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La carta del Ibex al rey Sánchez: menos ruido, por favor, que ahuyentamos el capital
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La carta del Ibex al rey Sánchez: menos ruido, por favor, que ahuyentamos el capital

Las grandes empresas españolas piden a 2024 que el Gobierno cambie algunas de las prácticas que consideran más perniciosas de la última legislatura. Las visiones oscilan entre un escepticismo total y un optimismo realista

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En los despachos del Ibex 35 ya sabían que la carta a los Reyes Magos para 2024 había que enviarla a la Moncloa. Lo que no esperaban hace apenas seis meses es que el encargado de abrirlas sería el mismo que lo hizo el año anterior. Cuando avanzada la tarde del domingo 23 de julio, iba quedando claro que a Alberto Núñez Feijóo no le iban a dar los números para presidir España, la élite empresarial española se vio obligada a reajustar las premisas sobre las que había proyectado los próximos cuatro años.

Las encuestas y la inercia de las autonómicas y municipales de mayo proyectaban un cambio en la Moncloa que finalmente no sucedió. A las pocas semanas, quedó claro que el reinado de Pedro Sánchez se prolongaría otra legislatura y que, si los empresarios y directivos españoles esperaban un mejor trato en fiscalidad, un menor nivel de intervencionismo o una mayor disciplina del gasto público, tendrían que pedírselo a la misma persona que, desde su punto de vista, les ha complicado mucho el trabajo desde su llegada.

"La relación humana con el Gobierno, en cuanto al trato, ha sido cordial, pero desde luego esa cordialidad no se ha traducido en la actividad legislativa, donde ha habido una hiperregulación brutal, buena parte de ella sin sentido. Se ha perdido el consenso y se ha llevado a un sistema de gobierno por decreto ley", lamentan desde una gran empresa del Ibex, en un mensaje que resume bastante bien el sentir de la decena de fuentes consultadas para este artículo.

Pero, si uno mira la evolución del Ibex 35 en 2023, tanto en rentabilidad como en beneficios, y luego escucha a sus directivos hablar en privado sobre lo que esperan del Gobierno de coalición y sus políticas en 2024, diría que padecen el negativo del síndrome de Estocolmo: no es que le hayan cogido cariño al secuestrador, es que han pillado tirria a un Gobierno que les ha permitido cerrar un ejercicio con, en muchos casos, beneficios históricos. Pero la realidad, como casi siempre, es mucho más compleja de lo que parece a simple vista y esos buenos datos reflejan solo una parte muy concreta de la historia.

Primero, la parte bonita. El índice bursátil Ibex 35 cerró el año pasado con un rendimiento para los inversores, incluida la distribución de los dividendos, del 28,1%. Fue el segundo mejor comportamiento de los indicadores de países comparables, por encima del Dax 40 alemán (+20,3%) y el Cac 40 francés (+20,1%), y solo por debajo del Ftse Mib 40 italiano (+34,4%). El Euro Stoxx 50, que agrupa a 50 de las mayores empresas cotizadas de la zona euro, se quedó en el 23,2%. Y sí, la bolsa es voluble y refleja expectativas volubles y estados de ánimo, pero si uno mira elementos más prosaicos, la foto anual tampoco sale nada mal. Todo lo contrario: el beneficio por acción de las empresas del Ibex 35 ha crecido un 32% en 2023, prácticamente igual que el de los componentes del selectivo italiano y muy pero muy por encima de los franceses (+1,5%) y los alemanes (+5,4%).

¿Cuál es el problema entonces con los gobiernos de Pedro Sánchez? ¿Por qué su victoriosa derrota electoral del 23-J ha sentado como un jarro de agua fría en casi todos los despachos más nobles del empresariado español? ¿Qué son un par de cientos de millones de euros de un impuesto extraordinario a energéticas y bancos durante un ejercicio de beneficios milmillonarios? ¿Qué importancia tiene un poco de zarandeo retórico a las empresas si al final del ejercicio los números son más negros que nunca?

Basta ampliar un poco el foco temporal y el geográfico para empezar a vislumbrar una respuesta. Si uno mira cómo le ha ido al Ibex 35 desde la moción de censura a Mariano Rajoy en 2018, la imagen es menos benigna. Da igual el momento que se escoja para hacer la comparación: la formación del primer Gobierno de Sánchez (junio 2018), el bonito; el de coalición (enero 2020), o el día antes de las brutales caídas bursátiles provocadas por la pandemia (febrero 2020). El Ibex es, con diferencia, el indicador con peor comportamiento relativo de los cinco.

Pasa algo parecido con los datos del PIB. Cuando el Gobierno presume de que estamos creciendo por encima de la media de la zona euro, obvia interesadamente que fuimos la economía más castigada por la pandemia y a la que más nos costó recuperar los niveles de actividad precovid. Si miramos las cuentas de resultados, los miembros del índice español son los que menos han incrementado las ventas (+11%), el resultado bruto de explotación (ebitda, +23%), el resultado antes de intereses e impuestos (EBIT, +35%) y el beneficio (+33%) entre 2019 y 2023. Tanto en Alemania como en Francia como en Italia, la mejora ha sido sustancialmente mejor, como se puede observar en los gráficos que acompañan esta información.

Pero incluso así, ¿es que no es suficiente un 33% más de beneficio en cuatro años? Para responder a esta pregunta hay que empezar a tirar de la teoría. Y lo primero que te explica un alto directivo del Ibex 35 es que su principal función, desde que entra a trabajar por la mañana hasta que vuelve a casa en la tarde-noche, es atraer capital.

Los planes estratégicos, la generación de beneficios, la creación de valor tanto para los accionistas (los shareholders) como de las partes interesadas (los stakeholders)... Todo eso son solo medios para un fin: que los grandes, medianos y pequeños inversores (pero sobre todo los grandes) decidan depositar una parte lo más elevada posible de su capital en tu empresa. Y aquí la competencia es global. La primera línea de competencia de Banco Santander no es BBVA o CaixaBank, esa viene después. La primera trinchera de combate empieza varios escalones por encima.

Un inversor en Londres, París, Nueva York, Delaware, Singapur o Riad tiene a un golpe de ratón el destinar una partida de inversión milmillonaria a la zona euro, EEUU o a países emergentes. Y, una vez decidida la opción europea, igual de sencillo es decantarse por el norte de Europa o por el sur. Y, escogido el sur, lo mismo ocurre con elegir España, Italia, Grecia o Portugal.

Y aquí es donde se concentran buena parte de las quejas (y las peticiones) al Gobierno para el año nuevo: "Con este gobierno no competimos en igualdad de condiciones", se lamentan desde una gran empresa del Ibex 35, que resume bien el sentir de prácticamente todas las fuentes consultadas. Una fiscalidad impredecible, ataques personales a empresarios y directivos, legislación a golpe de decreto ley injustificado, cambios de guion en función de intereses personalísimos y un deterioro de la calidad institucional -de la que, en cualquier caso, tampoco se libra de responsabilidad el principal partido de la oposición-. "Los inversores se llevan su capital a otros sectores y países con una menor hostilidad corporativa", apuntan desde un banco español. Al final, las preocupaciones del Ibex y su carta al rey Sánchez para 2024 se pueden agrupar en cinco grandes bloques.

1. Acabar con la impredecibilidad fiscal

En el tema de la fiscalidad, subyace el miedo que es que la reactivación de las reglas fiscales europeas obligue a una disciplina fiscal que el Gobierno solo sepa solucionar tirando de más impuestos y no de reducción de gasto. Y, en este punto, la preocupación es triple: el impacto directo en los resultados que suponen los nuevos impuestos, la estrategia de no gravar los beneficios, sino márgenes o cifras de ingresos presumidos extraordinarios y el mensaje de inseguridad jurídica que se lanza hacia fuera.

"Lo que más nos preocupa son las subidas de impuestos, que ya empezaron la anterior legislatura y van a seguir en la próxima. Como no hemos apostado por un modelo de eficiencia del gasto público y ahora vienen años de más disciplina fiscal, es muy probable que la cosa se complique los próximos meses", resume un economista que trabaja para grandes empresas.

A diferencia de otros países con los que competimos, donde los impuestos recaen en los beneficios, en España nos estamos centrando en meter distorsiones. Es el caso del impuesto a la banca, a las energéticas, de la doble imposición de dividendos. "Es un modelo que, además del sobrecoste que supone, altera la operativa normal de una empresa", apunta este economista.

A diferencia de otros países, donde los impuestos recaen en los beneficios, en España nos estamos centrando en meter distorsiones

Desde una de las grandes energéticas españolas inciden en el largo plazo: "No se trata solo de los impuestos extraordinarios que amenazan con convertirse en estructurales (...). Necesitamos tener mucha claridad en un horizonte de tres o cuatro años y tener certeza de que el objetivo a largo plazo no se va a mover. A diferencia de lo que está ocurriendo en la política, las empresas están mirando el corto, el medio y el largo, y tenemos que poner luces largas, como mínimo, hasta 2030".

Desde una empresa rival coinciden: "Una cosa es una cuestión excepcional, como puede ser una guerra. Te toca arrimar, y arrimas. La cuestión es que están usando medidas con carácter excepcional para luego convertirlas en algo estructural (...). Desde un punto de vista de estabilidad regulatoria y de certidumbre jurídica es un error fatal. Si quieres atraer inversiones a larguísimo plazo, como es especialmente el caso de las energéticas, es importantísimo disponer de estabilidad regulatoria".

Y algo parecido esgrimen desde una entidad financiera: "Sobre lo de los impuestos, la queja no es solo el pico de millones de euros, es la percepción que das hacia los mercados, que ven que no hay manera de que los bancos sean rentables, porque, cuando finalmente lo son, les meten un impuesto".

2. Adiós al 'por decreto (y encima ómnibus)'

Otra de las demandas más comunes entre las grandes empresas es la mejora de la calidad legislativa de un Ejecutivo que ha recurrido frecuentemente al real decreto ley, a las medidas ómnibus y a las disposiciones adicionales que nada tienen que ver con el objeto principal de la legislación que se está aprobando y que, en su lugar, modifican las reglas de juego en otros ámbitos.

"Cuando se hacen las cosas bien, con proposiciones de ley, las ves venir, participas en el debate. Luego el Gobierno puede hacerte caso o no, pero te puedes ir adaptando", afirman fuentes empresariales habituadas a participar activamente en el proceso legislativo.

"Me temo que tramitar leyes será muy difícil y nos tendremos que acostumbrar a que haya un real decreto ley ómnibus cada trimestre"

El problema es que el mapa de partidos del Congreso de los Diputados que emergió del 23-J no facilita un cambio de patrón. Todas las fuentes consultadas contemplan que Junts y PNV puedan empezar a actuar más en el eje ideológico-económico que en el ideológico-nacionalista. Si eso ocurre, el Gobierno de coalición lo va a tener más difícil para aprobar medidas más a la izquierda o directamente populistas. Pero, a cambio, la escisión de Sumar, con los cinco diputados de Podemos en el Grupo Mixto y compitiendo por su cuenta en las citas electorales que se avecinan (Galicia y Parlamento Europeo), va a dificultar que el Gobierno pueda acercarse hacia el centro.

"Me temo que tramitar leyes será muy difícil y nos tendremos que acostumbrar a que haya un real decreto ley ómnibus cada trimestre, con cosas que no puedas oponerte y te veas obligado a tragar con lo que no te gusta y tirar para adelante", afirman desde el departamento de Regulación de una gran empresa del Ibex.

Una de las vías que se sugieren para facilitar la toma de consensos es apoyarse en el diálogo social en aquellas políticas donde tenga sentido, como pueden ser las de empleo. La tesis es que, si patronales y sindicatos llegan a un acuerdo, luego va a ser más fácil lograr un visto bueno parlamentario.

3. ¿Intervencionismo? De entrada, no, pero…

La legislatura anterior, y especialmente su recta final, han dejado claro que el Gobierno tiene pensado intervenir de forma activa en las empresas españolas. Y no solo haciendo valer los poderes que le confiere un escudo antiopas pensado inicialmente para la pandemia y que, como mínimo, se va a prolongar hasta diciembre de este año.

El Ejecutivo español ha utilizado la Sociedad Española de Participaciones Industriales (SEPI) para aumentar su participación en Indra desde el 18% hasta el 28%, convirtiéndose, de lejos, en el principal accionista de la compañía. Esto fue en 2022. Ese mismo año, Teresa Ribera, vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra de Transición Ecológica, mató de facto el proyecto de Naturgy, bautizado como Géminis, de escindirse en dos compañías: una dedicada al negocio regulado y otro al liberalizado.

Y, en 2023, anunció su intención de comprar hasta un 10% del capital de Telefónica, después de que STC, una operadora de telecomunicaciones saudí, controlada por el Estado, tomase un 4,9% de la española y pidiera permiso para llegar al 9,9%. Aquí las posiciones son más ambivalentes. Aunque la tesis generalizada es que la libertad de empresa y la no intervención del sector público es el marco operativo óptimo, cuando hay que pasar de la teoría a la práctica, empiezan los matices.

Foto: Fachada de Telefónica. (Eduardo Parra/Europa Press)

La mayoría de fuentes consultadas admite que, en situaciones excepcionales, como fue la del covid-19, cuando las acciones cayeron por los suelos, está bien que el Gobierno intervenga para proteger las empresas de operaciones hostiles. También contextualizan la relevancia de Indra en el sector Defensa, con un rol estratégico en la fabricación del nuevo avión de combate europeo (NGWS/FCAS), que podría justificar de algún modo este aumento de peso.

Y, en cuanto a Telefónica, consideran la intervención como un mal menor. La posición se podría resumir así: que el sector público entre gestionar una empresa privada, con criterios que no necesariamente son los de la eficiencia económica, es algo negativo; pero si quien te entra es encima el sector público de otro país, el mal es doble. En esos casos, la intervención del Estado propio sería un mal menor.

Desde una entidad financiera que compite con CaixaBank, participada en un 17,3% por el Estado, aportan una reflexión interesante: "No es lo mismo que el Estado entre como un socio activo en la gestión de la entidad que si lo hace como lo está haciendo el Frob en CaixaBank, que se está gestionando con criterios muy profesionales".

4. Dejar de ser el saco de boxeo del Gobierno

La relación del Ibex 35 con el Gobierno es de amor-odio. Una de las labores de cualquier presidente, ejecutivo o no, de una gran empresa es mantener un diálogo fluido y, en lo posible, cordial con los poderes políticos de turno. Al principio de la legislatura, las formas se mantuvieron, pero, a medida que esta iba avanzando, la relación se deterioró.

Los impuestos extraordinarios a energéticas y bancos; la modificación por la puerta de atrás de acuerdos a los que habían llegado sindicatos y CEOE, y los ataques personales —con nombres y apellidos— a directivos del Ibex 35 como Ignacio Sánchez Galán (Iberdrola), Juan Roig (Mercadona) o Ana Botín (Santander) destruyeron muchos puentes. Especialmente llamativa fue la campaña de la Moncloa contra Rafael del Pino, presidente ejecutivo de Ferrovial, tras anunciar que la compañía trasladaría su sede social a los Países Bajos.

"En el sector empresarial, hay una obsesión para que no se repita la hostilidad a los empresarios "

"En el sector empresarial, hay una obsesión para que no se repita la hostilidad a los empresarios del año pasado", apuntan desde un gran banco. Pero las expectativas aquí son dispares. Desde esta misma entidad resumen su posición como "optimismo realista": "Sumar va a hacer valer su posición en el Gobierno y va a presionar, pero esperamos que sea menos agresivo contra las empresas que Unidas Podemos y quiero pensar que van a ser menos combativos". Pero, incluso así, admiten que "va a ser muy complicado", porque los cinco diputados de Podemos pueden arrastrar a su izquierda a Sumar y, por extensión, al Gobierno. "Hay tantas facciones parlamentarias que es complicado que el ruido se pare", resumen desde una entidad rival.

Sobre el sustituto de Nadia Calviño, todos los consultados preferían un perfil poco político, que entienda las necesidades de las empresas, del sector financiero y se maneje bien en Bruselas.

Carlos Cuerpo parece que encaja en esas peticiones. Sin embargo, muchos se curan en salud y, si bien admiten que un ministro más técnico siempre está bien, Calviño venía con esa etiqueta y, como resumen en uno de los grandes del Ibex, "al final ha acabado haciendo mucha política".

5. Y, virgencita, virgencita, que aguante el empleo

Si en algo coinciden todos los encuestados es en reconocer que el empleo ha resistido mucho mejor que cualquier previsión y que buena parte del optimismo para 2024 se basa en que esto siga siendo así.

Al acierto de articular los ERTE para amortiguar el golpe de la pandemia se ha unido un impacto mucho más benigno del esperado del incremento del salario mínimo interprofesional y que las empresas han capeado bien las turbulencias pospandémicas: la guerra de Ucrania, la tensión creciente en Oriente Próximo y las vertiginosas subidas de tipos de interés protagonizadas por el Banco Central Europeo y la Reserva Federal de EEUU para controlar una inflación que, en bastantes países, llegó a los dos dígitos por primera vez en muchos años.

Foto: Interior de la Bolsa de Madrid. (EFE/Vega Alonso)

Pero también hay notas de cautela. Varias de las fuentes consultadas señalan que, en renta per cápita, hemos perdido posición relativa frente a nuestros socios europeos y que la inversión empresarial en porcentaje del PIB se encuentra también por debajo de la media de la UE, lo que sería un síntoma de falta de confianza en el futuro. "Deberíamos invertir más que la UE y estamos por debajo", resume uno de los economistas consultados.

"Por suerte parece que se ha pasado el punto en que los tipos están más altos y que la economía ha resistido. Para nosotros es básico que las cifras de empleo sean sólidas y que eso ayuda a mantener bajo control las tasas de morosidad bancaria", afirman desde un banco. "En la parte financiera, familias y empresas están saneadas porque se ha amortizado anticipadamente mucha deuda", continúan, pero se muestran cautamente optimistas: "La situación de partida es buena, habrá desaceleración pero sin ser un desastre".

En los despachos del Ibex 35 ya sabían que la carta a los Reyes Magos para 2024 había que enviarla a la Moncloa. Lo que no esperaban hace apenas seis meses es que el encargado de abrirlas sería el mismo que lo hizo el año anterior. Cuando avanzada la tarde del domingo 23 de julio, iba quedando claro que a Alberto Núñez Feijóo no le iban a dar los números para presidir España, la élite empresarial española se vio obligada a reajustar las premisas sobre las que había proyectado los próximos cuatro años.

Pedro Sánchez Ibex 35
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