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Cinco años de la DUI en Cataluña: así ha cambiado la vida de sus protagonistas
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27 de octubre de 2017

Cinco años de la DUI en Cataluña: así ha cambiado la vida de sus protagonistas

El 'procés' no solo supuso un hito en la historia de España, también alteró las vidas de todos los políticos que echaron el pulso al Estado. Desde Puigdemont a Junqueras o Rufián, y de Turull a Cuixart o Forcadell

Foto: Carles Puigdemont (c), junto a Oriol Junqueras y Carme Forcadell, realiza una declaración en las escalinatas del Parlament tras aprobarse en el pleno la declaración de independencia. (EFE/Andreu Dalmau)
Carles Puigdemont (c), junto a Oriol Junqueras y Carme Forcadell, realiza una declaración en las escalinatas del Parlament tras aprobarse en el pleno la declaración de independencia. (EFE/Andreu Dalmau)
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Hicieron historia. Hace cinco años, el procés llegó a su punto álgido. Carme Forcadell, en calidad de presidenta del Parlament, leyó el 27 de octubre de 2017 la declaración de independencia (DUI) de Cataluña en forma de propuesta de resolución. El president de la Generalitat, Carles Puigdemont, prefirió no hacerlo. Escuchó la intervención con gesto adusto. A su lado, Oriol Junqueras; cerca, pero distante. Ambos ya no se hablaban. En la Cámara catalana solo Marta Rovira estaba feliz. Pero los demás, incluidos Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, se mostraban gravemente preocupados, como si fueran conscientes de que a partir de entonces su vida no sería igual. Y no lo fue. No pudieron separarse del resto de España, pero sí alteraron de un modo profundo las vidas y las trayectorias políticas de sus impulsores. Así han cambiado en el último lustro.

Carles Puigdemont

placeholder Carles Puigdemont. (EFE/EPA/Julien Warnand)
Carles Puigdemont. (EFE/EPA/Julien Warnand)

El caso más emblemático. Pasó de ser el president de Cataluña a convertirse en un prófugo. En aquellos días, su vida había sido una montaña rusa. Pactó con el lendakari Iñigo Urkullu convocar elecciones y evitar el choque. Pero al final, la presión de personas como Marta Rovira, el tuit de Gabriel Rufián con las 155 monedas y una desangelada manifestación de 200 estudiantes que enfiló de plaça Universitat hacia el Palau de la Generalitat decantaron la balanza hacia la DUI más extraña. Al día siguiente de declararla, Puigdemont se fue de fin de semana a Girona. Y luego huyó a Bélgica, aconsejado legalmente por el ahora diputado Jaume Asens. Cinco años después, ha creado dos nuevos partidos políticos, es eurodiputado y se ha erigido en el garante de la unilateralidad desde su autoproclamado Consell per la República. Su última victoria: que Laura Borràs haya conseguido forzar a JxCAT a salir de la Generalitat. Su último fracaso: que el ahora president de la Generalitat sea Pere Aragonès, un personaje secundario del procés, y no él.

Oriol Junqueras

placeholder Oriol Junqueras. (EFE/Marta Pérez)
Oriol Junqueras. (EFE/Marta Pérez)

Fue el caso contrario a Puigdemont. Su silente actitud hasta el 27 de octubre fue virando. Pasó más de tres años en la cárcel, pero mantuvo el control y la presidencia del partido. Desde la cúpula de ERC, impulsó un giro no tanto de palabra como sí de hechos. ERC renunció a la unilateralidad y negoció los indultos con el Gobierno de Pedro Sánchez. Su apuesta fue que la formación rectificase y dar apoyo al Ejecutivo central para buscar un marco de acuerdo con el PSOE que a la vez cerrase el paso al PP en España. La mesa de diálogo es su gran apuesta estratégica. En contra de lo que se le echa en cara, sí que ha conseguido algunas cosas, como el cambio de criterio del Tribunal de Cuentas respecto a la responsabilidad económica de los encausados por el procés. Su gran victoria es que Esquerra preside ahora la Generalitat. A cambio, eso sí, de que él no pueda ejercer ese cargo por inhabilitación.

Marta Rovira

placeholder Marta Rovira. (Reuters/Albert Gea)
Marta Rovira. (Reuters/Albert Gea)

La mano derecha de Junqueras y principal representante de la línea dura y de la apuesta por la DUI huyó a Suiza en marzo de 2018. Ahora lleva meses intentando negociar su vuelta, en línea con lo que hizo Meritxell Serret. El exilio no se considera una línea de actuación para los republicanos. Rovira sigue siendo secretaria general de ERC y se presenta a la reelección este 6 de noviembre. Mantiene, como su partido, que el referéndum del 1-O fue una expresión de la voluntad popular, pero no un mandato democrático y que, por lo tanto, hay que pactar con el Estado otra consulta que pueda tener el debido reconocimiento internacional.

Jordi Sànchez

placeholder Jordi Sànchez. (EFE/Ramón Gabriel)
Jordi Sànchez. (EFE/Ramón Gabriel)

Dejó el activismo para convertirse en el hombre de Puigdemont. Primero en la cárcel, donde cumplió casi cuatro años, y luego fuera. Pero en el montaje de los dos partidos —La Crida y luego JxCAT—, tuvo que pactar con los sectores más pragmáticos, como David Madí o Damià Calvet, y eso le distanció de Puigdemont. Como secretario general de JxCAT, acabó pactando el Gobierno de la Generalitat con Aragonès. Sin embargo, no fue Puigdemont quien lo mató políticamente, sino la nueva fuerza emergente del independentismo, Laura Borràs: octubrista, radical y defensora a ultranza de la unilateralidad vía nuevo populismo. Al final, Sànchez se retiró para salvar el partido y ahora dirige la fundación La Crida Nacional. Dejó a otro posibilista, Jordi Turull, que está teniendo con Borràs los mismos problemas que él. Así, pasó de gran movilizador de la calle a pensador y estratega del posprocés. Sin Sànchez, la ANC ha derivado hacia la irrelevancia.

Jordi Cuixart

placeholder Jordi Cuixart. (EFE/Alejandro García)
Jordi Cuixart. (EFE/Alejandro García)

Fue otra pata de las grandes movilizaciones de masas, pero prefirió marcar distancias con el procés y se fue a vivir a Suiza. Antes de hacerlo, el presidente de Òmnium Cultural dio una de cal y otra de arena. Dejó claro que hacía falta un cambio de liderazgos en el independentismo y creó el último mantra: “Ho tornarem a fer” ("Lo volveremos a hacer"). Pero si algo tienen claro todos los protagonistas es que no, no lo volverán a hacer. Ahora, Òmnium es el principal apoyo sociológico de ERC y de su apuesta por ampliar la base social del soberanismo antes de volver a dar más pasos para intentar una nueva ruptura.

Jordi Turull

placeholder Jordi Turull. (EFE/Quique García)
Jordi Turull. (EFE/Quique García)

El actual secretario general de JxCAT pasó de estar a punto de ser presidente de la Generalitat, tras las elecciones del 27 de diciembre de 2017 —lo impidió la CUP—, a pasar tres largos años en la cárcel. Su cargo en el partido debía compensar el radicalismo de Waterloo, pero al final ha sido Laura Borràs la fuente de sus problemas. Borràs no fue actora en 2017, pero ha hecho la lectura más radical de su herencia parlamentaria, más incluso que la CUP. Y la expresidenta del Parlament se ha convertido ahora en un animal político con vida propia. El principal problema actual de Turull es que los más de 200 cargos de la formación que se han quedado en el paro por la salida de la Generalitat no lleven su resentimiento contra la presidenta a otra ruptura.

Anna Gabriel

placeholder Anna Gabriel. (EFE/Quique García)
Anna Gabriel. (EFE/Quique García)

La líder de la CUP optó por marcharse a Suiza, aunque en España apenas tenía que hacer frente a una multa, y acabó dirigiendo la sección del sindicato Unia en Ginebra. Lo hizo incluso antes que Rovira. Como Cuixart, ha puesto distancia con el movimiento. Su pacto con el Tribunal Supremo no es tanto para volver a Cataluña como para poder moverse libremente por Europa. Al final, la anticapitalista radical se mostró como la más pragmática del grupo.

Gabriel Rufián

placeholder Gabriel Rufián. (EFE/Alejandro García)
Gabriel Rufián. (EFE/Alejandro García)

Dijo que solo sería diputado en Madrid 18 meses porque luego llegaría la independencia. Eso fue hace cinco años. Y ha pactado seguir con Junqueras en caso de que no gane la alcaldía de Santa Coloma de Gramanet, que será lo más probable, según las encuestas. Su cambio es incluso más radical que el de Gabriel. Ha pasado en este lustro de animar la independencia a pactar los presupuestos generales del Estado. Simbolizaba a toda esa Cataluña que apoyaba la separación pese a hablar en castellano. Después de tanto tiempo, se sigue hablando de su tuit: “155 monedas de plata”. Nunca 17 caracteres en una red social marcaron a tanta gente.

Carme Forcadell

placeholder Carme Forcadell. (EFE/Alejandro García)
Carme Forcadell. (EFE/Alejandro García)

El caso más triste. Encabezó las grandes Diadas del procés desde 2012. Conminó a Artur Mas a poner las urnas. Se vio obligada a leer la declaración de independencia el 27 de octubre, cuando Puigdemont y Junqueras prefirieron ponerse de perfil. Lo hizo todo y no le sirvió de nada. No fueron solo los más de tres años de prisión. Es que fue pitada por los propios independentistas en el quinto aniversario de ese referéndum que ella tanto ayudó a organizar. En la actualidad, vive retirada de la política, aunque vinculada a ERC. Solo aparece en situaciones especiales.

Hicieron historia. Hace cinco años, el procés llegó a su punto álgido. Carme Forcadell, en calidad de presidenta del Parlament, leyó el 27 de octubre de 2017 la declaración de independencia (DUI) de Cataluña en forma de propuesta de resolución. El president de la Generalitat, Carles Puigdemont, prefirió no hacerlo. Escuchó la intervención con gesto adusto. A su lado, Oriol Junqueras; cerca, pero distante. Ambos ya no se hablaban. En la Cámara catalana solo Marta Rovira estaba feliz. Pero los demás, incluidos Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, se mostraban gravemente preocupados, como si fueran conscientes de que a partir de entonces su vida no sería igual. Y no lo fue. No pudieron separarse del resto de España, pero sí alteraron de un modo profundo las vidas y las trayectorias políticas de sus impulsores. Así han cambiado en el último lustro.

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