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¿Por qué nos odian? Este artículo te explica la razón por la que se detesta al Real Madrid
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¿Por qué nos odian? Este artículo te explica la razón por la que se detesta al Real Madrid

El Real Madrid es un equipo con numerosos detractores. Muchos sostienen que sus éxitos solamente se explican por el azar y creen que Florentino tiene el poder de controlar el mundo

Foto: Vinícius señala a los aficionados que le insultaron en Mestalla. (Reuters/Pablo Morano)
Vinícius señala a los aficionados que le insultaron en Mestalla. (Reuters/Pablo Morano)

"Pañolada en el Sánchez Pizjuán —este sábado saca tu pañuelo contra el dueño de la liga—. LFP (liga Florentino Pérez). STOP MAFIA. #Pañolada a Florentino". Así reaccionó una parte de la afición del Sevilla ante el enésimo atropello del Real Madrid. Pero el honrado lector se preguntará: ¿cuál era ese atropello? Siguiendo las declaraciones de aficionados indignados, el meollo del asunto era el hecho de que el comité de competición le hubiera perdonado la tarjeta roja a Vinícius tras el manotazo a Hugo Duro y su posterior expulsión. De esa forma, el Sevilla —que se juega en unos días la Europa League— estaría en inferioridad contra un Madrid que podría contar con el brasileño —su mejor jugador, de largo— exonerado de la tarjeta por motivos inconfesables.

Ese es el relato que corre por las redes, las tertulias y los grupos de WhatsApp. La realidad es sutilmente diferente. La jugada central del monumento al odio que levantó el Valencia contra Vinícius fue una tangana donde Hugo Duro intentó estrangular al brasileño. Este se defendió con un tortazo. Los dos deberían haber sido expulsados. No fue así. El árbitro consultó al VAR y las imágenes que le ofreció el armatoste estuvieran sesgadas, como decíamos de niños, "a posta". Así que el árbitro solo vio el manotazo de Vinícius y Hugo Duro se libró de la roja. La razón del engaño, de la prevaricación, no la sabemos. Ese engaño hecho a conciencia y a la vista de todos, es una metáfora de los tumores del fútbol español.

Foto: Medina Cantalejo, durante la rueda de prensa por el caso Negreira. (EFE/J.J. Guillén)

El liderazgo de Florentino

Al día siguiente, tras el escándalo mundial por el aquelarre racista, la Federación entró en pánico y decidió expulsar a los árbitros implicados reconociendo de forma explícita las dudas sobre el estamento. Además, el Comité de Competición le quitó la tarjeta a Vinícius, intentando congraciarse con la comunidad internacional y provocando que se vuelva a prender la llama antimadridista. 24 horas pudo el hincha merengue disfrutar de ser víctima dedicándose al noble ejercicio de dar lecciones de moral. Por una vez, se intercambiaban las tornas. ¡Dulce sensación! Vinícius no jugó en el partido contra el Rayo, ya que estaba lesionado. Eso se sabía desde el día antes. No podría pues, enfrentarse al Sevilla. Dio igual. El antimadridismo no necesita razones, solo sujetos de odio. Es una pasión falaz, cainita y obcecada, que late en el fondo de buena parte de los hinchas españoles que no son del Madrid.

Una jerarquía de malvados donde el estrato superior es un rascacielos que contiene todas las riquezas del mundo. Ese mundo esquilmado por el único habitante del magnífico edificio: Florentino Pérez. El Doctor NO de las películas de Bond que mueve sin parar un sistema de palancas que provoca tragedias a lo largo y ancho del planeta: hace desaparecer un río en Guatemala y condena al exterminio a una etnia entera, empuja a la feliz España hacia un centralismo tenebroso, levanta torres inmensas con dinero público convirtiendo Madrid en un infierno neoliberal, maneja el Barça con poderes telequinéticos, tiene todos los medios comprados excepto el Gara, lugar donde se dicen las verdades, tenía secuestrado al estamento arbitral hasta que el justiciero Negreira igualó la competición.

placeholder Florentino Pérez, presidente del Real Madrid. (EFE/Rodrigo Jiménez)
Florentino Pérez, presidente del Real Madrid. (EFE/Rodrigo Jiménez)

Florentino maneja las televisiones, rotura los campos con uranio, provoca sequías y pandemias, se ha hecho con el control absoluto del Madrid, pero no tiene ninguna parte en sus éxitos, quiere acabar con la Liga (esto sí es cierto) para construir su mundo elitista y oligarca. Y es en fin, la razón última de esa religión torcida que es la materia oscura del fútbol español.

¿El éxito desde el azar?

Para el antimadridista, los éxitos del Real se explican desde el azar, la connivencia arbitral y el poder de la institución. Ese poder viene de la ligazón entre el Madrid y el Estado. Especialmente el antimadridista periférico, es feliz imaginando un sistema de tuberías bajo el ministerio de Hacienda, que llega al Santiago Bernabéu previa parada en el palacio de la Zarzuela. Un manantial de dinero público destinado al fichaje de la última estrella de moda. Aunque el antimadridista odie al Madrid, cree que su opinión debe tenerse en cuenta, al fin y al cabo, el club merengue está pagado por todos los españoles.

Recordemos el escándalo Casillas y cómo la prensa —amiga y enemiga— hacía guardia en los alrededores del Bernabéu dando vueltas con un cirio encendido para rogar a Florentino que Iker volviera a la portería del club de todos. La cosa fue así: Iker siempre fue santo y cuando España ganó el Mundial 2010, subió varios escalones hacia la divinidad. Iker tenía muchos amigos periodistas. Mourinho acababa de llegar al Madrid y se dijo desde el principio que iba a romper el sistema feliz del fútbol español donde Guardiola mandaba y los demás obedecían. Se le acusó a Florentino y su heraldo en la tierra, Mourinho, de romper el delicado equilibrio sentimental de la nación provocando un corrimiento de tierras que acabaría con la independencia de Cataluña. Se le acusó a Florentino de ser la crisis misma. Mou siguió trabajando y se levantó del 5-0. Construyó un equipo de una belleza violenta impregnado del mismo odio que recibía. El Madrid dejó de perder y comenzó a ganar.

Foto: Mourinho y Guardiola se saludan en un partido disputado en el Camp Nou. (EFE/Alberto Estévez)

Iker en medio de las trifulcas Barça-Madrid, se volvió contra sus amigos de la Selección. El Real se convirtió en un club inexpugnable al ambiente externo, a las comidillas de periodistas, a las admoniciones de la prensa seria, a las flechas envenenadas de los antis. Esa independencia parecía algo intolerable. Se comenzó a cortejar a Iker para que volviera con los suyos, con los alegres muchachos de la Roja. A pesar de los augurios, España siguió ganando.

Cayó la Eurocopa 2012 con actuación estelar del portero de los niños. Pero algo se quebró en el interior de Casillas y se le fue la paloma. La temporada siguiente, el de Móstoles comenzó mal, rígido y pasivo, todos sus defectos se hicieron visibles. Mourinho lo sustituyó un día. Un solo día. El escándalo fue mayúsculo. La nación se partió en dos. El mal se había apoderado de nuevo del Madrid. Luego Iker volvió a la portería y se lesionó. A su vuelta, Diego López le había quitado el puesto. Se levantó una ola gigante de indignación, un tsunami promiscuo donde se juntaban madridistas, culés, famosos tertulianos, Del Bosque, Gabilondo y algún premio Nobel de la paz despistado, exigiendo al Madrid que despusiera las armas y se convirtiese en una democracia popular. La alineación del equipo se debía votar a mano alzada con la excepción de la portería que debía ser para Iker Casillas ad aeternum.

La independencia de la prensa

El Madrid resistió el envite. Mourinho hizo la alineación a su gusto y los entrenadores que vinieron después, pudieron quitar y poner a los jugadores según exigencias puramente deportivas: no más presiones ambientales, políticas o morales. El club se independizó de la prensa y comenzaron a caer Copas de Europa con una facilidad pasmosa. El antimadridismo se replegó hacia la periferia provincial esperando una señal. Y esa señal llegó en la forma de un brasileño negro que regateaba naciones enteras colgado de una sonrisa provocadora.

Se alineó con el Castilla y era recibido con insultos, patadas y mordiscos. Demasiado exuberante para el pueblo llano, Vinícius se acostumbró al odio general. Ya Casillas decía que con la camiseta blanca no recibía más que improperios y salivazos mientras que cuando iba con la Roja, todo era piropos y cariños. De alguna manera el Madrid, es considerado el ángel caído en muchas partes del país. Alguien que fue de los nuestros y ha sido secuestrado por poderes maléficos. Una interpretación religiosa —el mal como origen de todas las cosas— que es salvajemente verbalizada en buena parte de los estadios. El insulto al madridista sería una blasfemia. Solo blasfema el creyente y así, cree romper un sistema que se le ha vuelto en contra. Se blasfema desde la pasividad y se escoge siempre el insulto más hiriente. Es una liberación. Una catarsis general. Esos hombres que sacan a la virgen en procesión para que llueva y les cae encima una granizada. Avanzan entre imprecaciones hasta lo alto de la peña y desde allí, tiran a la pobre imagen que se hace añicos contra las piedras del fondo del abismo.

placeholder Benzema es uno de los líderes del Madrid. (EFE/Chema Moya)
Benzema es uno de los líderes del Madrid. (EFE/Chema Moya)

No todos los madridistas son recibidos así, claro. Modric, Benzema o Raúl ​eran difícilmente insultables. Se les hacía de menos en conversaciones privadas. Pero eso es algo aceptable. Cosas de la rivalidad, y desde luego, hay que reconocer que el Madrid es algo muy pelmazo que siempre está en el centro de todo da igual hacia donde se dirija la mirada. Raúl era la estrellita madridista ensalzada de forma artificial por los medios. Modric no valía ni la mitad de Iniesta y Benzema era bueno pero abúlico y cuando dejó de serlo, debemos señalar con gravedad que fue pitado en su propio estadio y estuvo en la rampa de salida multitud de ocasiones. Incluso lo mejor del Madrid parece hacerse contra sí mismo. Contra el fondo depredador del club.

La caza a Vinícius

Vinícius se convirtió en el artículo de mofa preferido por los niños antimadridistas. Casi un objeto de culto. Programas enteros se dedicaban a reírse de sus resbalones ante el gol. Era también el centro de la política de fichajes de Florentino Pérez. Ocurre con el brasileño algo muy simple. Era un fuera de serie desde el principio, pero un fuera de serie al que hemos visto crecer en el Bernabéu, despojarse de sus defectos y abrazar sus virtudes, y eso desgasta. Cuando Ancelotti tranquilizó su paso final, la prensa ya tenía su veredicto. No valía para el Madrid. Frase lapidaria dicha con la suficiencia de un catedrático de Derecho Penal.

Todo lo demás lo conocemos. Vini Jr. se convierte en uno de los dos mejores del mundo de forma casi instantánea. Su felicidad y su talento abrumador avergüenzan a los que antes se reían de él que cambian el discurso. Ahora es un chulo y un provocador. Recuerden aquella portada de un periódico deportivo catalán sobre Cristiano: chulo, violento, provocador. Sobre un Cristiano al que cantaban en todas las plazas un estúpido grito xenófobo. La prensa alienta y el pueblo llano viene después. El racismo casi nunca se da en su estado puro, siempre necesita de una excusa. A ratos el clasismo, otras el miedo, y esta vez ha sido el antimadridismo. Así la pasión oscura del hincha queda redimida. Se veja a un millonario con la camiseta blanca que representa lo peor de nuestra nación. Alguien sin derecho a la defensa.

placeholder Ancelotti, en el banquillo del Pizjuán. (Reuters/Marcelo del Pozo)
Ancelotti, en el banquillo del Pizjuán. (Reuters/Marcelo del Pozo)

Pero al otro lado estaba un tipo con verdadero coraje: Vini Jr. Y que ha recibido el pleno respaldo del Real. El mundo está mirando y los malabares de los periodistas para atacar al brasileño se han desmoronado. Ya todos son antirracistas. Un milagro. Maravilloso cómo el Madrid nos enseña a tiempo real de qué pasta está hecho el ser humano —especialmente en su vertiente ibérica—.

Desde la Premier se oyen cantos de sirena. El Madrid es el único obstáculo que les queda para llegar al dominio absoluto. Los ingleses asumen con naturalidad ser la policía moral del mundo pero siempre tienen un interés oculto. El fichaje de Vinícius sería un desastre para el Madrid y blanquearía una Liga construida sobre una enorme mancha de alquitrán. Es duro recibir lecciones de países que han hecho del racismo una forma de vida y del antirracismo un negocio muy productivo. Pero esa es otra cuestión. De momento Vini está en el club de Chamartín y sus enemigos se dedican a la papiroflexia. Se avecina una batalla, esta vez, con la ONU como invitada especial.

"Pañolada en el Sánchez Pizjuán —este sábado saca tu pañuelo contra el dueño de la liga—. LFP (liga Florentino Pérez). STOP MAFIA. #Pañolada a Florentino". Así reaccionó una parte de la afición del Sevilla ante el enésimo atropello del Real Madrid. Pero el honrado lector se preguntará: ¿cuál era ese atropello? Siguiendo las declaraciones de aficionados indignados, el meollo del asunto era el hecho de que el comité de competición le hubiera perdonado la tarjeta roja a Vinícius tras el manotazo a Hugo Duro y su posterior expulsión. De esa forma, el Sevilla —que se juega en unos días la Europa League— estaría en inferioridad contra un Madrid que podría contar con el brasileño —su mejor jugador, de largo— exonerado de la tarjeta por motivos inconfesables.

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