Las federaciones del PSOE velan armas ante la lucha de poder territorial aplazada por el 23-J
La renovación en las baronías tras el 28-M sigue pendiente con la sombra de la amnistía sobre la vida orgánica del PSOE. Los dirigentes regionales, salvo Page, han evitado pronunciarse ante el posible revuelo
El 24 de julio no compareció nadie en Ferraz. El día fijado en el calendario para el comienzo de la enésima revolución interna del PSOE quedó en nada por el resultado de las elecciones del 23-J y ese silencio era la primera pista de una situación que se mantiene mes y medio después. La renovación territorial, pendiente desde la debacle socialista de las autonómicas del 28 de mayo, sigue estancada. Y en las regiones, cuadros y militantes velan armas a la espera de que Pedro Sánchez abra el melón si, como pretende, logra ser investido de nuevo.
En las sedes regionales, como en Ferraz, hubo celebraciones aquella noche. En algunas, como en la del PSOE andaluz, donde era la primera en mucho tiempo, a pesar de que los socialistas quedaron por detrás del PP por tercera elección consecutiva. La resistencia del PSOE, que ganó un escaño y mantuvo las opciones de gobernar, permitieron a los barones respirar solo un par de meses después de una pérdida de poder institucional sin precedentes, y que se llevó por delante a dirigentes como Guillermo Fernández Vara o Javier Lambán. Pero todavía habrá que esperar para conocer la profundidad de la renovación territorial socialista, pendiente del proceso de investidura al que se someterá el presidente en funciones si, como parece, Alberto Núñez Feijóo no tiene éxito en su intento, previsto para los días 26 y 27 de septiembre.
El PSOE le ha afeado al gallego, por boca de Patxi López, portavoz en el Congreso, que haga "perder el tiempo" al país en una investidura casi imposible. Ese mensaje apunta a un intento rápido por parte de Sánchez, ya que no tendría sentido criticar la dilación del popular para luego alargar sus negociaciones. El problema para el líder socialista es que la velocidad no depende de él, sino de cómo avancen unas negociaciones que se antojan endiabladas por las exigencias que ha planteado desde Bruselas Carles Puigdemont, que tiene la llave de la decisión de Junts y sus 7 diputados.
De momento, el silencio es la tónica general. O las muestras de apoyo a la posibilidad de explorar la amnistía con la línea roja que marcan los límites de la Constitución de 1978. Así se han posicionado los líderes del PSOE andaluz, Juan Espadas, y el PSC, Salvador Illa. Solo Emiliano García-Page ha sido más explícito en sus reparos a negociar con los neoconvergentes, pero hay que tener en cuenta que el barón castellanomanchego es prácticamente el único que salió indemne del 28-M y pudo conservar su mayoría absoluta. Los otros dos barones gobernantes son el asturiano Adrián Barbón y la navarra María Chivite y no se prevé que en esas federaciones haya marejada en el proceso de renovación que sí se abrirá en el resto de territorios. Y en cada uno hay distinto nivel de agitación.
Los casos del andaluz y el catalán son casi opuestos. Illa es el jefe del partido hermano al PSOE en Cataluña y su éxito el 23-J ha sustentado esa resistencia de Sánchez. La apuesta de Ferraz y Moncloa por resucitar al PSC era clara y les ha dado frutos. 19 escaños de los 121 que hay en el Congreso bajo la marca del puño y la rosa y una debacle independentista. ERC y Junts suman 14 asientos, siete cada uno, pero se han curado las magulladuras del 23-J con una influencia inédita en la gobernabilidad del país. Eso no es un obstáculo para el consenso en torno al éxito de los socialistas catalanes a pesar de la marcha de su número uno, Meritxell Batet, en una decisión que todavía arroja incógnitas a pesar de que la versión oficial responde a motivos puramente personales y familiares de la expresidenta del Congreso y exministra.
La resurrección del PSOE-A
En el otro extremo está el PSOE andaluz, que hasta hace no tanto era una formidable máquina de ganar elecciones. Sánchez abrió el curso político en Málaga (el año pasado hizo lo propio en Sevilla) y anunció una gran presencia en la comunidad más poblada de España. Los socialistas gobernaron 37 años en Andalucía hasta que Susana Díaz perdió la Junta a manos de una alianza entre PP y Ciudadanos con el apoyo de Vox. El sustituto de la baronesa que se enfrentó a Sánchez no ha logrado levantar los ánimos, pero el mensaje que sale de San Vicente (la sede regional del PSOE) es que el 23-J fue un punto de inflexión.
Solo las federaciones de Navarra, Asturias y Castilla-La Mancha quedarán fuera de los cambios orgánicos con total seguridad
La tesis es que los socialistas andaluces comenzarán ahora un periodo de recuperación a la espera de que la figura de Juanma Moreno empiece a desgastarse. Y nadie duda en público de que Juan Espadas debe ser quien conduzca esa nueva etapa y se presente en 2026 para recuperar la Junta. En privado, sí hay quien habla de la posibilidad de que un nuevo Gobierno encabezado por los socialistas sirva como destino para el exalcalde de Sevilla y desbloquee una regeneración en una federación que todavía funciona con respiración asistida y no ha acabado de adaptarse a un papel de oposición.
No existe en Andalucía un referente crítico con Espadas, pero hay que tener en cuenta que su liderazgo es en cierto modo artificial, ya que surgió de una conjunción de interesados en desalojar a Susana Díaz de San Vicente, que logró la bendición de Ferraz. Y es Ferraz quien tiene en su mano decidir si la opción para regenerar a la mayor federación del partido es Espadas o apuesta por un perfil más rompedor.
La calma de Ximo Puig
La opción de que un nuevo Ejecutivo con Sánchez como presidente desatasque otros procesos también suena en la Comunidad Valenciana, informa Víctor Romero. El resultado del 23-J ha pacificado mucho la vida interna de la federación valenciana (PSPV). La cascada de congresos regionales que se presuponía tras un posible federal extraordinario en caso de derrota ha quedado aparcada. Ximo Puig mantiene la secretaría general y está reorganizando la oposición tras la debacle en la Generalitat del 28-M sin grandes convulsiones internas.
Su principal rival orgánico, el alcalde de Mislata, Carlos Fernández Bielsa, se ha desinflado tras el fiasco en la Diputación de Valencia, que aspiraba a presidir y convertir en plataforma de promoción personal y alternativa a Puig. Ahora mismo, nadie contempla procesos congresuales, al menos hasta bien entrado 2024, incluso 2025. Para entonces habrá que ver en qué posición está Puig y el grado de consolidación del nuevo Consell del popular Carlos Mazón con Vox.
En el entorno del expresident, que además de liderar el grupo parlamentario autonómico tiene un pie en Madrid como senador, conciben la travesía del desierto "partido a partido", sin descartar incluso que trate de revalidar el liderazgo de la federación. Un posible nombramiento como ministro del Gobierno de Pedro Sánchez, que el ximismo ve posible, apuntalaría esa opción. Bielsa y los sectores críticos se han refugiado en los cuarteles de invierno a la espera de acontecimientos para no ofrecer una imagen de desestabilización interna.
Mientras el futuro de Ximo Puig parece más despejado, su compañero Javier Lambán, que también tiene escaño en el Senado por designación autonómica, dejará la secretaría general. El expresidente aragonés vive una situación similar a la que tuvo en su momento Susana Díaz, que chocó con Sánchez tras perder la Junta en la elaboración de las listas electorales. El dedo de Ferraz colocó a Pilar Alegría, ministra de Educación y portavoz del PSOE federal, en el número uno de la lista socialista de Zaragoza para disgusto de Lambán, que perderá el control del poder regional después de años señalado. Queda García-Page como referente crítico con Sánchez. No en vano, Lambán es el único que se ha sumado a los reparos públicos del castellanomanchego a la amnistía.
En una suerte de situación intermedia se sitúa el todavía líder del PSOE extremeño. Guillermo Fernández-Vara anunció un paso atrás en política al perder la Junta, pero las dudas de María Guardiola y el encontronazo de la popular con Vox le dieron una vida extra, que resultó fallida. El expresidente de Extremadura volvió a su paso atrás a la espera de conocer cómo será la renovación en la federación, que está, como el resto, bloqueada a la espera de que se desatasque la investidura. La calma también se extiende a territorios como La Rioja, con Concha Andreu en el Senado; y Canarias, donde Ángel Víctor Torres lidera la oposición tras el acuerdo de PP y Coalición Canaria para sacarlo del Gobierno.
Las elecciones gallegas y vascas
En el horizonte, las primeras elecciones que se atisban son las gallegas y vascas del año próximo que, probablemente, sean antes de julio. En esos territorios, la situación del PSOE es muy distinta. El PSE forma parte del Gobierno de Íñigo Urkullu, con Idoia Mendia como vicelendakari, pero el líder es ya Eneko Andueza, que pertenece a una nueva generación de socialistas vascos con posturas críticas, por ejemplo, con lo que ocurrió con el GAL y los gobiernos de Felipe González. El partido del puño y la rosa ganó las elecciones el 23-J, pero los comicios vascos se antojan el choque definitivo entre el PNV y EH Bildu, ambos socios de los socialistas en Madrid, donde cada vez tiene más presencia, precisamente, Mendía.
En Galicia, los socialistas tienen peor salud y la convulsión orgánica es la norma. Está previsto que este mes se convoquen las primarias para elegir al candidato a la Xunta que tendrá que poner a prueba a Alfonso Rueda tras la salida de Feijóo. Así lo anunció el líder del partido, Valentín González Formoso, que sucedió a Gonzalo Caballero a principios de 2022. El nombre que suena entre los socialistas gallegos es el de José Ramón Gómez Besteiro, que fue delegado del Gobierno y ahora es diputado en el Congreso. Volvió a la política activa después de ser salir indemne de un calvario judicial de hasta 10 imputaciones.
El 24 de julio no compareció nadie en Ferraz. El día fijado en el calendario para el comienzo de la enésima revolución interna del PSOE quedó en nada por el resultado de las elecciones del 23-J y ese silencio era la primera pista de una situación que se mantiene mes y medio después. La renovación territorial, pendiente desde la debacle socialista de las autonómicas del 28 de mayo, sigue estancada. Y en las regiones, cuadros y militantes velan armas a la espera de que Pedro Sánchez abra el melón si, como pretende, logra ser investido de nuevo.