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Joaquín Sabina y los 80: cómo Madrid se convirtió en su musa y principal impulsora de su éxito
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Joaquín Sabina y los 80: cómo Madrid se convirtió en su musa y principal impulsora de su éxito

A lo largo de esa década, Sabina experimentó con sonidos y temáticas diversas, siempre manteniendo una estrecha relación con sus raíces literarias y su amor por la capital

Foto: Joaquín Sabina actuando en Madrid. (Ricardo Rubio/Europa Press)
Joaquín Sabina actuando en Madrid. (Ricardo Rubio/Europa Press)

Durante los ochenta, Joaquín Sabina se convirtió en una figura emblemática dentro de la escena musical de Madrid, destacando profundamente en el paisaje cultural de la ciudad. Joaquín Sabina, inventario 75 (Efe Eme, 2024), escrito por los periodistas Juan Puchades y Julio Valdeón, traza una genealogía vital y musical que va mucho más allá de aquella década. También marcando influencias y apartados discográficos, combinando solidez y frescura. Tanto Valdeón como Puchades han sido capaces de comprimir mucha de la sabiduría del mejor Sabina, siendo fascinantes los puntos de unión que se van definiendo a lo largo del libro.

La etapa de los ochenta es la que de algún modo forma los mimbres del Sabina que luego se expandirá, es donde Madrid más le influye, la noche y la bohemia destiladas en un fascinante fresco de calles, casas y amigos. Con el sonido de ese Madrid vibrante siempre presente, estos son sólo algunos retazos de una conversación amplísima, que solo la lectura del libro y las canciones de Sabina son capaces de mostrar.

Foto: Joaquín Sabina en el WiZink Center de Madrid. (EFE/Kiko Huesca)

Un Madrid crucial

"En Madrid, Sabina encontró el caldo de cultivo ideal para su desarrollo artístico", apunta Puchades. "Su traslado a la capital española no fue solo un cambio de residencia; significó sumergirse en un entorno vibrante y efervescente, donde la música y la cultura florecían en cada esquina". El cantautor, comenzó en esos primeros años a actuar en locales pequeños pero influyentes como La Mandrágora y El Rincón del Arte Nuevo, lugares que se convirtieron en epicentro de la nueva ola musical y cultural.

Este periodo inicial en Madrid fue crucial para Sabina. "Aunque su primer disco, Inventario, había sido grabado con una producción que no le convencía totalmente, fue en los pequeños bares y escenarios donde realmente comenzó a definir su estilo y a ganar reconocimiento", continúa explicando. La vida en Madrid no solo influía en su música, sino que también moldeaba su identidad como artista. Los ochenta fueron testigos de cómo la ciudad le ofrecía inspiración y un escenario para experimentar, donde también conectó con un público que valoraba la innovación y la autenticidad. "Sabina experimentó una liberación personal y creativa, alimentada por su huida hacia la independencia y su deseo de escapar de las limitaciones de su ciudad natal".

placeholder El cantante Joaquín Sabina durante una actuación en el WiZink Center. (Ricardo Rubio/Europa Press)
El cantante Joaquín Sabina durante una actuación en el WiZink Center. (Ricardo Rubio/Europa Press)

Para Valdeón, Sabina emergió ya en esos ochenta con una voz distintiva. Se convirtió en cronista de la vida madrileña, similar a lo que representaron figuras como Francisco Umbral en la literatura o Pedro Almodóvar en el cine. "A través de su música y letras, Sabina capturó el espíritu de Madrid, reflejando tanto sus aspectos cotidianos como sus matices más profundos. Esta capacidad para tejer narrativas urbanas complejas y atractivas lo estableció como el cantautor de Madrid, un título que llevó con orgullo a lo largo de los años", relata, a la vez que menciona letras como Princesa y Pacto entre caballeros, que muestran su habilidad para mezclar la intriga y el romance con la crítica social.

En cuanto a los lugares que evocan la presencia de Sabina en Madrid, hay varios espacios icónicos. "La Mandrágora, donde comenzó a hacerse un nombre, sigue siendo un lugar de peregrinación para sus seguidores", cuentan Puchades y Valdeón. "Otros sitios como Tirso de Molina, Sol, Gran Vía y Tribunal son mencionados frecuentemente en sus letras".

1980-1990

El álbum Malas Compañías, lanzado en 1980, marca un punto de inflexión en su carrera. Aunque inicialmente no tuvo una gran repercusión comercial, contenía la esencia de lo que Sabina sería capaz de ofrecer: letras agudas, melodías cautivadoras y una habilidad única para narrar historias a través de sus canciones. Este disco descubre cómo la ciudad comenzaba a dejar huella en su música.

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, tras recibir la distinción como "Alumna UCM Ilustre". (EFE/Zipi Aragón).

"La relación de Sabina con Madrid era simbiótica", destaca Puchades. "Mientras él exploraba y describía la ciudad en sus letras, Madrid, a su vez, le ofrecía un mosaico de experiencias y encuentros que enriquecían su arte". En la segunda mitad de la década, el reconocimiento de Sabina creció exponencialmente.

Su colaboración con Viceversa y el lanzamiento del álbum Juez y Parte, en 1985, consolidaron su estatus como una de las voces más destacadas del pop. "Este período también marcó su transición de ser un artista de culto a convertirse en un fenómeno musical masivo", continúa Puchades. A lo que Valdeón añade: "El éxito comercial de Sabina, a diferencia de contemporáneos como Hilario Camacho, fue notable. Desde sus primeros discos, logró capturar la atención del público y la crítica, definiendo un legado que lo va a marcar dentro del panorama musical español".

Foto: Una de las fotografías de Jordi Socías expuesta en la muestra. (Cedida)

Fama y éxito

A pesar de su aversión a la fama y al reconocimiento público, Sabina se mantuvo fiel a su enfoque artístico, siempre buscando nuevas formas de expresión y manteniendo una conexión íntima con sus raíces madrileñas. "Esta época fue fundamental para su carrera, no solo por su crecimiento artístico, sino también por cómo la ciudad de Madrid se entretejía en su obra y vida", dice Puchades.

Los discos Hotel, Dulce Hotel, El Hombre del Traje Gris y Mentiras Piadosas continuaron esta tendencia, explorando temáticas urbanas y relaciones complejas, con una producción característica de esos años y un uso intensivo de sintetizadores y cajas de ritmos. "Hacia finales de la década, Sabina no solo había dejado una huella indeleble en la música española, sino que también se había convertido en una figura clave en el retrato de la vida nocturna y cultural de Madrid", añade.

"Su música es un reflejo de sus experiencias personales en una ciudad que vivía intensamente la noche, lo cual, a su vez, alimentaba su creatividad y producía una obra que llegaba a una audiencia más amplia".

Foto: Las ostras son el emblema de la gastronomía más gourmet. (iStock)

Sabina comenzó a ganar notoriedad, gracias a sus apariciones en programas de televisión y sus actuaciones en vivo que rápidamente captaron la atención del público y la crítica. El lanzamiento de Así estoy yo sin ti, en 1987, será un hito en su carrera, vendiendo cientos de miles de copias y consolidándolo como una figura central en la música española.

"A pesar de su éxito, Sabina mantuvo una relación complicada con la fama", apunta Valdeón. "Acostumbrado a la vida nocturna de Madrid, a observar y escribir en bares, a ser parte de la fauna y flora nocturna, encontró cada vez más difícil mantener su privacidad". La fama le trajo una pérdida de ese anonimato que tanto valoraba, lo que poco a poco le ha llevado a un retiro gradual de la vida pública. "Este cambio se puede ver en su música, que pasó de ser un reflejo directo de sus experiencias callejeras a estar más influenciada por sus lecturas y observaciones desde una distancia más reservada", concluye.

Durante los ochenta, Joaquín Sabina se convirtió en una figura emblemática dentro de la escena musical de Madrid, destacando profundamente en el paisaje cultural de la ciudad. Joaquín Sabina, inventario 75 (Efe Eme, 2024), escrito por los periodistas Juan Puchades y Julio Valdeón, traza una genealogía vital y musical que va mucho más allá de aquella década. También marcando influencias y apartados discográficos, combinando solidez y frescura. Tanto Valdeón como Puchades han sido capaces de comprimir mucha de la sabiduría del mejor Sabina, siendo fascinantes los puntos de unión que se van definiendo a lo largo del libro.

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