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El último desafío de Baltar, el 'barón gallego' que doblegó a Feijóo
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El último desafío de Baltar, el 'barón gallego' que doblegó a Feijóo

El presidente de la Diputación de Ourense, al que el actual líder del PP no pudo tumbar, se afana en evitar la condena por circular a más de 200 km/h porque supondría su inhabilitación

Foto: El líder provincial del Partido Popular en Ourense, Manuel Baltar. (EFE/Brais Lorenzo)
El líder provincial del Partido Popular en Ourense, Manuel Baltar. (EFE/Brais Lorenzo)

Ni un radar que lo detecte a 215 kilómetros por hora por la autovía puede detener a José Manuel Baltar, el presidente de la Diputación y del PP de Ourense, heredero de una saga que lleva 33 años al frente de ambas responsabilidades. También en los juzgados acelera el hijo del autodenominado Cacique Bueno, que juega fuerte para no llegar a las elecciones del 28 de mayo marcado por un delito contra la seguridad vial. Al rechazar la conformidad con la pena solicitada por la Fiscalía —1.800 euros y retirada de carné por un año—, Baltar se arriesga a una condena que conlleve cárcel, lo que lo convertiría en inelegible y, por tanto, perdería el acta de concejal y la propia presidencia de la Diputación, si llega a renovarla.

Dicho de otro modo: Baltar apuesta por la velocidad a riesgo de salirse en una curva de los juzgados de Zamora, donde se tramita el caso. Lo que no logró Alberto Núñez Feijóo en 2010, cuando intentó desbancar al barón orensano de la presidencia provincial del PP, lo conseguiría el detector de velocidad de la A-52 que lo cazó el 23 de abril en el coche oficial. Pero está por ver que el capítulo del radar cierre el libro del político con el que no pudo el entonces presidente del PP gallego, que lanzó a un candidato a pelarse a cara de perro con el hijo que aspiraba a suceder a su padre, incómodo como estaba el ahora líder nacional de los populares con aquella versión rural, galleguista y díscola del partido.

Foto: El titular de la Diputación de Ourense, Manuel Baltar. (EFE/Brais Lorenzo)

En aquel congreso, Feijóo probó de la misma medicina que la oposición venía denunciando de los Baltar en sucesivas elecciones, siempre sospechosas de carretaje. Como se demostraría en los juzgados, el padre enchufó masivamente a compromisarios y sus familiares en la Diputación en los meses previos al cónclave, lo que le permitió traspasar poderes a su hijo con el apoyo de 723 votos, frente a los 433 del candidato apadrinado por Feijóo y Rajoy. El Cacique Bueno fue condenado por un delito de prevaricación continuada e inhabilitado para ejercer cualquier cargo o empleo público, pero cuando salió la sentencia ya era su hijo quien estaba a los mandos no solo del partido, sino también de la Diputación. La operación sucesoria se había consumado.

"Si fuera tonto, o disminuido físico o psíquico, con perdón para estos, y no hubiera en dónde enchufarlo... Pero tiene su carrera y su destino final", se defendió el padre. Fue una derrota definitiva de Feijóo en la batalla entre boinas y birretes, como se denominaban las facciones de PP gallego: rural y galleguista la una, urbanita y españolista la otra. No es fácil encajar en un mismo partido a Mariano Rajoy y José Manuel Romay con los Baltar y otros elementos similares de la época, come José Cuiña y Francisco Cacharro. Tras perder aquel congreso, Feijóo entendió que no le quedaba más remedio que aceptar una excepción baltarista, aunque tuviera que tragar sapos del tamaño de Gonzalo Pérez Jácome, al que un día calificó de "letal para Ourense" y poco después apoyó como alcalde a cambio de sus votos para la Diputación. Porque una cosa es desbancar a José Manuel Baltar y otra renunciar a la institución provincial.

Foto: El presidente de PP de la provincia de Ourense, Manuel Baltar. (Europa Press/Agostime Iglesias)

El ruralismo que en el PP asomaba también en las provincias de Lugo y Pontevedra se circunscribe ahora exclusivamente a ese feudo orensano amenazado por un radar de carretera. Está en la esencia misma de una organización provincial que en realidad no se siente demasiado PP. No en vano, los populares de Ourense son herederos de otro partido: Centristas de Galicia, una formación con raíces en la vieja UCD pero de perfil galleguista e implantación casi exclusiva en la provincia. Baltar padre ya estaba sentado en la presidencia de la diputación cuando en 1991 los centristas se integraron en el PP, bajo las mismas siglas, pero con distintas reglas e intereses, como pudo comprobar Manuel Fraga en uno de los capítulos más rocambolescos de la política gallega.

Fue en 2004, cuando cinco diputados autonómicos del PP orensano, entre ellos José Manuel Baltar y la que era su mujer, pusieron en vilo la política gallega al encerrarse e incomunicarse durante días en un piso de Santiago, dejando en suspenso la mayoría absoluta del Partido Popular. Fue su forma de oponerse a unos cambios en el partido a los que aquel Fraga al que nadie tosía, excepto en Ourense, acabaría renunciando. Dos décadas después, ese golpe en la mesa todavía condiciona el escenario de los conservadores en la comunidad autónoma.

Foto: El presidente de la Diputación de Orense, José Manuel Baltar. (EFE/ J.Casares)

De su padre, José Manuel Baltar heredó la diputación, la presidencia provincial y una forma de hacer política que se resume en la recopilación de votos. Habitualmente por encima del 50%, para el partido popular, es un granero al que es difícil renunciar. No hubo más intentos de Feijóo de banear el baltarismo, del mismo modo que no los habrá por parte de Alfonso Rueda mientras los votos lleguen. El mismo día que estaba previsto el juicio rápido por delito contra la seguridad vial, el presidente del PP gallego y de la Xunta se fotografiaba con el acusado en un acto de campaña, horas después de salir en el Parlamento a dar la cara por él.

Fan de la velocidad

Fan acérrimo de los Beatles, también lo es de la velocidad. La Diputación admite al menos otras dos multas en los últimos tres años, entre las que no se cuenta una impuesta en septiembre de 2021 por la que la institución provincial prefirió pagar 1.500 euros que identificar al conductor. Peor lo pasó en 2016, cuando fue imputado por acoso sexual, cohecho y tráfico de influencias. Una mujer lo acusó de prometerle un empleo en la Diputación a cambio de sexo, pero la juez archivó el caso porque no resultó "suficientemente justificado" que hiciera gestiones para lograr ese puesto de trabajo.

Ahora vuelve a los juzgados para resolver el caso del radar. Con el rechazo a la petición de la Fiscalía, se asegura llegar sin condena a las elecciones municipales, convencido de que no habrá coste electoral para él. Al fin y al cabo, José Manuel Baltar no es candidato a ninguna alcaldía, sino un aspirante a concejal con vistas a la presidencia. Pero a este 28-M llega con el agua al cuello, después de que en 2019 el PP perdiera la mayoría absoluta en la provincia y bajara 11 puntos en apoyos respecto a los que exhibía su padre. El intercambio de cromos con Jácome le salvó el pellejo. Si deja de acumular votos y pierde la Diputación, tal vez ahora los urbanitas del PP emprendan una nueva y definitiva batalla contra él, sin esperar a lo que en Zamora diga un juez.

Ni un radar que lo detecte a 215 kilómetros por hora por la autovía puede detener a José Manuel Baltar, el presidente de la Diputación y del PP de Ourense, heredero de una saga que lleva 33 años al frente de ambas responsabilidades. También en los juzgados acelera el hijo del autodenominado Cacique Bueno, que juega fuerte para no llegar a las elecciones del 28 de mayo marcado por un delito contra la seguridad vial. Al rechazar la conformidad con la pena solicitada por la Fiscalía —1.800 euros y retirada de carné por un año—, Baltar se arriesga a una condena que conlleve cárcel, lo que lo convertiría en inelegible y, por tanto, perdería el acta de concejal y la propia presidencia de la Diputación, si llega a renovarla.

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