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Cinco fechas clave para 2024 de la UE: elecciones, caras nuevas y mirada a la Casa Blanca
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Un año electoral complicado

Cinco fechas clave para 2024 de la UE: elecciones, caras nuevas y mirada a la Casa Blanca

La Unión Europea afronta un año clave para el próximo lustro. Habrá una nueva cúpula institucional y, a partir de verano, todos los ojos mirarán hacia la Casa Blanca ante el posible retorno de Trump

Foto: Un colegio electoral en Berlín. (EFE/Rainer Jensen)
Un colegio electoral en Berlín. (EFE/Rainer Jensen)

La Unión Europea se enfrenta este año a un nuevo curso de transición y cambios importantes. Algunos de ellos vienen desde atrás, de este 2023, y otros ocurrirán en este nuevo curso, pero marcarán ya el 2025. Se cierra un ciclo institucional y político que se abrió en 2019, con una nueva Comisión Europea y con la derrota al año siguiente de Donald Trump en las elecciones americanas, y el próximo ciclo durará hasta el 2029.

En los últimos cinco años, la Unión ha vivido numerosas crisis, pero el desarrollo de muchas de ellas ha dependido de lo que ocurrió en 2019 y 2020. La pandemia marcó el inicio de este ciclo, haciendo crecer el rol de la recientemente elegida presidenta de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen. Después llegó la guerra de Ucrania, ya hacia el final del ciclo, un conflicto que ha estado marcado por la cooperación transatlántica, una colaboración que no estaba garantizada en caso de que Trump hubiera ganado en las presidenciales de 2020.

De la misma manera que el 2019 y el 2020 pusieron las bases para la gestión que Europa hizo de las múltiples crisis del último lustro, los próximos cinco años volverán a deparar crisis y cambios repentinos que son difíciles de prever ahora mismo, pero buena parte de cómo la Unión Europea reaccione a ellos y su capacidad para capearlos dependerá de lo que ocurra en los próximos meses.

22 de noviembre de 2023

La primera fecha clave para el año que viene ocurrió este mismo curso. El 22 de noviembre de 2023, Geert Wilders, líder de la extrema derecha holandesa, se alzó como el gran ganador de las elecciones generales en Países Bajos. El resultado fue un auténtico shock para Bruselas y otras capitales, que hacía muy poco tiempo habían celebrado un cambio de era en Polonia, después de que el Partido Ley y Justicia (PiS) no obtuviera los votos suficientes como para mantenerse en el poder.

Las negociaciones entre los radicales y las formaciones democristianas y liberales tradicionales llevan en marcha muchas semanas, pero se prolongarán todavía durante los primeros meses de 2024, antes de que sepamos si el líder de extrema derecha tiene el apoyo suficiente para convertirse en el próximo primer ministro. Wilders sabe que tendrá que renunciar a los elementos más radicales y extravagantes de su discurso político, como el cierre de las mezquitas, pero buena parte de la clave de la coalición será el margen de maniobra que los democristianos del NSC y los liberales del PVV, del primer ministro en funciones, Mark Rutte, le permiten a Wilders en materia de política europea, ya que su partido ha sido tradicionalmente euroescéptico. El PVV ya ha aclarado que no formará parte del Gobierno, aunque sí lo apoyaría desde fuera.

Foto: Manifestantes contra Geert Wilders y propalestinos protestan en Ámsterdam. (EFE/Ramón Van Flymen)

Si Wilders se convierte en el primer ministro holandés, que es lo que esperan la inmensa mayoría de analistas, ya tendremos dos de los socios fundadores de la Unión Europea (Países Bajos e Italia) gobernados por fuerzas reaccionarias, cimentando todavía más una visión ultraconservadora de la Unión Europea, mucho más dura en materia migratoria. Quedarán por ver los efectos de la elección de Wilders en materia geopolítica, ya que, por ejemplo, Giorgia Meloni, primera ministra italiana, ha apostado por un perfil claramente atlantista para evitar su aislamiento en Europa, a diferencia de la estrategia del autoritario primer ministro húngaro, Viktor Orbán, muy cercano a Vladímir Putin, presidente ruso.

Países Bajos ha sido siempre un socio fundamental y ha aumentado su peso desde 2016, cuando el referéndum del Brexit hizo que desapareciera el principal contrapeso al eje franco-alemán con la salida del Reino Unido, que se consumiría años después. Desde entonces, Rutte ha hecho crecer su perfil, siendo más agresivo y estando más presente en los grandes debates, especialmente en los económicos. Habrá que ver qué actitud toma Wilders si llega a ser primer ministro, si se aislará, como ocurrió con el Gobierno ultraconservador de Polonia, o si, como Meloni, querrá mantenerse en la mesa de los adultos, tratando de imprimir su visión reaccionaria de Europa entre los líderes.

Del 6 al 9 de junio de 2024

Entre el 6 y el 9 de junio de este próximo año, se celebran las elecciones europeas, en las que los ciudadanos tendrán que escoger a los eurodiputados que les representarán durante los próximos cinco años. El miedo, como ya ocurrió en 2019, es que la Eurocámara dé un vuelco hacia la extrema derecha y hacia visiones más reaccionarias, identitarias y conservadoras. Hay razones para creer en ello: Reagrupación Nacional, la formación de Marine Le Pen, suele hacerlo bien en las europeas en Francia, mientras los Hermanos de Italia de Meloni siguen muy bien en las encuestas y serán el principal partido en el país transalpino. En el caso alemán, Alternativa por Alemania (AfD) no para de cosechar buenos resultados en elecciones regionales, y las de junio de 2024 serán su primer test a nivel nacional tras los malos resultados de las elecciones federales de 2021, en las que perdieron 11 escaños.

De manera que probablemente veamos un aumento de los partidos ultraconservadores en la Eurocámara, es decir, de Conservadores y Reformistas (ECR), la formación de Ley y Justicia (PiS) polaco, de Hermanos de Italia y de Vox, y de Identidad y Democracia, el partido comandado por la formación de Le Pen y por AfD. Los dos bloques tradicionales, el Partido Popular Europeo (PPE) y los socialdemócratas (S&D), sufrirán, aunque los populares españoles darán probablemente un importante empujón al PPE, al que también contribuirá el crecimiento en las encuestas de los democristianos alemanes de la CDU/CSU, y será clave el resultado que obtengan los liberales de Renew Europe para ver si los tres tienen la mayoría suficiente en el hemiciclo o si requerirán también de Los Verdes.

La Eurocámara es importante porque es un colegislador, es decir, junto con los Estados miembros representados en el Consejo y junto con la Comisión Europea, forman parte de la negociación de la inmensa mayoría de las normas europeas, que debe ser aprobada por la institución salvo en muy contados casos. La composición del Parlamento Europeo se nota en esas negociaciones, dependiendo de si tiene tendencias más federalistas o más reaccionarias. Una mayoría estable con una visión clara es fundamental para poder aprobar la legislación en el pleno de la Eurocámara.

27 y 28 de junio de 2024

Solamente unos días después de las elecciones europeas, los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea se reúnen en Bruselas para un Consejo Europeo en el que tendrán que decidir la cúpula institucional de la Unión para los próximos cinco años. En principio, deben tener en cuenta los resultados de las elecciones europeas a la hora de hacer nominaciones para los distintos cargos, pero ya vimos en 2019 que los líderes quieren imponer su visión hasta las últimas consecuencias.

En 2019, Emmanuel Macron, presidente francés, sorprendió a todos, incluido al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, cuando negoció con Angela Merkel, entonces canciller alemana, que se propusiera a su ministra de Defensa, la relativamente desconocida Ursula von der Leyen, como presidenta de la Comisión Europea. Aquel movimiento calmó la revuelta interna de los líderes del PPE en el Consejo Europeo, dejó a los socialistas sin la presidencia del Ejecutivo comunitario, que habían negociado para el laborista holandés Frans Timmermans, y llevó a la Comisión Europea a un perfil mucho más bajo durante los dos primeros años de legislatura, con una Von der Leyen muy consciente de a quién le debía el puesto: a los líderes, no al Parlamento Europeo, que en 2014 había impuesto el nombre del luxemburgués Jean-Claude Juncker.

Los líderes europeos tendrán que decidir a quién proponen para presidente o presidenta de la Comisión Europea, pero también a quién ponen al frente del Consejo Europeo, el foro de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea, y también como alto representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad, el jefe de la diplomacia europea. Indirectamente, en este juego de cartas también entra la presidencia del Parlamento Europeo, que tradicionalmente se reparte entre populares y socialistas, con la primera mitad de la legislatura para unos y la segunda mitad para los otros. Tendrán que mantener un equilibrio geográfico y político entre esos cuatro grandes puestos. En 2019, también se repartieron dos vicepresidencias ejecutivas de la Comisión Europea, que fueron a parar a Timmermans, al que se le había quitado de las manos la presidencia, y a la candidata liberal para el puesto, la danesa Margrethe Vestager.

Foto: Ursula von der Leyen (d), junto a Xi Jinping (c) y Emmanuel Macron (i). (Reuters)

No está claro todavía si Von der Leyen perseguirá un segundo mandato al frente del Ejecutivo comunitario, aunque en Bruselas la mayoría apuestan por ese escenario. Si la alemana decide presentarse para el puesto, cuenta ya con algunos apoyos importantes. Sánchez ha explicado en varias ocasiones que, si no hay posibilidad de poner a un socialista al frente de la Comisión Europea España, apoyará a Von der Leyen para que repita.

Además, esta fecha está estrechamente ligada a la anterior, ya que el o la candidata a la presidencia de la Comisión Europea tendrá que recibir el respaldo del pleno de la Eurocámara. Von der Leyen ya sufrió para obtener el visto bueno de los eurodiputados, y un hemiciclo más dividido y escorado a la derecha podría hacer que la siguiente elección sea incluso más compleja.

1 de julio de 2024

En esta fecha comenzará la presidencia húngara del Consejo de la Unión Europea, que durará hasta el 31 de diciembre de 2024. Se trata de estar al frente de los Consejos de Ministros, salvo del de Exteriores y el de los ministros de Finanzas de la eurozona, e intentar llegar a acuerdos entre los Veintisiete, además de participar en las negociaciones con los colegisladores. Para eso, se asume que el Estado miembro que ostenta la presidencia jugará el papel de un árbitro neutral, es decir, que no usará ese puesto para intentar beneficiar a sus propios puntos de vista.

El problema es que nadie tiene demasiada confianza en que el Gobierno húngaro cumpla con ese principio. Viktor Orbán, primer ministro de Hungría, que desde que volvió al poder en 2010 ha llevado al país por una deriva autoritaria, tiene una muy mala relación con la Comisión Europea, cada vez más provoca problemas serios dentro de los engranajes de la Unión y son muchos los líderes, diplomáticos y técnicos que empiezan a estar demasiado frustrados con Budapest.

La confianza es fundamental en la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión: si el resto de Estados miembros no confían en su negociador, las cosas se complican. Lo bueno para el resto de países es que la presidencia húngara llega justo al inicio del ciclo legislativo, y eso significa que no habrá, en principio, demasiadas negociaciones ni grandes dosieres que queden en manos del Gobierno húngaro, ya que la Eurocámara no empezará a funcionar en serio hasta septiembre de 2024 y apenas habrá tiempo de empezar a trabajar en expedientes.

5 de noviembre de 2024

Esta será otra de las grandes fechas del año, aunque todo ocurrirá al otro lado del Atlántico. El 5 de noviembre de 2024, los estadounidenses acudirán a las urnas para elegir al próximo presidente de los EEUU y, aunque el Supremo de Colorado ha asestado un revés a su candidatura, todo el mundo espera un nuevo enfrentamiento entre Donald Trump y el actual presidente, Joe Biden. Para la Unión, se trata de una elección fundamental. La etapa entre 2016 y 2020 fue de una enorme tensión, con Trump refiriéndose a los europeos claramente como “enemigos” de Estados Unidos, al mismo tiempo que estrechaba lazos con algunos de los rivales claros de la UE. Esa tensión se tradujo en conflictos comerciales y en una relación muy delicada, en la que los líderes europeos tenían que gestionar a un socio muy inestable que llegó a poner en duda el compromiso de EEUU con la seguridad europea, un pacto que hunde sus raíces en la Segunda Guerra Mundial.

Los cambios de la Administración Biden no han sido radicales y, de hecho, en materia comercial Bruselas sigue buscando cesiones por parte de la Casa Blanca en la cuestión del acero, pero en Bruselas todos han agradecido tener a un presidente con el que poder hablar y del que poder fiarse sin temer los volantazos repentinos de Trump. Además, esa confianza se ha visto reflejada en el apoyo fundamental de los Estados Unidos a Ucrania, que es el principal elemento que está en duda en caso de que el autoritario expresidente vuelva al poder tras las elecciones de noviembre.

La Unión Europea se enfrenta este año a un nuevo curso de transición y cambios importantes. Algunos de ellos vienen desde atrás, de este 2023, y otros ocurrirán en este nuevo curso, pero marcarán ya el 2025. Se cierra un ciclo institucional y político que se abrió en 2019, con una nueva Comisión Europea y con la derrota al año siguiente de Donald Trump en las elecciones americanas, y el próximo ciclo durará hasta el 2029.

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