La izquierda ucraniana, traicionada por la izquierda global: "Que dirijan sus alegatos de paz a Rusia"
Taras Bilous lucha contra Rusia en las filas ucranianas, y libra otra batalla paralela, la batalla de vencer los prejuicios que dominan a sus correligionarios europeos y de explicarles qué está pasando realmente
Los caminos de la ideología son inescrutables. Sus vericuetos están llenos de sorpresas. Una de las trincheras culturales más profundas de los últimos meses, por ejemplo, se ha abierto en el seno de la izquierda occidental. Aquellas facciones autodenominadas 'antiimperialistas', que han hecho bandera de resistir al fascismo y al militarismo en todas sus formas, parecen volverse mansas y consideradas cuando el agresor imperialista resulta ser un enemigo del Gran Satán (Estados Unidos). Si los ucranianos hubieran seguido el consejo de estos antifascistas, habrían depuesto las armas el 24 de febrero a primera hora de la mañana, permitiendo que Rusia, un país que representa los valores exactamente opuestos al progresismo, engullera su territorio, sus instituciones, su cultura, su lengua y vidas incontables.
Para buscar algo de claridad en esta contradicción, lo más razonable es preguntar directamente a los propios izquierdistas antiimperialistas, pero no a la variedad que opina desde Twitter o desde un pódcast grabado a miles de kilómetros de Ucrania, sino a aquellos izquierdistas sobre quienes caen las bombas rusas y cuyas opiniones, por tanto, tienen un precio, el valor del peligro. Porque si la prioridad es buscar la paz cuanto antes, incluso en los términos fijados por la conquista rusa, para frenar la escalada militar y una posible guerra atómica, las primeras vidas que se ahorrarían serían las suyas y las de sus compatriotas.
Taras Bilous, nacido en Luhánsk hace 29 años, es editor del medio de izquierdas 'Commons Journal', militante de Sotsyalnyi Ruj (Movimiento Social) e historiador en ciernes. Desde hace unos meses, además, lucha contra Rusia en las filas ucranianas, y libra otra batalla paralela, la batalla de vencer los prejuicios que dominan a sus correligionarios europeos y de explicarles qué está pasando realmente en Ucrania. Bilous nos atiende desde Zhitómir, antes de ser enviado de vuelta al frente.
PREGUNTA. El término 'socialista' posee matices distintos según el país. En algunos lugares, un socialista es simplemente un socialdemócrata moderado; en otros, en cambio, es casi un comunista. ¿Qué significa ser socialista en Ucrania?
RESPUESTA. En Ucrania, tenemos un problema con la definición de la palabra 'socialista', porque socialista y comunista son términos asociados con la Unión Soviética y con el Partido Comunista de Ucrania, que representan puntos de vista conservadores, a menudo racistas y antisemitas. Así que las palabras que podemos usar para referirnos a los activistas de izquierda, aquí, fueron desacreditadas en tiempos de la URSS. Lo que yo considero socialista es la creencia de que el sistema capitalista es injusto, y abogar por un sistema más igualitario, democrático y ecológico.
P. Como socialista, ¿hay algo que salvarías de la Unión Soviética? ¿Algo que se pueda rescatar, como por ejemplo la economía centralizada?
R. En la Unión Soviética, la industria estaba nacionalizada. Las fábricas pertenecían al Estado, pero, al mismo tiempo, los empleados de esas fábricas no tenían ninguna influencia en la manera en que el fruto de su trabajo se usaba después. Así que esto, en términos marxistas, los dejaba alienados. Así que creo que la nacionalización podría ser la base para construir un sistema más democrático, pero solo si incorpora elementos de la democracia en el espacio de trabajo, como, por ejemplo, los que existen en sistemas capitalistas como el de Alemania: allí hay representantes de los sindicatos en el consejo de administración. Esa es una de las maneras.
P. En los últimos meses, has escrito artículos criticando la postura de tus correligionarios de otros países con respecto a Ucrania. ¿Qué es lo que te molesta?
R. A veces veo a los izquierdistas europeos haciendo declaraciones en línea con la propaganda rusa; diciendo, por ejemplo, que el Maidán fue un golpe de Estado fascista, que el idioma ruso está prohibido en Ucrania y que la guerra fue provocada por la OTAN. Uno de los motivos recurrentes es tratar de trasladar la responsabilidad de esta guerra a Occidente, diciendo que Rusia hizo lo que hizo porque fue provocada. Otras voces, en otros medios, tienen una posición más adecuada y equilibrada [Bilous ha elogiado públicamente al senador de Vermont, el socialista Bernie Sanders, que desde el principio condenó la invasión rusa en términos claros e inequívocos y apostó por el apoyo a Ucrania].
Pero, desafortunadamente, personas de las que esperábamos una reacción más razonable, como DiEM25 o Progresistas Internacionales, adoptaron una posición, entre comillas, neutral, llamando a negociaciones pero no pidiendo que las tropas rusas se retirasen de Ucrania. Fue algo inesperado y desconcertante. También me sorprende que ahora, que han pasado siete meses, un tiempo suficiente para que la gente se dé cuenta de lo que está pasando, aún nos encontramos con los mismos argumentos. Seguimos en el mismo sitio, aunque la situación está mejorando, pero muy lentamente.
"Veo a los izquierdistas europeos haciendo declaraciones en línea con la propaganda rusa"
P. Desde el 24 de febrero, uno de los argumentos más insistentes de parte de la izquierda europea es buscar la paz: si la guerra sigue, dicen, eso causará más destrucción, muertos y escalada militar, por lo que la prioridad debería ser negociar de inmediato un alto el fuego. ¿Qué opinas al respecto?
R. Estoy agotado de responder a esta pregunta. En 2014, la situación del Maidán era políticamente más matizada. Era más comprensible que, a los izquierdistas occidentales, les resultara difícil entender la situación. Pero, ahora, tras la invasión a gran escala, la situación está absolutamente clara. Y ha pasado tiempo suficiente para comprenderla: para ver quién tiene razón y quién está equivocado. Está muy claro que Rusia se ha anexionado unos territorios en los cuales la gente no quería, ni de broma, unirse a Rusia. Y, para nosotros, el hecho de aceptar la anexión es simplemente aceptar que nuestros compatriotas sean torturados y asesinados cada día en los territorios ocupados. Para nosotros, es absolutamente inaceptable. Y aquellos que quieren paz tienen que entender que el problema de no tener paz no es un problema de Ucrania, sino de Rusia. Pueden dirigir sus alegatos de paz a Rusia.
P. Esta guerra, más que otras, es una guerra nacional. No se libra por un territorio o un recurso concreto, sino por la existencia de la nación ucraniana. Ha sido Vladímir Putin quien lo ha expresado con palabras, diciendo que Ucrania es un país artificial y que rusos y ucranianos son el mismo pueblo, y con hechos. En los territorios ocupados se está eliminando todo rastro de cultura ucraniana. Tengo curiosidad por ver cómo se relaciona este claro elemento de nación con los principios de un socialista, ya que los socialistas suelen enfatizar el prisma de clase.
R. El prisma de clase no es el único por el que los socialistas miran las cosas, porque los movimientos socialistas del siglo XIX tenían discusiones constantes acerca del derecho de autodeterminación de los pueblos. Por eso no estamos dejando a un lado la cuestión nacional. Antes solía ser más cauteloso con el concepto de autodeterminación, debido a la situación en el este de Ucrania en 2014. En ese momento, solo una minoría de la población del Donbás quería unirse a Rusia, pero, al mismo tiempo, el 70% de la gente consideraba que el Gobierno pos-Maidán era ilegal. Rusia y los separatistas aprovecharon ese vacío de poder para iniciar una guerra. Además, la izquierda ucraniana estaba dividida. Ambos lados usaban el derecho de autodeterminación como argumento. Pero ahora la situación, con la guerra total, se está volviendo mucho más clara. Tenemos, quizá, solo un 1% o un 2% de la población que realmente se quiere unir a Rusia.
P. También ha calado en parte de la izquierda la idea, inflada por la propaganda rusa, de que la ultraderecha sería muy influyente en Ucrania desde 2014. ¿Cuál es su peso real?
R. El típico argumento en contra es que la ultraderecha no está representada en el Parlamento ucraniano. No alcanzaron el mínimo de votos, y su influencia real no es proporcional al ruido que hacen. En Ucrania hay dos niveles de política: están aquellos que tienen financiación oligárquica, que tienen mucho tiempo de exposición en las televisiones y otros medios, y están aquellos que pueden convocar a mucha gente en las calles para una protesta. Aquellos que no tienen los recursos para llegar al Parlamento. Así que podríamos decir que la ultraderecha es una parte perceptible de la sociedad civil en Ucrania, pero no en la política. Es difícil medir la influencia ultraderechista fuera del Parlamento. Puedo decir que, en los años anteriores a la invasión a gran escala, podíamos ver su movimiento menguar. El apoyo no crecía y los grupos estaban desconectados unos de otros. En la izquierda, por otra parte, podemos ver una mejora, ya que los jóvenes se unen a las organizaciones y estas se consolidan.
P. Como socialista y antiimperialista, eres muy crítico con Estados Unidos, un país que, según has escrito, está en declive y te alegras por ello. Pero es el poder geopolítico y militar americano el que arma, entrena y apoya a los ucranianos, facilitando su resistencia a Rusia. ¿Cómo encajas esta paradoja?
R. Estados Unidos es un Estado imperialista y su invasión de Irak fue un acto de agresión imperialista, pero, respecto al hecho de que respalda a Ucrania, este no es el único ejemplo de un imperialismo que apoya los movimientos anticolonialistas de otro imperialismo. En Irlanda, en 1916, por ejemplo, los rebeldes independentistas recibieron armas de Alemania. Hay muchos ejemplos históricos. Pero el hecho de que EEUU apoye movimientos anticolonialistas no cancela el hecho de que sea un Estado imperialista. De la misma forma, el apoyo a un movimiento antiimperialista por un imperialismo rival no niega el hecho de que este sea un movimiento antiimperialista. Respecto al hecho de que el orden internacional es injusto, sí, hay una hegemonía occidental unipolar. Pero lo que Rusia quiere hacer es reemplazarlo por un sistema aún más injusto y cruel, donde cualquiera que tenga el poder puede tomar cualquier territorio. Así que, cuando alguien se regocija por el hecho de que Rusia se enfrente a Occidente, tenemos que recordarle que no debe defender que un sistema injusto sea reemplazado por otro aún más injusto.
P. ¿Qué opinas del neoliberal Volodímir Zelenski?
R. Ahora la mayoría de la sociedad ucraniana apoya continuar la lucha, y uno de los errores típicos de los políticos occidentales es concentrarse en la figura de Zelenski. Aunque no apoyo las decisiones socioeconómicas de Zelenski, creo que, en lo que respecta a la guerra ruso-ucraniana, está haciendo todo lo posible para reflejar el consenso que hay en la sociedad ucraniana ahora mismo. Eso se ve en sus acciones.
P. ¿Y del Maidán? Como has mencionado antes, se trata de un fenómeno con más matices. Entre otros, supuso una fractura política con parte del electorado del Donbás.
R. Es una pregunta grande y difícil. Participé en el Maidán, pero, en ese momento, todavía no me consideraba un izquierdista. Era más de centro derecha. Me volví izquierdista después del Maidán, quizá bajo la influencia de la guerra y de lo que sucedió después. No apoyo la idealización, o romantización, del Maidán, porque allí existían contradicciones internas. No era un esfuerzo unificado. Pero, al mismo tiempo, la manera en que los medios rusos están tratando de presentarlo es una auténtica tomadura de pelo porque esa fue, realmente, una rebelión de la gente. No fue orquestada desde fuera. Si el Maidán no hubiera triunfado, Europa del Este ahora podría estar peor. Tenía mucha ilusión y optimismo por lo que podría salir del Maidán. Hubo que hacer lo que era necesario para que las cosas no empeorasen; para no permitir que Ucrania se convirtiera en una segunda Bielorrusia.
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Los caminos de la ideología son inescrutables. Sus vericuetos están llenos de sorpresas. Una de las trincheras culturales más profundas de los últimos meses, por ejemplo, se ha abierto en el seno de la izquierda occidental. Aquellas facciones autodenominadas 'antiimperialistas', que han hecho bandera de resistir al fascismo y al militarismo en todas sus formas, parecen volverse mansas y consideradas cuando el agresor imperialista resulta ser un enemigo del Gran Satán (Estados Unidos). Si los ucranianos hubieran seguido el consejo de estos antifascistas, habrían depuesto las armas el 24 de febrero a primera hora de la mañana, permitiendo que Rusia, un país que representa los valores exactamente opuestos al progresismo, engullera su territorio, sus instituciones, su cultura, su lengua y vidas incontables.
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