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Muere Manuel Marín, el guardián del rigor que llevó España al corazón de la UE
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ADIÓS AL EXPRESIDENTE DEL CONGRESO a los 68 años (1949-2017)

Muere Manuel Marín, el guardián del rigor que llevó España al corazón de la UE

El ingreso en Europa, los Erasmus, la Oficina de Ayuda Humanitaria o la modernización de la Cámara contienen su impronta y su impulso decisivo. Se va uno de los imprescindibles de la política española

Foto: El socialista Manuel Marín, expresidente del Congreso y exvicepresidente de la Comisión Europea, en septiembre de 2011. (EFE)
El socialista Manuel Marín, expresidente del Congreso y exvicepresidente de la Comisión Europea, en septiembre de 2011. (EFE)

Sus hijas le llamaban Planosky, por su afán por hacer planes constantemente. Los políticos y periodistas, Perfecto Marín. Era el hombre obsesionado con el detalle, puntilloso, a veces hasta maniático y un punto cascarrabias, entrañable, cero amigo de las marrullerías y los chillidos, de la escenificación, del 'show'. Algunos le decían, cuando ocupaba el potro de tortura de la presidencia del Congreso: "Manolo, el problema es que este no es tu tiempo". Y quizá tampoco lo sería este, con una política encanallada e incapaz de explorar acuerdos. Él lo pasó mal allí, en la carrera de San Jerónimo. Sufrió. Y se retiró.

O, como él mismo reconoció, le retiraron. Manuel Marín González (Ciudad Real, 21 de octubre de 1949) se largó (o lo largaron) en 2008, dejó la política, regresó a la universidad y asumió el timón de la Fundación Iberdrola. Salió y salió, sin volver a entrar, sin verse tentado a regresar a la primera línea, sin decir una palabra más alta que otra. En los casi 10 años transcurridos desde su marcha como presidente del Congreso, apenas se había vuelto a hablar de él, apenas se le había visto. En su partido, el PSOE, su recuerdo parecía más débil por su nula actividad orgánica en la última década. El pasado 9 de noviembre, tenía que haber sido investido doctor honoris causa por la Universidad de Salamanca junto al presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, pero no pudo asistir y tuvo que estar representado por sus hijas. Él estaba ya muy enfermo de cáncer de pulmón. Y este lunes por la tarde fallecía en Madrid a la edad de 68 años. Su capilla ardiente se instala este martes en el Salón de Pasos Perdidos del Congreso, de 14 a 18 horas.

El pasado 9 de noviembre fue investido doctor honoris causa por la Universidad de Salamanca. Pero no pudo acudir por lo avanzado del cáncer

Pese a su huella más brumosa de estos años, hay momentos, iniciativas, hechos que llevan su nombre y su impronta. Las negociaciones para la entrada de España en la Unión Europea, las becas Erasmus, el esfuerzo de modernización del Congreso, la fallida reforma del reglamento de la Cámara, sus severas llamadas al orden a sus señorías. Todo eso era Manuel Marín, uno de los pata negra imprescindibles de la política española y que acunó la llegada de la democracia.

La guerra de Irak

José Luis Rodríguez Zapatero lo eligió para presidir el Congreso en 2004, en la VIII Legislatura, cuando ya estaba casi de vuelta de su carrera, con 54 años, tras haber ascendido al vértice de las instituciones europeas, a la vicepresidencia de la CE y hasta a la presidencia del Ejecutivo comunitario, aunque de forma interina. Marín había regresado a la Cámara Baja en 2000, en la legislatura de la mayoría absoluta de José María Aznar, en la que ejerció como portavoz socialista en la comisión de Exteriores. En 2003, tras la salida de Trinidad Jiménez de la cartera de Política Internacional de la ejecutiva federal de Zapatero, se hizo cargo de su área. Era un momento muy delicado: la incorporación de España a la guerra de Irak, a la que el PSOE se opuso férreamente. Con él también en primera línea de fuego.

Sufrió en la legislatura en la que comandó el Congreso: fueron años durísimos por la tregua de ETA, el Estatut y la investigación del 11-M

Tras la victoria del líder socialista, Marín, diputado por Ciudad Real, se convirtió en presidente del Congreso, la tercera autoridad del Estado, en sustitución de la popular Luisa Fernanda Rudi. Solo el PP se opuso a su elección. Aquello fue el preludio de una legislatura áspera y tensa para él, como llegaría a confesar. El hostigamiento de los populares al Gobierno de Zapatero no cesaba. Eran los años de la oposición dura, durísima de Mariano Rajoy, de los Eduardo Zaplana y Ángel Acebes. La Cámara paró el 'plan Ibarretxe' y dio luz verde al nuevo Estatut de Cataluña —anulado luego parcialmente por el Constitucional en 2010—, aprobó la resolución a favor del diálogo con ETA, vivió aquel "usted traiciona a los muertos" que un excesivo Rajoy disparó a Zapatero, albergó combates feroces a cuenta del 11-M. Las costuras parecían saltar por los aires. No había tregua, casi ni oxígeno.

placeholder El exministro Virgilio Zapatero y el expresidente del Congreso Manuel Marín saludan al expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, ante Mariano Rajoy y José Bono, en febrero de 2011, en la Cámara Baja. (EFE)
El exministro Virgilio Zapatero y el expresidente del Congreso Manuel Marín saludan al expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, ante Mariano Rajoy y José Bono, en febrero de 2011, en la Cámara Baja. (EFE)

Marín intentaba, mientras, recuperar la dignidad del Parlamento. Sacarlo de sus mortales rutinas, darle brío. Inauguró la ampliación de dependencias de más de 25.000 metros cuadrados —dos inmuebles al otro lado de la carrera de San Jerónimo, modernizó las instalaciones y los sistemas de comunicación, llevó internet a los escaños, facilitó un kit tecnológico a los diputados para cubrir las necesidades de una oficina móvil, remodeló la web de la Cámara —que, con ligeros retoques, es la que hoy aún funciona—, colocó dos pantallas gigantes de vídeo en el hemiciclo para seguir los debates...

Fallece el expresidente del Congreso Manuel Marín a los 68 años

Avances que quedaron como legado de su presidencia, que no obstante quedó marcada por dos agujeros. Uno, la obsesión por los tiempos. Marín, creyente del "método y del orden", aplicó rigidez absoluta para promover debates más vivos y cortos, hasta el punto de que las imágenes de televisión de los plenos quedaban sobreimpresas con un cronómetro. Su sucesor, José Bono, prefirió "no perder el tiempo hablando del tiempo", hizo desaparecer los marcadores y optó por la flexibilidad. El otro propósito de Marín, de mayor calado, era reformar el reglamento de la Cámara, de 1982. No pudo por la disputa por el uso de las lenguas y los tirones de ERC y PP.

Tiempo en balde

En medio de una enorme tempestad, Marín intentó buscar "refugio" en una posición institucional, a veces incómoda hasta para su partido. Después confesaría que nunca habría elegido aquella legislatura, 2004-2008, para presidir el Congreso: fue la peor, a su juicio, "muy complicada, muy difícil, con niveles de entendimiento nulos durante meses y meses y meses". Condenaba que la política se apoyase en el "aspaviento mediático", en la "escenificación", cargaba contra ERC por hacer del hemiciclo su escaparate y contra el PP, por utilizar el Parlamento para "muscular a los suyos". "En ocasiones, si yo no me ponía un pelín autoritario, es que me comían", dijo ya una vez fuera de la carrera de San Jerónimo. Le dio la sensación de que el trabajo en aquel cuatrienio era "improductivo", como tirado a la basura. "Aquellas broncas me disgustaban mucho. En la política es necesaria la confrontación, pero una confrontación organizada, con reglas, en la que se respeten las formas. La política no puede ser la gresca por la gresca", apuntaba con amargura.

Su proyecto de reformar el reglamento de la Cámara, de 1982, naufragó por las pugnas entre los grupos. Sí logró modernizar la casa

Antes de que aquella legislatura acabase, él anunció que se marchaba, cuando se barruntaba que Zapatero quería cambiarlo por Pepe Bono. Oficializó su retirada en Ciudad Real, en su circunscripción de toda la vida, como un homenaje a los periodistas locales, y adelantaba que se dedicaría a la investigación contra el cambio climático en el mundo universitario y a la lucha por un desarrollo sostenible y renovable. Volvió a sus clases y aceptó el encargo de la Fundación Iberdrola de ser su presidente, entidad que anunció su muerte este lunes. Se refugió en su familia. En su mujer, Carmen Ortiz, y en sus hijas, Paloma y Alejandra.

placeholder Los presidentes de Iberdrola y de la fundación, Ignacio Sánchez Galán y Manuel Marín, con los entonces presidente del Congreso y vicepresidenta primera, Jesús Posada y Celia Villalobos, en diciembre de 2014, cuando la Cámara estrenó la iluminación de bajo consumo. (EFE)
Los presidentes de Iberdrola y de la fundación, Ignacio Sánchez Galán y Manuel Marín, con los entonces presidente del Congreso y vicepresidenta primera, Jesús Posada y Celia Villalobos, en diciembre de 2014, cuando la Cámara estrenó la iluminación de bajo consumo. (EFE)

Marín ponía en 2008 punto final a una larga carrera política muy vinculada a Europa. Se afilió al PSOE en 1974, mientras estudiaba fuera, y tres años más tarde, en aquellas elecciones a Cortes constituyentes, obtuvo escaño por Ciudad Real. Era el parlamentario más joven de la Cámara, con 27 años. Repitió como diputado en 1979 y en 1982. Tras el triunfo de Felipe González en 1982, fue nombrado secretario de Estado para las Relaciones con la Comunidad Europea, atalaya desde la que condujo las negociaciones para el ingreso de España en la Unión, que culminaron con la firma del Tratado de Adhesión el 12 de junio de 1985 en el Palacio Real. Unos meses más tarde abandonó la secretaría de Estado para incorporarse al Ejecutivo comunitario. Como vicepresidente y comisario de Asuntos Sociales y Educación y Empleo, creó e impulsó el programa Erasmus, de intercambio de estudiantes en todo el continente. En esos comienzos, la prensa británica le buscó un apodo, "el hidalgo atormentado", el hombre adusto que venía de La Mancha a defender España, barbudo, delgado.

Presidente accidental de la CE

En 1989, la CE de Jacques Delors, ocupó la comisaría de Pesca y de Política de Cooperación para el Desarrollo, desde la que se puso en marcha una Oficina de Ayuda Humanitaria. De 1993 a 1995 su cartera se ciñó a las cuestiones de cooperación, tarea que compatibilizó con la vicepresidencia primera del Ejecutivo de la UE. Su última etapa europea se extendió desde 1995 a 1999, cuando fue vicepresidente y responsable de las relaciones de la UE con América Latina, Asia, el Mediterráneo sur, Oriente Próximo y Medio. En marzo de este último año, la Comisión renunció de forma colectiva tras las acusaciones de fraude y mala gestión, pero Marín quedó libre de sospechas aunque el comité de expertos autor del informe le reprochó haber "tolerado" ciertas irregularidades. Tras la dimisión de Jacques Santer, asumió la presidencia en funciones de la CE. Por dos meses, de julio a septiembre de 1999. En octubre tomó posesión la nueva Comisión, presidida por Romano Prodi, y Marín decidió volver a España para dedicarse a la docencia, a la Carlos III. Pero en las elecciones generales de marzo de 2000 concurrió como número dos por Ciudad Real. Logró escaño y retornó al Congreso tras cinco legislaturas fuera de la carrera de San Jerónimo.

Se declaraba orgulloso de un "cierto reconocimiento general", que "este tío fue un político decente que lo intentó, que no se dejó hacer por nadie"

Se declaraba "retraído", "mirón empedernido", adicto al pilates —y al chocolate—, y llevaba a gala haber intentado modernizar una institución como el Congreso y haber luchado para preservar el rol institucional del presidente. Pero quizá aquel no era su tiempo, aunque la política española sigue enganchada a sus atavismos y a su incapacidad para el acuerdo.

placeholder Manuel Marín saluda a Adolfo Suárez Illana en la capilla ardiente abierta en el Congreso tras la muerte del expresidente Adolfo Suárez, el 24 de marzo de 2014. (EFE)
Manuel Marín saluda a Adolfo Suárez Illana en la capilla ardiente abierta en el Congreso tras la muerte del expresidente Adolfo Suárez, el 24 de marzo de 2014. (EFE)

El vehemente Marín, en 2008, decía a EFE marcharse con una satisfacción. Orgulloso de su "pequeño patrimonio personal": un "cierto reconocimiento general de que este tío fue un político decente que lo intentó, que no se dejó hacer por nadie y que mantuvo su posición institucional". Casi 10 años después, el expresidente de la Cámara Baja, exvicepresidente y excomisario europeo se ha ido con discreción, sin ruido. Y tal vez dueño indiscutible de ese patrimonio que tantos sudores le costó cultivar. La imagen indeleble que de él guarda el Congreso ni siquiera es la típica: una fotografía, y no una pintura, de la excepcional Cristina García Rodero. Quiso romper moldes hasta donde pudo. También en eso. Adiós, señor Planosky, adiós. Adiós, Perfecto Marín.

Lluvia de muestras de afecto

"Un gran referente del socialismo español". Así describió el PSOE a Manuel Marín tras su fallecimiento, en la tarde de este 4 de diciembre de 2017. Era solo una de las muestras de afecto llegadas desde las filas socialistas y desde los capitanes de otros partidos y los elogios por su carrera política volcada en la construcción europea y la consolidación de la democracia en España. "Día triste para todos los socialistas. Nos ha dejado Manuel Marín, un hombre de gran talla política y humana. Nuestro cariño y afecto para toda su familia", escribía en Twitter el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. "Un caballero de la política" con una "enorme vocación europeísta", subrayaba la actual presidenta de la Cámara Baja, la popular Ana Pastor

Mariano Rajoy expresó su "sentido pésame a la familia, compañeros y amigos de Manuel Marín, un gran hombre comprometido con el servicio leal a España y a Europa". "Descanse en paz", remachaba el presidente del Gobierno.

Su antecesor en el cargo, José Luis Rodríguez Zapatero, también escribió una nota de condolencias: "Deseo transmitir mi más hondo pesar por el fallecimiento de Manuel Marín. De este modo me uno al sentimiento de pérdida que comparten tanto los representantes políticos de uno y otro signo político que tuvieron la oportunidad de conocerle como los ciudadanos que le recuerdan defendiendo los intereses de España en Europa y presidiendo, con rigor y actitud cabal, nuestro Congreso de los Diputados". "Un gran socialista, un gran compañero, una persona a la que los españoles debemos mucho", recalcaba por su parte el ex secretario general del PSOE y exvicepresidente del Ejecutivo Alfredo Pérez Rubalcaba. Como él, otros dirigentes y barones del PSOE y del PSC manifestaron su dolor por el fallecimiento del expresidente de la Cámara Baja. 

"Hemos perdido a uno de nuestros europeístas", destacaba por su parte el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera. Podemos trasladó en redes sociales su "más sentido pésame" a los familiares y amigos de Marín, y "a toda la familia socialista". 

Para el PSOE, 2017 está siendo un año de dolorosas pérdidas. En febrero, perdió al exministro de Interior y Defensa José Antonio Alonso, con 56 años, por un cáncer de pulmón. En abril, se marchaba la extitular de Defensa y Vivienda Carme Chacón, con solo 46, víctima de una cardiopatía congénita. Y este 4 de diciembre, a los 68 años, Manuel Marín

Sus hijas le llamaban Planosky, por su afán por hacer planes constantemente. Los políticos y periodistas, Perfecto Marín. Era el hombre obsesionado con el detalle, puntilloso, a veces hasta maniático y un punto cascarrabias, entrañable, cero amigo de las marrullerías y los chillidos, de la escenificación, del 'show'. Algunos le decían, cuando ocupaba el potro de tortura de la presidencia del Congreso: "Manolo, el problema es que este no es tu tiempo". Y quizá tampoco lo sería este, con una política encanallada e incapaz de explorar acuerdos. Él lo pasó mal allí, en la carrera de San Jerónimo. Sufrió. Y se retiró.

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