La prueba de fuego de la amnistía: Sánchez se la juega con Illa
Los socialistas catalanes fueron la primera fuerza el 23-J y reciben los mimos del presidente, pero en la cúpula hay reservas sobre la fórmula elegida para aprobar el perdón a los independentistas y en la disputa por el relato
Desde que volvió a Cataluña, después de ser el ministro de Sanidad que gestionó la pandemia del covid, Salvador Illa no ha hecho más que ganar elecciones. En 2021, cuando Pedro Sánchez lo envió a la difícil tarea de resucitar a un PSC que venía de horas bajas, logró ser la fuerza más votada, por encima de Junts y ERC, aunque no pudo gobernar ante la mayoría independentista. En las municipales del pasado 28 de mayo mejoró los registros, devolvió a los socialistas el control del cinturón rojo de Barcelona y le puso la guinda con Jaume Collboni como alcalde de la capital. Y el 23 de julio, en las generales, la formación fue, junto con el PSOE andaluz, el principal apoyo que permitió a Sánchez resistir en Moncloa, con 1,2 millones de votos y 19 escaños. Bastantes más de los 860.000 que sumaron los principales partidos independentistas, que lograron 7 diputados cada uno.
Ahora el exministro y líder de los socialistas catalanes se enfrentará al más difícil todavía, un adelanto electoral inesperado y provocado por los socios del PSOE en Madrid ante su rechazo a los Presupuestos que él había pactado con Pere Aragonès. Llega el primero en las encuestas, según el último sondeo del Centre d'Estudis d'Opinió (CEO), el CIS catalán, que le daba entre 39 y 45 escaños en un Parlament donde no habría mayoría independentista. "El PSC está preparado y yo estoy preparado", dijo el dirigente socialista minutos después de hacerse público que habrá elecciones el 12 de mayo. Pero es cierto que Illa tiene algunos nubarrones en su objetivo que comparte con Pedro Sánchez y pasa por que un socialista vuelva a sentarse en el Palau de la Generalitat.
La fortaleza electoral de los socialistas catalanes es indudable, pero hay un elemento inesperado en la ecuación. Y es el efecto de la ley de amnistía que se aprobará este jueves en el Congreso y que pasará su primer examen el próximo 12-M. Y del resultado de ese examen dependerá la legislatura de Sánchez, que hace solo unos días garantizó que habría "Gobierno para rato". Este pronunciamiento del presidente en su viaje a Brasil y Chile ha quedado algo empañado. Y la muestra es que él mismo ha ordenado renunciar a sacar adelante el presupuesto de 2024 ante la imposibilidad de concitar los apoyos necesarios en un escenario de confrontación de ERC y Junts, socios imprescindibles para sacar adelante su agenda legislativa.
Las elecciones catalanas, en cualquier caso, estaban señaladas como la prueba del algodón definitiva. La cita con las urnas era el horizonte que planteaban los socialistas para calibrar si el perdón a los independentistas había merecido la pena más allá de mantener la Moncloa y para medir su repercusión. La mejor forma de comprobarlo será el 12 de mayo, con una nueva mayoría soberanismo o un cambio general.
En el PSOE tienen esperanza a que el vendaval en torno a esta ley se aplaque. El mensaje oficial es que la norma acabará siendo aceptada por la población, ya que las encuestas, por el momento, detectan un rechazo mayoritario. El 60% de la población, según una encuesta de 40Db para El País, está en contra, aunque es cierto que el CIS catalán sí detecta un aval mayoritario en la comunidad, también del 60%. Con estos datos, el símil que hacen en Ferraz mira a los indultos a los líderes del procès, una medida que ni siquiera el PP rechaza del todo, como quedó claro durante la campaña gallega.
Pero el problema para el PSC no tiene tanto que ver con la falta de tiempo para que se dejen notar las supuestas bondades de la amnistía, sino la disputa por el relato, que está sobre todo en mano de los independentistas. Y la principal prueba de esta realidad está en el preámbulo del acuerdo firmado entre el PSOE y Junts para investir a Sánchez, que recoge parte del discurso propio del independentismo sobre el procès, que se remonta a una "represión" que data de 1714, cuando los Borbones uniformaron el modelo de país heredado de los Austrias.
Pedro Sánchez decidió eludir el debate durante varios meses, los que pasaron desde la noche del 23 de julio hasta que el 28 de octubre, en un Comité Federal, dio carta de naturaleza a la ley de amnistía. Fue entonces cuando admitió que tendría que "hacer de la necesidad virtud" y pactar con los independentistas una ley que no estaba entre sus planes. De esta manera quedaba claro que el perdón general a los implicados en el procès tenía un único objetivo: hacer presidente a Sánchez y evitar un Gobierno de PP y Vox. Entonces comenzó el trabajo de pedagogía que en el PSC consideran insuficiente.
El propio presidente ha dicho en varias ocasiones que su tercer mandato gira en torno a tres ejes: la creación de empleo, la ampliación de derechos sociales y la "mejora de la convivencia" entre los catalanes y el resto de España. Por ese motivo, Félix Bolaños se mostró "orgulloso" cuando cerraron el acuerdo con Junts y ERC para aprobar la ley, hace solo unos días. Y ese es el argumento al que se han abrazado el PSOE para justificar su apuesta por la amnistía a pesar de que en el resto de territorios hay quien, en privado, admite que ya es el momento de dejar de mirar a Cataluña. Sobre todo después de que los socialistas se dejaran casi todo su poder territorial en las elecciones autonómicas y municipales del pasado 28 de mayo.
Caso Koldo
A las dudas sobre la amnistía, el PSC tiene que sumar el mal momento por el que pasan los socialistas a raíz del caso Koldo. La detención del exasesor de José Luis Ábalos por su papel en una supuesta trama que se enriqueció con el cobro de comisiones en la venta de mascarillas ha reavivado la sombra de la corrupción sobre el partido. Es el primer caso bajo el mandato de Pedro Sánchez y afecta a Salvador Illa de lleno, ya que el Ministerio de Sanidad que encabezaba compró material a Soluciones de Gestión, la empresa sobre la que gira el caso. El nombre del líder del PSC está entre los documentos del sumario, ya que la UCO ha detectado conversaciones en las que miembros de la trama hablan de reuniones con el dirigente catalán.
El CIS, en su último sondeo, concede la mayor ventaja al PP sobre el PSOE desde que Alberto Núñez Feijóo llegó a Génova. El organismo que dirige José Félix Tezanos ha devuelto a los populares a la primera posición, a pesar de que suele sobreestimar los resultados de las fuerzas de izquierdas. La encuesta de marzo otorga al PP la victoria a 2,7 puntos del PSOE, lo que da pistas del desgaste que está generando el caso a los socialistas. Y hay que tener en cuenta que en Cataluña hubo el 23-J un voto dual que no se puede obviar, ya que el PSC sedujo a viejos electores de ERC para conseguir esa victoria histórica. Ese voto podría volver a los republicanos, pero además hay que tener en cuenta que Illa captó apoyos que estaban antes en Ciudadanos y que podrían irse al PP por su rechazo a la amnistía.
"Cataluña necesita un presidente, no un candidato, para prosperar", dijo Illa tras conocerse el adelanto electoral, en una comparecencia en la que ha asegurado que tiene "mucha confianza en los catalanes". "Cuanto antes voten los catalanes, mejor", aseguró en un intento por espantar los fantasmas que apuntan a que al PSC las elecciones del 12 de mayo le han cogido a contrapié.
Desde que volvió a Cataluña, después de ser el ministro de Sanidad que gestionó la pandemia del covid, Salvador Illa no ha hecho más que ganar elecciones. En 2021, cuando Pedro Sánchez lo envió a la difícil tarea de resucitar a un PSC que venía de horas bajas, logró ser la fuerza más votada, por encima de Junts y ERC, aunque no pudo gobernar ante la mayoría independentista. En las municipales del pasado 28 de mayo mejoró los registros, devolvió a los socialistas el control del cinturón rojo de Barcelona y le puso la guinda con Jaume Collboni como alcalde de la capital. Y el 23 de julio, en las generales, la formación fue, junto con el PSOE andaluz, el principal apoyo que permitió a Sánchez resistir en Moncloa, con 1,2 millones de votos y 19 escaños. Bastantes más de los 860.000 que sumaron los principales partidos independentistas, que lograron 7 diputados cada uno.
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