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En el frente norte de Israel: "Si Hezbolá hubiera atacado el 7, nos habrían borrado del mapa"
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Miedo a ampliación del conflicto

En el frente norte de Israel: "Si Hezbolá hubiera atacado el 7, nos habrían borrado del mapa"

El líder de la guerrilla libanesa se desvincula de la preparación del ataque de Hamás, aunque no descarta la entrada en la guerra con Israel

Foto: Una unidad de artillería israelí al norte del país, cerca de la frontera con Líbano, el pasado 2 de noviembre. (Xinhua News/Ayal Margolin, vía EP)
Una unidad de artillería israelí al norte del país, cerca de la frontera con Líbano, el pasado 2 de noviembre. (Xinhua News/Ayal Margolin, vía EP)

"Si tienes suerte, verás empezar la fiesta a las cuatro", sonríe Eli, acariciando su fusil M16. Y en la guerra, como en el horóscopo, todo acaba pasando. Aunque sea con diez minutos de retraso. El rugir los cañones levanta el vuelo de los pájaros y termina con el asalto de las moscas que rondaban los platos militares. Los coyotes aúllan en la tarde oscura de Shtula, a tan solo un kilómetro del Líbano.

Por la radio repiten un mensaje: "Carretera cortada al sur", pero el zumbido de los drones tarda poco en silenciar la voz. Los cuatro guardias en la entrada de este pequeño pueblo fronterizo corren a sus coches para ponerse el equipo de protección; chalecos y cascos enviados por el Ejército. "Espero que no te mees encima", dice Noam, joven, de pulso tembloso, incapaz de encender un cigarrillo. A tan poca distancia, no hay Cúpula de hierro que sirva para frenar los proyectiles enemigos.

"¿Que qué habría pasado si hubieran atacado por los dos frentes a la vez?", se pregunta Eli en voz alta. "Era festivo, un día importante. Ni se nos pasó por la cabeza que fueran a atacarnos. Podrían haber entrado y conquistado lo que hubieran querido en un radio de 30 minutos en coche. ¡Podrían haber hecho lo que quisieran! Creo que todos lo pensamos".

Tuvimos suerte —reconoce Noam, haciendo guardia junto a él—. Tenemos información de que [el asalto de Hamás] fue por la fiesta. Si hubieran atacado por el sur y el norte simultáneamente, hubieran puesto a Israel de rodillas.

—De rodillas nada —interrumpe Eli, de 39 años, que participó en la guerra del Líbano de 2006—. Nos hubieran borrado del mapa.

Foto: Un momento del funeral de Yarin Marie Peled. (Fermín Torrano)

Israel lleva desde ese 7 de octubre ya casi un mes en alerta, con intercambio de disparos, cohetes y pequeñas incursiones. El resultado: 71 muertos, la mayoría entre las filas del grupo islamista, pero también civiles y un cámara de la agencia Reuters por fuego israelí, según el recuento de AFP. Cifras muy alejadas de las reportadas en Gaza, pero que para muchos lo convierten ya en el frente más importante. No porque las IDF hayan cambiado de planes con la invasión de la Franja o porque dediquen sus principales esfuerzos a controlar la frontera libanesa, sino por el riesgo de convertir el conflicto en una gran guerra internacional.

Así se explica el veloz movimiento del presidente estadounidense, Joe Biden, enviando dos portaviones a la zona, o la petición a sus ciudadanos para que salgan lo más pronto posible del país árabe. Un tira y afloja en el que todos juegan para intentar mantener alejado del conflicto a los más de 100.000 luchadores con los que cuenta la milicia libanesa Hezbolá y a Irán. "Si Hezbolá decide entrar en la guerra, añorará la Segunda Guerra del Líbano", amenazó hace unos días el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. "Sería su mayor error. Les neutralizaremos con una fuerza que ni siquiera pueden imaginar, y el significado para Hezbolá y para el Estado de Líbano será devastador".

Foto: Un soldado de una brigada de Hamás, en una imagen de archivo. (EFE/M. Saber)

Una advertencia preventiva a un enemigo mucho más peligroso que Hamás. Por número, pero sobre todo por capacidad militar. La guerrilla libanesa tiene a su disposición misiles de largo alcance, munición guiada y grandes depósitos de armas. Quizás por eso muchos de sus seguidores esperaban con ansia el discurso de su líder, Hasán Nasrallah, este viernes. El primero desde el 7 de octubre.

"La guerra es 100% palestina, no regional. La batalla es completamente palestina, para los palestinos", aseguró Nasrallah, antes de negar cualquier implicación en el asalto a los kibutz, pero sin descartar un futuro enfrentamiento. "Una nueva escalada en el frente libanés es una posibilidad real", añadió.

Lo que sí ha logrado, por el momento, es fragmentar la fuerza del Ejército israelí, que desde mediados de octubre destina gran cantidad de tropas, blindados y vuelos diarios al frente norte.

—¿Crees que Hezbolá entrará en Israel?

—Sin duda, pero les daremos por culo cuando lo hagan —escupe Eli, delante de su comandante—. Aquí no va a pasar lo de Gaza. Estamos preparados y armados.

Kiwis, Courtois y Las Vegas

Controles, blindados y campamentos bajo los árboles. Ese es el nuevo paisaje del norte de Israel. Poblaciones enteras evacuadas y ocupadas ahora por uniformados mirando al cielo. Como este grupo de 22 hombres, con pantalones militares y camisetas negras con el escudo de Israel. Todos han hecho el servicio militar —algunos sirvieron después— y viven en Shtula. Ahora se encargan de patrullar y vigilar accesos de un pueblo fantasma.

Aunque hay excepciones.

"Buenos días, amigo", saluda un hombre de barba blanca, mezclando hebreo con árabe, sin detener el coche. Poco después, se marcha con el vehículo lleno de camisas colgadas en la parte de atrás. También es común ver a mujeres trayendo cartones de tabaco, café y comida para sus hombres, y "al granjero de los cerdos" que trae cinco remolques llenos de kiwis, y a un canadiense que supuestamente peleó en Ucrania, y a los encargados del restaurante Galilea, que reparten tuppers con arroz y kebab, y a un gato pardo apodado Thibaut Courtois. Esto es todo lo que queda de 100 familias que residían en Shtula hasta el inicio del conflicto. La mayoría, como la mujer de Eli y sus dos hijas, están ahora lejos del fuego enemigo.

"Israel podría ser el mejor país de Oriente Medio, pero cada poco tenemos que volver a empezar. Estábamos muy divididos, casi como en Europa, pero en la guerra iguala y toca remar en la misma dirección", explica Eli.

—¿Pelearías si no te hubieran llamado?

—No quiero que mis hijas vean la guerra o que sufran… —resume—. Supongamos que 100 soldados israelís mueren, estará bien, porque entonces ellos perderán 100.000. Yo estoy preparado para pagar el precio. Si Hamás baja las armas, ¿qué pasa? La paz. ¿Si Israel las bajara, qué sucedería? Nuestra desaparición. Siempre ocurre así con el terrorismo. No es algo egoísta, simplemente tenemos que hacer lo que tenemos que hacer.

Foto: Las banderas de Hezbolá y Palestina cuelgan de un puente durante una protesta en solidaridad con los palestinos, en Beirut. (EFE/Wael Hamzeh)

Él es el único que muestra calma. Fumando sin descanso, pero disfrutando cada cigarro como si fuera el último. El rojo de la guerra ilumina de vez en cuando el cielo oscuro y los ojos del miedo. Los más jóvenes hablan de chicas que quizás nunca lleguen a besar y los veteranos se mueven en círculo, mostrando inquietud. Eli, en cambio, atrapa a todos con historias de una vida pasada en Las Vegas. "Fueron dos buenos años", abrevia. "Pero era un sitio demasiado loco. Mujeres, cocaína, y juego. Una y otra vez. Ganaba mucho dinero y lo perdía todo".

No hace tanto de aquello, y ahora vuelve a estar, fusil en mano, vigilando una frontera castigada por la lluvia de acero. En su pueblo. A un kilómetro del Líbano. Respirando tranquilo y jugándolo todo de nuevo, aunque en la ruleta de la guerra, el número de la muerte nunca es cero.

"Si tienes suerte, verás empezar la fiesta a las cuatro", sonríe Eli, acariciando su fusil M16. Y en la guerra, como en el horóscopo, todo acaba pasando. Aunque sea con diez minutos de retraso. El rugir los cañones levanta el vuelo de los pájaros y termina con el asalto de las moscas que rondaban los platos militares. Los coyotes aúllan en la tarde oscura de Shtula, a tan solo un kilómetro del Líbano.

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