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Fusiles en un funeral: mil asistentes para llorar a una mujer que entró en el infierno del asalto de Hamás
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Una médica de combate

Fusiles en un funeral: mil asistentes para llorar a una mujer que entró en el infierno del asalto de Hamás

La juventud israelí ha comprendido ahora el precio de la guerra y, pese al dolor de los funerales, asiste armada con fusiles

Foto: Un momento del funeral de Yarin Marie Peled. (Fermín Torrano)
Un momento del funeral de Yarin Marie Peled. (Fermín Torrano)
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En la que llaman “madre de todas las guerras”, los hijos del conflicto saben que morir jóvenes es una opción. Más aún si formas parte de las Fuerzas Armadas, es 7 de octubre y entras al kibutz Nahal Oz, a tan solo un kilómetro de la Franja de Gaza, para expulsar a los milicianos de Hamás y rescatar a los caídos.

Quizá por eso, la sargento Yarin Marie Peled, de 20 años, escribió una nota a mano en un pequeño papel que escondió en su pantalón. "Si este es mi último día, —decía en su última petición—, que los voluntarios de Magen David Adom [organización israelí similar a la Cruz Roja, en la que ella era voluntaria] acudan a mi funeral ataviados con el uniforme". Su miedo se cumplió. Y, frente al negro luto, varios centenares de camisas con la estrella de David a la espalda han pintado de blanco y rojo el camposanto de Savyon.

placeholder Una de las asistentes al funeral de Yarin Marie Peled. (Fermín Torrano)
Una de las asistentes al funeral de Yarin Marie Peled. (Fermín Torrano)

¿Por qué una despedida a 95 kilómetros del lugar en el que perdió la vida? ¿Por qué no en el kibutz Be’eri, donde se crio? La muerte acecha todavía en el sur. Los bombardeos israelíes sobre Gaza se multiplican a la espera de una invasión terrestre de la Franja. Dentro de la verja que rompió Hamás el 7 de octubre, unas 700.000 personas se han desplazado ya hacia el sur de Gaza. Al otro lado, regresar a los pueblos fronterizos como Be'eri no está permitido, y en la tierra quemada que vio florecer a familias como la de Yarin, tampoco hay ya espacio para los muertos.

El golpe de Hamás fue más allá del sur y sus consecuencias se extendieron a lo largo del territorio israelí, impregnando su sociedad con un goteo todavía constante de imágenes de dolor y deseo de venganza. Como los fusiles y las miradas en el entierro de Yarin.

¿Por qué 15 días después de su asesinato, si la ley judía dice que los difuntos deben honrarse en las 24 horas después de la muerte? Porque la ley del hombre no siempre va de la mano de la ley de Dios.

placeholder Foto: Fermín Torrano.
Foto: Fermín Torrano.

“La base militar de Shura [centro de Israel] parece un puerto, pero los contenedores están llenos de cadáveres”, dice Chen Kugel, director del Centro Nacional de Medicina Forense de Israel, a El Confidencial. “Llevo 31 años [en la profesión] y nunca había visto algo así. En algunos cuerpos solo queda un kilo de huesos”.

La matanza del sur

Después de tres horas de alarmas y misiles en el cielo, llegaron las llamadas. “Hay terroristas en el pueblo”, le dijo su hijo a Neomit, un vecino del kibutz Nir Oz. Acatando las órdenes de su hijo, Neomit Dekel-Chen se refugió en la habitación de seguridad de su casa y escuchó gritar en árabe al otro lado de la pared. Justo después, entendió que estaban prendiendo fuego al kibutz.

El humo empezaba a colarse bajo su puerta, así que corrió al exterior. En el suelo había cadáveres de dos milicianos de Hamás, abatidos por un vecino. Otro grupo de asaltantes le subió a un vehículo y puso dirección a Gaza. Había sido secuestrado. Dekel-Chen podría haber sido uno de los 210 israelíes que todavía siguen retenidos en la Franja tras la liberación la noche del lunes de dos ancianas, pero un helicóptero de las IDF apareció en el cielo y disparó. "Liquidaron a los terroristas y todos nosotros [él y seis más] estábamos vivos, excepto una mujer, que murió en manos de su hija", relata su ordalía de ese 7 de octubre Dekel-Chen en una carta abierta, recogida en medios locales.

Foto: Moshé Rozen y su esposa Diana, junto a su familia. (Cedida)

Descalzo, corriendo por el campo, la metralla le alcanzó. Primero en la cabeza, después en la rodilla y por último en la espalda. Al levantar la vista, vio a varios miembros de Hamás a bordo de su tractor. Y se hizo el muerto. La sangre que manchaba su cuerpo le permitió hacerlo varias veces más. Horas después, arrastrándose por el campo, llegó a casa de su hija. Llamó, y llamó, y llamó. Cuando por fin comprendieron que era él y abrieron la puerta, cayó rendido encima de un colchón.

Ese fue el infierno al que entró Yanin Marie Peled, médica de combate en la División Norte. Era trabajo, fueron órdenes y, según recuerdan sus amigos, el sueño que la guiaba: salvar vidas. El fuego cruzado acabó arrebatándole la suya.

Ataúdes, fusiles y lágrimas

El rabino militar pide silencio y da la orden. Seis uniformados de boina azul turquesa elevan el ataúd, cubierto con la bandera de Israel. Al otro lado del muro, descansan decenas de coches, dos autobuses, 20 motos que han escoltado el coche fúnebre y una decena de ambulancias. También hace acto de presencia, ondeando la bandera, un grupo de mujeres de Savyon, el pueblo que casi por azar tendrá que acoger el cuerpo de Yarin, y otros tantos de los israelíes muertos ese 7 de octubre, hasta que trasladarlo al cementerio de Be'eri sea una opción.

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Foto: Fermín Torrano.

Dentro, más de 1.000 personas honran con un pasillo, mientras coge fuerza la oración. Militares y voluntarios de Magen David Adom (MDA) lloran con fusiles colgando a la espalda. Al fondo, la familia protege el hoyo en el que descansará la joven.

“Al día siguiente de anunciar que caíste en batalla, el sol brilló y le pregunté a tu padre: '¿Cómo puede ser?'. Pero te prometí ser fuerte y cuidar de todos en la tierra. Tú lo harás desde el cielo”, leyó su madre, con la ayuda de dos papeles y un micrófono. Después lo hizo su hermana, sollozando y con la respiración entrecortada.

Madre e hija también fueron asaltadas en Be'eri, unos kilómetros más al sur de donde Yarin perdía la vida. Pero miembros de las IDF les rescataron en el interior de su propia casa. Con el paso de las horas, el miedo aumentó. ¿Y si a Yarin le ha pasado algo? ¿Y si no vuelve? ¿Será una de las jóvenes secuestradas? Su esperanza era que no hubiera cobertura o que hubiera perdido el móvil en la refriega. Llegó la noche. Amaneció el domingo. Acabó la semana. Nadie sabía nada de Yarin. El 12 de octubre, cinco días después del ataque, su nombre se publicó entre los más de 220 soldados fallecidos en combate, en la que todos repiten ya es la mayor matanza de judíos desde el Holocausto. En la tarde del domingo, día del entierro, se celebraron otros 17 funerales de vecinos del pueblo de Be'eri. En total, más de 100 de los cerca de 1.500 asesinados en el asalto de Hamás.

placeholder Compañeros de Yarin Marie Peled. (Fermín Torrano)
Compañeros de Yarin Marie Peled. (Fermín Torrano)

"En el Shabat maldito, los animales te alejaron de nosotros. Los animales recogieron la flor más hermosa del jardín. Tu mirada, de ojos azules, penetraba directamente en el corazón", lamentó Linoi Weisman, directora de voluntarios de MDA. “Nuestro corazón está roto en un millón de pedazos. Prometemos inmortalizarte y asegurarnos de que todos sepan quién fue Yarin”.

Bajo el sol, los asistentes también escucharon a sus compañeros, a sus amigas, a un novio que presentó sus respetos con el uniforme y la boina militar. Y juntos lloraron cuando sonó la canción “Te tienes a ti mismo”, de la israelí Miri Mesika.

He oído que tu corazón te llama / sediento de salir y concurrir al mundo / no siempre es sencillo y qué bello es / pedir e insistir en lo que eres. Es verdad que la calle afuera es salvaje / una jungla peligrosa y amenazadora / y aunque te den un golpe y otro / eres fuerte como una leona y sabrás luchar/ eres fuerte y sabrás luchar.

Cientos de labios susurran el estribillo que rompe a amigos y compañeros. Una sociedad ahora hastiada de escuchar desde el extranjero lo que debe hacer para responder a su masacre. Unos militares con deseo de vengar las atrocidades que han visto a través de Telegram y en la piel de sus camaradas. Una juventud que ha comprendido del precio de la guerra y cree que no hay otra opción para que el crimen no quede impune.

“Ve ahora y brilla como el sol, tienes alas, vuela lejos”, sigue la canción. “Ve ahora sin miedo, aunque duela un poco”.

En la que llaman “madre de todas las guerras”, los hijos del conflicto saben que morir jóvenes es una opción. Más aún si formas parte de las Fuerzas Armadas, es 7 de octubre y entras al kibutz Nahal Oz, a tan solo un kilómetro de la Franja de Gaza, para expulsar a los milicianos de Hamás y rescatar a los caídos.

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