones en el sur de Israel se producían en los pequeños kibutz de las inmediaciones de la Franja. Sderot tiene 30.000 habitantes y Ashkalon, más de 132.000.
Israel acumula tropas junto a Gaza, pero todavía no termina de dar el paso de entrar en la Franja. El principal problema es la renuencia, a pesar de la movilización de más de 300.000 reservistas, a verse envueltos en una batalla callejera puerta a puerta con Hamás en la ciudad de Gaza. Aunque todos entrenados en virtud de la mili obligatoria, en la última década los soldados israelíes han estado actuando más en la protección de los asentamientos de colonos en Cisjordania, y no tanto en algo parecido a un combate.
Mientras, se mantiene el intercambio de artillería en la frontera con el Líbano. Este lunes, Israel ha anunciado la evacuación de los residentes de al menos 28 asentamientos a 2 km de la frontera con Líbano. Allí ha caído, tras unos días de alerta, un proyectil en el cuartel general de los cascos azules, donde tropas españolas están al mando de una misión de paz, con 600 hombres desplegados. Naciones Unidas ha comunicado que el ataque no ha dejado muertos ni heridos.
There have been impacts on both sides of the Blue line. Our headquarters in Naqoura was hit with a rocket and we are working to verify from where. Our peacekeepers were not in shelters at the time. Fortunately, no one was hurt.
— UNIFIL (@UNIFIL_) October 15, 2023
Todo lo contrario a lo que sucede en la entrada de emergencias del Hospital Barzilai de Ashkelon, el único en la zona y encargado de absorber a centenares de pacientes tras la mayor matanza en la historia del Estado de Israel. Tras la actualización de los últimos datos, los menores asesinados son ya más de 160.
"Cuando vi que Hamás rompía la barrera, llamé al hospital y empezó el reclutamiento de médicos y enfermeras. Los sábados trabajan menos de la mitad y son los menos experimentados", cuenta Ron Laver, director de emergencias y catástrofes de la ciudad y superviviente del reciente ataque. Él se escondió en el sótano con su mujer, su hija y dos botellas de agua que racionaron para evitar hacer ruido tirando de la cadena.
"No siempre soy tan inteligente", ríe este sanitario de 73 años que no ha salido del hospital desde que le sacaron del refugio. "Antes de bajar agarré un cuchillo de cocina por si entraban los terroristas. ¿A quién creía yo que iba a apuñalar con un cuchillo?".
A unos pocos metros, Dorón también ríe. Le avergüenza reconocer que, al ver el ataque, lo primero que pensó fue que todavía no había instalado los barrotes de hierro antiasalto del ventanal. Ocho días después, sigue sentado en los alrededores del Hospital Barzilai, esperando órdenes que cumplir. Las primeras fueron sacar el material médico del fuego provocado por los proyectiles de Hamás, después ejerció de camillero trasladando pacientes a las habitaciones más resguardadas, aunque no es más que un profesor de informática, "un vecino con ganas de ayudar".
"Puedes discutir con tu mujer y pedirle perdón la mañana siguiente, pero el día que le pegues un bofetón te va a decir que no se te ocurra acercarte más. Lo que pasó el sábado es un punto de no retorno. Fuimos idiotas y nos confiamos", solloza, desviando unos ojos por los que se escapan lágrimas gruesas que agrietarían un malecón.
El 11-S de Israel
Después del shock, llegó el enfado. ¿Cómo logró un grupo de terroristas —alguno hasta en chancletas— perforar la reforzada y carísima verja de la Franja sin encontrar resistencia?
"No, no", se corrige Miri Tehila en el salón de una casa abandonada a la carrera días atrás. "Es mucho peor. ¿Por qué tardaron tanto tiempo en reaccionar? ¿Por qué no contestaban a las llamadas de emergencia? En un país tan pequeño, puedes enviar militares desde la otra punta y llegarían antes. No tiene explicación".
Tehila organiza desde el 7 de octubre gran parte de la ayuda de Ashkelon, "porque el alcalde también está desaparecido" y porque su marido se encuentra ahora en la primera línea. "Abogado de día, soldado de noche", bromea. Su tono cambia cada vez que menciona al Gobierno y "a los altos cargos" de un Ejecutivo al que achaca responsabilidad "por acción o por omisión". "Ahora es tiempo de pensar en un solo objetivo: ganar", exclama. Las facturas se cobrarán cuando termine la guerra, aunque nadie sepa muy bien qué significa eso.
"Nadie ha tenido tiempo para pensar lo suficiente y eso es bueno. No sabemos la magnitud real de lo que viene", resume el doctor Lobel.
En las televisiones locales, algunos militares empiezan ya a advertir. "La campaña durará semanas. El objetivo es derrotar a Hamás. Pero es importante que el público israelí no se haga ilusiones: limpiar Gaza de todas las armas es una operación que tomará muchos años", explicaba Moav Vardi, periodista de la cadena IPBC.
En Israel se viven jornadas de miedo, duda, rabia, alegría, dolor, culpa y júbilo. Un cóctel explosivo que puede degustarse en las reacciones espontáneas de los ciudadanos; tan rápido lloran la muerte de los caídos que esprintan a la carretera, móvil en mano, a grabar el trabajo de la Cúpula de Hierro. "¡Es el primero del día!", grita Ido, revisando con orgullo el vídeo de su galería con trazas de misiles en el cielo.
La escena recuerda a las imágenes de 2014 en la vecina Sderot, donde fotografiaron a un grupo de israelíes que aguardaban en lo alto de una colina con sillones de playa para ver el bombardeo sobre Gaza a sus pies. Nueve años después, la invasión acecha de nuevo y nadie se la quiere perder.
"Hoy no hay bum bum", dice Yosef, rascándose el bigote con la mano izquierda. Con la contraria, sujeta dos voluminosos paquetes de papel higiénico, en la puerta corredera de uno de los pocos comercios abiertos en la silenciosa ciudad de Ashkelon.
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