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"Así logré escapar del terrorista de Hamás que me llevaba secuestrado a Gaza"
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Moshé y Diana

"Así logré escapar del terrorista de Hamás que me llevaba secuestrado a Gaza"

Tras el ataque del pasado sábado sobre las poblaciones israelís cercanas a la franja de Gaza, muchos testimonios cuentan los momentos de angustia cuando vieron acercarse a los terroristas

Foto: Moshé Rozen y su esposa Diana, junto a su familia. (Cedida)
Moshé Rozen y su esposa Diana, junto a su familia. (Cedida)

El sábado 7 de octubre, a las 6:30 de la mañana, Moshé Rozen y su esposa Diana despertaron con la alerta roja, que es la sirena que alerta antimisiles. Era el momento en el que los militares de Hamás cruzaron la frontera entre la Franja de Gaza e Israel. Los Rozen, originarios de Argentina, pero israelíes desde hace 50 años, vivían en el kibutz Nir Itzhak, a cuatro kilómetros de la frontera con Gaza. Moshé es un activista pacifista en un grupo de israelíes y gazatíes llamado Faro por la Conciencia de Gaza.

Son también una historia de supervivencia, templanza ante el terror y casualidades. Hablaron con El Confidencial desde el hospital Hadasa de Jerusalén, ambos heridos gravemente en las manos. "Nosotros estamos muy habituados a este tipo de circunstancia [las alarmas] y no lo tomamos como algo grave", rememora Moshé. "Fuimos al refugio, que está pegado a la casa. Pasada una hora de estos ataques recibimos informaciones de la gente que se ocupa de la defensa civil del lugar que nos decían que poblaciones cercanas habían sido invadidas. En esos momentos mi señora y yo decidimos salir unos minutos del refugio ante la presunción de que debíamos estar allí un día entero o más, para traer un café, agua".

Foto: Soldados israelíes en el área de los ataques. (EFE/Martin Divisek)

"Al salir un minuto alcanzamos a ver por la ventana efectivos uniformados y nos resultó increíble pensar que eran invasores extranjeros, no podía ser, estaban con uniforme israelí, y estaban paseando, era muy raro, surrealista, como que buscaban, miraban alrededor, un civil y cinco militares con uniforme completo. Por si las dudas, volvimos al refugio rápidamente".

Los detalles que ofrece el relato de Moshé arrojan un poco de luz sobre la reconstrucción de cómo se desarrollaron las primeras horas del asalto de Hamás. Milicianos del grupo y de la Yihad Islámica se dividieron en células pequeñas, más difíciles de detectar, y algunos —los de los equipos de avanzadilla— vestían uniformes militares israelíes. Esto confundió a muchos ciudadanos de las más de 22 localidades (pequeñas ciudades, pueblos y kibutz, comunas agrícolas) donde llegaron a infiltrarse. Algunos israelíes incluso les abrieron las puertas, o trataron de iniciar conversaciones.

Moshé continúa. Ya de vuelta al refugio, oyeron a alguien golpear la puerta de su casa. "Escuchamos que forzaron la puerta, oímos gritos, golpes, cristales rotos, esto llevó menos de un minuto. Entonces llegaron al refugio e intentaron derribar la puerta y, para evitar que entraran, porque sería una muerte segura, manteníamos la puerta cerrada con gran esfuerzo con nuestras manos". Hace un inciso explicando que, si bien los refugios deberían tener una puerta blindada, la mayoría no las tienen. "Dispararon sus kalashnikov contra la puerta, creo que las balas entraron por el picaporte, debe ser así como resultamos gravemente heridos en las manos, mi señora y yo. Lograron penetrar. Vieron que estábamos muy heridos, especialmente yo, con mucha pérdida de sangre y las manos destrozadas. Nos llevaron afuera de la casa, nos condujeron a los árboles cercanos del lugar, supongo que para evitar ser identificados por drones y soldados".

Moshé hace un inciso explicando que, si bien los refugios deberían tener una puerta blindada, la mayoría no las tienen

Moshé y Diana supieron cuál era el plan desde que los sacaron del refugio: "Entendimos que iban a llevarnos a Gaza. Mi árabe es elemental, pero entiendo conversaciones no complejas. Quedó claro que necesitaban un coche. Mientras íbamos de árbol en árbol, vimos automóviles, intentaron hacer funcionar alguno con alambres, no lo lograron y se irritaron y fueron más violentos aún, nos arrastraron más agresivos".

Los siete caminaron los cuatro kilómetros que separan el kibutz de la valla, rota en decenas de puntos por más de 1.600 miembros de Hamás. Cuando se terminaron los arbustos, caminaban ya por espacio abierto, y los secuestradores trataban de acelerar el paso.

"Llegamos a un lugar que separa las viviendas de nuestra comunidad con los campos y allí empezaron a pasar uno por uno los invasores por el hueco de la valla. El último nos retenía a nosotros y cuando nos tocó el turno pasar, opuse resistencia. Le mostré las heridas, les dije que éramos gente mayor, que necesitaba con urgencia un doctor. Obviamente, no lo convencí, hacían signos de matarnos, nos dieron miedo, pero él ya estaba impaciente por salir, y entonces le dije que no había otra posibilidad, que nos íbamos y nos dimos la vuelta y nos fuimos".

Foto: Restos de edificios tras un bombardeo en Gaza. (Reuters/Mohammed Salem)

Moshé dice que el miedo era grande, también el dolor físico, la apuesta arriesgadísima y que no la recomienda a nadie, pero que no hay tiempo para pensar demasiado en situaciones así. Y reflexionando sobre por qué no les dispararon por la espalda, algo que ambos creían que podría pasar, como sucedió con otros muchos miembros de su kibutz y de los de la vecindad, Moshé dice: "El invasor que nos retuvo estaba muy impaciente por cruzar el alambrado, querían entrar en Gaza cuanto antes, tal vez su voluntad de sacrificio era limitada. Tal vez pensó que si nos disparaba por la espalda en aquel campo abierto iba a ser identificado por las tropas israelíes. Quién sabe…".

El caso es que Diana y Moshé caminaron hasta Nir Itzhak de vuelta, corriendo el riesgo de ser fusilados por cualquier otro de los integrantes de los comandos de Hamás desperdigados por la zona. "Nos arriesgamos igualmente. Al volver a la casa no había puerta, estaba todo destrozado, quedarnos allí era imposible porque no había casa, acudimos a un vecino, lo cual tampoco fue simple, porque la indicación era que nadie abriera sus casas, porque ahora sabemos que en otros lugares los terroristas se hacían anunciar como israelíes [en hebreo] y cuando abrían la puerta…".

Tras bastante insistir lograron convencer al vecino de que estaban solos. "Abrió la puerta, nos vio ensangrentados y nos llevó a su refugio. Nos hizo un primer vendaje para evitar más pérdida de sangre, como nos arrastraron por los arbustos, entró de todo en las heridas". Al cabo de unas horas llegó una ambulancia militar y los sacó del kibutz.

El sábado 7 de octubre, a las 6:30 de la mañana, Moshé Rozen y su esposa Diana despertaron con la alerta roja, que es la sirena que alerta antimisiles. Era el momento en el que los militares de Hamás cruzaron la frontera entre la Franja de Gaza e Israel. Los Rozen, originarios de Argentina, pero israelíes desde hace 50 años, vivían en el kibutz Nir Itzhak, a cuatro kilómetros de la frontera con Gaza. Moshé es un activista pacifista en un grupo de israelíes y gazatíes llamado Faro por la Conciencia de Gaza.

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