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"Hoy estaría cancelado": un paseo por el cosmopolita y orgiástico Madrid de Umbral
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"Hoy estaría cancelado": un paseo por el cosmopolita y orgiástico Madrid de Umbral

Un libro de apuntes, notas e impresiones, rescata la figura del escritor madrileño, ligado a la capital desde la década de los sesenta

Foto: Francisco Umbral en 'Anatomía de un dandy', de Alberto Ortega y Charlie Arnaiz. (Malvalanda)
Francisco Umbral en 'Anatomía de un dandy', de Alberto Ortega y Charlie Arnaiz. (Malvalanda)

Una bufanda roja, un abrigo de Pierre Cardin y unos vaqueros. Así solía deambular Francisco Umbral por el Madrid de sus amores, aquel que inmortalizó en decenas de libros. Un vagar calmo y silencioso, despreocupado, donde observaba todo aquello que tenía a su alrededor. Y no es difícil imaginar que su mejor época sería aquella de los sesenta, cuando llega después de haber pasado su adolescencia en Valladolid. Aquí, joven y confiado, recorre Rosales, Argüelles, Serrano, Ventas o el Retiro. Lo contaba en Travesía de Madrid.

Estos días se publica un libro plagado de observaciones y retazos sobre su figura, Francisco Umbral: Manual de instrucciones (Renacimiento, 2024), del periodista José Besteiro, que lo trató durante varios años, de los ochenta hasta los dosmiles. La obra es de interés porque bucea en el personaje desde la admiración, el conocimiento y el "desacato mágico", como acertadamente lo ha descrito Ángel Antonio Herrera en el prólogo. Son poco más de 300 páginas que se devoran, por lo mucho que hay de orgiástico y bello en la escritura de los dos, Besteiro y Umbral, "en un tuteo virtuoso", nuevamente Ángel Antonio; que remata con un "a eso mismo vinimos los que amamos la barbarie de la escritura".

Foto: Francisco Umbral Opinión
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Del autor de Mortal y Rosa, Besteiro recibe un consejo: Desgraciado el discípulo de un solo maestro. "Con razón dice Antonio Lucas que Umbral es una piscina en la que hay que mojarse y de la que hay que saber secarse, pero su prosa era tan pegadiza como la canción del verano y a mí me costaba encontrar mi propia voz", recuerda.

De Argüelles a Chamartín

El primer Madrid de Umbral es un Madrid de pensiones, de tranvías y de chicas guapas. Es el Madrid universitario de Argüelles. "Vivía en un alto apartamento unipersonal", escribe en Días felices en Argüelles. Donde tiene tiempo para referenciar a sus personajes en negrita. "Mirando hacia el sur veía la Torre de Madrid, recién acabada, y en la que ya vivía Luis Buñuel, recién vuelto de su exilio en Méjico. Decían que en aquel rascacielos Buñuel estaba escribiendo el guión de su película Tristana. Me gustaba ingenuamente eso de tener cerca a los grandes del oficio, empezaba a sentirme asentado en Madrid". Al norte tenía la Ciudad Universitaria y la carretera de La Coruña, por donde iba a llegar, en uno de esos autobuses de línea que eran tan habituales en la época, "en esa hora mágica en que la ciudad flota sobre sí misma y todo su realismo galdosiano se trocaba en sueño".

placeholder Los libros que leyó Besteiro para publicar su obra. (Cedida)
Los libros que leyó Besteiro para publicar su obra. (Cedida)

Para Besteiro, la relación con Madrid fue apasionada. "La ciudad era el escenario de su película. Fue su gran cronista, igual que Garci y Almodóvar en el cine, o Aute y Sabina en la canción. Un escritor necesita una ciudad detrás, igual que necesita un periódico", comenta el también productor de éxito, detrás de series como Sin tetas no hay paraíso y Pasión de gavilanes.

El escritor, autor de una biografía de Cunqueiro, señala cómo conoció al que ha sido probablemente el mayor prosista en español que haya habido. "Yo lo conocí a principios de los ochenta. Quedaba siempre con él en La retorta, la cafetería del Eurobuilding, en la calle Alberto Alcocer, al lado de su casa de la calle Juan Ramón Jiménez. Para entonces ya había dejado de frecuentar el Gijón. Normalmente, íbamos a comer a Casa Gades y a veces lo dejaba en el hotel Palace para seguir la tarde. Por la noche sólo acudí con él a estrenos de películas".

Foto: Paco de Lucía. (EFE)

Esa casa de Juan Ramón Jiménez, estuvo después de la de Félix Boix y antes de su famosa dacha, en Majadahonda. Chamartín era un barrio diferente, ahí estaba la llamada Costa Fleming, plagada de puticlubs, boites desenfadadas y locales ideados para que los soldados americanos de la Base Aérea pudieran saciar todo tipo de apetitos. María España, su mujer, era fotógrafa en Interviú, y Umbral era el columnista más afamado del momento.

Columnismo de cuello alto

Besteiro distingue tres períodos en su carrera como escritor periodístico: neocostumbrismo, en los artículos que publicaba para Colpisa y las colaboraciones en Hermano Lobo, "se trata de un articulismo de cuello alto donde conviven el rascacielos y la corrala, la tecnocracia con el chotis"; columnismo pop, en El País, "son los ecos de sociedad del progresismo, porque hubo un tiempo en que todos éramos progres, salvo los que no lo éramos"; y glosa posmoderna, en El Mundo, "la plena madurez, en definitiva, con especial querencia por la política y un largo viaje a la derecha del que ya nunca se repondrá".

"Cuando me puse a escribir me encontré con que su obra aguanta el paso del tiempo", señala Besteiro

Umbral práctica y se adueña de la enseñanza de los grandes. A saber: Eugenio D’Ors, Sánchez Mazas, su admirado González-Ruano, Eugenio Montes; Moulane Michelex, Agustín de Foxá y Jose Maria Peman. "Cuando me puse a escribir me encontré con que su obra aguanta el paso del tiempo. Con razón dice Gil de Biedma que leer es sobre todo releer", señala Besteiro de un libro que comenzó a elaborar después de la pandemia, relativamente rápido, tomando como base el esqueleto de Ramón y las vanguardias, el texto que Umbral dedicó a Gómez de la Serna. "Cuando vuelves sobre su obra y la lees con reposo, entiendes su grandeza. Umbral era un neobarroco que se anticipó a la modernidad con propuestas de autoficción y metaliteratura que luego se pusieron de moda en todo el mundo". Umbral es un visionario, un escritor de olfato bárbaro, que ama al por mayor, como comenta Besteiro.

Cancelado como Allen

"Umbral ahora mismo estaría cancelado, como Woody Allen, y le montarían escraches a la puerta de su casa", elucubra un Besteiro que también alaba la modernidad de su escritura, plagada de trucos literarios, "incluso daba pistas sobre quién era su padre, cosa que era un secreto hasta que lo descubrió Manuel Jabois. Es un autor que incluye sus propios tutoriales". Paco, Umbral, Francisco, autor del yoismo, el mejor adjetivador que ha existido en España. Exhibicionista, cínico, irónico, humorístico, masturbatorio, un poco macarra y muy brillante, como en algún momento lo define Besteiro, es también un "maldito de salón", "un Marqués de Sade de Lego".

Foto: Uno de los escenarios de ocio de la periferia madrileña. (Cedida)

Resulta curioso que el nombre, los libros, y el mismísimo personaje no hayan sido todavía rescatados de una forma más popular. Algún documental, Anatomía de un dandy, y extrañas biografías como ésta lo han intentado, sin demasiado éxito. En vida fue igual, a pesar de ganar en 1997 el Premio Nacional de Las Letras. Para el recuerdo queda ya esa retransmisión mítica con las famosas deliberaciones.

"Por una parte, creo que generaba muchas envidias, y por otra creo que su obra periodística y su imagen pública eclipsaban su obra literaria", apunta Besteiro. "Él decía que en un país donde no se lee, hay que escribir en los periódicos para que te lean. Siempre digo que la obra de Umbral tiene los siglos contados, como la Iglesia. Efectivamente, hizo mucha producción de obsolescencia programada, en sus artículos, y en libros de encargo, pero sus memorias y sus diarios íntimos ocupan un privilegio de honor en la literatura del siglo XX".

Foto: Paco Gento, en un partido con el Real Madrid. (Cedida)

Un paseo por Madrid

Si se quiere conocer a Umbral, el Umbral madrileñista, aquel que desde muy joven quiso ser otro, el propio Umbral, Besteiro recomienda arrancar en el Ateneo, "que es donde vino a leer sus primeros versos de la mano de José Hierro", continuar en el Café Gijón, "donde conoció todo el star system de los amenes del franquismo", seguir en el Oliver, "que era el local de Adolfo Marsillach, donde la izquierda divina se citaba", dejarse caer por la plaza de Santa Ana, "que es donde ligaba americanas con Raúl Del Pozo", habría que parar también en Malasaña, "el lugar desde el que arranca La Movida".

Y luego ya en El Rastro, en el Hotel Palace, y, por último, en su casa de Juan Ramón Jiménez. "A lo mejor también se podría incluir la Real Academia de la Lengua porque es el lugar al que nunca consiguió entrar".

Una bufanda roja, un abrigo de Pierre Cardin y unos vaqueros. Así solía deambular Francisco Umbral por el Madrid de sus amores, aquel que inmortalizó en decenas de libros. Un vagar calmo y silencioso, despreocupado, donde observaba todo aquello que tenía a su alrededor. Y no es difícil imaginar que su mejor época sería aquella de los sesenta, cuando llega después de haber pasado su adolescencia en Valladolid. Aquí, joven y confiado, recorre Rosales, Argüelles, Serrano, Ventas o el Retiro. Lo contaba en Travesía de Madrid.

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