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"¿Crisis de vivienda? Cuando yo llegué al ayuntamiento, medio Madrid eran chabolas"
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JUAN BARRANCO, EXALCALDE DE MADRID

"¿Crisis de vivienda? Cuando yo llegué al ayuntamiento, medio Madrid eran chabolas"

Lejos de la política y dedicado a sus nietos, Barranco recuerda los problemas que vivió como alcalde de la capital, muchos de ellos calcados a los actuales pero con distintos nombres

Foto: Juan Barranco, en el Planetario de Madrid. (A. M. V.)
Juan Barranco, en el Planetario de Madrid. (A. M. V.)

Juan Barranco (1947) lleva tiempo lejos del foco público, pero sigue en plena forma. Se mueve en metro, aún se permite algún cigarrito que otro y dedica el tiempo que sea necesario a cuantos le paran por la calle. Criado en Vallecas, en una de esas torres que permiten ver los partidos del Rayo desde el balcón, Barranco fue uno de los primeros, más jóvenes y efímeros alcaldes de Madrid de la democracia. Gobernó solo tres años, entre 1986 y 1989. Quizá por eso, porque no tuvo tiempo para hastiar al personal, todo el mundo le recuerda con cariño, como a un icono que evoca tiempos mejores.

En el Planetario de Madrid, la obra de la que está más orgulloso, su presencia genera gran alboroto. A primera hora, cuando las puertas están cerradas al público, la llegada de Barranco surte el efecto de una lupa en un hormiguero: el director le abre las puertas, una empleada le recuerda que su madre siempre lo tuvo en gran estima y hasta una niña enfundada en su uniforme escolar le pregunta si quiere ser su amigo. "Claro que quiero, pero seguro que te llevarías mejor con mis nietos", le contesta el alcalde.

PREGUNTA. Era usted un niño vallecano con vocación de banquero que compraba y vendía acciones a comienzos de los setenta. Un unicornio.

RESPUESTA. Lo que sucedió es que me metieron a trabajar en el Bolsa de Comercio con solo 14 años. Yo iba a una academia de banca después del colegio y el director de la academia, que me vio espabilado, me metió de meritorio, que es como antes se llamaba a los becarios. Entonces las acciones las compraba por mi trabajo, no a nivel personal, pero sí sabía bastante del mercado de valores. De ahí me fui a un banco.

P. En la banca, ganó peso como sindicalista y fue como número 10 en las listas del PSOE por Madrid al Congreso. La legislatura constituyente, nada menos.

R. ¡Yo pensaba que no iba a entrar! Creíamos que íbamos a sacar seis diputados y al final sacamos 11. Fue un gran honor para mí, que venía de la clandestinidad de la Interbancaria...

P. Se convirtió en diputado con solo 29 años.

R. Fui el segundo diputado más joven, por detrás de Manuel Marín, que luego fue presidente del Congreso, y tenía dos años menos que yo. Después, cuando fui alcalde en 1986, también fui el alcalde más joven de la historia de la ciudad. Ahora ya no voy a batir más récords de juventud [ríe].

"Me decidí por el PSOE porque el PCE era un partido demasiado encorsetado a nivel ideológico"

P. Le llegó a tantear el PCE. ¿Por qué se decidió por el PSOE?

R. Porque creía que en el PSOE había un ámbito de mayor libertad. Era el PCE de los comités centrales, el centralismo democrático... A mí eso no me gustaba. Reconozco la labor de los comunistas a la hora de traer la democracia a España, pero para mí era un partido demasiado encorsetado.

P. Entró a un Congreso con Dolores Ibárruri y Blas Piñar, para que luego se diga que la polarización es un fenómeno reciente.

R. Fue una época muy bonita, había muchísima ilusión. Muchos estábamos allí por vocación, solo queríamos que se afianzase la democracia, no pedíamos mucho más que ser como Alemania, Francia o Italia. Lo que buscábamos era que saliese adelante una Constitución y ahí confluimos políticos con enormes diferencias ideológicas... porque el fascismo estaba a la vuelta de la esquina. Todos cedimos: socialistas y comunistas cedimos en la cuestión de la monarquía, las derechas en la formación de las autonomías...

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P. ¿Fue el miedo a la vuelta del franquismo el principal motor de la Constitución de 1978?

R. Sin duda. La democracia era muy débil y los aparatos del franquismo estaban intactos, eran perfectamente visibles para cualquiera. Lo vimos todos en febrero de 1981, que todo lo conseguido se podía venir abajo en cualquier momento.

P. ¿Ha llegado el momento de reformar la Constitución?

R. Sí. La Constitución, como cualquier otra obra humana, ha de ser actualizada. Aquel fue un texto de mínimos, para consolidar la democracia, y es obvio que necesita reformas. El problema es que no veo ahora un clima propicio para acometer esa labor. Falta voluntad de acuerdo.

P. En 1983 llega al Ayuntamiento de Madrid para ser la mano derecha de Tierno Galván.

R. Ese era el puesto de Barrionuevo, pero saltó al Gobierno con Felipe González. Me eligieron a mí como tercera opción, fruto de las circunstancias.

P. No volvería a separarse de él, pero los comienzos fueron difíciles, porque Tierno siempre tuvo roces con la dirección del PSOE.

R. Tierno pensaba que yo era el chaval que había mandado el partido para controlarle. Los primeros meses se me hicieron cuesta arriba, yo lamentaba mucho haber dejado mi acta de diputado y mi existencia tranquila en el Congreso [ríe]. Sin embargo, con el tiempo fue dándose cuenta de que yo no le controlaba en absoluto, sino que mi trabajo era ponerle el balón en el punto de penalti para que él chutase a portería. Que, por cierto, él chutaba como nadie, cada medida que adoptábamos, puesta en valor por Tierno Galván, lucía mucho más.

P. ¿Cómo era el Madrid que se encontraron?

R. Una ciudad asfixiada por el franquismo, que había sido fuertemente reprimida y necesitaba sentir la libertad. En el aspecto urbanístico, estaba llena de problemas. Medio Madrid eran chabolas, no había infraestructuras... Había sido gobernada durante 40 años a espaldas de los madrileños. Madrid era la capital de España, sí, pero sus ciudadanos no tenían importancia para el franquismo. Nosotros abrimos las puertas del ayuntamiento a la gente y de ahí surgió la famosa 'década prodigiosa' de la ciudad, de la que la Movida fue uno de sus frutos.

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El ayuntamiento se hizo cómplice de sus ciudadanos y dio rienda suelta a su creatividad. El resultado fue que fuimos Capital Europea de la Cultura, fuimos los que más vivienda social construimos de todo el continente, con más de 30.000 pisos, hicimos decenas de parques, Ifema, el Planetario, Mercamadrid... Si tú coges un coche y recorres Madrid, verás que los polideportivos, los centros culturales, los saneamientos del sur... la mayoría son de nuestra época.

P. Algún joven que nos esté leyendo se sorprenderá de que Madrid fuese una ciudad con tantísimo chabolismo.

R. Mira, aquí mismo, donde estamos sentados [Méndez Álvaro]. Esto eran naves industriales abandonadas y montañas ilegales de escombros. Villaverde, Orcasitas, Usera, Villa de Vallecas, San Blas... eran todo chabolas. La gente levantaba las casas por las noches y por la mañana no se podía hacer nada. Tuvimos que negociar uno a uno con cada colectivo para darles viviendas sociales.

placeholder Poblado chabolista de Usera, en una imagen de principios de los ochenta. (EFE)
Poblado chabolista de Usera, en una imagen de principios de los ochenta. (EFE)

P. Otro problema que se encontraron fue la heroína.

R. Un problema terrible del que no éramos plenamente conscientes de sus efectos para la salud. En Madrid, las clases bajas se echaban a la heroína y causó estragos. Yo fui el primero que financió el Proyecto Hombre desde el ayuntamiento, creamos una unidad antidroga en la cárcel de Carabanchel. Hicimos lo que pudimos, pero, repito, nadie era consciente de lo que iba a significar esa drogodependencia, no había datos ni estudios, era un fenómeno nuevo.

P. En enero del 86 muere Tierno Galván para sorpresa de todos: nadie sabía que estaba enfermo.

R. Enrique llevó su enfermedad con suma discreción. Los médicos aprovecharon un pequeño accidente doméstico que sufrió para hospitalizarle, porque él se negaba a permanecer ingresado. Los médicos nos decían que estaba mal y que necesitaba cuidados intensivos, pero Enrique no quería salir del despacho, quería trabajar hasta el final.

P. Le llamaban 'viejo profesor', pero de viejo no tenía mucho.

R. No, Tierno murió con 66 años, pero era un catedrático universitario y le gustaba el sobrenombre.

placeholder Barranco, junto a la estatua de Tierno Galván.
Barranco, junto a la estatua de Tierno Galván.

P. Después heredó usted el cargo y tuvo que luchar contra la especulación inmobiliaria.

R. Eso es. Una cosa que querría recordar es que la especulación no es fruto de la democracia, sino que comenzó y alcanzó su máximo exponente en el franquismo. El Barrio de la Concepción, San Blas, la Castellana, la Torre de Valencia... Todo eso lo construyeron empresarios franquistas que se forraron sin el menor control. Nosotros lo que hicimos fue generar suelo público para abaratar los precios y colaborar con las entidades privadas para desarrollar la ciudad.

P. ¿Cómo ve la situación de la vivienda en Madrid?

R. Muy mal, como todo el mundo. La vivienda ahora se considera un activo financiero, y eso es una barbaridad. Antes de eso, tiene que cumplir con unos deberes sociales. Tú no puedes llamar 'ciudadano' a una persona que no tiene dónde vivir. ¡Eso lo tienen que garantizar las instituciones! No es que se la pagues, pero sí que tengan la posibilidad de acceder a un precio asequible. La vivienda es una necesidad básica y, si en Madrid hay 150.000 pisos vacíos, digo yo que la comunidad o el ayuntamiento tendrán que hacer algo. Si no, ¿para qué están?

En general, hay un problema enorme con los jóvenes en Madrid. Tenemos una tasa de abandono escolar altísima, tenemos una tasa de paro juvenil enorme... Así, los jóvenes piensan que van a vivir peor que sus padres. Es terrible que haya una generación entera sin ilusiones. Hay que implicar a los chavales en el futuro de la ciudad, porque si no, los pierdes, los condenas a la desesperación.

P. ¿Ha abandonado Madrid a sus ciudadanos en materia de vivienda?

R. Es evidente. Si no es un total abandono, desde luego no es una prioridad. Si el tiempo que dedica Díaz Ayuso a decir 'pavadas' y a descalificar a sus rivales políticos lo emplease en repensar Madrid, nos iría a todos mejor. Luego está Martínez-Almeida, a quien respeto y me parece un hombre inteligente, que ha cometido el error de aceptar el cargo de portavoz del PP y, en cierto modo, ha dimitido de su cargo como alcalde.

"Ahora la vivienda se considera un activo financiero, no un derecho y una necesidad"

Tanto Almeida como Ayuso están en la espuma de los días, en el fragor de la batalla política cotidiana, pero no tienen la ciudad en la cabeza. ¿Qué gran proyecto de ciudad hay en estos momentos? La Operación Chamartín se diseñó hace 30 años, la Operación Campamento está olvidada... Desde Madrid Río no hay una intervención de calado en la ciudad.

P. Y si el PP de Madrid es tan deficiente, ¿cómo es que el PSOE lleva más de 30 años sin gobernar?

R. Hay varios motivos. El primero, por nuestros errores: hemos puesto candidatos elegidos a dedo, como en la Pasarela Cibeles, que, cuando no han conseguido gobernar, se han largado de ministros. Eso es como bombardear a tu electorado con napalm. También nos ha perjudicado la división de la izquierda: gobernó Carmena, que al final es una progresista, aunque no pertenezca al PSOE.

Por último, hay otra razón que quizá no quieras escuchar.

P. Adelante.

R. Que la capacidad de fuego mediático que tiene la derecha y la extrema derecha en Madrid no existe en ningún otro sitio del país. Eso influye muchísimo, porque al final los medios de comunicación determinan la forma de pensar de los ciudadanos.

De todos modos, que los madrileños que lean esto lo tengan claro: Madrid es claramente recuperable para la izquierda. Ganó Simancas y no pudo gobernar por el 'tamayazo' y ganó Gabilondo hace poco, aunque no dieron las cuentas. Madrid no está perdida.

P. Usted fue el primer y único alcalde de Madrid destituido por una moción de censura. Fue en 1989 y las excusas fueron el tráfico y la inseguridad ciudadana.

R. Eso decían en el debate de la moción, que estaba fatal el tráfico. ¡Y no es mentira, pero el tráfico en Madrid lleva mal desde tiempos de Carlos III! [Ríe]. Ya en serio, detrás de aquello hubo una operación a nivel nacional con fines especulativos y en la que había implicado un importante banco que quería construir una nueva sede.

P. El Banesto de Mario Conde.

R. Efectivamente. Y la prueba de que aquello fue una operación política de más envergadura es que también se hicieron mociones en Valladolid, Jaén... Alianza Popular y el CDS pactaron tomar el poder.

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P. Es curioso que el CDS tocó poder e inmediatamente desapareció, algo parecido a lo que sucede con Ciudadanos. ¿No hay espacio para el centro?

R. Claro que lo hay, pero es importante garantizar el 'voto de hierro'. Esto es, que si uno es de izquierdas, adopte políticas de izquierdas para que su votante se sienta satisfecho. Ahora, si dices que eres de centro y todo lo que decides es de derechas... pues tu votante se va al PP, es lógico.

De todos modos, es impresionante lo rápido que envejecen los nuevos partidos. Parece que hayan cogido lo peor de PP y PSOE y obviado las cosas buenas.

P. ¿Le pesó la alargada sombra de Tierno Galván?

R. A nivel político, mi gestión fue claramente continuista, básicamente porque lo que hizo Tierno fue conmigo como primer teniente de alcalde y yo también había tenido peso en esas decisiones. Pero yo no era Tierno y jamás se me habría ocurrido intentar emular, por ejemplo, sus bandos municipales, que estaban pensados y diseñados durante semanas. Son obras maestras de la literatura política y yo, de haber intentado hacer algo parecido, habría quedado en absoluto ridículo.

P. En unos días hay primarias en el PSOE madrileño. ¿Se moja?

R. Los dos candidatos me parecen fantásticos. Son jóvenes y tienen experiencia municipal. Javier Ayala es el alcalde de Fuenlabrada y Juan Lobato consiguió ganar dos elecciones en Soto del Real, que es una plaza muy difícil, porque siempre ganaba la derecha. Por supuesto que votaré a uno pero, si gana el otro, no me llevaré un disgusto.

P. Unas primarias sin candidato oficialista.

R. Eso está muy bien, porque los últimos candidatos se han impuesto desde Ferraz, muchos de ellos aves de paso que tenían otros objetivos. El poso que estas decisiones dejan sobre los militantes es nefasto, porque se da cuenta de que no tiene la última palabra.

P. ¿Hay tanta distancia entre Ferraz, o Moncloa, y el PSOE-M?

R. Nosotros solíamos decir: "Tan cerca de Moncloa y tan lejos de Dios" [ríe]. Yo creo que el único momento en que las relaciones han sido frutíferas es cuando yo estaba en la alcaldía y Leguina en la comunidad, porque nuestra relación con Felipe González y Alfonso Guerra era muy buena. Discutíamos, claro, pero siempre encontrábamos el camino para colaborar. Se respetaba al PSOE madrileño, la relación era de iguales, no la de una empresa subsidiaria.

De todos modos, esto no es patrimonio del PSOE. Aguirre ya tuvo problemas de esa índole con Rajoy y ahora Díaz Ayuso está en parecidos términos con Casado.

P. Ya son seis años sin cargo público: ¿echa de menos la política?

R. En absoluto. Tengo muy tranquila la conciencia con lo que he hecho y estoy seguro de que mi tiempo había pasado cuando decidí abandonar la vicepresidencia de la Asamblea de Madrid. Lo asumí y, a diferencia de otros, no he enredado nada. Si me llaman, tengo la puerta abierta para lo que se necesite, pero estoy fuera y no quiero volver.

P. ¿Tendría un perfil moderado como el suyo hueco en esta política tan salvaje?

R. No lo creo. La política es para los jóvenes, para los que creen que las cosas se pueden cambiar desde el diálogo. A ellos les dedico estas líneas que Miguel Hernández escribió sobre Madrid: "Esta ciudad no se aplaca con fuego, este laurel con rencor no se tala".

Juan Barranco (1947) lleva tiempo lejos del foco público, pero sigue en plena forma. Se mueve en metro, aún se permite algún cigarrito que otro y dedica el tiempo que sea necesario a cuantos le paran por la calle. Criado en Vallecas, en una de esas torres que permiten ver los partidos del Rayo desde el balcón, Barranco fue uno de los primeros, más jóvenes y efímeros alcaldes de Madrid de la democracia. Gobernó solo tres años, entre 1986 y 1989. Quizá por eso, porque no tuvo tiempo para hastiar al personal, todo el mundo le recuerda con cariño, como a un icono que evoca tiempos mejores.

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