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La Generalitat sobrevive a tres crisis al precio de convertirse en un Ejecutivo zombi
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A la espera de los Presupuestos

La Generalitat sobrevive a tres crisis al precio de convertirse en un Ejecutivo zombi

ERC y Junts se han enfrentado a tres cismas: los avales del Tribunal de Cuentas, la ampliación de El Prat y la mesa de diálogo. Conflictos que hubieran tumbado gobiernos, a Aragonès no le han hecho ni cosquillas

Foto: El presidente de la Generalitat, Pere Aragonés. (EFE)
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonés. (EFE)

Los primeros seis meses de Pere Aragonès al frente de la presidencia de la Generalitat han demostrado lo correoso que puede ser un Gobierno de coalición al que solo une el interés por el cargo puro y duro. El Ejecutivo catalán ha sufrido tres grandes crisis sin que ninguna de ellas haya tenido ninguna consecuencia, ni política ni de ningún tipo. El Govern continúa en pie, pero no parece que vaya a ninguna parte tras las últimas claudicaciones en la negociación presupuestaria con la CUP. La Generalitat puede anunciar grandes proyectos y abandonarlos un mes después sin que tenga la menor importancia. La crisis por la ampliación del aeropuerto de El Prat no fue la excepción, se ha convertido en la norma.

Este Gobierno zombi en Palau no solo es que no se atreva a entrar en cuestiones como la nueva financiación autonómica, es que destaca más por sus ausencias —protesta por el corredor mediterráneo sin ir más lejos— que por sus presencias. La supervivencia es la única premisa de una coalición en la que la parálisis es la norma y la coherencia política o la lógica se dejan de lado. Seis meses y el Gobierno catalán sigue donde está. Puede parecer lógico, pero si se piensa es un milagro.

Foto: Salvador Illa, interviene ante el pleno del Parlament. (EFE)

Crisis 1. Los avales del ICF

En julio, el 'conseller' de Economía, Jaume Giró, dio una rueda de prensa de casi dos horas para explicar que no arriesgaría al Instituto Catalán de Finanzas para avalar los 5,4 millones que el Tribunal de Cuentas exigió a más de una treintena de cargos de la Generalitat por la promoción exterior del 'procés'. Un día después, rectificaba a instancias de Aragonès y, según él, por las presiones de los trabajadores del ICF. Este giro provocó que el órgano quedase en una situación muy delicada, con un consejero delegado, Víctor Guardiola, que perdió la confianza de la Generalitat, tres consejeros independientes que dimitieron y otros que votaron contra lo marcado desde Palau.

Cuatro meses después, no solo no se han dado los avales, sino que el ICF ha quedado sumido en una crisis institucional sin precedentes. Lejos de dimitir por el fracaso, Giró se ha convertido en un hombre clave del Ejecutivo catalán, como muestra la actual negociación de los presupuestos de la Generalitat. Está ganando peso ante la figura del vicepresidente, Jordi Puigneró, y está haciendo de puente entre Aragonès y el resto de JxCAT.

Primero, rectificación acelerada, nula asunción de responsabilidades y la parálisis como respuesta en los niveles de gestión

La crisis del ICF marcó un patrón que luego se iría repitiendo en los siguientes terremotos políticos: primero rectificación acelerada, nula asunción de responsabilidades y la parálisis como respuesta en los niveles de gestión.

Crisis 2. La ampliación del aeropuerto

La Generalitat acordó junto con el Ministerio de Transportes la ampliación del aeropuerto de El Prat el pasado 2 de agosto. Un mes después, el pacto saltó en pedazos, pese al respaldo explícito que le había dado Puigneró, de JxCAT. Por sorpresa, el vicepresidente quedó desautorizado y Aragonès prefirió hacer feliz a su 'consellera' de Acció Climàtica, Teresa Jordà, y a las bases ecologistas de ERC, que estaban convocando manifestaciones contra la operación. Se perdió una inversión de 1.700 millones y, lo que es peor, Barajas se amplía sin problemas mientras que el principal aeródromo catalán queda paralizado de manera indefinida.

En condiciones normales, el descrédito de Puigneró le tenía que haber llevado a una dimisión por dignidad. Pero, al parecer, en la política catalana, la dignidad solo se lleva ante los tribunales y por cuestiones vinculadas a la independencia. Se repite la pauta: rectificación, parálisis y, sobre todo, la culpa no es de nadie.

Las crisis repiten pauta: rectificación, parálisis y sin que la culpa sea de nadie

Crisis 3. La mesa de diálogo

También el pasado mes de septiembre, una semana después del encontronazo por la ampliación aeroportuaria, estalló la crisis de la mesa de diálogo, el proyecto estrella de la legislatura Aragonès. JxCAT escogió de interlocutores a políticos indultados como Jordi Sànchez y Jordi Turull. Una decisión que llevó al presidente catalán a dejar a Junts fuera del foro hasta que no nombrase a representantes que fuesen 'consellers', es decir, miembros del Govern. JxCAT acusó a Aragonès de plegarse a los dictados de Madrid, que había vetado a los antiguos presos.

En condiciones normales, los 'consellers' de JxCAT deberían haber dimitido y dejado a ERC gobernando en solitario. Pero no fue así. La mesa de diálogo se reunió sin ellos, de hecho, está trabajando a espaldas de media Generalitat y se va a volver a convocar a principios de 2022 y no pasa nada. Esto era un proyecto medular. Una semana después, los representantes de Junts en el Govern votaron a favor del plan de Gobierno que incluía el foro del que se habían excluido. Con que Carles Puigdemont publicase algunos tuits en contra de la iniciativa ya se cubrió el expediente ante una militancia que no entiende nada.

Foto: Foto: EFE/Andreu Dalmau.

Tres grandes sacudidas, pero la Generalitat de Pere Aragonès sigue igual que el primer día. El precio: no hacer nada. La cohesión por encima de la actividad. Se prima la continuidad pagando como contraprestación la inacción política. Sacrificar unos JJOO de Invierno por los Presupuestos de la Generalitat solo es un paso más en el motor político de este Gobierno: cambiar pasividad por supervivencia.

Los primeros seis meses de Pere Aragonès al frente de la presidencia de la Generalitat han demostrado lo correoso que puede ser un Gobierno de coalición al que solo une el interés por el cargo puro y duro. El Ejecutivo catalán ha sufrido tres grandes crisis sin que ninguna de ellas haya tenido ninguna consecuencia, ni política ni de ningún tipo. El Govern continúa en pie, pero no parece que vaya a ninguna parte tras las últimas claudicaciones en la negociación presupuestaria con la CUP. La Generalitat puede anunciar grandes proyectos y abandonarlos un mes después sin que tenga la menor importancia. La crisis por la ampliación del aeropuerto de El Prat no fue la excepción, se ha convertido en la norma.

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