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Cacique Zelenski: el presidente ucraniano se calza el guante de hierro contra los oligarcas
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Cacique Zelenski: el presidente ucraniano se calza el guante de hierro contra los oligarcas

Desde el inicio de la guerra, el sagrado poder de los oligarcas ucranianos está menguando en Ucrania a medida que crece la estatura del presidente, Volodímir Zelenski

Foto: El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. (EFE)
El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. (EFE)
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“La guerra es la partera de la historia”, se supone que dijo Karl Marx. Una danza macabra que eleva, hunde, golpea y transforma, dejando, cuando acaba la tormenta, un paisaje muy distinto al inicial. En el caso de Ucrania, esta galería de los horrores está sucediendo ahora y ya parece estar cambiando, más allá de los combates, algunas de las reglas y tradiciones que han acompañado al país desde su independencia en 1991. Entre otras cosas, el sagrado poder de los oligarcas está menguando a medida que crece la estatura del presidente, Volodímir Zelenski, obstinado en cumplir los objetivos que se le habían resistido en tiempo de paz.

“Durante la guerra, el rol de los oligarcas ha disminuido. Se trata de un hecho objetivo”, dice a El Confidencial Olexiy Haran, profesor de Política Comparada en la Universidad Petro Mohyla de Kiev y director de investigación del 'think tank' Fundación Iniciativas Democráticas. “Ahora vivimos bajo la ley marcial, así que los oligarcas tienen que comportarse correctamente, pero lo que es más importante es que los ucranianos están luchando por un futuro mejor. Este será un país nuevo. No queremos cometer el mismo error. Tenemos que impulsar la sociedad civil”.

Foto: Foto: EFE/Roman Pilipey.

Cuando Zelenski fue elegido presidente, en abril de 2019, una de sus promesas fue meter en vereda a los llamados oligarcas, magnates que se hicieron con los restos de la economía soviética en los años noventa, levantando sobre ellos un complejo entramado de influencias casi tan poderoso como las instituciones públicas. La operación, sin embargo, no acabó de despegar. En noviembre de 2021, el Parlamento aprobó una ley que definía en términos concretos lo que era un oligarca: una persona que acumulaba poder económico, político y mediático y cuya exagerada preponderancia representaba una amenaza para las instituciones. La nueva ley elaboró una lista de oligarcas, obligó a los funcionarios a que desvelaran sus contactos con estos y dio a los magnates seis meses de margen para vender algunos de sus activos y abandonar así la nueva lista negra del Gobierno.

Pero los oligarcas no se dejaron amedrentar. El más influyente, Rinat Ajmétov, dueño de un variado imperio sostenido en la metalurgia, inició una campaña contra Zelenski desde sus periódicos y televisiones, y recrudeció la escalada. El presidente acusó a Ajmétov de conspirar con Rusia para dar un golpe de Estado y redobló la presión sobre sus negocios; Ajmétov ensalzó el perfil de un antiguo aliado de Zelenski, el expresidente de la Rada Dmytro Razumkov. La pelea entre los dos hombres más poderosos de Ucrania estaba servida, con vistas a los comicios de 2024.

La temperatura subía hasta que, el pasado 24 de febrero, la guerra total rusa unificó de un plumazo las prioridades ucranianas: derrotar a Rusia. En las circunstancias de la ley marcial, el dicharachero actor cómico Zelenski, transformado en líder de tintes populistas, experimentó una nueva metamorfosis, convirtiéndose en un jefe guerrero repleto de testosterona. En pocas semanas, se prohibieron partidos y organizaciones considerados prorrusos, el contenido de las televisiones fue sometido al control del Gobierno y los oligarcas, poco a poco, empezaron a mostrarse obedientes.

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El todopoderoso Ajmétov, igual que sus competidores, se ciñó, por ejemplo, a la llamada 'política de información unificada'. Este decreto del mes de marzo suma todas las televisiones en una misma plataforma, Noticias Unidas, dedicada a eliminar de la parrilla los contenidos de entretenimiento y reemplazarlos por noticias que contrarrestasen la “propagación activa de la desinformación que justifica o niega la agresión armada de la Federación Rusa contra Ucrania”.

El oligarca del Donbás hizo otros gestos de flexibilidad. En abril prometió colaborar en la reconstrucción de Mariúpol, si la ciudad destruida por los rusos llegaba a ser liberada, y en julio, finalmente, se plegó a la ley de 'desoligarquización' de Zelenski, al entregar todas las licencias de sus medios de comunicación al Estado. Como consecuencia, Ajmétov dejó de ser, oficialmente, un oligarca. Estos días, una de las patas de su complejo metalúrgico, Zaporozhstal, en la ciudad de Zaporiyia, fabrica módulos blindados para las tropas, de manera que los soldados puedan usarlos como refugio, almacén o cocina. Los 10 primeros fueron enviados gratuitamente.

Un factor que ayuda a explicar la actitud de Ajmétov y de otros oligarcas, como Ihor Kolomoisky (relacionado con el ascenso político de Zelenski; hoy caído en desgracia) o Dmytro Firtash, es que sus bases económicas han sido gravemente afectadas por la agresión rusa. Ajmétov ha perdido dos de sus más grandes activos, las plantas metalúrgicas de Azovstal e Ilich, en Mariúpol; Firtash se ha quedado sin la planta química de Azot, en Severodonétsk, y Kolomoisky, sin la refinería de Kremenchuk. La disminución de su poderío económico los habría dejado en una posición política vulnerable.

Así que Volodímir Zelenski, en un contexto de invasión, ley marcial y subido a una montaña de prestigio, cementa la autoridad de la oficina presidencial y parece abrir una página nueva en la historia de la política ucraniana. Aunque esta consolidación de fuerza tan rápida despierta algunos temores. Los oligarcas en Ucrania han sido considerados responsables de lastrar el desarrollo socioeconómico del país, cuyas instituciones han sido tradicionalmente sobornadas y manipuladas por un puñado de grandes fortunas. El rechazo a este 'statu quo' es una de las razones que alimentaron el anhelo popular de cambio, representado por los dos ciclos de protestas masivas del Maidán: el de 2004 y, sobre todo, el de 2014.

Al mismo tiempo, paradójicamente, las mafias oligárquicas que se han ido repartiendo las palancas de mando desde hace 30 años han mantenido un curioso equilibrio. Dado que ninguna ha logrado consolidarse, Ucrania habría evitado caer en la situación de sus vecinos postsoviéticos más próximos, Rusia y Bielorrusia. Una hipótesis habitual dice que ningún Putin o Lukashenko habría sido capaz de acallar la turbulenta algarabía política de Ucrania.

El profesor Olexiy Haran, sin embargo, sugiere que la barrera contra el autoritarismo no está en el contrapeso mutuo de los oligarcas, sino en la idiosincrasia rebelde de los propios ucranianos. “Tenemos la ley marcial, y eso significa que hay algunos límites. Los aceptamos y cualquier otro presidente hubiera decretado la ley marcial en estas circunstancias”, dice Haran. “Pero hay una paradoja: tenemos la ley marcial y, al mismo tiempo, los ucranianos creen en la democracia. Una encuesta de agosto [realizada por la Fundación Iniciativas Democráticas y el Centro Razmukov] reflejaba que el 64% de los ucranianos estaba a favor de la democracia y solo un 14% decía que un Gobierno autoritario sería mejor. Diría que los ucranianos disfrutan de unos niveles de libertad sin precedentes en tiempo de guerra. Tenemos debates y discusiones honestas. Este es el resultado de los dos Maidanes”.

Foto: Labores de extinción del incendio del puente que une Rusia y Crimea (Reuters)

Haran añade que, en Ucrania, el entusiasmo político suele durar muy poco. “Los ucranianos, tradicionalmente, han sido muy críticos con el poder. Solo después de unas elecciones, con un nuevo presidente, los ucranianos piensan que el país va en una buena dirección. Seis meses después, sin embargo, cambian de opinión. Y la mayoría cree que el país va en una mala dirección”, indica.

El entusiasmo general por Volodímir Zelenski, sin embargo, aún resiste. Las Fuerzas Armadas de Ucrania son la institución más valorada del país, con diferencia. Zelenski las encabeza y su popularidad, casi ocho meses después del inicio de la invasión a gran escala, seguiría flotando por encima del 70%, según Haran. Otros centros de análisis sociológico, como Rating, estiman la aprobación sólida de Zelenski en un 59% y, a secas, en un 32%, lo que sumaría un 91% de respaldo popular del presidente. Una tercera agencia, InfoSapiens, sitúa el apoyo en un 81,3%.

Foto: Celebración del día de los héroes en Rumanía. (EFE/Robert Ghement)

Mientras tanto, la situación militar y política evoluciona diariamente. El Parlamento ucraniano está debatiendo actualmente sobre la nueva ley mediática, que, entre otras cosas, podría crear un regulador controlado por el Gobierno. La Federación Europea de Periodistas (EFJ) y el norteamericano Comité para la Protección de los Periodistas se han mostrado críticos con esta legislación. Según Ricardo Gutiérrez, secretario general de EFJ, “la regulación mediática debe de ser aplicada por un organismo independiente del Gobierno, y su objetivo debe de ser la independencia mediática, no el control”. Está previsto que la ley se apruebe este otoño.

Las elecciones de 2024 también están por ver. “Sobre el futuro de Zelenski, creo que tiene muy buenas probabilidades de ganar las próximas elecciones presidenciales. Más probabilidades que antes de la guerra”, dice Olexiy Haran. “Pero ya veremos. Es una democracia. Y celebrar elecciones, según la Constitución, no es posible bajo la ley marcial. Tiene que derogarse. Los ucranianos decidirán. Zelenski cometió errores antes de la guerra, pero hay un consenso general de no criticar al Gobierno. Hemos acordado posponer los grandes desacuerdos para después de la victoria”, concluye.

“La guerra es la partera de la historia”, se supone que dijo Karl Marx. Una danza macabra que eleva, hunde, golpea y transforma, dejando, cuando acaba la tormenta, un paisaje muy distinto al inicial. En el caso de Ucrania, esta galería de los horrores está sucediendo ahora y ya parece estar cambiando, más allá de los combates, algunas de las reglas y tradiciones que han acompañado al país desde su independencia en 1991. Entre otras cosas, el sagrado poder de los oligarcas está menguando a medida que crece la estatura del presidente, Volodímir Zelenski, obstinado en cumplir los objetivos que se le habían resistido en tiempo de paz.

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