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Por qué Xi Jinping tiene más razones que Von der Leyen para estar contento
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CUMBRE CHINA-UNIÓN EUROPEA

Por qué Xi Jinping tiene más razones que Von der Leyen para estar contento

La cumbre UE-China que comienza hoy parte de una situación asimétrica: Pekín mantiene su supremacía comercial con Europa y el Viejo Continente sigue perdiendo posiciones en el PIB mundial

Foto: Ursula von der Leyen (d), junto a Xi Jinping (c) y Emmanuel Macron (i). (Reuters)
Ursula von der Leyen (d), junto a Xi Jinping (c) y Emmanuel Macron (i). (Reuters)
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Cuando hoy y mañana se reúnan en Pekín las delegaciones al más alto nivel de la Unión Europea y China, es probable que el anfitrión, Xi Jinping, tenga muchas más razones para estar contento que Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea. Y no porque el presidente chino sea especialmente simpático o la alegría de la huerta. Al contrario, no hay una sola imagen en la que a Xi se le vea distendido o entregado a la causa de la risa. Podrá hacerlo, sin embargo, porque alguno de sus asesores le habrá podido entregar un voluminoso dosier con una realidad palpable. Mientras que China, a pesar de sus achaques económicos, ha seguido ganando peso en la economía mundial, Europa se jibariza.

Probablemente, porque se ha hecho realidad lo que decían las conclusiones del Consejo Europeo del pasado mes de junio: China es al mismo tiempo “un socio, un competidor y un rival sistémico”. Nada más cierto. Lo malo es que han pesado más las dos últimas características que la primera, lo que explica que el gigante asiático le haya ido comiendo terreno en los últimos años a Europa. No solo China, también EEUU ha ganado peso en la riqueza que es capaz de generar el planeta en un año en términos de producto interior bruto.

Sin necesidad de mirar más atrás, solo hay que observar lo que ha pasado en los últimos años. Mientras que China, según el FMI, representaba en 2018 un 16% del PIB mundial a precios corrientes (sin tener en cuenta la variación de los precios), hoy su peso ha crecido hasta el 17,9%. ¿Qué ha ocurrido en Europa? Pues justamente lo contrario. La participación de la UE en el PIB mundial, según datos de Eurostat, la agencia estadística de la Unión Europea, pasó del 15,9% en 2011 al 15% tres años más tarde. Es verdad que se recuperó en 2017, hasta el 15,6%, pero desde entonces ha bajado hasta el 14,8% en 2021.

El ocaso de los cuatro grandes

Lo singular no es que haya caído el peso de Europa en la economía global, sino que quienes arrastran al continente son las principales economías que un día fueron la locomotora. En particular, Alemania, pero también Francia, Italia y España. Las cuatro economías más grandes del continente (al margen de Rusia) han visto cómo su tamaño respecto del PIB del planeta en los últimos cinco años se ha empequeñecido. Alemania ha pasado del 4,62% al 4,08%; Francia, del 3,24% al 2,78%; Italia, del 2,43% al 2,01%, y España, del 1,65% al 1,42%. España, de hecho, ha sido adelantada en los últimos años por países como México y Australia, y ahora está siendo seriamente amenazada por Indonesia.

Las causas son variadas, pero una es especialmente significativa: el menor peso de las exportaciones respecto de los países emergentes, y, en particular, China, que representa ya el 12,2% de las exportaciones de bienes y servicios en el planeta, casi dos puntos más que en 2018. El peso de Alemania, por el contrario, ha caído un punto, hasta el 6,5%, lo cual es especialmente relevante debido a la tradicional exposición de la economía germana al sector exterior. El resultado global es que el déficit comercial de la UE con China asciende ya a unos 400.000 millones de euros. Tan solo en los nueve primeros meses de este año, España, el país que menos exporta de los cuatro, ya ha acumulado un desequilibrio comercial equivalente a 27.524 millones de euros.

No es de extrañar que en la cumbre de Pekín la Unión Europea lleve a las reuniones una vieja reivindicación, el establecimiento de un marco de relaciones comerciales más equilibrado. Es decir, recíproco, toda vez que el actual favorece a China. Hasta el punto de que la propia UE admite en público su enorme dependencia, lo que incluso ha provocado "vulnerabilidades críticas", como lo llama la Comisión. Detrás de este concepto están las cadenas de suministro, que son, precisamente, quienes están en el origen del repunte de la inflación en 2021 tras salir de la pandemia, además de otras cuestiones de carácter geopolítico, como la guerra de Ucrania.

Esa asimetría se manifiesta con toda crudeza en el mercado del automóvil, crucial para Alemania, pero también para Francia, que es uno de los impulsores de la investigación de la UE sobre los subsidios que entrega China a los fabricantes de vehículos eléctricos vendidos en Europa. Lo que pretende París es que algunos de esos fabricantes se instalen en Francia. Stellantis, por ejemplo, propietaria de Peugeot, está explorando una asociación con la china CATL, el primer productor del mundo, para fabricar baterías de automóviles eléctricos de bajo coste en Europa. Recientemente, Bruselas ha impuesto derechos antidumping provisionales sobre las importaciones de determinados productos plásticos de tereftalato de polietileno (PET) procedentes de China. Están en juego más de 1.500 puestos de trabajo. Este mercado tiene un valor de más de 5.500 millones de euros.

Grietas en la UE

Igualmente, los comisarios han amenazado con abrir expedientes contra las subvenciones a las turbinas eólicas o a los paneles solares. Bruselas también ha acusado a China de restringir las importaciones de dispositivos médicos. La protección de los derechos de propiedad intelectual en el ámbito del comercio, y especialmente su observancia, es otro de los campos de mayor preocupación en las relaciones comerciales con China.

Ahora bien, tampoco China atraviesa sus mejores momentos, con una economía en franca desaceleración Moody´s le acaba de rebajar la calificación crediticia— que hoy crece la mitad que hace no demasiados años. Pekín necesita ahora más que nunca a Europa para seguir exportando, sobre todo en un contexto en el que EEUU ha reforzado el control, a veces utilizando la vía del veto, de las mercancías chinas. Su ventaja en las negociaciones, sin embargo, es consecuencia de la existencia de grietas en la posición de la Unión Europea. Mientras que Italia, Hungría o Grecia se unieron, incluso, a la ruta de la seda, el ambicioso plan de inversiones de Pekín, otros son más críticos, y en medio, Alemania, muy dependiente del mercado chino por sus exportaciones y sus fabricantes instalados en el gigante asiático.

Tampoco puede sorprender, por eso, que Europa vaya a trasladar a Xi su preocupación sobre las frecuentes tensiones en el estrecho de Taiwán. Aunque formalmente Europa defiende la política de “una sola China”, lo cierto es que su dependencia de los microchips fabricados en la isla hace al Viejo Continente especialmente vulnerable.

Pekín necesita ahora más que nunca a Europa para seguir exportando, sobre todo en un contexto en el que EEUU ha reforzado el control

El caso de Taiwán, más allá de los semiconductores, entra de lleno en el campo de la geopolítica, como el apoyo de Pekín a Moscú en la guerra de Ucrania, pero también en el de la economía, porque la causa de que se haya prácticamente duplicado el déficit comercial tiene que ver con una pérdida de competitividad de las exportaciones europeas a causa de los mayores costes de la energía, que en última instancia es lo que explica el menor peso de la UE en el PIB mundial.

Esta menor relevancia tiene también una explicación demográfica. La población de Europa ya solo representa el 5,6% de la del mundo, y para hacerse una idea de lo que representa ese porcentaje solo hay que tener en cuenta que en 1974 suponía prácticamente el doble, un 10%, y lo que es todavía más significativo, en 2100, si se cumplen las previsiones de Eurostat, la agencia estadística de la UE, se situará en apenas un 4%. Hay que recordar que a finales de los años cincuenta, al comienzo de la construcción del mercado único, el 13,7% de la población mundial era europeo (los 27 miembros actuales), más del triple que al finalizar este siglo.

Xi, a la vista de estos datos, aunque también con sus propios problemas, tiene motivos para estar contento. No en vano, más que un competidor, Europa es hoy su salvavidas económico.

Cuando hoy y mañana se reúnan en Pekín las delegaciones al más alto nivel de la Unión Europea y China, es probable que el anfitrión, Xi Jinping, tenga muchas más razones para estar contento que Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea. Y no porque el presidente chino sea especialmente simpático o la alegría de la huerta. Al contrario, no hay una sola imagen en la que a Xi se le vea distendido o entregado a la causa de la risa. Podrá hacerlo, sin embargo, porque alguno de sus asesores le habrá podido entregar un voluminoso dosier con una realidad palpable. Mientras que China, a pesar de sus achaques económicos, ha seguido ganando peso en la economía mundial, Europa se jibariza.

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