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La maldición de Starbucks en el corazón de Argüelles
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Rubén Amón

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La maldición de Starbucks en el corazón de Argüelles

La franquicia yanqui inaugura una cafetería en el distrito universitario-hospitalario, pero tiene pendiente sobreponerse al sortilegio de los locales cuya mala espina arruina la expectativa de cualquier negocio

Foto: Vista del logo de Starbucks. (Reuters/Mike Blake)
Vista del logo de Starbucks. (Reuters/Mike Blake)

He visto que en el barrio de Argüelles va a inaugurarse el primer Starbucks. Había -y hay- uno en las estribaciones del área, un ángulo abierto de El Corte Inglés, pero no puede considerarse parte de la barriada en sí misma, sino un ejemplo más de las propuestas turísticas del centro.

El nuevo Starbucks al que me refiero no está concebido para los guiris, sino para los vecinos de Argüelles, los estudiantes que lo habitan y los paseantes circunstanciales. Aclaro que me gustan los Starbucks. Y que las etiquetas con que se los caricaturiza -el imperialismo, la globalización- forman parte de sus mejores atractivos. También me gusta el café expreso. Y no tanto las modalidades extravagantes que lo profanan -frapuccino y variantes- ni el género de bollería, acaso por el engrudo de los muffins y porque los croissants precocinados abruman de mantequilla el cielo del paladar.

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Al Starbucks no se viene exactamente a tomar café, sino a estar. No solo por la cobertura del wifi ni por las garantías de calidad, sino porque los locales aseguran una atmósfera agradable. Se puede uno traer la tablet y un libro. Y aprovechar los sillones mullidos de piel. Que escasean, por cierto. Y que son preferibles a los rígidos butacones que rodean las mesas, demasiado altas, en mi opinión, respecto a las necesidades de la clientela. Tampoco me gusta la doctrina buenista del Starbucks. Y su involucración demagógica en la construcción de un mundo mejor, sostenible, reciclable. Y "jartible", como dirían en Sevilla. Oiga, he venido a desayunar o a merendar, no a manifestarme hacia dentro ni a ser mejor persona.

Tienen poco de café de barrio los Starbucks, pero la iniciativa de abrir uno en Argüelles reviste interés comercial por el aluvión hospitalario que caracteriza el distrito y por el sesgo universitario del territorio. Proliferan los colegios mayores y los pisos de estudiantes. Y no es que los precios puedan considerarse populares ni asequibles, pero son conocidos los casos de algunos clientes abusones que se piden un expreso y permanecen 12 horas en el local, como si pretendiera de esta manera sufragarse el desembolso.

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El verdadero desafío del Starbucks al que aludo no consiste tanto en sus expectativas de éxito convencionales como en las instalaciones que la franquicia ha escogido. Se trata de un magnífico esquinazo de la calle Cea Bermúdez con Hilarión Eslava, aunque el principal desafío consiste en sobreponerse a la maldición de las tiendas y locales gafados.

Creo que nos estamos entendiendo. Y que el sortilegio identifica a los negocios embrujados que no prosperan de ninguna manera pese a las excelencias objetivas del lugar donde se instalan o a la oferta que proponen. Puedo citar el caso de Argüelles en sus ejemplos más llamativos, pero tanto proliferan los misterios en otros barrios de cualquier ciudad. El negocio fracasa independientemente de sus cualidades y sus bonanzas, como si se hubiera levantado en un cementerio clandestino, en un akelarre sepultado, en la escena de un crimen brutal cuyos espíritus buscan descanso y no lo encuentran. Hay que desearle suerte al nuevo Starbucks de Argüelles. Van a ponerse a cavilar las cafeterías del barrio. Y va a fomentarse una interesante competencia entre ellas, pero el gran peligro que amenaza a la franquicia yanqui no proviene de los rivales ni en las simpatías de la clientela, sino de los "cimientos" donde se yergue el local, hasta el extremo de que la maldición y el espíritu de Manitú ya han malogrado todos las actividades comerciales conocidas en el último medio siglo, incluido un chino, un banco, un concesionario, una tienda de deportes y una agencia de viajes.

He visto que en el barrio de Argüelles va a inaugurarse el primer Starbucks. Había -y hay- uno en las estribaciones del área, un ángulo abierto de El Corte Inglés, pero no puede considerarse parte de la barriada en sí misma, sino un ejemplo más de las propuestas turísticas del centro.

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