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Adiós al baltarismo, la dinastía orensana que se estrelló a 215 por hora
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Fin a 33 años de poder

Adiós al baltarismo, la dinastía orensana que se estrelló a 215 por hora

José Manuel Baltar renuncia a la Diputación de Ourense acosado por un presunto delito contra la seguridad vial y por los votos del polémico Gonzalo Pérez Jácome

Foto: José Manuel Baltar. (EFE/J. Casares)
José Manuel Baltar. (EFE/J. Casares)

El baltarismo salió disparado de la Diputación de Ourense a 215 kilómetros por hora. El radar que el pasado 23 de abril cazó a esa velocidad a José Manuel Baltar estaba fotografiando el principio del fin de una aventura que ha durado 33 años, un tiempo en el que tejió una red de poder que se extiende hasta el más remoto núcleo de población de la provincia. Lo que no pudieron ni la oposición ni Alberto Núñez Feijóo, que en 2012 se batió a brazo partido para tratar de frenar el relevo de padre a hijo, lo han logrado la temeridad al volante y unos resultados electorales indescifrables, que ponen en peligro la propia Diputación para el PP. De forma inesperada, aunque no tanto, Baltar hijo anunció este miércoles su renuncia a la institución provincial que heredó de su progenitor y puso encima de la mesa el sudoku de su gobernabilidad.

De forma no tan inesperada porque en los últimos días se venían sucediendo declaraciones algo ambiguas. El propio presidente del PP gallego y de la Xunta, Alfonso Rueda, evitaba confirmar a Baltar como candidato a la presidencia al presentarlo como “concejal de Esgos, nada más”. La número dos del partido, Paula Prado, añadiría que “primero son los proyectos y después las personas”. Y todo un exalcalde como Jesús Vázquez, antecesor del controvertido Gonzalo Pérez Jácome, expresó esta semana su deseo de mantener la Diputación para el PP, pero sin Baltar al frente.

Foto: El líder provincial del Partido Popular en Ourense, Manuel Baltar. (EFE/Brais Lorenzo)

Aunque para vetos, el del propio Pérez Jácome, con el que el pacto de hace cuatro años —Diputación para el PP y ayuntamiento para Jácome— resulta ahora inviable, después de una filtración de audios comprometedores para el regidor, de la que este culpa implícitamente al presidente ourensano. El alcalde ahora en funciones dice que por mantener el bastón de mando pactaría hasta con el diablo, pero hoy por hoy a sus ojos José Manuel Baltar es peor que eso. Y ahí aparece sobre la mesa el puzle de números y concejalías que resolverá este domingo el ayuntamiento y unos días más tarde la institución provincial.

En la corporación municipal, la Democracia Ourensana (DO) de Jácome ya no es el tercer partido, como lo era cuando recibió el apoyo del PP, sino el primero con 10 concejales, frente a siete de los populares, seis del PSdeG y cuatro del BNG. Aunque nada es imposible, la alternativa a DO parece inviable. En la Diputación, mientras, el PP tiene 12, por siete del PSOE, tres del BNG y otros tres de DO. Eso quiere decir que no bastaría con que cada cual se vote a sí mismo para que repitieran Jácome y Baltar, respectivamente. Los tres diputados de DO podrían dar la Diputación a una eventual coalición entre socialistas y BNG. Es un riesgo al que se llegaría con Jácome ya blindado como alcalde, pero que parece más lejano ahora que el PP llega con otro candidato. Si ha habido o no acuerdo de no agresión entre PP y DO a cambio de la cabeza de Baltar no se sabe, ni probablemente se sabrá nunca.

Foto: José Manuel Baltar en la Diputación de Ourense. Foto: EFE

Con o sin veto de Jácome, Baltar asumió un alto riesgo de tener que abandonar los cargos institucionales cuando optó por no aceptar la pena que solicitó para él la Fiscalía por el caso del radar, consistente en 1.800 euros y un año de retirada del carné de conducir por un delito contra la seguridad vial. Con esa decisión, evitó ser juzgado en plena campaña de las municipales, pero ahora le deja expuesto a una pena de cárcel que lo convertiría en inelegible, lo que le haría perder el acta de concejal y la propia presidencia de la Diputación. En esa situación, su actual renuncia tiene una importancia más relativa.

El baltarismo que inició en 1990 José Luis Baltarpadre de José Manuel y autodenominado “cacique bueno”— toca, por lo tanto, a su fin en la Diputación, pero nadie se atreve a darlo por muerto como forma de hacer política, llamado como está a reinventarse. Principalmente, porque la renuncia a la presidencia de la institución provincial no implica la del partido, donde se hará fuerte. “Como presidente provincial del PP de Ourense, seguiré luchando como siempre por el futuro de esta provincia”, aclara en el comunicado en el que anuncia que no tomará posesión de su acta de concejal de Esgos.

Foto: Rajoy (i), José Luis Ferro (c) y Baltar (d). (EFE)

Falta por saber quién será el candidato de los populares para presidir la Diputación, una responsabilidad para la que el favorito en las quinielas es el vicepresidente y alcalde de Muiños, Plácido Álvarez. Para saber si sería o no una prolongación del baltarismo, basta un dato: Álvarez fue el presidente de la comisión de control de la Diputación que dio el visto bueno al enchufe masivo —según constató la Justicia— de un centenar de afines a los Baltar, muchos de ellos compromisarios, en pleno proceso congresual del PP de Ourense de 2012, cuando Feijóo trataba de imponer un candidato alternativo.

Lo que es seguro es que Baltar elegirá con mucho cuidado al sucesor, porque por experiencia familiar sabe que es la Diputación, más que el partido, la clave del poder que ejerce en la provincia. Por si lo hubiera olvidado, se lo recordará su progenitor, que se hizo fuerte en la presidencia del organismo provincial cuando su padrino político, Victorino Núñez, lo dejó al mando mientras emprendía una aventura política en el Parlamento gallego. Era 1990. Núñez no tardaría en perder el control de la provincia, traicionado por un ahijado que no dejaría el cargo hasta 22 años más tarde, como es sabido, para entregárselo a su hijo.

José Manuel Baltar ya no llegará a semejante récord, aunque los 11 años cumplidos en la Diputación no sean desdeñables, y pueden ser muchos más los que cumpla al frente del PP de Ourense, del que ya nadie entre los propios dirigentes populares aspira a desbancarlo. Ahí se confinará lo que un día se dio en llamar sector rural del PP de Galicia o las boinas, atrincherado en una provincia que se tolera a duras penas en Santiago y en Génova a cambio de suculentos porcentajes de votos.

El baltarismo salió disparado de la Diputación de Ourense a 215 kilómetros por hora. El radar que el pasado 23 de abril cazó a esa velocidad a José Manuel Baltar estaba fotografiando el principio del fin de una aventura que ha durado 33 años, un tiempo en el que tejió una red de poder que se extiende hasta el más remoto núcleo de población de la provincia. Lo que no pudieron ni la oposición ni Alberto Núñez Feijóo, que en 2012 se batió a brazo partido para tratar de frenar el relevo de padre a hijo, lo han logrado la temeridad al volante y unos resultados electorales indescifrables, que ponen en peligro la propia Diputación para el PP. De forma inesperada, aunque no tanto, Baltar hijo anunció este miércoles su renuncia a la institución provincial que heredó de su progenitor y puso encima de la mesa el sudoku de su gobernabilidad.

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