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La 'venganza' israelí no descansa ni en Sabbath: "Sábado para relajarse, domingo para matar"
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Más de 7.000 muertos en Gaza

La 'venganza' israelí no descansa ni en Sabbath: "Sábado para relajarse, domingo para matar"

Israel entra en la segunda fase de su invasión, mientras castiga a Gaza con duros bombardeos e incursiones terrestres de gran magnitud

Foto: Un hombre toma el sol en la playa de Tel Aviv, mientras la guerra se recrudece en Gaza. (Fermín Torrano)
Un hombre toma el sol en la playa de Tel Aviv, mientras la guerra se recrudece en Gaza. (Fermín Torrano)

Las miradas indiscretas ya no se desvían a la toalla del al lado, sino al cielo azul del que, de vez en cuando, llueve muerte. Es sábado, el termómetro marca 29 grados y la guerra estalla a 60 kilómetros de la orilla del mar en Tel Aviv.

¿Quién va a la playa en mitad de un conflicto? ¿Quién pule el bronceado durante el mayor trauma de la historia nacional? Pues abogados de pecho esculpido, despistados con la espalda roja, turistas de bikinis tacaños, jóvenes con ganas de borrar un conflicto interminable, jubilados armados con sillas y sombrillas, y soldados de permiso que regresan del sur. Una amalgama de personajes incapaz de llenar kilómetros de arena fina que vivieron tiempos mejores.

"El sábado es para relajarse y el domingo para matar", grita Yoav, rodeado de cuatro amigos y un niño. El resto, también militares desplegados en las poblaciones cercanas a la Franja, se ríen mientras intentan que el balón no caiga al suelo, en un círculo junto a la orilla del mar picado. Son hombres tatuados con el pecho pálido y desnudo, sin camiseta ni chaleco, disfrutando de su día libre. Pero en Israel hay temas de los que no se descansa ni en Sabbath, por muy judío que se sea.

"Segunda fase" de la ofensiva

"Si bajas al sur", insiste Yoav, señalando con el dedo, "espero que me veas asesinar a los terroristas de Hamás con las manos". Desde este sábado, el Ejército israelí ha llevado a cabo esta semana varias incursiones al otro lado de la valla. La más importante, en la tarde noche del viernes, cortando incluso las comunicaciones de telefonía e internet en el interior de la Franja.

Una operación por mar y tierra, acompañada por los bombardeos más intensos desde el 7 de octubre. Pero "esto es solo el principio", ha declarado este sábado Benjamín Netanyahu, en un mensaje a la nación en el que ha avisado que la guerra ha entrado en una nueva fase de la ofensiva, más intensa y con incursiones terrestres ampliadas. Una "segunda guerra de independencia", según el primer ministro. La primera dejó 700.000 desplazados palestinos que nunca pudieron regresar. Esta lleva más de 7.700 palestinos muertos, según el recuento de las autoridades de la Franja.

"Hay momentos en que una nación se enfrenta a dos opciones: existir o desaparecer. Ahora nos encontramos en esa prueba", ha defendido Bibi. "Siempre dijimos: 'Nunca más'. Y el nunca más es ahora".

La espera e indecisión militar colocaban en una posición cada vez más complicada al primer ministro israelí. Por un lado, las familias de los secuestrados exigen explicaciones y hasta un pequeño grupo de civiles se ha manifestado este sábado en Tel Aviv por un alto el fuego. Por otro —critican los más nacionalistas—, si no se invade pronto, la posición de Israel será apaciguada por sus aliados y convertida en un signo de debilidad frente a los enemigos.

Dudas sobre la invasión

"El problema es que no sabemos explicarnos", resopla Sagi, quitándose arena de la mano con otra mano llena de arena. "Ni el propio Gobierno lo hace con nosotros y eso genera odio y frustración".

Una idea repetida en cada esquina del país. Esta misma semana, un reservista destinado en el sur confesaba a El Confidencial una idea similar. Dudas sobre la planificación política de la invasión y el miedo a convertirse en un peón enviado a morir. Sin embargo, no hay nada como los enemigos externos para unir a una sociedad que siempre encuentra culpa de los males lejos de Tierra Santa. Justificaciones como "las mentiras del islam", o "las banderas palestinas desplegadas" en eventos deportivos como el Osasuna-Granada, de hace una semana. Pasando por "Irán, Naciones Unidas o Rusia".

Referencias curiosas en días extraños, para una ciudad diferente. Porque Tel Aviv es al conflicto lo que el mosto al vino. Es la guerra sin guerra. La guerra sin muerte. La guerra que se convierte en shock cuando la realidad ocultada a base de muros, millones y misiles irrumpe con forma de cohete en el cielo. Pasó este viernes, cuando el último ataque de Hamás saturó las defensas e hirió a tres personas.

Foto: Palestinos caminan cerca de casas y edificios destruidos en ataques israelíes, en Jabalia, en el norte de la Franja de Gaza. (Reuters/Anas al-Shareef)

Una fuerte explosión interrumpe la banda sonora de las olas y el mar. Algunos miran al cielo, otros salen del agua y agarran la toalla para buscar refugio a la carrera. La mayoría, sin embargo, sigue tomando el sol. Como Dani, que falla una bola "por el ruido".

Él y su gemelo pasan la mañana jugando a las palas sin descanso. Cada una cuesta 250 dólares. "1.000 shekels", subraya, luciendo una sonrisa a juego con los guantes blancos que utilizan para evitar los callos en las manos. "La empuñadura podría ser mejor, pero casi es profesional", explica Dani en castellano, antes de confesar que vivió unos años en Puerto Banús. Original de Jerusalén, lleva varias décadas residiendo en Tel Aviv y asegura que su mayor preocupación es comer un gajo de mandarina sin tragar la arena que levanta el viento. "A mí la guerra no me afecta, Hamás no va a terminar con mi rutina".

Algo parecido a lo que Shari intenta expresar con un gesto de hombros. Con la patilla de sus gafas de Dolce & Gabanna a juego con un bikini negro, señala a sus dos hijos que se rebozan en la arena. "Antes nos atacaban muy de vez en cuando [y nos refugiábamos], pero ahora… mírales, ¿qué podría hacer con ellos todo el día en casa?", resopla.

placeholder Jugando en la playa de Tel Aviv mientras la guerra se recrudece en Gaza (Fermín Torrano)
Jugando en la playa de Tel Aviv mientras la guerra se recrudece en Gaza (Fermín Torrano)

Otros muchos queman el día paseando con gorros de pescador, refugiándose bajo las jaimas, compartiendo hummus, haciendo calistenia o animando con altavoces. Todo bajo la sombra de hoteles de 20 alturas que han notado un descenso importante de viajeros, después de que la mayoría de compañías aéreas cancelaran los vuelos a Israel a principios de este mes. La reducción es tan notable que afecta a otros muchos negocios alrededor, como las compañías de alquiler de coches, ubicadas en la misma avenida, copadas ahora por equipos de televisión extranjeros y soldados.

—¿Alquiláis a militares?

—Sí —explica un dependiente de Avis, que prefiere no revelar su nombre, en la calle Hayarkon—. La mayoría son estadounidenses. Mientras paguen…

Sagi sigue de rodillas, enterrando a su hija Sofía, de siete años, fantaseando con dirigir las operaciones militares, por más que a sus 60 años el ingreso en las IDF no sea una posibilidad.

"Creo que deberíamos hacer lo que fuera para recuperar a los secuestrados", dice con tono calmado, mientras la pequeña Sofía salpica a su alrededor. "Pero después entraría a Gaza para matar a todos. No es que me guste la sangre, pero sabemos que, si no es hoy, volverán en dos, cuatro o veinte años. Y queremos descansar en paz". La venganza, la última excepción agregada al sagrado Sabbath.

Las miradas indiscretas ya no se desvían a la toalla del al lado, sino al cielo azul del que, de vez en cuando, llueve muerte. Es sábado, el termómetro marca 29 grados y la guerra estalla a 60 kilómetros de la orilla del mar en Tel Aviv.

Israel Conflicto árabe-israelí
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