Es noticia
El amor árabe-judío en tiempos de odio: "Si sobrevivimos como pareja, será increíble"
  1. Mundo
La línea divisoria

El amor árabe-judío en tiempos de odio: "Si sobrevivimos como pareja, será increíble"

Shlomit y Shadi son pareja. Ella es judía israelí y él es árabe israelí cristiano. Viven con su bebé de 17 meses en Jerusalén. La guerra en Gaza también ha llegado al salón de su casa

Foto: Vista de la mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén. (EFE/Manuel de Almeida)
Vista de la mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén. (EFE/Manuel de Almeida)

Shlomit, de 40 años, y Shadi, de 34, son pareja y ambos usan seudónimo por miedo a las consecuencias. Ella es judía israelí y él es árabe israelí cristiano. Viven con su bebé de 17 meses en el sur de Jerusalén. Desde que empezó la guerra, tras el ataque contra las comunidades israelíes fronterizas con Gaza que dejó más de 1.400 fallecidos —según las autoridades israelíes— y los subsiguientes bombardeos israelíes sobre la Franja que dejan ya más de 8.000 muertos —de acuerdo con Hamás—, la situación es tensa en la casa. Y en el barrio.

"El otro día estaba preparando un biberón en la cocina cuando nos tiraron un cóctel molotov contra la ventana. Shadi me dijo que me apartase, cogió su pistola y salió corriendo a enfrentarse a los dos chicos que arrojaron el explosivo. Les insultó en árabe, ellos se escaparon y cuando llegó la policía vimos que habían dejado olvidado un cubo con otros 10 cócteles molotov", cuenta Shlomit.

Foto: Una mujer toca la tumba de Albert Miles, de 80 años, asesinado en su casa del 'kibutz' Beeri en la mortal infiltración en Israel de hombres armados de Hamás procedentes de la Franja de Gaza. (Reuters/Evelyn Hockstein)

Shadi es guía y también voluntario de la policía de Israel. Por eso tiene una pistola. Nació en Jerusalén oriental, pero creció en la localidad cisjordana de Beit Jala. Relata que, durante su infancia, hombres armados disparaban desde su barrio hacia el asentamiento judío de Guiló, en el suroeste de Jerusalén oriental. "Eran de Hamás o de las Brigadas de Al-Aqsa, o de ambos. Tenían la cinta verde en la cabeza, disparaban desde nuestra casa. Y luego los israelíes nos disparaban a nosotros, porque sabían de dónde habían venido los tiros. Mi vecino murió, frente a sus padres. Mucha gente que conozco murió en aquellos años".

Los islamistas lanzaban sus ataques desde Beit Jala y luego abandonaban el área cuando los israelíes disparaban porque, según cuenta Shadi, o no les importaba o incluso preferían que los israelíes arremetiesen contra cristianos. Por muy palestinos que fueran todos. "Un día mi padre fue a decirle muy enfadado a uno de los oficiales una frase que entendí bien, a pesar de ser pequeño: 'Pon las vacas en el establo'. Yo estaba aterrorizado por mi padre, pensé que lo iban a matar, por traidor. Pero algo increíble pasó, le hicieron caso y se fueron a disparar desde otro barrio", recuerda.

Caos familiar e identitario

"Mi abuelo era libanés, mi abuela palestina, tuvieron seis hijos y adoptaron otros dos, que eran judíos, por cierto", afirma Shadi. Por ello, su madre y sus hermanos celebraban fiestas cristianas y palestinas y también el shabat, por decreto de su abuelo, para que los dos niños no perdieran su identidad, explica. Como tanta gente en estas tierras, la mezcolanza familiar es estructural, "sin embargo, puedo contar hasta siete generaciones de mi familia viviendo en estas tierras". Shlomit también. Si bien ella nació en un país anglosajón, esta es su casa, como la de sus antepasados.

Ambos son israelíes, pero a él le costó ocho años de batalla en el Ministerio del Interior. Lo que para algunos palestinos es un acto de traición, para otros, como Shadi, es un derecho. "¡Si es que nací aquí!", dice. También cuenta que muchos amigos que estaban en su misma situación, "de personas sin Estado", se han apresurado a solicitar la ciudadanía israelí por el miedo a lo que pueda pasar ahora: “Quién sabe, igual nos quieren deportar”.

Foto: Combatientes de las Brigadas Ezzedin al-Qassam, el brazo militar de Hamás. (EFE/Mohammed Saber)

¿A quién se refiere, a Hamás o al Gobierno israelí? "¡Al Gobierno israelí!", asevera, "Hamás en el mejor de los casos nos deportaría. El problema en Israel es que hay ministros como Ben Gvir". Itamar Ben Gvir, ministro de Seguridad Pública, abiertamente racista y nacionalista radical, bajo cuyo mando, por cierto, Shadi sirve en las fuerzas del orden en la ciudad más caliente del país.

Al Jazeera, Kan y 'El violinista en el tejado'

La vida en pareja suele ser compleja y poliédrica en situaciones normales, si es que el término define algo tangible. Y en una casa con Al Jazeera explicando su realidad en árabe, la televisión estatal israelí Kan contando la suya en hebreo y una pareja mixta en crianza y sensibilidades, los temas de conversación durante una guerra se deben reducir sustantivamente. "Últimamente, creo que solo hablamos de cosas relacionadas con el niño", confiesa él.

"Shadi escucha Al Jazeera a todo volumen, también hace muchas videollamadas con su madre, su hermana, todos gritando, y es como si estuvieran todos en el salón", sonríe Shlomit. "Yo, para apagar el ruido, pongo El violinista en el tejado a todo trapo". Shlomit, si bien no puede ocultar que tiene sentido del humor incluso en estas circunstancias, cuenta que está mal estos días, tensa, triste, cabreada, con miedo, y que le molesta que su marido ponga la cadena catarí. "Le digo que escucha propaganda de Hamás y tengo que recordarle que el Ministerio de Sanidad de Gaza que cuenta lo que cuenta no es un ministerio de verdad, ¡es Hamás!".

Foto: Imagen satélite del hospital de Gaza después de la explosión. (Reuters/Maxar)
TE PUEDE INTERESAR
Radiografía (imperfecta) del ataque contra el hospital de Gaza: "No fue un bombardeo aéreo"
Enrique Andrés Pretel Infografía: Sergio Beleña

"El sábado 7 de octubre, Shlomit me despertó diciéndome que había misiles, pero me volví a dormir porque pensé que pasaba lo de siempre", recuerda Shadi, "nunca pensé que iba a ser algo así de horrible". "Cuando después entendí que no había sido un ataque, sino una invasión bien organizada, escuché la propaganda de Hamás, vi vídeos de cómo llegaron a los kibutzim, de los secuestrados, mi primera pregunta fue: ¿dónde mierda está el ejército? ¿Cómo consiguieron los de Hamás estar allí tanto tiempo? No quiero entrar en teorías conspiranoicas, pero era chocante. Y sigue siendo chocante".

Miedo y gritos

"En una ciudad tan polarizada como Jerusalén, ambos pasamos miedo", dice Shlomit. "Por un lado, en estos días no quiero salir a la calle sola. Quiero salir con él, pero entonces quedamos en que no va a hablar en árabe, por si acaso... El otro día, en la entrada a una tienda, un hombre nos escuchó discutir y seguramente distinguió el acento de Shadi, porque cuando yo entré y él me esperó afuera, el hombre entró conmigo y me preguntó si necesitaba ayuda".

También cuenta que está preocupada por Shadi todo el tiempo. "Sé que en los puestos de control militares le hacen pasar un mal rato, siempre le piden su identificación, le hacen muchas preguntas, y no sabes qué tipo de militar le va a tocar, no sabes si ha tenido un mal día, y ahora bajo Ben Gvir el peligro es mayor aún, se siente en el ambiente como que hay licencia para matar". "A mí me preocupa que ella vaya sola por la calle y pueda ser objetivo de un ataque", dice él.

Foto: Protestas cerca de Ramala, en Cisjordania. (Reuters/Ammar Awad)

"Estoy metido todo el día en las noticias, en los grupos de WhatsApp, medios libaneses, israelíes, ¡es muy confuso! Hablo con Shlomit y le digo cosas y ella se enfada, me dice que es propaganda. Yo le digo, '¿cómo sabes?'. No sabemos dónde está la verdad. Creo que Hamás ha cometido un enorme crimen, ¿pero no estamos haciendo lo mismo con nuestros ataques en Gaza? No lo vemos porque lo hacemos desde el aire, ¿qué estamos haciendo realmente?”. Shlomit se enfada y le recrimina: “¡No es lo mismo!".

Shadi se pregunta en alto si es este el mejor sitio para criar a su hijo. "Yo quería ser parte del país en el que nací, incluso viviendo en Beit Jala podía ver las cosas buenas que tenía Israel, a pesar de tener leyes horribles que afectaban a mi familia por el simple hecho de ser palestinos. Pero la educación es buena, el sistema de salud también. No quiero vivir en la Autoridad Nacional Palestina, si comparamos su corrupción con la nuestra, la de ellos es peor, y yo quiero vivir en un país con orden, no me gusta el caos", relata. "Pero ahora esta situación es horrorosa, ¡y yo usando un seudónimo! Imagínate el miedo que tengo. Siento que estamos todos en peligro", agrega. Su familia en Cisjordania desconoce su trabajo en la policía porque, según Shadi, eso los pondría en peligro.

Shlomit describe que el día a día es insoportable. "Nos gritamos, intentamos no hablar de la guerra. Ambos sufrimos. Yo no quiero oír sus opiniones políticas, su perspectiva del sufrimiento palestino es más fuerte que su empatía con las víctimas israelíes. Cuando los judíos hacen cosas terribles, a la mayoría le toma tiempo entenderlo y asumirlo, a mí también, y él está en este proceso", indica. "Si logramos sobrevivir a esto como pareja, sería increíble, estamos muy estresados y no nos apoyamos", lamenta.

Difícil coexistencia

Shadi opina que la fuente de la monstruosidad de los actos de Hamás es la ocupación israelí. Shlomit cree que eso se parece a una justificación de lo sucedido.
En la línea del enfrentamiento dialéctico entre el secretario general de la ONU, António Guterres, y el Gobierno israelí. "El fracaso en las negociaciones de paz, el asedio a Gaza, la violencia e inseguridad que sienten los palestinos con la impunidad del Ejército israelí, que entra en Cisjordania cuando quiere, encarcela sin juicio, eso crea monstruos", afirma el padre de familia.

Shadi recuerda que la lucha contra Hamás es la lucha contra unos 40.000 hombres dispuestos a morir, "o que se mueran sus habitantes, porque es mandato divino". "Además, tienen sus ciudades subterráneas bajo Gaza. Pero lo más importante es que Hamás no representa al pueblo palestino, tomó Gaza por la fuerza, están aterrorizados por Hamás", indica.

Foto: Un combatiente palestino de las Brigadas Izz el-Deen al-Qassam, brazo armado del movimiento Hamás, gesticula en el interior de un túnel subterráneo en Gaza. (Reuters/Mohammed Salem)

Y, por otro lado, acusa a Israel de no querer minimizar las muertes de civiles. "Si de verdad la intención fuera no afectar a los civiles, ¿por qué no abrir un pasaje en el Néguev? Ponerles en un campo de concentración aquí en Israel y dejarles escapar a sus captores hasta que termine la guerra".

Shlomit responde: "¿De verdad crees que Hamás les dejaría salir? Si ni les deja escapar de sus casas para no ser bombardeados. Y luego, ¿por qué carajo Israel tiene que ayudar a los gazatíes? ¡¿Por qué no lo hacen Egipto o Jordania?! Ambos países han dicho muy claro que no quieren recibir ni a un palestino, ¡y nadie en el mundo les pide rendir cuentas! Después de tanta maldad y sadismo se me atraganta muchísimo que el mundo acuse a Israel de desalmado, igual que me duele que haya gente cercana de la comunidad palestina que no me ha llamado ni mandado un mensaje por la muerte de personas que conocía en el ataque".

En lo que ambos están de acuerdo es en que quieren una buena vida para su familia. Tanto para la nuclear, de tres, como para la más extensa. Para los familiares de Shadi que están en Cisjordania, para los que están en Israel y votan a Netanyahu (sí, los hay), para los de Shlomit que están en un país distante y temen que por ser judíos atenten contra su vida y para los que en Israel se preparan para servir en el ejército. "Porque, aunque nuestro presente en casa es horrible, tenemos que convivir y negociar para vivir días mejores", concluyen.

Shlomit, de 40 años, y Shadi, de 34, son pareja y ambos usan seudónimo por miedo a las consecuencias. Ella es judía israelí y él es árabe israelí cristiano. Viven con su bebé de 17 meses en el sur de Jerusalén. Desde que empezó la guerra, tras el ataque contra las comunidades israelíes fronterizas con Gaza que dejó más de 1.400 fallecidos —según las autoridades israelíes— y los subsiguientes bombardeos israelíes sobre la Franja que dejan ya más de 8.000 muertos —de acuerdo con Hamás—, la situación es tensa en la casa. Y en el barrio.

Israel Conflicto árabe-israelí Palestina Gaza
El redactor recomienda