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El nuevo (y muy armado) Israel tras el ataque de Hamás: "Han subido las ventas de armas un 1.000%"
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Más de 150.000 nuevas licencias en un mes

El nuevo (y muy armado) Israel tras el ataque de Hamás: "Han subido las ventas de armas un 1.000%"

La matanza de Hamás y la invasión de Israel en Gaza han provocado un gran pico de demanda en la compra de material militar y pistolas por la sensación de inseguridad

Foto: Una chica haciendo prácticas de tiro en un asentamiento cerca de Jerusalén. (Fermín Torrano)
Una chica haciendo prácticas de tiro en un asentamiento cerca de Jerusalén. (Fermín Torrano)
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A David le cuesta más meter las balas en el cargador que desenfundar la cartera para gastar 240 euros en munición y 800 en una pistola. Disfrazado con las gafas anti fragmentación, tapones en las orejas y sobre el sonido ininterrumpido de los disparos en un polígono del asentamiento judío de Gush Etzion, las manos no le dejan de sudar. Va a recibir su primera instrucción de tiro, junto a una veintena de hombres y mujeres. Cómo alzar los brazos, dónde colocar las piernas, cómo respirar antes de cada disparo. Susurros al oído ahogados por cada detonación, hasta dejar un papel con forma de torso humano lleno de orificios.

Como él, el pasado mes de octubre más de 150.000 israelíes solicitaron la licencia de armas en Israel, números masivos para un país de poco más de nueve millones de habitantes. La magnitud se entiende mejor con la comparación anual, el antes y el después de la masacre de Hamás: el año anterior, para estas mismas fechas, las peticiones no alcanzaron las 50.

“No puedo decirte la cantidad total de armas, pero sí que las ventas han aumentado alrededor de un 1.000%”, dice Sharon Gat, coronel de las IDF y fundador de la empresa Caliber 3. Con cinco campos de tiro y establecimientos para solicitar licencias y vender armas, acostumbraba a ofrecer cursos especializados para miembros de las Fuerzas Armadas. No es así desde el mes pasado. “Es triste porque la gente se siente insegura por primera vez; no tiene ningún sentido el número de armas que se han vendido en las últimas 3 semanas”, dice a El Confidencial.

placeholder Una tienda militar en Herzliya, cerca de Tel Aviv. (Fermín Torrano)
Una tienda militar en Herzliya, cerca de Tel Aviv. (Fermín Torrano)

El ataque de Hamás ha sido el revulsivo masivo para una sociedad en la que la militarización no se traducía, hasta ahora, en un mayor deseo de armarse. Aunque ya había señales anteriores. En 2022, apenas 150.000 israelíes (el 2% de la población) poseían un arma legalmente. Cifras muy alejadas de Estados Unidos, donde lo hace uno de cada tres. Pero en 2023, el Gobierno de Benjamín Netanyahu ha lanzado una batería de medidas para facilitar la compra de armamento a civiles, apoyándose en varios casos en los que ciudadanos, con pistolas y fusiles, o soldados fuera de servicio, habían frustrado atentados.

Antes incluso del atentado, el ministro de Seguridad Nacional israelí, Itamar Ben Gvir, anunció la compra de 10.000 fusiles para repartir a civiles en las poblaciones fronterizas del país. El mismo político que celebraba este verano el aumento de un 88% de peticiones de licencias fueran mujeres: "Que ellas quieran defenderse a sí mismas y a sus familias es algo bendito, me alegro de que durante mi mandato veamos un gran aumento de estas inscripciones".

Escasez de armas para la demanda

Neshia aprieta el gatillo sin pestañear, mientras escucha al instructor. Su hoja de tiro es la mejor del grupo de novatos. Es el primer día que esta agente inmobiliaria coge un arma, aunque no lo parezca. Su marido sirvió en el Ejército, también su padre, al que una guerra le dejó tocado con un espinoso estrés postraumático. Ese fue el motivo por el que peleó para que su hija esquivara la formación militar obligatoria que ahora lamenta no tener.

“Mi padre hizo todo lo posible para que no tuviera que ponerme el uniforme, y nunca lo hice”, confiesa, atiborrando el cargador. “Pero creo que ahora ha llegado el momento de saber defenderme por mí misma”. Y ha comprado una 9 mm y 100 balas.

Su caso es uno de tantos nacidos por la burbuja que Hamás explotó hace cuatro semanas. Si el Estado no puede protegerme, si el Estado llama a filas a mi padre-hermano-marido, se preguntan muchas mujeres, ¿quién me protegerá?

placeholder Prácticas de tiro en un asentamiento, cerca de Jerusalén. (Fermín Torrano)
Prácticas de tiro en un asentamiento, cerca de Jerusalén. (Fermín Torrano)

Tan solo en este campo de tiro, el número de novatos que participan en el curso obligatorio para la emisión de la licencia ha pasado de siete a la semana y diez el viernes, a 25 y cerca de 50, respectivamente. Lo que antes tardaba unos meses, ahora apenas necesita una instrucción y un trámite online. Si el perfil solía requerir ser un veterano de las IDF o residentes de los kibutz en las regiones fronterizas, en estos momentos bastaría con un año de servicio civil nacional.

“El nivel [de demanda] es tan alto que está habiendo escasez de armas en el mercado. De momento podemos gestionarlo, pero si la gente sigue comprando, en tres o cuatro semanas no habrá armas en Israel”, advierte el coronel Gat, antes de insistir. “Llevo 17 años en este negocio y puedo decirte que nunca hubo un pico tan grande como ha habido desde el 7 de octubre”.

placeholder Foto: Fermín Torrano.
Foto: Fermín Torrano.

Esta falta de material que Netanyahu asegura estar paliando con “cargamentos de armas traídos del extranjero”, ha penetrado a todos los niveles. Como los aviones cargados de EEUU o las 3.000 placas balísticas donadas por República Checa. Aunque no siempre lo que llega está en el mejor estado. El Ministerio de Defensa tuvo que pedir mesura con el envío de material durante la segunda semana de guerra. Decenas de chalecos donados no aguantaron las pruebas de disparo.

Tiendas que trabajan siete días a la semana

Dukat busca un portaplacas en Herzliya, 20 kilómetros al norte de Tel Aviv, con un fusil M16 colgado a la espalda y “muchas ganas de matar”. Soldado desde hace un año —tiene 20—, siempre pasea armado porque “nunca se sabe cuándo puede atacar un terrorista”.

Otras como Inbal o Anna vienen a por ropa interior, camisetas, fundas para la pistola y otros muchos accesorios militares. La guerra detuvo su reclutamiento obligatorio, pero una vez que las IDF limpiaron las poblaciones del sur y estabilizaron la situación, el sistema volvió a notificar a los más jóvenes.

“Estoy preocupada, ansiosa”, reconoce Matat, madre de Imbal. “Tengo otro hijo en el Ejército, una amiga herida en el sur, otros en paradero desconocido... Todo el mundo busca información y nadie sabe qué va a pasar”. Hagai, sin embargo, parece alegre, casi contento, “cumpliendo con el deber”. Él fue soldado y ahora se lleva cuatro bolsas llenas de productos para su sobrina, que en noviembre arranca el entrenamiento militar. “Es mi regalo, ella quiere servir profesionalmente y yo también lo hice. Somos los únicos en nuestra familia, así que nos apoyamos mutuamente”.

placeholder Algunas de las armas en la tienda militar. (Fermín Torrano)
Algunas de las armas en la tienda militar. (Fermín Torrano)

Una sociedad preparándose para la guerra y atendida por chicos como Amir, de 17 años, que sueña con ser marine. Si antes trabajaba en La Patrulla tres veces por semana, ahora lo hace siete. En marzo, dejará el empleo y acudirá a la llamada del Ejército para seguir los pasos de su padre.

“Nos están matando, está siendo muy duro. Si puedes escribirlo…”, pide con timidez, escuchando otras entrevistas. Hace dos domingos acudió a tres funerales. “Cuando me llamaron [para confirmar la muerte de un conocido] estaba en casa y me caí al suelo, literalmente. Caí de rodillas y me puse a llorar. Estuve tres días metido en la cama, pero hay que seguir. ¿Quién nos defenderá si no?”.

Luchar, dice Amir, solo tiene sentido desde el amor, desde el sacrificio por la familia, los amigos o su pareja. Por más que en el exterior no lo entiendan. “Mi padre me dice que no podemos hacer nada al respecto, que cada uno piense lo que quiera. Los hechos están ahí y cualquiera puede ver las imágenes”.

placeholder Foto: Fermín Torrano.
Foto: Fermín Torrano.

—Muchos soldados como tú morirán si sigue la invasión en Gaza. ¿Merece la pena?

—Sé que es un gran riesgo y va a ser duro explicar en Israel. Habrá gente que seguramente no vuelva y no, no creo que la cantidad de chicos que va a morir allí merezca la pena —reflexiona Amir—. Pero si no haces nada, la cantidad solo crecerá y crecerá. Solo tenemos una opción: ir allí y expulsar a Hamás.

Hasta los textos sagrados lo escriben, recita el primer ministro Netanyahu, en una rueda de prensa hace unos días: “La Biblia dice que hay un tiempo para la paz y uno para la guerra, este es para la guerra”. Días venideros, también, para el negocio que la rodea.

A David le cuesta más meter las balas en el cargador que desenfundar la cartera para gastar 240 euros en munición y 800 en una pistola. Disfrazado con las gafas anti fragmentación, tapones en las orejas y sobre el sonido ininterrumpido de los disparos en un polígono del asentamiento judío de Gush Etzion, las manos no le dejan de sudar. Va a recibir su primera instrucción de tiro, junto a una veintena de hombres y mujeres. Cómo alzar los brazos, dónde colocar las piernas, cómo respirar antes de cada disparo. Susurros al oído ahogados por cada detonación, hasta dejar un papel con forma de torso humano lleno de orificios.

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