Pacho Maturana: "Invité a los jugadores a cambiar la imagen de puteros que tenían"
Estuvo cerca de dirigir al Madrid y pasó por el Valladolid y el Atleti. Su mayor obra, sin embargo, fue la selección colombiana, con la que ganó la Copa América en el 2001
"Aquella época era un matriarcado y mi madre me dijo que tenía que estudiar", explica un locuaz Francisco Pacho Maturana (Chocó, Colombia, 1949) a El Confidencial. La suya es una historia de esfuerzo y dedicación que pocos hubieran aguantado. Jugaba al escondite con sus padres, a los que no les gustaba que jugara partidos.
Maturana no debutó en Primera hasta los 23 años, porque quería terminar Odontología. En esa época, apenas tenía horas libres durante el día. Por la mañana, entrenaba; a mediodía, iba a la facultad; por la tarde, atendía sus clientes en su consulta.
"Si un equipo importante desciende, pero eso le sirve para ser mejor con los años, vale la pena"
Es el entrenador más icónico e influyente de la historia de Colombia. En 1989, ganó la Libertadores con Nacional, el primer título internacional de un equipo cafetero. Su logro más importante, sin embargo, no se mide a modo de trofeos. Maturana dotó de una idea a la selección colombiana, a la que dirigió en dos Mundiales (1990 y 94) y en cuatro Copas América (1987, 89, 93 y 2001). Y con la que consiguió el único trofeo de su historia, la del 2001. Ahora reside en Medellín, alejado de los focos, pero acepta la llamada de El Confidencial para conversar.
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PREGUNTA. ¿Es un fracaso que Colombia no juegue el Mundial?
RESPUESTA. Todo depende de cómo se mire; de la interpretación. Con los años, he aprendido que las cosas son importantes dependiendo de la reflexión que hagamos. Si un equipo importante desciende, pero eso le sirve para ser mejor con los años, vale la pena. Lo importante es qué hacer cuándo ocurren ciertas cosas.
P. ¿Qué Colombia ha sido mejor, la suya de los 90 o la de José Pékerman?
R. Eso es muy relativo, porque no se pueden hacer ese tipo de asociaciones. Yo no las haría, porque tengo argumentos suficientes para saber que aquella época no es igual que la actual. Actualmente, todos miran a Colombia y en los 90, sin embargo, solo nos miraba por el narcotráfico. Cuando jugamos el Mundial de Italia, el mundo se dio cuenta de que Colombia era más que la droga y la violencia.
P. Usted es uno de los culpables de que a Colombia se la reconozca por su fútbol.
R. Yo hice una distinción clara en mi primera rueda de prensa en el Mundial de Italia. Los periodistas me preguntaban por Pablo Escobar, por la droga… Les pedí que se ubicaran, porque Colombia no inventó la droga. Antes, de hecho, la tuvieron los americanos. Desde entonces se quedaron calladitos y no dijeron nada más.
P. ¿Cómo está Colombia a nivel de seguridad?
R. Yo lo veo desde mi posición. Actualmente, vivo bien en las afueras de Medellín, en compañía de mi mujer, de animales, de la naturaleza… Nunca he tenido problemas de seguridad; nunca me han robado.
P. ¿Por qué los colombianos son tan alegres?
R. Esa es otra de las cosas que yo sostuve, que teníamos que trasladar nuestra forma de ser al juego. En mi etapa como futbolista, yo sabía cómo jugaba Brasil, Argentina, Uruguay… pero no sabía cómo lo hacía Colombia. El objetivo de los colombianos era desactivar al rival y mi idea no era esa. Invité a los jugadores a que trasladáramos el orden, la amistad, el generosidad, el esfuerzo y la fantasía al campo. Y lo demostramos. Tardamos en encontrarlo, pero lo conseguimos.
"El niño que se cría entre vallenatos es difícil que salga malo"
P. ¿Son los colombianos los mejores bailarines de Latinoamérica?
R. No sería capaz de decirte que no (risas). Todo lo que veo de Colombia me impacta, porque hay gente muy buena y generosa, igual que antes tuvimos gente muy mala. Yo viví muchos años fuera, pero desde que volví a Colombia y empecé a conocer el país, me di cuenta de que es increíble. El eje cafetero es extraordinario y no tenemos nada que envidiarle a nadie. El niño que se cría entre vallenatos es difícil que salga malo. Tenemos mujeres espectaculares, gente que baila de todo…
P. ¿Quién ha sido el mejor entrenador de la historia de Colombia?
R. Cada uno dio lo mejor en su momento. Tengo un buen recuerdo de Carlos Bilardo, que fue campeón con nosotros, de Pedro Pablo Álvarez, mi primer entrenador, el doctor Ochoa Uribe… Cada persona podría elegir su mejor entrenador conforme a sus parámetros.
P. ¿En qué posición se colocaría usted?
R. Esas son cosas que no pueden hacer los entrenadores. No creo mucho en el entrenador que cuesta tanto dinero, sino aquel en el que creen sus jugadores. Mis equipos son los que han hablado por Francisco Maturana.
P. ¿Le gusta Néstor Lorenzo como seleccionador colombiano?
R. Yo respeto a todos los entrenadores.
P. ¿Quién ha sido más importante para el fútbol colombiano, James o Valderrama?
R. Cuando fui a España, tuve la suerte de estar en contacto con muchos entrenadores importantes: Guus Hiddink, Johan Cruyff, Luis Aragonés, Vicente del Bosque, Alfredo Di Stéfano… Para los españoles, Di Stéfano fue el mejor de su época. Él me dijo que, en Colombia, había un futbolista que jugaba mejor que él, Humberto Turrón Álvarez. Si me hablas del fútbol colombiano, he visto grandes jugadores en la etapa reciente, pero yo que me quito el sombrero ante Turrón Álvarez. Colombia ha tenido grandes futbolistas y no me atrevo a dejar a ninguno de lado.
P. Usted leía a Eduardo Galeano. ¿Hay alguien que haya escrito tan bien de fútbol como él?
R. Eso también son gustos. Tuve la suerte de mantener una buena amistad con Eduardo y, aunque no esté con nosotros, es una persona que invita a la reflexión.
P. Él escribió que "el gol es el orgasmo del fútbol".
R. Te diría que los goles los disfruté más cuando era jugador (risas). Cuando fui entrenador, no pensaba en los tantos al final del encuentro, sino en el partido siguiente, así que no me daba tiempo a mucha celebración.
"Llegó un momento en el que dejé mi carrera como odontólogo para ser entrenador"
P. Además de futbolista y entrenador, usted fue odontólogo. ¿Por qué ese oficio?
R. Yo nací en una etapa en la que estaba presente el matriarcado. Mi madre tomaba las decisiones y en mi época no se concebía otro camino que la escuela. Ella me decía que yo tenía que estudiar mucho y lo hice. Fui a la universidad y terminé Odontología. Cuando finalicé los estudios, tomé la decisión de ejercer mi carrera en paralelo al fútbol. Así fue durante 14 años. Sin embargo, llegó un momento en el que dejé mi carrera como odontólogo para ser entrenador. Pero no dejé a mis clientes colgados y los ubiqué con otros amigos de profesión.
P. ¿Cómo se organizó para compaginar su vida como futbolista y como odontólogo?
R. Era cuestión de orden. Cuando estaba en Nacional, yo les puse a ellos las condiciones si querían ficharme. El equipo entrenaba mañana y tarde, pero yo no podía. Les dije que yo firmaría el contrato si me permitían entrenar en exclusiva por las mañanas y aceptaron. Por la mañana, entrenaba; a mediodía, venía a la facultad y a las tres abría mi consultorio para atender a los clientes. Me mantenía ocupado con lo que amaba, el fútbol y mi profesión.
"He sido mejor persona que entrenador, futbolista u odontólogo"
P. ¿Ha sido usted mejor entrenador, jugador u odontólogo?
R. He sido mejor persona. No tengo ningún reproche por cómo ejercí esas profesiones. Yo terminé Odontología en cinco años y tuve una clientela muy selecta y con muy buena actitud hacia mí. Como jugador, fui dos veces campeón con Nacional. Cuando decidí ser entrenador, gané títulos en Colombia y en América, tanto a nivel de clubes como de selecciones.
P. He leído que usted tenía que jugar a escondidas de sus padres, a los que no les gustaba que lo hiciera.
R. Mis padres cedieron a medida que no vieron interferencias. Yo era una persona que jugaba, pero cuando había cumplido con mis tareas de la escuela. Mi barrio conspiró para que yo fuera futbolista, porque había fútbol en cualquier esquina. Uno encontraba amigos rápido para armar un partido.
P. ¿Le pedían sus compañeros de equipo que los atendiera en su consulta?
R. Sí, tuve la oportunidad de atender a algunos de mis compañeros. De hecho, en algunas ocasiones traían hasta a su familia.
P. ¿Estaba menos concienciada aquella sociedad en el cuidado de los dientes?
R. No sé, porque han cambiado las cosas. Ahora la gente se preocupa más, además de que existe un atención a los clientes que antes no estaba. No se olvide de que en aquellos años había estadounidenses que venían a cuidarse los dientes a Colombia. No solo porque fuese más barato, sino porque había mucha calidad.
"Yo era un central capaz de tirar un túnel en mi área. Y me lo cuestionaban"
P. ¿Qué tipo de jugador era usted?
R. Un buen jugador (risas). Fui capitán de la selección colombiana, jugué en Nacional, fui un defensa central al que no le gustaba dar patadas, que podía parar el balón con el pecho, era capaz de tirar un túnel en mi área… A veces me lo cuestionaban (risas). No fui un futbolista reconocido por pegar al rival, sino por jugar bien.
P. Usted coincidió con Osvaldo Zubeldía. ¿Qué aprendió de él?
R. Aprendimos a ser profesionales; a ser rigurosos y dedicados con nuestro trabajo. Él nos metió en vena que teníamos que acostarnos temprano, porque al día siguiente había que madrugar y entrenar duro. Fue una persona que me dio mucho protagonismo en las jugadas de balón parado. De hecho, yo era su arma favorita, porque era el que las remataba.
P. Él y Bilardo, su discípulo, sostenían que todo vale para ganar. ¿Está de acuerdo con eso?
R. No, porque cada uno escoge lo que parece bien de los que lo enseñan. Yo pertenezco a un grupo de personas que valoramos el cómo más allá de la victoria. A mí me hipnotizó la Holanda de Rinus Michels. Ese equipo, aunque no ganó, enamoró a todos los aficionados por la forma en la que quería ganar. Vencer no es lo todo. Brasil, por ejemplo, ha ganado cinco Mundiales, pero el que se recuerda con más cariño es el del 82.
P. He leído que usted es aficionado a las carreras de caballos. ¿Las prefiere al fútbol?
R. A mí me encantan. Fueron los jugadores argentinos los que me enseñaron esto, porque es una tradición más argentina que colombiana. En Perú, vi como una hembra les ganaba a los machos en una carrera. Fue algo muy interesante.
P. ¿Cuándo decidió que quería ser entrenador?
R. Eso no lo decidí, casi que me llevaron a ello.
P. ¿Cómo que lo llevaron?
R. Me ayudaron a ser entrenador. Yo me fui a jugar a Bucamaranga, después me vendieron al Tolima, luego pase por Nacional y más tarde regresé a Medellín. Allí me reencontré con mis amigos y me costaba levantarme para ir a entrenar. El entrenador de entonces me decía que no me fuera, que al menos me quedara como su ayudante (Pedro Nel Ospina). Él me esperaba todos los días, después de que yo terminara con mi trabajo en la consulta, para explicarme los pasos que tenía que dar y enseñarme. También pasé por la Escuela de Entrenadores de Uruguay, donde concluí mi formación.
"No obligaba a los jugadores a leer poesía, los seducía. Hay que encontrar esos espacios de crecimiento personal"
P. ¿Es cierto que obligaba a los jugadores a leer libros de poesía?
R. No diría obligar, sino seducir (risas). Nosotros nos criamos leyendo las crónicas de Mafalda, Los Increíbles… Eso, sin embargo, no te forma. Por eso es importante leer a Mario Benedetti, a Eduardo Galeano… Hay que encontrar esos espacios de crecimiento personal. Cuando uno mejora, también mejora lo que la persona hace.
P. ¿También les prohibía ir a los prostíbulos?
R. La recomendación era que había que estar en el sitio correcto a la hora adecuada. Estar bien acompañado es importante, porque uno no puede andar con cualquiera. Al final, a las personas se las admira en parte por la compañía que tienen. En mi época, los futbolistas no accedían a los entornos de las élites sociales porque eran reconocibles por estar de putas por todos lados. Yo los invité a cambiar eso; a cambiar esa imagen que tenían de nosotros.
P. ¿Cómo nació el debate entre los maturistas y los antimaturistas?
R. Si algo que garantiza la convivencia, es el respeto. Por eso yo he sido respetuoso con lo que han sido partidarios de mi gestión y los que no.
P. Usted ganó con Nacional la Libertadores de 1989, el primer título internacional de un equipo colombiano. ¿Por qué no se triunfaba en el exterior?
R. Es difícil de explicar, pero está claro que algo hicimos bien para que se diera esa posibilidad. El triunfo llegó en 1989, aunque se empezó a gestar años antes, cuando apareció una generación fantástica que desde 1987 tuvo un proceso. Los dirigentes entendieron que no fuéramos los ganadores en 1987 y en 1988; tuvieron paciencia y creyeron en el equipo. Eso es fundamental.
P. Entrenó a la selección colombiana en el Mundial del 90 y en el de 94. ¿Con cuál de los dos equipos se queda?
R. No soy capaz de elegir, porque es algo parecido a escoger a un hijo (risas). Al igual que un vástago, esos dos equipos son partes de nuestra creación. La Colombia del 90 venía desde el 87, cuando nos hicimos fuertes y formamos un gran grupo de amigos. Le enseñamos al mundo cómo era nuestro país. Pasamos a octavos y perdimos allí, pero lo hicimos frente al mejor Camerún de la historia.
P. Antes del 94 llegó el histórico 0-5 a Argentina.
R. Después del Mundial del 90, completamos unas eliminatorias extraordinarias. Jugamos tan bien que nos pusieron como unas de las selecciones candidatas a ganar en el 94. En el fútbol, sin embargo, es difícil estar siempre en el estado de forma óptimo. En Estados Unidos no nos cogió al 100% y nos eliminaron en primera ronda. Lo mismo le ocurrió a Argentina en 2002.
"Higuita no salía del área con el balón por capricho, así lo entrenábamos"
P. ¿Qué pensaba cuando Higuita conducía la pelota fuera del área?
R. Nada en especial, porque eso no era un capricho suyo. Nosotros teníamos una estructura en la que no éramos diez jugadores y el portero, sino 11 futbolistas de campo. Cada uno estaba separado de otro por un espacio definido. Eso no lo inventé yo, lo hizo Holanda en 1974. Higuita tenía toda la licencia para jugar, porque así lo teníamos acordado.
P. Usted entrenó al Valladolid dos temporadas. ¿Qué falló el segundo año para que fuera destituido?
R. No lo sé, porque no recuerdo cómo de drástica fue la destitución. En el primer año, mucha gente decía que éramos el equipo que más rápido recuperaba el balón del mundo. De hecho, Ramón Mendoza, el presidente del Madrid, me mandó a un entrenador de las inferiores para que tomara nota de mis enseñanzas. Su nombre era Rafa Benítez. Fabio Capello también vino a ver nuestros entrenamientos alguna vez, antes de fichar por el Milan, y teníamos nuestras discusiones. Ese primer año estuvimos cerca del descenso y se habló de reforzar el equipo.
P. Y llegaron Higuita y Valderrama.
R. La adaptación de ellos no fue un camino de rosas, porque su estilo era diferente al europeo. Ese tipo de porteros, como Higuita, no era para nada común en Europa. Leonel Álvarez era el que más se parecía a los europeos. Por su parte, El Pibe era un diez, pero no el europeo, porque el paradigma era Platini. Y Valderrama no era un goleador. De hecho, una vez que marcó el estadio empezó a cantar "aleluya, aleluya". No fue fácil. Después de ese primer año, yo había firmado un contrato con el Madrid.
P. Pero finalmente se quedó Radomir Antic.
R. Yo me había reunido con Mendoza, porque tras firmar, a mitad de temporada, la idea era reforzar al equipo de cara al año siguiente. Luego me llamaron para preguntarme si los autorizaba a cambiar el entrenador, les dije que no tenía problemas y llegó Antic. El serbio ganó todos los partidos, salvo un empate. No querían echarlo y me propusieron que fuera el mánager. Y que yo sería el entrenador cuando destituyeran a Radomir. Pero les dije que no. Entonces me dijeron que fuera a recoger mi indemnización, porque yo había firmado mi contrato en Valladolid. Recuerdo que Mendoza me dijo ese día: "No sabes lo que has hecho; acabas de tocar techo en el fútbol". En cuanto a la indemnización, no la recogí, porque no había trabajado en nada en el Madrid. Ese año también me sondeó el Sporting de Gijón.
P. Cuente, cuente.
R. La idea me atraía, porque yo estaba enloquecido con Luis Enrique, con Abelardo, con Manjarín… por lo cerca que estaban de mi idea futbolística. Sin embargo, me quedé al final en el Valladolid porque pensaba que iríamos a más. Aún mantengo amistades en la ciudad y tengo un grato recuerdo de ella. Me hicieron la vida muy agradable.
P. ¿Cuál fue el mejor equipo que entrenó?
R. No sabría decirte. Cuando empezamos en el Atlético de Madrid, nos enfrentábamos a un equipo alemán y les metíamos cuatro. Veía que teníamos un equipazo: Vizcaíno, Manolo, Caminero, Simeone… Yo tenía mucha ilusión, porque jugábamos muy bien. Luego vinieron cosas que yo no podía manejar: una lesión de Vizcaíno, otra de Caminero, una fractura de clavícula del Cholo… El mismo Jesús Gil me decía que le pidiera jugadores, pero yo hice lo mismo que en Colombia: bajar a las inferiores a buscar sustitutos.
P. ¿Llamó usted a entrenadores campeones del mundo antes de los Mundiales?
R. No solamente los llamé, mantuve la relación con ellos. Yo me considero un aprendiz permanente y quería adquirir el mayor conocimiento posible. Era amigo de Sacchi, de Bilardo, de Menotti, de Beckenbauer… Recuerdo que Franz me decía que yo tenía que jugar al golf. Yo les preguntaba a ellos qué opinaban de la selección y nunca me olvido de lo que me dijo Beckenbauer: "Ustedes tienen equipo, pero no historia".
P. ¿A qué se refería?
R. Yo le dije que era imposible que no tuviéramos historia, porque llevábamos 17 partidos sin perder. Su respuesta fue: "Historia es aquello que hace que, en el momento complicado, su equipo dé el 120% y no el 100. Eso se consigue viendo, no jugando. Si viajas a Brasil, cualquiera tiene un hermano, vecino o primo que jugó un Mundial. ¿Quién de sus estrellas vio a un compatriota jugar en un Mundial?". Llevaba razón, porque los jugadores de la sub-17 no saben quién es Asprilla.
P. ¿Lo reconocen todavía cuando viaja a España?
R. Sí, con mi color de piel es complicado (risas). La manera con la que uno camina es la que determina que a uno lo reconozcan en el futuro.
"Aquella época era un matriarcado y mi madre me dijo que tenía que estudiar", explica un locuaz Francisco Pacho Maturana (Chocó, Colombia, 1949) a El Confidencial. La suya es una historia de esfuerzo y dedicación que pocos hubieran aguantado. Jugaba al escondite con sus padres, a los que no les gustaba que jugara partidos.
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