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Cataluña pone a Sánchez en punto muerto: sin presupuestos ni socios fiables de legislatura
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Cataluña pone a Sánchez en punto muerto: sin presupuestos ni socios fiables de legislatura

Aragonès y los comunes desbaratan los planes del presidente, que se encomienda a una victoria de Illa y a retener como sea a Junts y ERC en su mayoría. Las fricciones con Yolanda Díaz reaparecen por "no controlar" a los suyos

Foto:  El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este miércoles en un acto en Madrid. (EFE/Javier Lizón)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este miércoles en un acto en Madrid. (EFE/Javier Lizón)
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Muchos españoles, organizados y previsores, comenzaron a contratar a última hora sus vacaciones tras los estragos de la gran crisis de 2008. Aprendieron que no todo se puede planificar. Esa enseñanza ha guiado la política española de la última década. Y, aun así, salvo a la Moncloa y al Palau de la Generalitat, el adelanto electoral en Cataluña pilló por sorpresa a todos los centros de poder políticos y económicos del país, incluida la calle Génova. Como si lo que estaba sucediendo en los últimos días en el Parlament, la posibilidad clara de que cayeran los presupuestos de Pere Aragonès, no tuviera influencia en la gobernabilidad de España.

Esa votación era tan crucial como la investidura. Y a Pedro Sánchez le pasa ahora como a los ciudadanos que en aquellos años de penurias no podían programar nada por la incertidumbre de que les fueran a despedir. El presidente del Gobierno repite con insistencia que su voluntad es agotar la legislatura. Pero para hacerlo necesita apoyo parlamentario y, al menos, unos presupuestos. Y las elecciones que Aragonès ha convocado para el próximo 12 de mayo ponen en jaque las dos cosas. España se coloca en punto muerto.

Ya no hay opciones de aprobar las cuentas de este año, a pesar de que el Ejecutivo confiaba que, tras el agónico acuerdo con Junts para la amnistía, aún daría tiempo. Con unos comicios en dos meses, ni ERC ni Junts se van a sentar a negociar nada. Moncloa era muy consciente que los presupuestos del Govern podían caer y precipitarse la convocatoria electoral y ya manejaban la idea de mantener la prórroga de las cuentas de este año y centrarse en 2025. La propia vicepresidenta y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, admitió ayer públicamente que trabajarán para conseguir las siguientes.

Pero es que ese objetivo también puede complicarse. Porque el 12-M lo altera todo. La viabilidad de la legislatura dependerá del resultado. Las catalanas, que debían celebrarse en febrero de 2025, siempre han sido percibidas en el PSOE como el verdadero hito de esta etapa. Si Salvador Illa logra ser presidente de la Generalitat, todo el desgaste que los socialistas han tenido con la cesión de la amnistía habría merecido la pena. Cataluña volvería a tener un dirigente no independentista.

Foto: Borràs, Turull, Puigdemont y Nogueras, en uno de los encuentros para cerrar el pacto de investidura de Sánchez. (Europa Press)

En los análisis más propicios, con una victoria incontestable del PSC, se conjeturaba que en ese momento Sánchez incluso podría anticipar las generales. Claro, el horizonte era 2025. A comienzos de esta misma semana el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, situaba al Gobierno justo en ese marco: aprobar unos presupuestos y aguantar dos años o dos y medio.

Ahora la prueba de fuego de las catalanas será mucho antes. Para que el presidente pueda proseguir y no se cuestione su apuesta por la amnistía, Illa debe ganar y gobernar y Junts y Carles Puigdemont perder. Porque si encima los posconvergentes suben —y en esto existe unanimidad en el partido—, el desgaste de depender de los independentistas no habrá servido de nada.

Y con Illa en la Generalitat, Sánchez tiene que conservar después todos sus apoyos parlamentarios, que incluyen a ERC y a Junts, en una situación que será completamente nueva. Al comienzo de la legislatura, el PP salivaba con la idea de que en febrero de 2025, con las elecciones cuando tocaban, si Junts se quedaba en la oposición podían intentar una moción de censura para echar a Sánchez.

Una previsión que da también fe de hasta qué punto las elecciones en Cataluña se consideraban fundamentales para el desarrollo de la legislatura. En cambio, los populares ayer, cuando era evidente que los comunes iban a votar en contra y Aragonès podía adelantar, no veían posible ninguna de estas dos circunstancias.

Para el Gobierno el equilibrio entre Junts y ERC es muy complejo. Y lo comprobaron desde el comienzo de la legislatura. Puigdemont demoró las negociaciones para la investidura una semana porque los socialistas osaron firmar con ERC el mismo día que pensaban hacerlo con él. Ahora la cuadratura del círculo es todavía más difícil porque el objetivo del socialismo catalán en estas elecciones "es que el independentismo no sume".

Foto: El líder del PSC, Salvador Illa, en el Parlament durante el debate de Presupuestos. (EFE/Quique García)

La última encuesta del Centre d'Estudis d'Opinió (CEO) de la Generalitat, reflejaba una importante subida del PSC, pero no había gobierno posible sin la suma de ERC. Esa alianza, que en realidad es la que existía ahora en Cataluña aunque a la inversa y con la necesidad de los votos también de En Comú Podem, parece el horizonte más factible. Un bipartito que orillaría a Junts, a pesar de su condición de socio fundamental de Sánchez.

Sin sus siete votos en el Congreso, que completan la mayoría formada por PSOE, Sumar, PNV, Bildu, ERC y BNG, no se puede aprobar nada. Por eso, tras las catalanas, empieza todo de nuevo. En la política española se vuelven a repartir cartas y arranca otra legislatura. La tesis del PSC es que aunque los independentistas se vean relegados del poder institucional no tienen por qué hacer caer el Gobierno de Sánchez. Necesitarían, sostienen, tiempo para rearmarse y no les interesarían unas elecciones generales desde la derrota.

Pero junto a esta visión posibilista conviven las dudas del efecto que la amnistía podrá tener en la militancia socialista. Porque el perdón general a los separatistas ha sido recibido por las bases con resignación pero sin entusiasmo. Y la precipitación del 12-M no permite que esta decisión se asiente socialmente.

Foto: Alberto Núñez Feijóo, en el Congreso de los Diputados. (Europa Press/Eduardo Parra)

La esperanza del PSC, de Ferraz y de Moncloa es que el cansancio de la sociedad catalana con la década perdida de la independencia actúe como motor de cambio. Por eso, la campaña de Illa se centrará en hablar de las inquietudes de los catalanes: infraestructuras, educación, sequía. Aunque a los socialistas les acecha la erosión del caso Koldo por el cobro de comisiones en contratos de material sanitario durante la pandemia.

El PP confía en que este asunto desgaste al candidato del PSC. El PSOE, en cambio, obvia esta variable y se aferra a que Illa "será un gran president". El 21 de abril se celebran también elecciones vascas y los socialistas señalan que, a diferencia del PP, ellos juegan un "papel central" y Alberto Núñez Feijóo es un "convidado de piedra". Y, a modo de mantra, en Ferraz repiten que "la legislatura será larga".

Lo cierto es que durante estos meses, más allá de una presencia muy activa en Euskadi y Cataluña, que comienza este mismo domingo en el congreso del PSC, a Sánchez solo le queda esperar a ver cómo se recompone el tablero y encarar después las europeas del 9 de junio. La sucesión de citas electorales reducen al mínimo los plenos del Congreso y, por tanto, la fiscalización del Gobierno en las sesiones de control.

Foto: El presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez, interviene en la sesión de control al Gobierno. (EFE/Mariscal) Opinión
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No es un buen momento para el PSOE que acumula mucho sufrimiento desde el comienzo de la legislatura por la dependencia de Junts, la amnistía, el trompazo de las gallegas y el escándalo de corrupción en torno al asesor de José Luis Ábalos. Pero las elecciones catalanas discurren de manera autónoma por los efectos del proceso independentista. En cualquier caso las europeas volverán a ser un examen relevante. También para la izquierda a la izquierda del PSOE.

Durante estas semanas de guerra total entre populares y socialistas por la corrupción, los grupos más pequeños pensaban que en este ambiente se podían ver favorecidos. Este análisis queda en barbecho hasta comprobar si los comunes sacan o no rendimiento electoral de su decisión de tumbar las cuentas de la Generalitat y abocar a Aragonès a las elecciones. Pero hasta saberlo, quien no sale bien parada es la vicepresidenta del Gobierno y líder de Sumar, Yolanda Díaz.

Aunque En Comú Podem ha agradecido estos días que no se inmiscuyera en sus decisiones y respetara su autonomía, en Moncloa y en Ferraz no han sido tan comprensivos. Fuentes socialistas le echan en cara que "no controle" a las formaciones que forman parte de Sumar. Obviamente, Sánchez no quería elecciones, sino aprobar sus presupuestos y los comunes se han rebelado contra sus intereses, en busca de un espacio propio, que les diferencie del PSC. Al Gobierno, como tantas otras veces, no le queda más remedio que adaptarse. Y a ver qué pasa en las catalanas y qué ocurre después.

Muchos españoles, organizados y previsores, comenzaron a contratar a última hora sus vacaciones tras los estragos de la gran crisis de 2008. Aprendieron que no todo se puede planificar. Esa enseñanza ha guiado la política española de la última década. Y, aun así, salvo a la Moncloa y al Palau de la Generalitat, el adelanto electoral en Cataluña pilló por sorpresa a todos los centros de poder políticos y económicos del país, incluida la calle Génova. Como si lo que estaba sucediendo en los últimos días en el Parlament, la posibilidad clara de que cayeran los presupuestos de Pere Aragonès, no tuviera influencia en la gobernabilidad de España.

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